Caminamos en la Sombra
Recopilación de 5 preciosos poemas en prosa: "A Beren", "Lamento a Gandalf", "A Sam", "Nunca más", y "Adiós, señor Frodo".
A BEREN
"Te descubrí magnífico en el bosque; como un majestuoso árbol caído. Sentí miedo, deseo de escapar; pero un luz mortecina y a la vez radiante de vida me hacía permanecer allí, a tu lado Pero ahora, mi vida, el amor que sientes por mí hace que tengas que partir. La alegre primavera de mi pecho se apaga y da paso a un continuidad de tormentas, de lamentos y pesares que sólo yo escucho. El dolor y la desesperación laten en mi pacho y la soledad se apodera de mí. Quiero escapar, tengo que escapar... Sé que he de ayudarte a hacerte digno de merecerme.
Me disfrazo de sombra y huyo a tu encuentro; te busco, te busco y no te encuentro.
Camino traicionada, con el silencio a mi lado; y el camino es tan largo sin ti... Al fin, rodeado de vacío y de tinieblas, te encuentro, como un majestuoso árbol que sigue en pie tras la tormenta y la guerra. Miro en tus ojos y veo reflejados en ellos la oscuridad, la desesperación y el miedo. Ya no queda nada, mi vida. ¡Y pensar que aún puedo darte esperanza..! ¡Oh! ¡Cuánto dolor has de albergar en tu pecho!
Y ahora, la desesperación de la batalla y los cánticos se aferran a nosotros, a nuestra vana esperanza.
Y al fin, la luz y la primavera se abren camino a mis pies, y brillan, y yo los veo porque tú estás a mi lado.
No hay destino sellado; yo lo elijo, elijo la alianza de la vida con la muerte. Yo te elijo, mi vida, mi muerte."
LAMENTO A GANDALF
"Caminamos en la sombra, en la más profunda tiniebla donde reinan el miedo y la batalla. Tras días infinitos de oscuridad intensa, vemos al fondo un débil luz; un pequeño resquicio de esperanza.
Nos acercamos a ella y, al punto de alcanzarla, se desvanece a mis ojos que sólo a ti te miran; todo pierde su sentido, salvo tú. Un abismo de terror se abre ante nosotros y la muerte corre persiguiéndonos.
Entonces tú, mi maestro, luchas; y no eres más que una frágil figura que brama contra un monstruo de tinieblas. Y entonces la luz cobra vida, y te muestras vencedor, mi salvador.
Pero toda ilusión y esperanza es en vano, y la luz se apaga... Un golpe final te hunde y tú, tan sublime, caes en la sombra y mi corazón quiere seguirte, se niega a abandonarte.
Y yo quiero seguirte, no quiero dejarte, no ahora, mi héroe. Y me arrastran y ya no quiero continuar. Ahora sólo quedan lamentos , resignación, desesperanza... desesperación.
¡Oh, bendita figura insustituible! ¿Por qué no caí yo en tu lugar? ¿No te das cuenta de que realmente me haces falta, amigo mío?
El camino es tan largo, es tan oscuro. Ya no me importa la luz del día ni de las estrellas; yo sólo quiero tu luz, mi guía.
Y lo doy todo por perdido; la carga es tan dura y yo soy tan frágil.
Si tu has caído... ¿cuánto podré aguantar yo? ¿cuánto habré de aguantar sin tus palabras, sin tu sabiduría, sin tu fuerza... sin tu luz? ¿cuánto tendré que aguantar sin ti?
Eras la claridad en la sombra, una gota de esperanza en el miedo y en el dolor y ahora, y ahora te hundes en un baño de tinieblas.
Ya sólo queda oscuridad y no puedo seguir solo; no sin ti.
¿Por qué? ¿Por qué este maldito destino incierto me traiciona, me abandona? ¿Por qué me ha abandonas ahora? ¿Y por qué no puedo reprochártelo? ¿Por qué..? Me abandonas."
A SAM
"La noche eterna ya ha caído, ya ha caído y se alza cubriendo de oscuridad mi camino; pero tú aún sigues aquí, es como si la oscuridad no te cegara... Eres la débil luz que camina a mi lado, pero eres tan débil y mi miedo tan fuerte...
Sé cuál es mi camino, sé que he de seguir, pero ya no tengo fuerzas, el dolor pende de mi cuello, y ya no puedo seguir; no más.
