Isil, la Princesa Luna
Después de la marcha de Celeborn y Galadriel, en Lórien solo queda Isil, a la que acuden un grupo de hombres de Gondor en busca de ayuda para combatir a los orcos.
Isil; descendiente de los elfos de Lórien, morada de Celeborn y Galadriel, ahora un lugar vacío lleno de fantasmas de los días antiguos; vaga entre las elanores y las niphredil.
El sol dejaba caer sus últimos rayos cuando Isil se detuvo alarmada, le había parecido oír un leve rumor de pasos. Pero no podía ser, en Lothlórien ya no quedaba nadie y nadie se atrevía a pisar la antigua tierra de los elfos. Isil sacudió la cabeza y sonrió:
Debe de ser el viento.
Entonces continúo su paseo. Se detuvo de nuevo, estaba segura de haber oído de nuevo pasos, además ahora se oían murmullos. Isil, sigilosa, trepó ágilmente a un árbol cercano, que todavía tenía entre sus ramas una de las plataformas que utilizaban los elfos para protegerse. No tuvo que esperar mucho para ver que aquellos ruidos no eran obra de su imaginación. Ante ella aparecieron tres figuras altas, parecían hombres, pero Isil no podía distinguirles desde su posición.
¿ Dónde se ha metido?
No puede haber desaparecido, al no ser que sea ... ¡ un fantasma!
¡ No digas idioteces, Bangald! No es un fantasma.
Sí, Bangald, el capitán tiene razón. Además, los fantasmas no cantan ni dejan sus huellas sobre la arena.
Al oír esto, el corazón de Isil se aceleró. Miró hacia abajo y observó de nuevo a las tres figuras.
Señor, ¿ y si volvemos? Este bosque me da escalofríos, siento como si nos observarán.
¡ Bangald! Haz el favor de dejar de decir tonterías, nuestro rey nos ha mandado a este bosque para encontrar aliados. No nos iremos hasta que encontremos a alguien.
Está bien, capitán.
Muy bien. Ahora que esta todo aclarado, pensemos: ¿ dónde se ha podido esconder?
Señor, los matorrales son un buen escondite.
Las tres figuras se internaron entre los matorrales, pero enseguida volvieron a aparecer. El que parecía el jefe de todos ellos salió dando voces y maldiciendo las espinas de los arbustos.
¡ Nada! ¡ Esto es increíble! Sea quien sea tiene una habilidad innata para esconderse o camuflarse.
Capitán, no hemos mirado en los árboles. Son muy altos y las ramas ocultan las copas.
Podría ser... Preparad las cuerdas, subiremos a los árboles. Aunque tengamos que registrarlos uno por uno.
Al oír esto Isil volvió a sobresaltarse. No podía saber si aquellos hombres eran amigos o enemigos, pero algo en su interior le decía que no corría ningún peligro. Así es que, armándose de valor, bajó lentamente del árbol y se detuvo detrás de los hombres.
Al verlos de cerca Isil creyó que eran gigantes. Vestidos con brillantes armaduras y con grandes espadas atadas a la cintura. En ese momento los hombres se giraron y miraron asombrados a la hermosa figura que se presentaba ante ellos.
¿ Quién eres?
Soy Isil, descendiente de los elfos de Lórien. Pero, ¿ quiénes sois vosotros? ¿ Y que hacéis en estos bosques?
Somos soldados de Gondor.
Sí, y...
¡ Cállate, Bangald! Estamos aquí para pedir ayuda a los elfos. ¿ Puedes ayudarnos.
Hace cien años podría haberos ayudado, pero ahora no puedo.
¿ Por qué?
Por el simple hecho de que en Lórien ya no quedan elfos. Todos se dispersaron después de que Galadriel y Celeborn se fueran. Sólo yo habito en estos bosques.
Pero, entonces, ¿ hemos venido inútilmente?
En cierto modo sí. Pero, decidme, ¿ para qué necesitabais nuestra ayuda?
Para luchar contra los orcos. Han reunido un gran ejército y marchan contra la ciudad. Nuestros soldados son ya viejos y no nos quedan medios con los que combatir. ¡ La ciudad esta perdida!
No digáis eso. ¿ No quedan soldados jóvenes en Gondor?
Sí, pero no son suficientes.
Bien, yo os ayudaré.
¡¿Usted?! Señora, estoy seguro de vuestra valentía es inigualable, pero no creo que su ayuda igualase las fuerzas.
Deberíais saber que "algo es mejor que nada". Así pues, marchemos a Gondor.
Bien. De todas formas tenemos el deber de buscar aliados y, aunque no sean muchos, al menos habremos cumplido con nuestra misión.
Señor, antes de marchar, necesitamos descansar y comer algo.
Sí, señor. Por una vez estoy de acuerdo con Bangald.
Yo también lo creo así. Señora, ¿ sabe usted de algún lugar en el que podamos descansar?
Sí, seguidme.
Isil guió a los tres hombres a través del bosque. Todo allí era hermoso y el aire llevaba un aroma dulce y fresco que embriagaba los sentidos. Después de cien pasos, Isil detuvo a los soldados que caminaban cantando una hermosa melodía.
Los extraños deben ir con los ojos vendados, siempre se ha hecho así.
¿ Tradición?
Exacto.
Bien, entonces accedemos.
No os preocupéis, a partir de aquí la tierra es llana y no os tropezaréis. Además, yo os guiaré.
Con los ojos vendados, la comitiva siguió avanzando por el bosque. Cuando llegaban a un claro, Isil se paró alarmada: de nuevo se oían pasos y, además, unas respiraciones jadeantes.
¿ Os ha seguido alguien?
No, sólo hemos venido nosotros y nuestros caballos.
¿ Dónde están los caballos?
Cuando nos internamos en el bosque los dejamos en un claro cercano al lugar en el que os encontramos.
Bien, sigamos adelante.
