Acción

A la llamada del camarada Eldaril siguió un repentino haz de luz: el elfo había abierto las ventanas y la luz exterior denotaba que bastantes horas habían pasado ya desde el amancer. Fui de los últimos en levantarme bendiciendo el mullido lecho que se nos había preparado, un auténtico goce después de las tantas peripecias que acontecieron desde la reyerta en Bree.

Fuimos convocados en el gran salon, donde discutían los pormenores de la inminente guerra el Rey, los mariscales Erkenbrand y Elfehelm y, ya en condiciones de cumplir sus quehaceres, Barin. Las instrucciones fueron dividirnos en dos grupos: uno arrasaría, en compañía de Barin y tres éoreds, el campamento ya bastante maltrecho gracias a las saetas de Unfeniön. El segundo, liderado por Findon, habría de jugárse el tipo recogiendo información sobre el ejército combinado orco-dunlendino, lo cual implicaba aproximarse hasta él con magistral cautela y mayor disimulo, de lo cual Findon andaba sobrado.

-Si me permitís una opinión, diré que habéis hecho una muy buena elección señores, Findon es escurridizo como ninguno -guiñé un ojo al camarada- mañoso en verdad en las artes del sigilo y apenas una sombra inapreciable bajo el manto de la noche. Y si además añadimos a la expedición el extraodinario olfato de Palmero, sumado a la incomplarable destreza de un montaraz como Unfënion en el rastreo, el éxito está casi asegurado, aunque falta un compañero más. Yo, por mi parte, preferiría marchar con los éoreds a ese campamento y asegurar la zona. Conozco alguna técnica báscia de rastreo, tal vez podríamos seguirle la pista a Scara o obtener algún dato sobre qué dirección tomó (pues supongo que habrá abandonado ese campamento, si es que le queda algo de sentido común). Así pues, marcho con Barin.

Quedaban por hacer su elección Burzumgad, Eldaril y Mirimo.