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Ver tema#196 Respondiendo a: Unfeniön
Acción
- ¡Por Arnor!- grite mientras pensaba en lo que haria a Sgronak si tubiera la oportunidad.
Despues de ver como respondio Burzumgad, el resto de los prisioneros no dudaron en venir rapidamente en nuestra ayuda. Uno de ellos, el cual llevaba un pico, seguramente utilizado en la mina cercana...
Acción
-¡Por todos los dioses! -mascullé. Ya casi habíamos conseguido escapar del campamento, pero el sigilo no era propio, o eso parecía de estos camaradas. Un jinete de buen porte con el emblema de la casa de Rohan rodó pero fue rescatado por Inglor y el elfo Eldaril. De primeras opté por qedarme a lomos de mi montura y puse un virote en la ballesta. Disparé y el proyectil impulsó hacia atrás a un dunlendino demasiado valiente. Tras esto volví a echarme a la espalda la ballesta y formé con mis compañeros, sacando mi espada corta.
Me puse hombro con hombo contra Inglor, semidoblado y de perfil, para dar menos objetivo visible al enemigo. Contuvimos las embestidas enemigas varias veces y bastante dificilmente, pero Inglor y... un orco, dos orcos? Pero al parecer o eran desertores del bando contrario o debería tratarse del famoso Burzumgad... Todo eran conjeturas. Me agaché para no ser alanceado y me deslicé hasta el pecho del que portaba la lanza, atravesándoselo. Oh, el montaraz estaba de nuevo en apuros... Dios mío, y nos había puesto a nosotros obviamente, pues no podríamos dejarle tirado. Los otros prisioneros también habían conseguido escapar y aportaban su granito de arena a las muertes enemigas.
Me volví a confundir en la batalla, justo cuando embestían de nuevo. El montaraz había conseguido reagruparse. Un líder especialmente inmenso observaba la batalla un poco rezagado, pero también con su cimitarra desenfundada y con sangre fresca.
-¡Qué bien me vendría un frasquito de matalo-todo ahora mismo! -cargué un virote y apunté a el estómago del líder.
El cuerpo a cuerpo era reñido unos pasos por delante de mí y tuve qe esforzarme por apuntar. Restregué la punta del virote con la hierba, haciendo que adquiriera un tono verduzco. Me reí entre dientes.
Apunté al bulto del líder y disparé. La flecha impactó cerca del hombro, pero no mucho mas arriba del costado izquierdo. No le había alcanzado ningún punto vital. Lástima. Miré como gruñía y luego azuzaba a sus tropas, qe por un momento habían creído herido a su jefe. Este, zafiamente se arrancó la flecha de un tirón (Ouch), pero no le agradó lo que vio. Cayó al suelo más asustado que herido, pidiendo auxilio.
-¡Su jefe ha caído! -oí gritar a alguien. Tomé mi caballo y vi como los demás hacían lo mismo.
-Vamos, lentos y escandalosos amigos. ¿He oído las palabras "invitar" y "pintas" en la misma frase? Venga holgazanes -espoleé más al caballo.
-¡Por todos los dioses! -mascullé. Ya casi habíamos conseguido escapar del campamento, pero el sigilo no era propio, o eso parecía de estos camaradas. Un jinete de buen porte con el emblema de la casa de Rohan rodó pero fue rescatado por Inglor y el elfo Eldaril. De primeras opté por qedarme a lomos de mi montura y puse un virote en la ballesta. Disparé y el proyectil impulsó hacia atrás a un dunlendino demasiado valiente. Tras esto volví a echarme a la espalda la ballesta y formé con mis compañeros, sacando mi espada corta.
Me puse hombro con hombo contra Inglor, semidoblado y de perfil, para dar menos objetivo visible al enemigo. Contuvimos las embestidas enemigas varias veces y bastante dificilmente, pero Inglor y... un orco, dos orcos? Pero al parecer o eran desertores del bando contrario o debería tratarse del famoso Burzumgad... Todo eran conjeturas. Me agaché para no ser alanceado y me deslicé hasta el pecho del que portaba la lanza, atravesándoselo. Oh, el montaraz estaba de nuevo en apuros... Dios mío, y nos había puesto a nosotros obviamente, pues no podríamos dejarle tirado. Los otros prisioneros también habían conseguido escapar y aportaban su granito de arena a las muertes enemigas.
Me volví a confundir en la batalla, justo cuando embestían de nuevo. El montaraz había conseguido reagruparse. Un líder especialmente inmenso observaba la batalla un poco rezagado, pero también con su cimitarra desenfundada y con sangre fresca.
-¡Qué bien me vendría un frasquito de matalo-todo ahora mismo! -cargué un virote y apunté a el estómago del líder.
El cuerpo a cuerpo era reñido unos pasos por delante de mí y tuve qe esforzarme por apuntar. Restregué la punta del virote con la hierba, haciendo que adquiriera un tono verduzco. Me reí entre dientes.
Apunté al bulto del líder y disparé. La flecha impactó cerca del hombro, pero no mucho mas arriba del costado izquierdo. No le había alcanzado ningún punto vital. Lástima. Miré como gruñía y luego azuzaba a sus tropas, qe por un momento habían creído herido a su jefe. Este, zafiamente se arrancó la flecha de un tirón (Ouch), pero no le agradó lo que vio. Cayó al suelo más asustado que herido, pidiendo auxilio.
-¡Su jefe ha caído! -oí gritar a alguien. Tomé mi caballo y vi como los demás hacían lo mismo.
-Vamos, lentos y escandalosos amigos. ¿He oído las palabras "invitar" y "pintas" en la misma frase? Venga holgazanes -espoleé más al caballo.
"La vida tiene el sentido que nosotros le damos y en ello reside la grandeza del hombre" -Friedrich Nietszche.