Volvieron a ponerse en marcha, pero Isil se mantenía alerta. Seguía oyendo pasos. En más de una ocasión Isil se detuvo y miro alrededor, pero no encontró a nadie.
Por fin llegaron a la antigua morada de los elfos, la ciudad de Caras Galados. Los hombres quedaron sorprendidos cuando, después de quitarlos las vendas que cubrían sus ojos, vieron por primera vez los grandes árboles que servían de morada a los elfos y que estaban cubiertos de pequeñas florecillas amarillas que desprendían un olor delicioso. Isil los miró sonriente y los guió hacia una escalera colgante que subía hasta la copa del árbol central.
Seguidme, os conduciré a las salas donde descansaban los elfos. Partiremos cuando amanezca. Hasta ese momento podéis descansar.
Y usted, ¿ qué va a hacer?
Iré a recuperar los caballos, los necesitaremos por la mañana.
Bien.
Isil partió, corriendo entre las sombras del bosque. Cuando vio que ya estaba cerca del lugar en el que había conocido a los hombres se escondió y observó durante unos minutos, pero no vio a nadie. Siguió adelante y encontró el lugar donde estaban los caballos. Los animales estaban atados a una rama comiendo tranquilamente algunos brotes de hierva. Cuando Isil se acercó, los tres caballos la miraron y ladearon la cabeza.
Isil silbó y al instante apareció un hermoso caballo de color plateado. Al llegar junto a ella se paró y se agachó para que Isil pudiera montarlo más fácilmente. Isil le susurró unas palabras al oído, enseguida el caballo relinchó y se perdió entre los árboles.
El capitán esperaba despierto junto a un riachuelo que cruzaba la ciudad. Cuando vio llegar a la doncella montada sobre el caballo plateado creyó estar viendo el fantasma de Galadriel. Con el cabello dorado agitándose bajo el viento, los ojos azules brillando con el reflejo de la luna llena y con la piel blanca oculta bajo las ropas de viajera estaba más hermosa que nunca. Isil se detuvo junto a él y le sonrió.
Aquí están los caballos. Esperaban pacientemente.
Gracias, creo que nos harán falta. Por cierto, no le he dicho mi nombre, ¿ verdad? Soy Ohtar, capitán de la guardia real de Gondor.
Isil le miró durante unos instantes, pero algo la distrajo. De nuevo oía pasos.
Me parece que nos siguen.
¿ Quién?
No lo sé, pero llevan toda la noche caminando entre los árboles.
¿ Nos preparamos para luchar?
No hace falta. Si se atreven a entrar los detendremos fácilmente.
Sí, hay magia en este lugar. Es como si los elfos aún vivieran aquí y protegieran el lugar con su magia.
Sus espíritus siguen aquí, son ellos los que alimentan la magia y la belleza de este lugar. Si los elfos se extinguieran, Lothlórien moriría.
Sería una lástima.
Sí. Bueno, creo que es hora de que vayas a descansar. Yo montaré guardia.
Isil vio como Ohtar se alejaba por la escalera, entonces se levantó y bajó unas escaleras de piedra. Una vez estuvo abajo se encontró frente al Espejo de Galadriel. Se acercaba cuando oyó pasos a su espalda, se giró y vio el brillo de una espada.
¿ Qué haces aquí?
Vigilando. ¿ Qué hacen esos hombres aquí?
Han venido a pedir ayuda a los elfos. Los orcos les atacan.
Me lo temía.
¿ Por qué han vuelto los orcos?
No estamos seguros, pero desde hace algún tiempo ejércitos de orcos atacan poblados y ciudades.
¿ Y no sabéis quién es su jefe?
No, pero tenemos alguna sospecha.
¿ Traición?
Sí.
¿ Quién ha podido ser el traidor?
No lo sabemos.
Pero, entonces, ¿ ayudaréis a los hombres de Gondor?
De momento esa es nuestra intención. Veníamos siguiéndoles para averiguar a dónde iban, nos sorprendió mucho que vinieran hacia aquí.
Necesitan ayuda y yo les voy a ayudar en todo lo que pueda.
Ya me lo suponía y no te lo voy a impedir, pero debes escucharme. El camino que lleva a Gondor no es seguro, tenéis que dar un pequeño rodeo.
Me fió de tu palabra. Pero, dime una cosa, ¿ Nos habéis seguido vosotros durante todo el día?
No, sólo yo he entrado en el bosque. Los demás se han quedado esperando fuera.
No lo entiendo. Alguien nos ha estado siguiendo todo el día, pero si no habéis sido vosotros, ¿ quién ha sido?
Quizás hayan sido orcos. He visto varios merodeando por el bosque, parecían estar perdidos. Hazme un favor, ten cuidado.
Lo tendré. ¿ Ya te vas?
Sí, tenemos que volver lo antes posible y dar la voz de alarma. Tenemos que mandar a nuestro ejército a Gondor.
No te arriesgues demasiado.
Tranquilízate, estaré de vuelta en primavera para ver florecer el bosque.
Te esperaré, amor.
Adiós, princesa de la Luna.
Adiós, mensajero.
Ambos se abrazaron y, al tiempo que la luna desaparecía, el extraño mensajero desapareció. Isil se quedo allá, inmóvil ante el espejo hasta que Ohtar apareció sacándola de su ensimismamiento. Ohtar sonreía y silbaba tranquilamente, pero ,al ver el rostro triste de la elfa, dejó atrás su felicidad.
Buenos días, Isil.
Buenos días, Ohtar.
¿ A qué viene esa tristeza?
¿ Tristeza? No, no es tristeza, sólo preocupación.
Comprendo.
Bueno, es hora de marchar. Tendremos que dar un pequeño rodeo.
¿ Por qué? Cuando vinimos el sendero estaba desierto.