Vanos recuerdos, pequeñas memorias asoman intentando darme esperanza; pero la esperanza ya ha dejado de amarme; el pasado me martiriza y me hiere.
Y ahora estoy aquí, aprietas mi mano con firmeza, con cariño, leo en tus ojos el miedo y la compasión. Pero este martirio me daña, me pesa, me hunde, se hunde en mi pecho... y ya no puedo respirar, ya no puedo caminar; y tú caminarás mi camino por los dos.
La sombra avanza a mi paso y cada vez es más intensa: Cierro los ojos; no quiero abrirlos y descubrir la nada, engañarme y creer que estoy ciego. Ya no queda esperanza, ya no queda motivo para seguir. No soy lo bastante fuerte, caeré, sé que caeré. Pero sé que aun así tú estarás...
El tiempo me devora, me corroe, me socava; el esperanza se viste de luto y ya no hay salida.
Es demasiado pesado, demasiado fuerte; pero esta carga es sólo mía, amigo. Ya no hay luz, sólo destino... Destino.
Pero tú sigues aquí, a mi lado, débil y fuerte, corazón puro, tú no te corrompas."
NUNCA MÁS
"Ya no quedan palabras para explicarlo, para explicar cómo me siento. Tan solo, tan perdido, tan desesperado, y no sé qué hacer; sé lo que he de hacer pero no sé cómo. Y el terror es el estandarte que señala el lúgubre camino que he tomar.
Y usted yace en el suelo, inmóvil, pálido, envenenado... muerto. Y he de zanjar lo que usted inició, lo que iniciamos juntos.
Cojo lo que necesito para continuar mi camino, me disculpo por sentirme como un ladrón; pero sé que usted lo entendería.
Ahora por delante sólo me queda un sendero con la oscura soledad a mi lado, y siento miedo, señor, tanto miedo.
Noto el cosquilleo de unas lágrimas escurriéndose por mis mejillas, goteando sobre su rostro. Ahora tengo que dejarle aquí, marcharme. Deséeme suerte.
Voy alejándome en soledad y en profunda tristeza. Pero al poco oigo ruidos, escucho voces; el miedo y la ilusión se apoderan de mí. Coro de regreso al lugar en el que le dejé y la visión que se presenta ante mí me encoge el corazón y le da un vuelco, me hace sentir una profunda congoja que me socava: criaturas, bestias inmundas alzan su débil y frágil cuerpo como si fuera un trofeo. Y yo, indefenso, me siento tan inútil al no poder salvarle, al permitirme el lujo de poder perderle.
Una pequeña luz aparece de entre las sombras al saber que la muerte aún no ha querido ser su amiga, ¡y que esas viles criaturas sean heraldos de la esperanza!
Yo nunca he sabido ser valiente, señor; y sin embargo, sé que no puedo quedarme como un maldito cobarde ante su incierto destino. Y, por un golpe de fortuna, brota en mí un estallido de valor desconocido, y ahora no soy el que antes era, ya no seré el mismo. Invisible como una sombra en la noche, lucho, aterro a esos infernales monstruos que en otro momento me hubieran horrorizado hasta helarme la sangre. Y le busco, le busco, señor, le busco y le encuentro; inmóvil, pálido, envenenado... maltratado.
¿Por qué fui tan tonto? ¿Por qué le abandoné tan pronto? Ahora hay que pagar caro el descuido. Pero no le dejaré ya nunca más, señor, nunca más.
Y ahora hay que huir, señor, huir hacia el horror de un fracaso casi seguro... hacia la muerte. Pero el camino parece iluminarse al verle caminar a mi lado, tan maltrecho, tan herido, tan desesperanzado... tan vivo."
ADIÓS, SEÑOR FRODO
"Al fin hemos llegado a casa, al hogar. Ya toda tormenta está superada. Nos espera una vida tranquila, apacible, aquí, juntos...
Parece que ya nada puede perturbar este reposo, que ya todo está en calma. Pero no es así, ¿verdad? Ahora es usted mismo el que ya no quiere seguir así, y yo... no puedo entender por qué.
Decide marchar y me pide compañía, será por poco tiempo , ¿verdad, señor?
Emprendemos un último viaje. Caminamos por el mismo camino que tiempo atrás ya recorrimos; pero ahora es tan distinto, ya no huimos o, al menos, ya no huimos del mismo peligro... ¿de qué huye? Puedo ver en su rostro una tranquilidad inmutable, sublime; pero sus ojos no pueden esconder la sombra de un profundo dolor por el pasado. No merece la pena esconderlo, señor; no a mí, señor, no a mí.
