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Ver tema#65 Respondiendo a: elPeregrinoGris
Acción
Mientras mis compañeros socorrían a un enano, yo me dirigí hacia la puerta con la intención de contener a los trasgos que no dejaban de penetrar en el local. Junto a mi había dos elfos fornidos que debían ser los vigilantes del bosque. Yo golpeé a uno de esos trasgos con mi vara y uno de aq...
Acción
De todo podía verse en los caminos de la Tierra Media por esos días, incluso aquel encuentro.
El elfo me saludó con un amplio ademán de su mano, y yo a él...
-Salud, Burzumgad- me sonrió Aglar acercándose para estrechar mi mano- ¿cómo ven las cosas por tu pequeño país?
-¿Pequeño? Espera a verlo, Aglar...a ver cuando nos visitas...
-¡No, gracias! A ver si termino sin cabeza donde colocar mi gorro- bromeó ese elfo al que conocía desde luego de la Guerra del Anillo.-Ahora en serio... ¿que te ha traído tan lejos de tus pagos?
- Una misión diplomática para los míos... como tú sabrás muy bien quedan elfos en Rivendell, aún después de la partida de Elrond...y fui a concertar pactos comerciales con ellos...
-¿Con éxito?
-Más o menos...sabes lo desconfiados que son los elfos... (reí) Ahhh...mis pies...necesitan descalzarse en una posada.
-Posada no se, pero aquí cerca no más y en los lindes del bosque tienes una taberna bastante confortable, “amigo orco”- me indicó Aglar con amplio gesto, y yo abrí los ojos.
-¿Dónde queda, exactamente?
**********************************************************
La taberna de marras estaba repleta de bote a bote, tanto que luego de un par de tragos y un pequeño descanso decidí ir a fumar afuera.
Nada personal, pero dentro el ambiente era algo tenso para mí: casi todos elfos o medio-elfos a los que ni conocía, y había varios enanos que parecían tener pocas pulgas, y uno de ellos, tuerto y parlanchín, parecía mirarme con mala cara.
En momentos en que empezaba a fumar vi acercarse a un hombre sonriente, cuyos ropajes de calidad apenas ocultaban a un antiguo montaraz.
-¡Abârmil, amigo mío!- dije abrazando al hombre que desde Ithilien me visitase con frecuencia.
-¿Qué haces aquí como poste? ¡Vamos a beber adentro!
-Demasiados elfos...
- Olvida que eres un orco...
-¡Es que no puedo!
Al fin me entró medio a empujones, y fue una suerte que yo aceptase: hallamos a Inglor, nuestro viejo camarada de aventuras, con el que bromeamos largamente.
Algunos otros elfos me miraban con aspereza, no obstante procuré conservar mi sangre fría.
De pronto y en el medio de la alegre algarabía, una flecha de penacho oscuro entró por la ventana, destrozando el cristal. Algunos parroquianos se miraron, pero eso era solo el principio: es que de pronto todos los vidrios volaron en añicos, y una turba de trasgos sucios, armados de sables y porras entró a la taberna por donde pudo.
Inglor y Abàrmil se volcaron a auxiliar a un enano aparentemente herido, mientras yo, sacando mi cimitarra eliminé a varios, mas sin percatarse de mi accionar, un oficial de Thranduil, elfo alto y arrogante, me amenazó con su espada.
–Tú también ríndete, espía, desde un primer momento sospeché...
-¿Me dejas trabajar?- dije al elfo altivo y lo empujé a un lado para eliminar a un oriental torvo que se nos venía encima. El oficial de Thranduil advirtió de pronto a mi lado a Inglor, algunos elfos y a Abârmil, a quién de seguro conocía.
--Ooh...sois entonces el señor de Morgul, aliado de nuestro...
-¡Si, de tu soberano, y mejor pelea y no molestes!!- le grité en la cara y el fulano se hundió en la lucha. ¿es que no aprendían, estos tíos?
La batalla arreciaba, y un troll maloliente entró destrozando la pared y aplastando a quién se le ponía delante. El enano estaba fuera de peligro, y dada la marea creciente de enemigos, Abârmil y yo arrojamos la mesa que hasta el momento nos estaba sirviendo de escudo contra ellos. En esos momentos la construcción pareció colapsar, y una nube de polvo nos hizo toser a todos. Un elfo de cabellera negra que por alguna razón me parecía remotamente familiar, gritaba dando órdenes, e indicó la torre vecina como lugar seguro.
-¡Vamos donde indica Entaguas!- gritó alguien.
¿Y quien era Enteguas? Ah, si, el elfo de melena negra, sin embargo no era él quién había hablado.
La confusión era tal cada uno tomó para su lado. Yo, no obstante, seguí a mis amigos, pero con mi cimitarra lista, no fuese cosa de una celada...
PD: perdonad la demora, es que ni antes de ayer ni ayer pude entrar en Elfenómeno.com. Me decia: "no se puede hallar el servidor" (?)