No, no lo estaba. Un grupo de orcos os siguió hasta aquí, ahora están perdidos pero pronto encontraran la salida y avisarán a los demás.
¿ Cómo sabes eso?
Los mensajeros de la noche traen noticias interesantes.
¿ Quiénes son esos mensajeros?
No debo decírtelo, ellos prefieren mantenerse en secreto. Bien, despierta a tus hombres.
Ohtar subió a la habitación donde dormían. Era amplia y hermosa, con flores de colores adornándola. Los dos hombres dormían con la espada cerca del cuerpo. Ohtar los miró y sonrió.
Son demasiado jóvenes. Aún no están preparados para una guerra, pero son tan necesarios... Bien, nos ponemos en marcha. ¡ Soldados, en pie! ¡Volvemos a Gondor!
Los dos soldados se despertaron sobresaltados, miraron a su alrededor aturdido y se levantaron trabajosamente entre bostezos y quejas.
Venga, despejaros con esta agua y vestiros rápidamente. La dama Isil nos está esperando.
Ohtar salió sonriendo de la habitación dejando a los dos soldados vistiéndose. Cuando llegó junto al riachuelo vio a los caballos bebiendo de él, ahora acompañados por otros caballos de color dorado y crines blancas.
Isil bajó de otro de los árboles y sonrió, se acercó a los caballos y los cargó con una bolsa brillante y con dos botellas de color caramelo que desprendían un olor dulzón.
Cuando tus hombres bajen tomaremos un bocado antes de salir. Os espero en la primera sala de ese árbol.
Isil se alejó dejando al capitán sólo y pensativo. No había pasado mucho tiempo, cuando los dos soldados bajaron adormilados del árbol. Ambos tanteaban lentamente los escalones y se aferraban a la cuerda con fuerza para evitar caer.
Soldados, antes de salir tomaremos un tentempié. Pero, os lo advierto, debemos darnos prisa.
Sí, señor.
Los dos soldados siguieron rápidamente a su capitán, ansiosos de tomar un buen desayuno. Cuando llegaron, miraron asombrados la enorme variedad de alimentos que Isil había preparado, había desde pan blanco hasta setas de un color plateado. Los dos soldados sonrieron y se sentaron a la mesa entre gritos de alegría.
Isil llegó cuando los soldados ya terminaban. Estaba sonriente y venía cantando en un extraño idioma. Ohtar la miró pensativo. Las ropas de la elfa, antes de color brillante, ahora eran de tonos tierra con una capa verde y unas botas del mismo color. Al darse cuenta de que el capitán la observaba, Isil le miró y rió alegremente.
Ya podemos partir. Espero que os haya gustado la comida, no estoy acostumbrada a dar cenas a invitados y temo que mi cocina no sea la misma.
No se preocupe, la comida estaba deliciosa. ¿ Verdad soldados?
Sí, capitán.
Bien, entonces, pongámonos en marcha.
La comitiva se puso en marcha guiada en todo momento por Isil. Al principio siguieron el curso del Nimrodel hasta que llegaron al Anduin, en ese momento el sol comenzó a esconderse y la comitiva paró a descansar.
Todavía nos queda por recorrer mucho camino y, de momento, no merece la pena que nos cansemos nada más empezar.
¿Qué camino vamos a tomar?
No estoy segura. Después de pasar Rauros hay dos caminos.
Sí. Uno está en el este, pasando el país de Rohan, y el otro en el oeste, pasando Minas Tirith.
Bien, el camino del este es el más transitado y, por tanto, el más seguro.
Yo soy de la misma opinión que la dama.
Entonces, soldados, iremos por ese camino.
No estoy de acuerdo con la decisión.
Pero, si ha sido usted quien la ha propuesto.
No, yo solo he empezado a exponer los puntos que hay en cada camino. Vosotros habéis decidido.
El camino que atraviesa Rohan es el más seguro. Además, en caso de problemas, los jinetes de Rohan nos ayudarán.
No estoy tan segura. El mensajero me dijo que los caminos que llevan a Gondor son peligrosos.
No hay porqué tener miedo, los jinetes de Rohan nos ayudarán.
No tengo miedo, sólo estoy preocupada.
No me arriesgaré por una información de un mensajero al que ni siquiera conozco.
Yo me fió de él y tú deberías hacerlo también, ellos nunca se equivocan.
Diciendo esto, Isil se alejo enojada y se internó en un bosquecillo cercano, donde se encaramó a uno de los árboles que crecían en las lindes.
La noche se fue cerrando y los dos soldados dormían a pierna suelta. Sólo Ohtar se mantenía despierto mirando a las estrellas y vigilando los alrededores. De vez en cuando miraba hacia el bosque y pensaba en el enfado de la elfa al dudar de la palabra del mensajero misterioso. En ese momento olió a humo y miró en todas direcciones, hasta detenerse en el este. Un enorme resplandor iluminaba el país de Rohan, el camino que iban a tomar. Esto lo alertó y fue en busca de Isil. La encontró mirando su reflejo en el agua.
Los antiguos elfos decían que si observas tu reflejo en el agua pura del Anduin descubres todo lo que temes.
¿ Y es cierto?
Puede ser. Los orcos han tomado Rohan.
¿ Cómo puedes saberlo? ¿ Ha sido el mensajero el que te lo ha dicho?
No, lo he visto por mi misma. Los elfos tenemos una vista más profunda que la de los hombres.
No lo recordaba. Por un instante olvidé que eras un elfo.
Hay veces que nuestro corazón olvida lo que no quiere saber o recordar.
Creo que te debo una disculpa. El mensajero tenía razón. Lo que no consigo entender es cómo han conseguido vencer los orcos a los Rohirrin.
Quizás no los hayan vencido.
¿ Insinúas que los Rohirrin nos han traicionado?
No. Creo que los Rohirrin no estaban en el valle cuando los orcos atacaron. Lo más seguro es que marcharan en ayuda de Gondor.