Me pregunto, le pregunto a dónde vamos; pero su única respuesta no es más que una triste y melancólica sonrisa. Entonces llegamos al fin del camino; el fin de mi camino, el principio del suyo.
Veo caras conocidas... tan familiares. El verlas, el recordarlas me devuelve a la memoria momentos tan mágicos, tan devastadores.
Le miro intentando buscar respuesta a todas las preguntas que no consiguieron respuesta mediante el habla. Y entonces comprendo, creo comprenderlo... ¡No! ¡No puedo entenderlo! ¡No quiero entenderlo y tener que resignarme!
¡No es justo..! La vista se me nubla y apenas puedo verle, apenas puedo mirarle a los ojos... ahora sé que nunca hallaré respuesta. ¿Es que todo lo que hice fue en vano? ¿no fue bastante? ¿no fue bastante el dar a entender que hubiera perdido mi vida por todo lo demás... por usted?
Nunca podrá entender cómo me siento; tan rechazado, ¡tan despreciado!, olvidado, castigado... solo.
Pero he de comprender que ha de partir, y sé que su casa, mi casa, nuestro hogar ya no será el mismo. Y que allí, a dónde va estará bien, estará mejor. Le darán cosas que aquí no tiene; pero ¿es que mi amor y mi esfuerzo no bastan? He de comprenderlo, pero no puedo, no quiero.
Y al fin llega la maldita hora del adiós y de la resignación. Un último abrazo, y me duele tanto el pensar que no somos los mismos que dieron el primero. Y sin embargo, sé que no estoy solo, quedan conmigo corazones nobles, espíritus fuertes; pero ninguno tan puro y marchito como el suyo, señor, si usted me entiende.
Sube a esa magnífica embarcación de brillante plata. Y usted no es más que una débil y frágil figura; tan pequeña al lado de los que te acompañan.
Y veo cómo se aleja y se sumerge el una oscuridad esperanzadora para su alma herida. Y entre la oscuridad y las lágrimas, una luz tan brillante como el alba alumbra su camino.
Cuídese.
Adiós, señor Frodo."
"Te descubrí magnífico en el bosque; como un majestuoso árbol caído. Sentí miedo, deseo de escapar; pero un luz mortecina y a la vez radiante de vida me hacía permanecer allí, a tu lado Pero ahora, mi vida, el amor que sientes por mí hace que tengas que partir. La alegre primavera de mi pecho se apaga y da paso a un continuidad de tormentas, de lamentos y pesares que sólo yo escucho. El dolor y la desesperación laten en mi pacho y la soledad se apodera de mí. Quiero escapar, tengo que escapar... Sé que he de ayudarte a hacerte digno de merecerme.
Me disfrazo de sombra y huyo a tu encuentro; te busco, te busco y no te encuentro.
Camino traicionada, con el silencio a mi lado; y el camino es tan largo sin ti... Al fin, rodeado de vacío y de tinieblas, te encuentro, como un majestuoso árbol que sigue en pie tras la tormenta y la guerra. Miro en tus ojos y veo reflejados en ellos la oscuridad, la desesperación y el miedo. Ya no queda nada, mi vida. ¡Y pensar que aún puedo darte esperanza..! ¡Oh! ¡Cuánto dolor has de albergar en tu pecho!
Y ahora, la desesperación de la batalla y los cánticos se aferran a nosotros, a nuestra vana esperanza.
Y al fin, la luz y la primavera se abren camino a mis pies, y brillan, y yo los veo porque tú estás a mi lado.
No hay destino sellado; yo lo elijo, elijo la alianza de la vida con la muerte. Yo te elijo, mi vida, mi muerte."
LAMENTO A GANDALF
"Caminamos en la sombra, en la más profunda tiniebla donde reinan el miedo y la batalla. Tras días infinitos de oscuridad intensa, vemos al fondo un débil luz; un pequeño resquicio de esperanza.
Nos acercamos a ella y, al punto de alcanzarla, se desvanece a mis ojos que sólo a ti te miran; todo pierde su sentido, salvo tú. Un abismo de terror se abre ante nosotros y la muerte corre persiguiéndonos.