De todo podía verse en los caminos de la Tierra Media por esos días, incluso aquel encuentro.
El elfo me saludó con un amplio ademán de su mano, y yo a él...
-Salud, Burzumgad- me sonrió Aglar acercándose para estrechar mi mano- ¿cómo ven las cosas por tu pequeño país?
-¿Pequeño? Espera a verlo, Aglar...a ver cuando nos visitas...
-¡No, gracias! A ver si termino sin cabeza donde colocar mi gorro- bromeó ese elfo al que conocía desde luego de la Guerra del Anillo.-Ahora en serio... ¿que te ha traído tan lejos de tus pagos?
- Una misión diplomática para los míos... como tú sabrás muy bien quedan elfos en Rivendell, aún después de la partida de Elrond...y fui a concertar pactos comerciales con ellos...
-¿Con éxito?
-Más o menos...sabes lo desconfiados que son los elfos... (reí) Ahhh...mis pies...necesitan descalzarse en una posada.
-Posada no se, pero aquí cerca no más y en los lindes del bosque tienes una taberna bastante confortable, “amigo orco”- me indicó Aglar con amplio gesto, y yo abrí los ojos.
-¿Dónde queda, exactamente?
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La taberna de marras estaba repleta de bote a bote, tanto que luego de un par de tragos y un pequeño descanso decidí ir a fumar afuera.
Nada personal, pero dentro el ambiente era algo tenso para mí: casi todos elfos o medio-elfos a los que ni conocía, y había varios enanos que parecían tener pocas pulgas, y uno de ellos, tuerto y parlanchín, parecía mirarme con mala cara.
En momentos en que empezaba a fumar vi acercarse a un hombre sonriente, cuyos ropajes de calidad apenas ocultaban a un antiguo montaraz.
-¡Abârmil, amigo mío!- dije abrazando al hombre que desde Ithilien me visitase con frecuencia.
-¿Qué haces aquí como poste? ¡Vamos a beber adentro!
-Demasiados elfos...
- Olvida que eres un orco...
-¡Es que no puedo!
Al fin me entró medio a empujones, y fue una suerte que yo aceptase: hallamos a Inglor, nuestro viejo camarada de aventuras, con el que bromeamos largamente.
Algunos otros elfos me miraban con aspereza, no obstante procuré conservar mi sangre fría.
De pronto y en el medio de la alegre algarabía, una flecha de penacho oscuro entró por la ventana, destrozando el cristal. Algunos parroquianos se miraron, pero eso era solo el principio: es que de pronto todos los vidrios volaron en añicos, y una turba de trasgos sucios, armados de sables y porras entró a la taberna por donde pudo.
Inglor y Abàrmil se volcaron a auxiliar a un enano aparentemente herido, mientras yo, sacando mi cimitarra eliminé a varios, mas sin percatarse de mi accionar, un oficial de Thranduil, elfo alto y arrogante, me amenazó con su espada.
–Tú también ríndete, espía, desde un primer momento sospeché...
-¿Me dejas trabajar?- dije al elfo altivo y lo empujé a un lado para eliminar a un oriental torvo que se nos venía encima. El oficial de Thranduil advirtió de pronto a mi lado a Inglor, algunos elfos y a Abârmil, a quién de seguro conocía.
--Ooh...sois entonces el señor de Morgul, aliado de nuestro...
-¡Si, de tu soberano, y mejor pelea y no molestes!!- le grité en la cara y el fulano se hundió en la lucha. ¿es que no aprendían, estos tíos?
La batalla arreciaba, y un troll maloliente entró destrozando la pared y aplastando a quién se le ponía delante. El enano estaba fuera de peligro, y dada la marea creciente de enemigos, Abârmil y yo arrojamos la mesa que hasta el momento nos estaba sirviendo de escudo contra ellos. En esos momentos la construcción pareció colapsar, y una nube de polvo nos hizo toser a todos. Un elfo de cabellera negra que por alguna razón me parecía remotamente familiar, gritaba dando órdenes, e indicó la torre vecina como lugar seguro.
-¡Vamos donde indica Entaguas!- gritó alguien.
¿Y quien era Enteguas? Ah, si, el elfo de melena negra, sin embargo no era él quién había hablado.
La confusión era tal cada uno tomó para su lado. Yo, no obstante, seguí a mis amigos, pero con mi cimitarra lista, no fuese cosa de una celada...
PD: perdonad la demora, es que ni antes de ayer ni ayer pude entrar en Elfenómeno.com. Me decia: "no se puede hallar el servidor" (?)
Umbrías son las montañas, mas la ciudad brilla:Se diría una gran mortaja flotando entre el cielo y la tierra.
Quién se adelante hacia ella procedente de Ithilien la verá brillar cuando aún le resten millas para arribar la misma.
Quién llegue a ella desde el interior de Mordor la advertirá con...
Quién se adelante hacia ella procedente de Ithilien la verá brillar cuando aún le resten millas para arribar la misma.
Quién llegue a ella desde el interior de Mordor la advertirá con...