Sí, podría ser. Cuando nos fuimos el rey ya había mandado dar el aviso de ayuda a los Rohirrin. Hemos cometido un error fatal.
No podíais saber que los orcos se atreverían a atacar Rohan. Aunque ahora lo que más me preocupa no es Rohan, sino saber si los orcos habrán ido hacía el oeste.
No se ve luz en ese lugar. Además, ni siquiera los orcos se atreverían a desafiar el poder maligno que allí se esconde.
Bien, será mejor que comencemos de nuevo la marcha. Ya sé que no habéis descansado gran cosa, pero no podemos quedarnos al descubierto. Los orcos que estaban en el bosque ya han debido de avisar a los demás, seguramente no estén siguiendo. Id preparandoos.
¿ Adónde vas?
A buscar unas barcas de pesca. Debemos remontar el río si queremos ir más rápido.
Sí, tienes razón.
Ohtar se alejó dejando a Isil sola en la oscuridad. Antes de irse, Isil se arrodilló junto al río y miró de nuevo su reflejo. De nuevo aparecía su rostro, solo su rostro y nada más. Entonces se levantó preocupada y corrió entre los árboles.
Al cabo de unos minutos Isil volvió arrastrando dos barcas de color plateado, parecidas a las que el portador del anillo había usado en su misión. Cuando Ohtar las vio, se arrodilló y las sujetó con las manos.
¡ Qué hermosas son! ¿ Son las mismas que describe la leyenda?
No, son solo parecidas.
Me lo imaginaba.
Bien, ahora carguemos las barcas con la comida.
No les llevó mucho tiempo cargar las barcas y , antes de que saliera el sol, ya estaban bajando por las tranquilas aguas del Anduin. Al día siguiente llegaron a Rauros, pero no se detuvieron a admirar la belleza del paisaje ni la salvaje vegetación que crecía allí.
Llegó el tercer día de marcha y unas nubes cubrieron el cielo que comenzó a iluminarse con el resplandor de los rayos. La espesa cortina de agua les impedía avanzar, así es que decidieron parar a descansar. Los tres hombres se mantenían bajo los árboles, abrigados con las capas élficas que Isil le había dado y observando a la elfa que, feliz y sonriente, paseaba bajo la lluvia cantando y riendo. Los hombres admiraban la belleza de la elfa, con el pelo empapado y las ropas sueltas.
Señor, ¿ cómo puede caminar bajo la lluvia tan feliz? ¿ No enfermará?
Bangald, en verdad eres muy joven.
¿ Por qué lo dice, señor?
Nunca has atendido a las canciones referidas a los elfos, ¿ verdad?
No, señor.
Si hubieras escuchado con atención sabrías que los elfos aman la naturaleza y el agua más que a nada en el mundo.
Desde luego, estos elfos son unos seres extraños.
Sí, extraños y extraordinarios.
Señor, ¿ todas las elfas son así de hermosas?
No lo sé, Bangald. Esta es la primera elfa a la que conozco, pero, según las canciones, los elfos son los seres perfectos.
Lástima que no haya más elfas, me casaría con alguna sin ningún problema.
Si habría problemas.
¿ Cuál, señor?
No sabes que los elfos son ... como decirlo... ¡ inmortales! Envejecen muy lentamente y no mueren.
¡ Oh!
En ese momento Isil se acercó a ellos sonriendo, parecía feliz y relajada. Miró a los hombres y sonrió divertida.
Nunca entendí porque los hombres sois tan serios y desagradecidos. Si llueve protestáis y si no llueve también lo hacéis. Los hombres sois extraños.
Nosotros también pensamos que los elfos sois extraños.
Isil dejó de sonreír de repente. Ohtar la miró angustiado, temiendo haberla ofendido. Fue entonces cuando la elfa miró a su derecha y se alejó corriendo. Volvió a los pocos instantes.
Recoged las barcas. Se aproximan ogros.
¿ Cómo?
Venga, daros prisa.
Los dos soldados cogieron las barcas y las ocultaron entre unos matorrales. Entonces volvieron junto a sus compañeros. Isil les guió al interior de un bosque cercano y los hizo subir a un árbol. Ella avanzó un poco y se ocultó entre unos matorrales desde los que podía ver la orilla del río.
A los pocos minutos, unos hombres llegaron corriendo y gritando. Isil reconoció en sus vestidos a los mensajeros de la noche. Detrás de ellos venían los orcos, demasiados para el pequeño grupo. Entonces, ante la mirada atónita de sus compañeros, Isil salió de su escondite blandiendo su espada. Ante aquella situación, Ohtar la siguió y a él le siguieron los dos soldados.
Los orcos atacaron fieramente, pero los hombres resistieron el ataque. Durante uno de los ataques Isil se acercó a uno de los hombres, llevaba una armadura dorada y un casco del mismo color. Al verla el hombre sonrió y , alejándose de la batalla, la besó.
¿ Qué haces aquí?
Vinimos por la ruta más segura, pero, por lo que veo, me parece que no era tan segura.
Elegiste bien, lo que ha pasado es que los orcos nos cogieron de improviso cuando volvíamos a Rivendel. Ellos fueron los que nos empujaron hacia aquí.
Pero, ¿ estás bien?
Sí, ¿ y tú?
Cansada.
¿ Hace mucho que no duermes?
Desde hace dos días.
¿ Por qué?
No sé.
Bueno, es hora de volver a la batalla.
Sí.
Los dos volvieron a la batalla. Ahora los orcos habían disminuido en número. Después de varios ataques, los orcos huyeron aterrorizados, siendo ahora un grupo reducido que no duraría demasiado.
Isil buscó entre los cuerpos de los orcos hasta que encontró lo que buscaba. Se arrodilló y cogió una hermosa espada de color verdoso y con una empuñadura adornada con un dragón de ojos rojos. El mensajero acudió de inmediato seguido por tres de sus hombres. Cuando llegaron, el mensajero miró la espada y cogió de los hombros a Isil, levantándola del suelo. Isil le miró asustada y preocupada.