Entonces tú, mi maestro, luchas; y no eres más que una frágil figura que brama contra un monstruo de tinieblas. Y entonces la luz cobra vida, y te muestras vencedor, mi salvador.
Pero toda ilusión y esperanza es en vano, y la luz se apaga... Un golpe final te hunde y tú, tan sublime, caes en la sombra y mi corazón quiere seguirte, se niega a abandonarte.
Y yo quiero seguirte, no quiero dejarte, no ahora, mi héroe. Y me arrastran y ya no quiero continuar. Ahora sólo quedan lamentos , resignación, desesperanza... desesperación.
¡Oh, bendita figura insustituible! ¿Por qué no caí yo en tu lugar? ¿No te das cuenta de que realmente me haces falta, amigo mío?
El camino es tan largo, es tan oscuro. Ya no me importa la luz del día ni de las estrellas; yo sólo quiero tu luz, mi guía.
Y lo doy todo por perdido; la carga es tan dura y yo soy tan frágil.
Si tu has caído... ¿cuánto podré aguantar yo? ¿cuánto habré de aguantar sin tus palabras, sin tu sabiduría, sin tu fuerza... sin tu luz? ¿cuánto tendré que aguantar sin ti?
Eras la claridad en la sombra, una gota de esperanza en el miedo y en el dolor y ahora, y ahora te hundes en un baño de tinieblas.
Ya sólo queda oscuridad y no puedo seguir solo; no sin ti.
¿Por qué? ¿Por qué este maldito destino incierto me traiciona, me abandona? ¿Por qué me ha abandonas ahora? ¿Y por qué no puedo reprochártelo? ¿Por qué..? Me abandonas."
A SAM
"La noche eterna ya ha caído, ya ha caído y se alza cubriendo de oscuridad mi camino; pero tú aún sigues aquí, es como si la oscuridad no te cegara... Eres la débil luz que camina a mi lado, pero eres tan débil y mi miedo tan fuerte...
Sé cuál es mi camino, sé que he de seguir, pero ya no tengo fuerzas, el dolor pende de mi cuello, y ya no puedo seguir; no más.
Vanos recuerdos, pequeñas memorias asoman intentando darme esperanza; pero la esperanza ya ha dejado de amarme; el pasado me martiriza y me hiere.
Y ahora estoy aquí, aprietas mi mano con firmeza, con cariño, leo en tus ojos el miedo y la compasión. Pero este martirio me daña, me pesa, me hunde, se hunde en mi pecho... y ya no puedo respirar, ya no puedo caminar; y tú caminarás mi camino por los dos.
La sombra avanza a mi paso y cada vez es más intensa: Cierro los ojos; no quiero abrirlos y descubrir la nada, engañarme y creer que estoy ciego. Ya no queda esperanza, ya no queda motivo para seguir. No soy lo bastante fuerte, caeré, sé que caeré. Pero sé que aun así tú estarás...
El tiempo me devora, me corroe, me socava; el esperanza se viste de luto y ya no hay salida.
Es demasiado pesado, demasiado fuerte; pero esta carga es sólo mía, amigo. Ya no hay luz, sólo destino... Destino.
Pero tú sigues aquí, a mi lado, débil y fuerte, corazón puro, tú no te corrompas."
NUNCA MÁS
"Ya no quedan palabras para explicarlo, para explicar cómo me siento. Tan solo, tan perdido, tan desesperado, y no sé qué hacer; sé lo que he de hacer pero no sé cómo. Y el terror es el estandarte que señala el lúgubre camino que he tomar.
Y usted yace en el suelo, inmóvil, pálido, envenenado... muerto. Y he de zanjar lo que usted inició, lo que iniciamos juntos.
Cojo lo que necesito para continuar mi camino, me disculpo por sentirme como un ladrón; pero sé que usted lo entendería.
Ahora por delante sólo me queda un sendero con la oscura soledad a mi lado, y siento miedo, señor, tanto miedo.
Noto el cosquilleo de unas lágrimas escurriéndose por mis mejillas, goteando sobre su rostro. Ahora tengo que dejarle aquí, marcharme. Deséeme suerte.
Voy alejándome en soledad y en profunda tristeza. Pero al poco oigo ruidos, escucho voces; el miedo y la ilusión se apoderan de mí. Coro de regreso al lugar en el que le dejé y la visión que se presenta ante mí me encoge el corazón y le da un vuelco, me hace sentir una profunda congoja que me socava: criaturas, bestias inmundas alzan su débil y frágil cuerpo como si fuera un trofeo. Y yo, indefenso, me siento tan inútil al no poder salvarle, al permitirme el lujo de poder perderle.
