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Ver tema#72 Respondiendo a: Nack3rz
Acción
Partimos entonces al refugio, viendo que Entaguas se quedaba a pelear, en lo que quedaba de la taberna, lo salude con una reverencia con mi cabeza, devolviéndome el saludo con un amistoso gesto con la mano, y luego desapareció en la batalla.
Entonces volví mi cabeza hacia el grupo que se ha...
Acción
Tras salir como pudimos de la taberna, siguiendo las instrucciones de un elfo que se había quedado peleando en la contienda de la ya seguramente ruinosa taberna, que nos había indicado que debíamos ir en una dirección, hasta una cueva , donde pensé que quizá encontráramos refugio. Pero, paradójicamente, ese hueco en la montaña al que ansiábamos llegar se convirtió, cómo no, en un peligro más, pues una horda de enemigos salió de ella, y al mismo tiempo de un flanco cargaron unos jinetes elfos. Nuestro improvisado grupo de camaradas, se dispuso de nuevo con premura para un nuevo combate. Mi puñal, todavía con sangre de trasgo en su filo, se hundió de nuevo en la espalda de un enemigo descuidado, y formé de nuevo con mis compañeros, en un mar de puñaladas, flechas, sangre y gritos de dolor y de guerra. Los lanceros elfos habían conseguido diezmar a muchos contrincantes en su carga, y los que íbamos a pie sencillamente teníamos que matar a todos los que pudiéramos, aprovechando que su atención estaba dividida entre los jinetes y nosotros. Esta vez un oriental me hacía frente. Con varios golpes que esquivé a duras penas, pues se notaba que era un excelente luchador, me di cuenta de que este enemigo sería difícil de batir. Desafortunadamente para él, un lancero pasó arrollándole y vi cómo su cabeza era segada por el destello de una cimitarra elfa.
Tras salir como pudimos de la taberna, siguiendo las instrucciones de un elfo que se había quedado peleando en la contienda de la ya seguramente ruinosa taberna, que nos había indicado que debíamos ir en una dirección, hasta una cueva , donde pensé que quizá encontráramos refugio. Pero, paradójicamente, ese hueco en la montaña al que ansiábamos llegar se convirtió, cómo no, en un peligro más, pues una horda de enemigos salió de ella, y al mismo tiempo de un flanco cargaron unos jinetes elfos. Nuestro improvisado grupo de camaradas, se dispuso de nuevo con premura para un nuevo combate. Mi puñal, todavía con sangre de trasgo en su filo, se hundió de nuevo en la espalda de un enemigo descuidado, y formé de nuevo con mis compañeros, en un mar de puñaladas, flechas, sangre y gritos de dolor y de guerra. Los lanceros elfos habían conseguido diezmar a muchos contrincantes en su carga, y los que íbamos a pie sencillamente teníamos que matar a todos los que pudiéramos, aprovechando que su atención estaba dividida entre los jinetes y nosotros. Esta vez un oriental me hacía frente. Con varios golpes que esquivé a duras penas, pues se notaba que era un excelente luchador, me di cuenta de que este enemigo sería difícil de batir. Desafortunadamente para él, un lancero pasó arrollándole y vi cómo su cabeza era segada por el destello de una cimitarra elfa.
"La vida tiene el sentido que nosotros le damos y en ello reside la grandeza del hombre" -Friedrich Nietszche.