¿ Sabes lo qué significa esto?
Que mis sospechas eran fundadas.
Isil cogió la espada y se alejó caminando lentamente mientras los mensajeros de la noche la dejaban paso. Ohtar la detuvo cuando ya estaba cerca del bosque.
Dama Isil, ¿ qué ocurre? ¿ Qué significa esa espada?
Capitán, no puedo responder sus preguntas.
Isil, no me gustan los secretos. Pero sé que en ocasiones son necesarios. Sólo respóndeme a una pregunta: ¿ Todavía nos ayudarás en Gondor?
Claro que sí. Sólo necesito pensar y reflexionar.
No lo entiendo, pero sé aceptar las decisiones de los demás.
Gracias. Preparaos para salir al amanecer.
Lo haremos. ¿ Irán con nosotros los extraños?
¿ Ellos? No lo sé.
¿ Quiénes son?
Pregúntaselo a ellos. Si quieren, te responderán.
Isil continuó su camino, ahora con paso más rápido. Ohtar se quedó contemplándola hasta que desapareció entre los árboles, entonces se alejó caminando lentamente y se acercó a uno de los hombres.
Oiga.
¿ Sí?
¿ Es usted el que está al mando de todos estos hombres?
No, nuestro jefe es aquél de allí. Si se da prisa podrá hablar con él antes de que se vaya.
Vale.
Ohtar se alejó corriendo y alcanzó al hombre que le habían indicado. Cuando le vio pensó en los antiguos reyes, era muy majestuoso e imponía respeto solo con mirarle. Ohtar se acercó y le dio un suave golpe en el hombro.
¿ Es usted el jefe de estos hombres?
Sí. ¿ Quién es usted?
Soy el capitán Ohtar de Gondor y he venido acompañando a la dama Isil.
Sí, lo sé. Ya me lo contó la última vez que nos vimos.
¿ Quiénes sois?
Nosotros somos mensajeros de la noche.
¿ Mensajeros?
Sí, somos lo que queda de los montaraces.
¿ Quién es usted?
Soy Quirösh, el capitán de estos hombres.
¿ Adónde se dirigían cuando les atacaron?
Íbamos a Rivendel, a pedir ayuda y a mandar nuestro ejército a Gondor.
¿ Nos vais a ayudar?
Sí.
¿ Qué tienes que ver con los elfos?
Isil te lo dirá si quiere. Yo no puedo decir nada.
Isil ...
¡ Capitán!
Dime, Mort.
¿ Puede venir un momento?
¿Qué pasa?
Algo le ocurre a la princesa Luna. Necesita hablar con usted.
Ohtar miró al capitán de los montaraces, sus ojos verdes se habían oscurecido y asomaban gotas cristalinas. Entonces Bangald apareció corriendo, parecía asustado y triste.
Capitán, creo que la dama Isil está herida.
¿ Herida?
Sí, está sangrando.
Llévanos con ella.
Sí, señor.
Ohtar.
¿ Sí, Quirösh?
Isil me ha dicho que os habéis portado bien con ella. Os prometo que os ayudaré en vuestra batalla.
Gracias.
Bangald guió a los dos hombres hasta un lugar cercano al río, Isil estaba tumbada, sonriendo y hablando en. Quirösh, al verla, se acercó corriendo y cogió su mano tiernamente. Entonces ambos empezaron a hablar en un dialecto extraño.
¿ Qué te ocurre, Isil?
Quirösh, hay algo que no está bien.
¿ Estás herida?
Yo no.
Isil, estás sangrando.
No soy yo, Quirösh. Créeme, alguien está sangrando a través de mí.
No puede ser.
Sí, si puede ser. Los elfos tenemos un ritual, parecido a vuestras bodas, pero en el que los dos seres quedan unidos en espíritu. De esta manera, si uno es herido el otro también lo es.
No lo entiendo.
Quirösh, él ha vuelto.
No puede estar vivo aquí, yo mismo le encerré en una cueva subterránea. Mis soldados van a llevarle comida de vez en cuando, sigue ahí encerrado.
Él se ha escapado y ahora está herido.
Debo encontrarle.
Quirösh, creo que nos equivocamos respecto al dueño de la espada. Creo que el dueño era él y estuvo aquí, nos venía siguiendo.
Pero, eso significaría que ...
Exacto. Ahora debo volver con Ohtar y sus hombres. Prometí ayudarles.
Tienes que descansar.
No hay tiempo, Gondor corre peligro.
Bien, entonces iré contigo.
No, debes ir a Rivendel para avisar al ejército.
No es necesario. Mandé un mensajero antes de que los orcos tomarán Rohan y ayer mandé un halcón con un mensaje. En Rivendel ya lo sabrán todo.
En ese momento un rayo cruzó el cielo. Los dos amantes miraron preocupados el cielo. Entonces Isil se levantó ayudada por Quirösh. Ohtar miraba a la pareja, intentando descubrir lo que les unía. Cuando vio que Isil se acurrucaba contra el pecho del mensajero supo que ambos estaban enamorados.
Nos vamos.
Pero, Isil, ¿ no estás herida?
No, solo estoy cansada.
Ohtar, mi grupo se unirá a vosotros. Más adelante acudirán los soldados de Rivendel.
Te lo agradezco, Quirösh.
Bien, cuida de Isil. Voy a reunir a mis hombres.
Lo haré.
Isil se apoyó en el hombro de Ohtar y observó como Quirösh se alejaba corriendo. El cielo había vuelto a estar en calma, pero la elfa podía oír los gritos guerreros de los orcos. Se preparaban para atacar.
