Arwen Undómiel
Relato corto de carácter personal en el que el autor mantiene una conversación con Arwen, reflexionando sobre ella.
¿Dónde están Arwen tu belleza y tu hermosura?, tu sabiduría y tu templanza. Largo tiempo hace ya que no sé nada de ti, procuremos recordar aquellos momentos en que no era así, hablemos de las noches estrelladas, en las que tantas como tú asomaban el rostro hacia nosotros, para alumbrar nuestra noche con elegancia y certeza. No olvides Estrella de la Tarde aquellos largo paseos que dábamos ambos, dialogando acerca de la vida y sus misterios, acerca del mundo y sus rincones secretos. No olvides aquellos dulces instantes en que te miraba y me sonreías, alumbrando mi rostro con tus labios blancos, y tu reluciente cara. Varias veces quise tenerte más cerca, para poder abrazarte, y sentir en mis manos tu suave y blanca piel, pero todos ellos fueron en vano, pues el destino, una vez más nos alejaba de tal fin. Tantos momentos vividos por tu hermosura, tantos recuerdos sobre nosotros, que mi mente se siente aturullada de paz y de amor puro. ¿Por qué Arwen Undómiel nunca he logrado aproximarme a ti lo suficiente como para poder morir en paz? ¿Por qué hay tantas preguntas que carecen de respuesta?
Cuéntame Arwen, qué ha sido de tu presencia en este mundo, qué ha sido de aquellos tiempos en que tu hermosura iluminaba los caminos de los hombres con una simple mirada. Dime Arwen, qué ha sido de las largas caminatas que experimentabas en tu eterna juventud. No comprendo tantas cosas que han acontecido, no entiendo tantas situaciones a las que de un modo u otro hemos llegado, que no sé si debo continuar buscándote en este mundo, o si he de rendirme y tirar la toalla en esta tan dura empresa. Guíame una vez, como antaño hiciste con los hombres que fueron a tu encuentro a pedir tu ayuda y la de tus hermanos inmortales. Guíame hasta ti, guíame de vuelta a mi hogar. Sólo puedo intentar recordar tu belleza en mi mente, y rebuscar en mi memoria para ver si encuentro alguna imagen en la que resguardarme para los momento difíciles que me acontecerán, para que me sirva de apoyo en esta vida y en las tantas otras que me quedan por vivir, para que cuando me llegue la hora, sepa que ha merecido la pena morir mientras intentaba regresar a tu lado.
Arwen Undómiel, que hermoso nombre, espero poder algún día nombrarlo ante el asombro de verme frente a ti, ese es mi gran deseo y mi gran pasión por la que aún perduro en este mundo surrealista y maleducado. Cuando marchaste Arwen, largos ríos de pena y llanto dejaste a nuestro lado, largas tristezas y sollozos se quedaron para sustituirte, tú eras Arwen, la más bella representación del amor y de la pureza en su más alto grado. Ahora, ¿qué haremos los que te añoramos y te buscamos a diario en este mundo? Miro a través de las nubes, entre el aire, entre la gente, en los bosques, en las montañas; y en el eterno mar, te pido que me lleves a tu lado. Pero por mucho que lo intento, no apareces en ninguna parte de mí, ni de nadie, ni de nada, ¿éste es acaso el cruel destino que me queda?, ¿éste mi pesar y mi llanto eterno?, no lo deseo Arwen, líbrame de tal dolor y tristeza, pues no puedo vivir de este modo tan doloroso y vacío. En mí sólo hay una idea, una única idea me queda en mi mente, mi último ápice de sabiduría y deseo, y te aseguro Arwen, que lo usaré para encontrarte antes de que la locura invada mi espíritu. Mientras tanto, siempre sabré que en algún lugar del infinito cielo, entre esas maravillosas estrellas que se pueden contemplar al atardecer, estarás tú, aguardándome junto a tus hermanos y los míos, Arwen Undómiel, Estrella de la Tarde, tal vez algún día nos reencontremos, y entonces me guiarás hasta la luz de tu pueblo.
Cuéntame Arwen, qué ha sido de tu presencia en este mundo, qué ha sido de aquellos tiempos en que tu hermosura iluminaba los caminos de los hombres con una simple mirada. Dime Arwen, qué ha sido de las largas caminatas que experimentabas en tu eterna juventud. No comprendo tantas cosas que han acontecido, no entiendo tantas situaciones a las que de un modo u otro hemos llegado, que no sé si debo continuar buscándote en este mundo, o si he de rendirme y tirar la toalla en esta tan dura empresa. Guíame una vez, como antaño hiciste con los hombres que fueron a tu encuentro a pedir tu ayuda y la de tus hermanos inmortales. Guíame hasta ti, guíame de vuelta a mi hogar. Sólo puedo intentar recordar tu belleza en mi mente, y rebuscar en mi memoria para ver si encuentro alguna imagen en la que resguardarme para los momento difíciles que me acontecerán, para que me sirva de apoyo en esta vida y en las tantas otras que me quedan por vivir, para que cuando me llegue la hora, sepa que ha merecido la pena morir mientras intentaba regresar a tu lado.
Arwen Undómiel, que hermoso nombre, espero poder algún día nombrarlo ante el asombro de verme frente a ti, ese es mi gran deseo y mi gran pasión por la que aún perduro en este mundo surrealista y maleducado. Cuando marchaste Arwen, largos ríos de pena y llanto dejaste a nuestro lado, largas tristezas y sollozos se quedaron para sustituirte, tú eras Arwen, la más bella representación del amor y de la pureza en su más alto grado. Ahora, ¿qué haremos los que te añoramos y te buscamos a diario en este mundo? Miro a través de las nubes, entre el aire, entre la gente, en los bosques, en las montañas; y en el eterno mar, te pido que me lleves a tu lado. Pero por mucho que lo intento, no apareces en ninguna parte de mí, ni de nadie, ni de nada, ¿éste es acaso el cruel destino que me queda?, ¿éste mi pesar y mi llanto eterno?, no lo deseo Arwen, líbrame de tal dolor y tristeza, pues no puedo vivir de este modo tan doloroso y vacío. En mí sólo hay una idea, una única idea me queda en mi mente, mi último ápice de sabiduría y deseo, y te aseguro Arwen, que lo usaré para encontrarte antes de que la locura invada mi espíritu. Mientras tanto, siempre sabré que en algún lugar del infinito cielo, entre esas maravillosas estrellas que se pueden contemplar al atardecer, estarás tú, aguardándome junto a tus hermanos y los míos, Arwen Undómiel, Estrella de la Tarde, tal vez algún día nos reencontremos, y entonces me guiarás hasta la luz de tu pueblo.