Una pequeña luz aparece de entre las sombras al saber que la muerte aún no ha querido ser su amiga, ¡y que esas viles criaturas sean heraldos de la esperanza!
Yo nunca he sabido ser valiente, señor; y sin embargo, sé que no puedo quedarme como un maldito cobarde ante su incierto destino. Y, por un golpe de fortuna, brota en mí un estallido de valor desconocido, y ahora no soy el que antes era, ya no seré el mismo. Invisible como una sombra en la noche, lucho, aterro a esos infernales monstruos que en otro momento me hubieran horrorizado hasta helarme la sangre. Y le busco, le busco, señor, le busco y le encuentro; inmóvil, pálido, envenenado... maltratado.
¿Por qué fui tan tonto? ¿Por qué le abandoné tan pronto? Ahora hay que pagar caro el descuido. Pero no le dejaré ya nunca más, señor, nunca más.
Y ahora hay que huir, señor, huir hacia el horror de un fracaso casi seguro... hacia la muerte. Pero el camino parece iluminarse al verle caminar a mi lado, tan maltrecho, tan herido, tan desesperanzado... tan vivo."
ADIÓS, SEÑOR FRODO
"Al fin hemos llegado a casa, al hogar. Ya toda tormenta está superada. Nos espera una vida tranquila, apacible, aquí, juntos...
Parece que ya nada puede perturbar este reposo, que ya todo está en calma. Pero no es así, ¿verdad? Ahora es usted mismo el que ya no quiere seguir así, y yo... no puedo entender por qué.
Decide marchar y me pide compañía, será por poco tiempo , ¿verdad, señor?
Emprendemos un último viaje. Caminamos por el mismo camino que tiempo atrás ya recorrimos; pero ahora es tan distinto, ya no huimos o, al menos, ya no huimos del mismo peligro... ¿de qué huye? Puedo ver en su rostro una tranquilidad inmutable, sublime; pero sus ojos no pueden esconder la sombra de un profundo dolor por el pasado. No merece la pena esconderlo, señor; no a mí, señor, no a mí.
Me pregunto, le pregunto a dónde vamos; pero su única respuesta no es más que una triste y melancólica sonrisa. Entonces llegamos al fin del camino; el fin de mi camino, el principio del suyo.
Veo caras conocidas... tan familiares. El verlas, el recordarlas me devuelve a la memoria momentos tan mágicos, tan devastadores.
Le miro intentando buscar respuesta a todas las preguntas que no consiguieron respuesta mediante el habla. Y entonces comprendo, creo comprenderlo... ¡No! ¡No puedo entenderlo! ¡No quiero entenderlo y tener que resignarme!
¡No es justo..! La vista se me nubla y apenas puedo verle, apenas puedo mirarle a los ojos... ahora sé que nunca hallaré respuesta. ¿Es que todo lo que hice fue en vano? ¿no fue bastante? ¿no fue bastante el dar a entender que hubiera perdido mi vida por todo lo demás... por usted?
Nunca podrá entender cómo me siento; tan rechazado, ¡tan despreciado!, olvidado, castigado... solo.
Pero he de comprender que ha de partir, y sé que su casa, mi casa, nuestro hogar ya no será el mismo. Y que allí, a dónde va estará bien, estará mejor. Le darán cosas que aquí no tiene; pero ¿es que mi amor y mi esfuerzo no bastan? He de comprenderlo, pero no puedo, no quiero.
Y al fin llega la maldita hora del adiós y de la resignación. Un último abrazo, y me duele tanto el pensar que no somos los mismos que dieron el primero. Y sin embargo, sé que no estoy solo, quedan conmigo corazones nobles, espíritus fuertes; pero ninguno tan puro y marchito como el suyo, señor, si usted me entiende.
Sube a esa magnífica embarcación de brillante plata. Y usted no es más que una débil y frágil figura; tan pequeña al lado de los que te acompañan.
Y veo cómo se aleja y se sumerge el una oscuridad esperanzadora para su alma herida. Y entre la oscuridad y las lágrimas, una luz tan brillante como el alba alumbra su camino.
Cuídese.
Adiós, señor Frodo."