El sol dejaba caer sus últimos rayos cuando Isil se detuvo alarmada, le había parecido oír un leve rumor de pasos. Pero no podía ser, en Lothlórien ya no quedaba nadie y nadie se atrevía a pisar la antigua tierra de los elfos. Isil sacudió la cabeza y sonrió:
Debe de ser el viento.
Entonces continúo su paseo. Se detuvo de nuevo, estaba segura de haber oído de nuevo pasos, además ahora se oían murmullos. Isil, sigilosa, trepó ágilmente a un árbol cercano, que todavía tenía entre sus ramas una de las plataformas que utilizaban los elfos para protegerse. No tuvo que esperar mucho para ver que aquellos ruidos no eran obra de su imaginación. Ante ella aparecieron tres figuras altas, parecían hombres, pero Isil no podía distinguirles desde su posición.
¿ Dónde se ha metido?
No puede haber desaparecido, al no ser que sea ... ¡ un fantasma!
¡ No digas idioteces, Bangald! No es un fantasma.
Sí, Bangald, el capitán tiene razón. Además, los fantasmas no cantan ni dejan sus huellas sobre la arena.
Al oír esto, el corazón de Isil se aceleró. Miró hacia abajo y observó de nuevo a las tres figuras.
Señor, ¿ y si volvemos? Este bosque me da escalofríos, siento como si nos observarán.
¡ Bangald! Haz el favor de dejar de decir tonterías, nuestro rey nos ha mandado a este bosque para encontrar aliados. No nos iremos hasta que encontremos a alguien.
Está bien, capitán.
Muy bien. Ahora que esta todo aclarado, pensemos: ¿ dónde se ha podido esconder?
Señor, los matorrales son un buen escondite.
Las tres figuras se internaron entre los matorrales, pero enseguida volvieron a aparecer. El que parecía el jefe de todos ellos salió dando voces y maldiciendo las espinas de los arbustos.
¡ Nada! ¡ Esto es increíble! Sea quien sea tiene una habilidad innata para esconderse o camuflarse.
Capitán, no hemos mirado en los árboles. Son muy altos y las ramas ocultan las copas.
Podría ser... Preparad las cuerdas, subiremos a los árboles. Aunque tengamos que registrarlos uno por uno.
Al oír esto Isil volvió a sobresaltarse. No podía saber si aquellos hombres eran amigos o enemigos, pero algo en su interior le decía que no corría ningún peligro. Así es que, armándose de valor, bajó lentamente del árbol y se detuvo detrás de los hombres.
Al verlos de cerca Isil creyó que eran gigantes. Vestidos con brillantes armaduras y con grandes espadas atadas a la cintura. En ese momento los hombres se giraron y miraron asombrados a la hermosa figura que se presentaba ante ellos.
¿ Quién eres?
Soy Isil, descendiente de los elfos de Lórien. Pero, ¿ quiénes sois vosotros? ¿ Y que hacéis en estos bosques?
Somos soldados de Gondor.
Sí, y...
¡ Cállate, Bangald! Estamos aquí para pedir ayuda a los elfos. ¿ Puedes ayudarnos.
Hace cien años podría haberos ayudado, pero ahora no puedo.
¿ Por qué?
Por el simple hecho de que en Lórien ya no quedan elfos. Todos se dispersaron después de que Galadriel y Celeborn se fueran. Sólo yo habito en estos bosques.
Pero, entonces, ¿ hemos venido inútilmente?
En cierto modo sí. Pero, decidme, ¿ para qué necesitabais nuestra ayuda?
Para luchar contra los orcos. Han reunido un gran ejército y marchan contra la ciudad. Nuestros soldados son ya viejos y no nos quedan medios con los que combatir. ¡ La ciudad esta perdida!
No digáis eso. ¿ No quedan soldados jóvenes en Gondor?
Sí, pero no son suficientes.
Bien, yo os ayudaré.
¡¿Usted?! Señora, estoy seguro de vuestra valentía es inigualable, pero no creo que su ayuda igualase las fuerzas.
Deberíais saber que "algo es mejor que nada". Así pues, marchemos a Gondor.
Bien. De todas formas tenemos el deber de buscar aliados y, aunque no sean muchos, al menos habremos cumplido con nuestra misión.
Señor, antes de marchar, necesitamos descansar y comer algo.
Sí, señor. Por una vez estoy de acuerdo con Bangald.
Yo también lo creo así. Señora, ¿ sabe usted de algún lugar en el que podamos descansar?
Sí, seguidme.
Isil guió a los tres hombres a través del bosque. Todo allí era hermoso y el aire llevaba un aroma dulce y fresco que embriagaba los sentidos. Después de cien pasos, Isil detuvo a los soldados que caminaban cantando una hermosa melodía.
Los extraños deben ir con los ojos vendados, siempre se ha hecho así.
¿ Tradición?
Exacto.
Bien, entonces accedemos.
No os preocupéis, a partir de aquí la tierra es llana y no os tropezaréis. Además, yo os guiaré.
Con los ojos vendados, la comitiva siguió avanzando por el bosque. Cuando llegaban a un claro, Isil se paró alarmada: de nuevo se oían pasos y, además, unas respiraciones jadeantes.
¿ Os ha seguido alguien?
No, sólo hemos venido nosotros y nuestros caballos.
¿ Dónde están los caballos?
Cuando nos internamos en el bosque los dejamos en un claro cercano al lugar en el que os encontramos.
Bien, sigamos adelante.
Volvieron a ponerse en marcha, pero Isil se mantenía alerta. Seguía oyendo pasos. En más de una ocasión Isil se detuvo y miro alrededor, pero no encontró a nadie.
Por fin llegaron a la antigua morada de los elfos, la ciudad de Caras Galados. Los hombres quedaron sorprendidos cuando, después de quitarlos las vendas que cubrían sus ojos, vieron por primera vez los grandes árboles que servían de morada a los elfos y que estaban cubiertos de pequeñas florecillas amarillas que desprendían un olor delicioso. Isil los miró sonriente y los guió hacia una escalera colgante que subía hasta la copa del árbol central.
