Acción

Nos fuimos poco a poco presentando con gran camaradería alrededor de la cálida hoguera. Ya era casi de noche, por lo que cazar algo en aquella acechante zona resultaba más que peligroso, por ello, cuando las curas de los heridos se terminaron echamos mano de nuestros fardos y sacamos algo para cenar: pan, embutido y fruta, en su mayoría. No todos habían podido escapar con sus bolsas de viaje, por lo que se puso la comida en el centro y fuimos cogiendo algo para calmar el estómago (que al menos el mío rugía como un mûmakil) al tiempo que comentábamos las últimas peleas, heroicidades y cómicas bravuconadas.
Ante la mirada atenta de las estrellas decidimos que era momento de descansar. Inglor recogió unas ramitas del suelo y las ofreció uno a uno para establecer los turnos de vigilancia.
- Somos ocho -intervine-, lo mejor serán grupos de dos y vigilancias de dos horas. El señor mercader queda exento de hacer la guardia hoy, el lobo a su elección, ¿no, Namsis? - bromeé-. Parece que me ha tocado el trozo más corto, el que tenga el segundo más corto deberá quedarse conmigo, sé que no soy la mejor compañía deseable pero es lo que hay, amigos. El resto sería bueno que empazarais a descansar.