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Inglor
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Desde: 03/07/2006

#203 Respondiendo a: Palmero

Acción

Cuando dije lo de slavar a los prisioneros, me respondió mi señor Burzumgad:
-Palmero, no tenemos nada que hacer, estan todos muertos, lo siento por ellos- dijo Burzumgad, que intentaba retenerme, pues volver allí, sería un suicidio, así que acepté quedarme allí.
Así que seguimos cabalgand...

Acción

Entre rugidos, maldiciones y sangre comenzó la pugna. A mi izquierda Findon demostraba una mañosa agilidad frente a las acometidas enemigas, y a mi derecha, entre vivas a Minas Morgul, Burzumgad y el fiel Palmero se batían con la destreza y fervor de quién se bate al amparo del estandarte de su tierra. Los dunlendinos atacaban con furia y sin orden, y resultaba relativamente fácil hallar un punto despotegido entre sus ropajes en el que ensartar mi espada. Así, cercenando, degollando, hendiendo vientres y espetando pechos, conteníamos al enemigo. Sgronak, el infame jefe orco, (a quien conocía por su macabra reputación en Arnor), erguido y arrogante, en más de una ocasión se lanzó a por el imbatible Burzumgad no sin estar bien escoltado por cinco o seis esbirros de quienes los camaradas se desembarazaban con no demasiado esfuerzo.

Ninguno consiguió alcanzar al caudillo orco, salvo un virote de Findon que aunque no fue mortal, si fue lo suficiente certero como para arrancar unos cuantos lamentos al orco que se revolcaba berreando. Fue entonces cuando, viéndome cercado por muchos enemigos, observé dos escenas muy distintas: A un lado, mis camaradas orcos se batían con coraje y ardor contra un gran número de enemigos, sin el más mínimo amago de flaqueza o titubeo. Al otro lado, el musculoso Sgronak lloriqueaba auxiliado por una decena de secuaces, aislado de la reyerta. El orgullo hacia mis camaradas hizo arder algo en mi interior y esbocé una sonrisa. Mis contrincantes parecieron desconcertarse y yo arremetí con furor abriéndome paso hacia mi montura.

El impetuoso ataque de los orcos y dunlendinos pareció perder en contundencia y el grupo de infames se tornó menos denso, parecía la mejor ocasión para retirarse. Así lo hicimos, todos excepto Unfenion, que, en un arranque de valentía, se demoró dando muerte a un par de enemigos más. En plena carrera, alguien grito:

-¡Dispersaos!- Y nos desperdigamos entre las tinieblas de la noche buscando cobijo en un bosque próximo.

Comprobé que a mi lado cabalgaba Burzumgad, el resto no parecía estar cerca. Tras unos instantes vagando entre la espesura del bosque, vislumbramos una hoguera a lo lejos, y suponiendo que se trataba de los camaradas, nos dirigimos hacia allí.

-Deben de ser ellos, los dunlendinos aún pululan por ahí, aullando y haciendo ruido, no saben que así nos será fácil evitarlos en la noche.- dijo Burzumgad.

-Y, sino, aún nos queda tu olfato, ¿no amigo?- respondí al orco- Unfenion, el montaraz que ha incendiado el campamento enemigo, mencionó que ese grupo planea asesinarte. Como sigamos poniéndoselo asi de facil...

-Tonterias, no ha sido más que un calentamiento, como esos torpes lo hagan todo con la misma maña, ¡les saldrá cara mi cabeza!

-¡Ja! Mi bravo amigo... buena batalla, todo un placer!

Las voces en torno a la hoguera ya se hacían audibles.
-Si, es cierto- dijo la primera Voz. -Creo que deberíamos dar un nombre a esa comarca. ¿Cual sugiere?
- El Maletero se encargó de ello hace ya algún tiempo- dijo la segunda voz. - El tren de Niggle-Parish está a punto de salir: eso es lo que ha venido gritando durante años. Niggle-Parish. Le...