Seguidme, os conduciré a las salas donde descansaban los elfos. Partiremos cuando amanezca. Hasta ese momento podéis descansar.
Y usted, ¿ qué va a hacer?
Iré a recuperar los caballos, los necesitaremos por la mañana.
Bien.
Isil partió, corriendo entre las sombras del bosque. Cuando vio que ya estaba cerca del lugar en el que había conocido a los hombres se escondió y observó durante unos minutos, pero no vio a nadie. Siguió adelante y encontró el lugar donde estaban los caballos. Los animales estaban atados a una rama comiendo tranquilamente algunos brotes de hierva. Cuando Isil se acercó, los tres caballos la miraron y ladearon la cabeza.
Isil silbó y al instante apareció un hermoso caballo de color plateado. Al llegar junto a ella se paró y se agachó para que Isil pudiera montarlo más fácilmente. Isil le susurró unas palabras al oído, enseguida el caballo relinchó y se perdió entre los árboles.
El capitán esperaba despierto junto a un riachuelo que cruzaba la ciudad. Cuando vio llegar a la doncella montada sobre el caballo plateado creyó estar viendo el fantasma de Galadriel. Con el cabello dorado agitándose bajo el viento, los ojos azules brillando con el reflejo de la luna llena y con la piel blanca oculta bajo las ropas de viajera estaba más hermosa que nunca. Isil se detuvo junto a él y le sonrió.
Aquí están los caballos. Esperaban pacientemente.
Gracias, creo que nos harán falta. Por cierto, no le he dicho mi nombre, ¿ verdad? Soy Ohtar, capitán de la guardia real de Gondor.
Isil le miró durante unos instantes, pero algo la distrajo. De nuevo oía pasos.
Me parece que nos siguen.
¿ Quién?
No lo sé, pero llevan toda la noche caminando entre los árboles.
¿ Nos preparamos para luchar?
No hace falta. Si se atreven a entrar los detendremos fácilmente.
Sí, hay magia en este lugar. Es como si los elfos aún vivieran aquí y protegieran el lugar con su magia.
Sus espíritus siguen aquí, son ellos los que alimentan la magia y la belleza de este lugar. Si los elfos se extinguieran, Lothlórien moriría.
Sería una lástima.
Sí. Bueno, creo que es hora de que vayas a descansar. Yo montaré guardia.
Isil vio como Ohtar se alejaba por la escalera, entonces se levantó y bajó unas escaleras de piedra. Una vez estuvo abajo se encontró frente al Espejo de Galadriel. Se acercaba cuando oyó pasos a su espalda, se giró y vio el brillo de una espada.
¿ Qué haces aquí?
Vigilando. ¿ Qué hacen esos hombres aquí?
Han venido a pedir ayuda a los elfos. Los orcos les atacan.
Me lo temía.
¿ Por qué han vuelto los orcos?
No estamos seguros, pero desde hace algún tiempo ejércitos de orcos atacan poblados y ciudades.
¿ Y no sabéis quién es su jefe?
No, pero tenemos alguna sospecha.
¿ Traición?
Sí.
¿ Quién ha podido ser el traidor?
No lo sabemos.
Pero, entonces, ¿ ayudaréis a los hombres de Gondor?
De momento esa es nuestra intención. Veníamos siguiéndoles para averiguar a dónde iban, nos sorprendió mucho que vinieran hacia aquí.
Necesitan ayuda y yo les voy a ayudar en todo lo que pueda.
Ya me lo suponía y no te lo voy a impedir, pero debes escucharme. El camino que lleva a Gondor no es seguro, tenéis que dar un pequeño rodeo.
Me fió de tu palabra. Pero, dime una cosa, ¿ Nos habéis seguido vosotros durante todo el día?
No, sólo yo he entrado en el bosque. Los demás se han quedado esperando fuera.
No lo entiendo. Alguien nos ha estado siguiendo todo el día, pero si no habéis sido vosotros, ¿ quién ha sido?
Quizás hayan sido orcos. He visto varios merodeando por el bosque, parecían estar perdidos. Hazme un favor, ten cuidado.
Lo tendré. ¿ Ya te vas?
Sí, tenemos que volver lo antes posible y dar la voz de alarma. Tenemos que mandar a nuestro ejército a Gondor.
No te arriesgues demasiado.
Tranquilízate, estaré de vuelta en primavera para ver florecer el bosque.
Te esperaré, amor.
Adiós, princesa de la Luna.
Adiós, mensajero.
Ambos se abrazaron y, al tiempo que la luna desaparecía, el extraño mensajero desapareció. Isil se quedo allá, inmóvil ante el espejo hasta que Ohtar apareció sacándola de su ensimismamiento. Ohtar sonreía y silbaba tranquilamente, pero ,al ver el rostro triste de la elfa, dejó atrás su felicidad.
Buenos días, Isil.
Buenos días, Ohtar.
¿ A qué viene esa tristeza?
¿ Tristeza? No, no es tristeza, sólo preocupación.
Comprendo.
Bueno, es hora de marchar. Tendremos que dar un pequeño rodeo.
¿ Por qué? Cuando vinimos el sendero estaba desierto.
No, no lo estaba. Un grupo de orcos os siguió hasta aquí, ahora están perdidos pero pronto encontraran la salida y avisarán a los demás.
¿ Cómo sabes eso?
Los mensajeros de la noche traen noticias interesantes.
¿ Quiénes son esos mensajeros?
No debo decírtelo, ellos prefieren mantenerse en secreto. Bien, despierta a tus hombres.
Ohtar subió a la habitación donde dormían. Era amplia y hermosa, con flores de colores adornándola. Los dos hombres dormían con la espada cerca del cuerpo. Ohtar los miró y sonrió.
