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Ver tema#70 Respondiendo a: burzumgad
Acción.
(Por lo escrito por Unferion, parto de la base que la posada a la que llegamos está en el mismo pueblo que la taberna de las acciones precedentes, o al menos en un sitio cercano)
...nos dispusimos al descanso. No obstante la aparente tranquilidad, algo me desasocegaba, de modo que apena...
Accion
Las partida le era propicia al jugador que llamó mi atención al inicio de esta, hecho que no pareció agradar a sus recios y enormes contrincantes, quienes apenas podían contener la rabia. El encapuchado, que clavaba sus pupilas en la bolsa del afortunado montaraz (su aspecto denotaba su profesión de explorador) no parecía tener en mente intenciónes precisamente honradas. Tras muchas manos perdidas, el autocontrol de los fornidos hombres se colmó hasta el punto de desenfundar sus cuchillos y sumir a toda la muchedumbre en un remolino de golpes, bofetadas y puntapiés. En medio de la furiosa caterva de parroquianos que se batían a puñetazos (algunos se armaban con taburetes, botellas o cualquier objeto contundente) mantuve la serenidad, apagué mi pipa y procuré seguir al sagaz pícaro de la capucha que seguramente encontraría suculento aquel momento de cólera y despiste. En ese instante un hombre berreaba furioso mientras se abalanzaba sobre mí blandiendo la pata de una silla. En un movimiento relfejo estampé la jarra que aún sostenía en mi mano derecha contra la cara de aquel individuo, quién retrocedió mentando a mi madre mientras se sujetaba la nariz que chorreaba sangre, "una pena de trago, aún quedaba la mitad", pensé. Colándome entre la multitud, llegué a divisar en la puerta aún distante al protagonista de la malparada partida hablando con el encapuchado que sostenía una ballesta a la altura de su rostro. Un cuerpo pesado y sin sentido se desplomó a mis pies, aún armado con un bastón de viaje, lo tomé para desembarazarme de los que me acometían. Una vez cerca de mis dos objetivos, me pareció oír el nombre de mi quierido amigo orco. No alcanzé a oir nada más, pues un nuevo atacante se me aproximaba por la espalda y tuve que volverme, aunque el tono y las miradas que entrelazaban el encapuchado y el montaraz no parecían albergar buenas intenciones.
-Vaya, caballeros- dije al fin- cuanta verborrea en un momento como este, ¿me permiten que les acompañen fuera? Quizá corramos menos riesgo de que un botellazo nos alumbre la sesera...
Las partida le era propicia al jugador que llamó mi atención al inicio de esta, hecho que no pareció agradar a sus recios y enormes contrincantes, quienes apenas podían contener la rabia. El encapuchado, que clavaba sus pupilas en la bolsa del afortunado montaraz (su aspecto denotaba su profesión de explorador) no parecía tener en mente intenciónes precisamente honradas. Tras muchas manos perdidas, el autocontrol de los fornidos hombres se colmó hasta el punto de desenfundar sus cuchillos y sumir a toda la muchedumbre en un remolino de golpes, bofetadas y puntapiés. En medio de la furiosa caterva de parroquianos que se batían a puñetazos (algunos se armaban con taburetes, botellas o cualquier objeto contundente) mantuve la serenidad, apagué mi pipa y procuré seguir al sagaz pícaro de la capucha que seguramente encontraría suculento aquel momento de cólera y despiste. En ese instante un hombre berreaba furioso mientras se abalanzaba sobre mí blandiendo la pata de una silla. En un movimiento relfejo estampé la jarra que aún sostenía en mi mano derecha contra la cara de aquel individuo, quién retrocedió mentando a mi madre mientras se sujetaba la nariz que chorreaba sangre, "una pena de trago, aún quedaba la mitad", pensé. Colándome entre la multitud, llegué a divisar en la puerta aún distante al protagonista de la malparada partida hablando con el encapuchado que sostenía una ballesta a la altura de su rostro. Un cuerpo pesado y sin sentido se desplomó a mis pies, aún armado con un bastón de viaje, lo tomé para desembarazarme de los que me acometían. Una vez cerca de mis dos objetivos, me pareció oír el nombre de mi quierido amigo orco. No alcanzé a oir nada más, pues un nuevo atacante se me aproximaba por la espalda y tuve que volverme, aunque el tono y las miradas que entrelazaban el encapuchado y el montaraz no parecían albergar buenas intenciones.
-Vaya, caballeros- dije al fin- cuanta verborrea en un momento como este, ¿me permiten que les acompañen fuera? Quizá corramos menos riesgo de que un botellazo nos alumbre la sesera...
-Si, es cierto- dijo la primera Voz. -Creo que deberíamos dar un nombre a esa comarca. ¿Cual sugiere?
- El Maletero se encargó de ello hace ya algún tiempo- dijo la segunda voz. - El tren de Niggle-Parish está a punto de salir: eso es lo que ha venido gritando durante años. Niggle-Parish. Le...
- El Maletero se encargó de ello hace ya algún tiempo- dijo la segunda voz. - El tren de Niggle-Parish está a punto de salir: eso es lo que ha venido gritando durante años. Niggle-Parish. Le...