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"Se Publica en el Reino Unido un ensayo hagiográfico
sobre el autor de "El Hobbit" y "El Señor de los
Anillos"

EL UNIVERSO AHISTÓRICO DE J.R.R. TOLKIEN

Estudioso medieval, escritor británico pasó de ser
autor de culto a fenómeno de masas.

A Tolkien se le ama o se le odia. No cabe término
medio. El asunto ya lo señalaba Fernando Savater en el
brilaante ensayo dedicado al autor que incluyó en "La
infancia recuperada" (Taurus, 1976), un libro
publicado, por cierto, con anterioridad a la versión
española (Minotauro) de "El Señor de los Anillos".
Convertido en escritor de culto desde los años
sesenta, primero en ambientes universitarios
anglosajones (donde durante un tiempo proliferaron las
pintadas que reclamaban las más altas magistraturas
para el mago Gandalf o el ultratirano Sauron), su
popularidad llegó a ser tan enorme y agobiante que
tuvo que cambiar de domicilio y recluirse en una
dirección casi secreta en Bournemouth, hasta donde le
llegaba más amortiguado el entusiasmo de la universal
cofradía de sus lectores.
La crítica seria también se divide a la hora de
encontrar acomodo para un auton tan excéntrico y cuya
obra, deliberaddamente regresiva, se encuentra tan a
contracorriente de la literatura de su época. Por eso
el crítico Andrew Rissik escribía recientemente (The
Guardian) que la principal contribución de Tolkien a
la literatura de su siglo consistió precisamente en
ignorarlo casi absolutamente. Y si sus libros
despertaron el entusiasmo incondicional de gentes como
W.H. Auden, también sucitaron el desprecio de otros
que, como Edmund Wilson, consideraban "El Señor de los
Anillos" mera "basura juvenil". O como Harold Bloom,
que sólo menciona a Tolkien una vez en "El canon
occidental", citándolo en una breve nómina de
escritores "neo-crisitanos".
En el otro lado están las hagiografías, casi tan
abundantes como las invectivas de los críticos. Casi
medio siglo después de la publicación de "El Señor de
los Anillos" (1954-1955), la Red rebosa de sitios
virtuales y chats en los que centenares de entusiastas
de J.R.R. Tolkien exponen o discuten a diario, con la
misma pasión y meticulosidad que ponían en sus
argumentos los autores neoplatónicos bizantinos, los
más sorprendentes aspectos del universo creado por el
autor de "El Hobbit" (1937) o de la póstuma "El
Silmarillion" (1977). Pero también encontramos el más
encendido ditirambo en otros ámbitos. En el Reino
Unido ha aparecido recientemente (HarperCollins)
"J.R.R. Tolkien, Author of the Century", del profesor
Tom Shippey, un estudio biográfico-crítico en el que
el autor no se corta un pelo a la hora de conceder al
escritor la misma o mayor importancia literaria que a
James Joyce o William Golding.

Joh Ronald Reuel Tolkien (Bloemfontein, África del
Sur, 1892-Oxford, 1973) se formó sobre todo como
medievalista. Lo que le fascinaba verdaderamente eran
las sagas y la vibrante, enrevesada y colorista
mitología nórdica. Su pasión por el antiguo anglosajón
le llevó a editar clásicos como "Beowulf" o a
inventarse un idioma -"elvish"- con el que divertía a
sus compañeros oxonienses en The Inklins, una pequeña
sección literaria que agrupaba a otros escritores
"neocristianos" como Charles Williams o C.S. Lewis
(autor de la célebre serie fantástica "Las Crónicas de
Narnia"), que participaban de su mima actitud
ahistórica y conservadora. Tolkien dijo en cierta
ocasión que la literatura había terminado hacia el año
1100, y que después sólo había libros. Pero lo cierto
es que sus obras reflejan lecturas de Shakespeare y de
Dickens, de la literatura bajomedieval y
renacentista,m de Tennyson y de los románticos. Dotado
de una especial habilidad para suscitar la
visualizacion de loq ue cuenta, el universo que creó
-La tierra del Medio- es una cosmogonía en la que el
detalle, la descripción meticulosa (y realista) de los
personajes, los objetos y de la multiplicidad de lo
existente (la sociedad, los valores, las costumbres)
contribuye a la consecución de esa coherencia
absolutamente moral de su obra a la que se refiere
Savater en su ensayo. Por cierto que, entre nosotros,
y con todas las distancias debidas, podríamos hallar
un empeño de parecido aliento tras esa épica
inconclusa y (al parecer) desbordada de Sánchez
Ferlosio -la historia de las guerras barcialeas- cuyo
único fragmento publicado en forma de libro es el
magistral "apéndice" (334 páginas) titulado "El
testimonio de Yarfoz" y publicado por Alianza en 1986.
El universo de J.R.R. Tolkien está poblado de Elfos,
monstruos, hadas, villanos, magos, guerreros y las más
diversas antropormofizaciones de la naturaleza. Su
mundo maniqueo y binario pertenece a otra época,
aunque hable oblicuamente de la nuestra: más cercano
al de las épicas anglosajonas, al de las novelas
bizantinas medievales, al de las gestas caballerescas
y corteses que estudió Huizinga, al de las leyendas
que alimentaron la imaginación de Shakespeare. Un
mundo en crisis lleno de perturbación en el que, sin
embargo, los valores anteriores siempre pueden ser
resituidos para que todo vuelva a empezar. Más allá de
la historia, del desconcierto y de las grandes
carnicerías de este siglo que termina sin remedio."

(Mensaje original de: EL PAIS)