Son demasiado jóvenes. Aún no están preparados para una guerra, pero son tan necesarios... Bien, nos ponemos en marcha. ¡ Soldados, en pie! ¡Volvemos a Gondor!
Los dos soldados se despertaron sobresaltados, miraron a su alrededor aturdido y se levantaron trabajosamente entre bostezos y quejas.
Venga, despejaros con esta agua y vestiros rápidamente. La dama Isil nos está esperando.
Ohtar salió sonriendo de la habitación dejando a los dos soldados vistiéndose. Cuando llegó junto al riachuelo vio a los caballos bebiendo de él, ahora acompañados por otros caballos de color dorado y crines blancas.
Isil bajó de otro de los árboles y sonrió, se acercó a los caballos y los cargó con una bolsa brillante y con dos botellas de color caramelo que desprendían un olor dulzón.
Cuando tus hombres bajen tomaremos un bocado antes de salir. Os espero en la primera sala de ese árbol.
Isil se alejó dejando al capitán sólo y pensativo. No había pasado mucho tiempo, cuando los dos soldados bajaron adormilados del árbol. Ambos tanteaban lentamente los escalones y se aferraban a la cuerda con fuerza para evitar caer.
Soldados, antes de salir tomaremos un tentempié. Pero, os lo advierto, debemos darnos prisa.
Sí, señor.
Los dos soldados siguieron rápidamente a su capitán, ansiosos de tomar un buen desayuno. Cuando llegaron, miraron asombrados la enorme variedad de alimentos que Isil había preparado, había desde pan blanco hasta setas de un color plateado. Los dos soldados sonrieron y se sentaron a la mesa entre gritos de alegría.
Isil llegó cuando los soldados ya terminaban. Estaba sonriente y venía cantando en un extraño idioma. Ohtar la miró pensativo. Las ropas de la elfa, antes de color brillante, ahora eran de tonos tierra con una capa verde y unas botas del mismo color. Al darse cuenta de que el capitán la observaba, Isil le miró y rió alegremente.
Ya podemos partir. Espero que os haya gustado la comida, no estoy acostumbrada a dar cenas a invitados y temo que mi cocina no sea la misma.
No se preocupe, la comida estaba deliciosa. ¿ Verdad soldados?
Sí, capitán.
Bien, entonces, pongámonos en marcha.
La comitiva se puso en marcha guiada en todo momento por Isil. Al principio siguieron el curso del Nimrodel hasta que llegaron al Anduin, en ese momento el sol comenzó a esconderse y la comitiva paró a descansar.
Todavía nos queda por recorrer mucho camino y, de momento, no merece la pena que nos cansemos nada más empezar.
¿Qué camino vamos a tomar?
No estoy segura. Después de pasar Rauros hay dos caminos.
Sí. Uno está en el este, pasando el país de Rohan, y el otro en el oeste, pasando Minas Tirith.
Bien, el camino del este es el más transitado y, por tanto, el más seguro.
Yo soy de la misma opinión que la dama.
Entonces, soldados, iremos por ese camino.
No estoy de acuerdo con la decisión.
Pero, si ha sido usted quien la ha propuesto.
No, yo solo he empezado a exponer los puntos que hay en cada camino. Vosotros habéis decidido.
El camino que atraviesa Rohan es el más seguro. Además, en caso de problemas, los jinetes de Rohan nos ayudarán.
No estoy tan segura. El mensajero me dijo que los caminos que llevan a Gondor son peligrosos.
No hay porqué tener miedo, los jinetes de Rohan nos ayudarán.
No tengo miedo, sólo estoy preocupada.
No me arriesgaré por una información de un mensajero al que ni siquiera conozco.
Yo me fió de él y tú deberías hacerlo también, ellos nunca se equivocan.
Diciendo esto, Isil se alejo enojada y se internó en un bosquecillo cercano, donde se encaramó a uno de los árboles que crecían en las lindes.
La noche se fue cerrando y los dos soldados dormían a pierna suelta. Sólo Ohtar se mantenía despierto mirando a las estrellas y vigilando los alrededores. De vez en cuando miraba hacia el bosque y pensaba en el enfado de la elfa al dudar de la palabra del mensajero misterioso. En ese momento olió a humo y miró en todas direcciones, hasta detenerse en el este. Un enorme resplandor iluminaba el país de Rohan, el camino que iban a tomar. Esto lo alertó y fue en busca de Isil. La encontró mirando su reflejo en el agua.
Los antiguos elfos decían que si observas tu reflejo en el agua pura del Anduin descubres todo lo que temes.
¿ Y es cierto?
Puede ser. Los orcos han tomado Rohan.
¿ Cómo puedes saberlo? ¿ Ha sido el mensajero el que te lo ha dicho?
No, lo he visto por mi misma. Los elfos tenemos una vista más profunda que la de los hombres.
No lo recordaba. Por un instante olvidé que eras un elfo.
Hay veces que nuestro corazón olvida lo que no quiere saber o recordar.
Creo que te debo una disculpa. El mensajero tenía razón. Lo que no consigo entender es cómo han conseguido vencer los orcos a los Rohirrin.
Quizás no los hayan vencido.
¿ Insinúas que los Rohirrin nos han traicionado?
No. Creo que los Rohirrin no estaban en el valle cuando los orcos atacaron. Lo más seguro es que marcharan en ayuda de Gondor.
Sí, podría ser. Cuando nos fuimos el rey ya había mandado dar el aviso de ayuda a los Rohirrin. Hemos cometido un error fatal.
No podíais saber que los orcos se atreverían a atacar Rohan. Aunque ahora lo que más me preocupa no es Rohan, sino saber si los orcos habrán ido hacía el oeste.
No se ve luz en ese lugar. Además, ni siquiera los orcos se atreverían a desafiar el poder maligno que allí se esconde.
Bien, será mejor que comencemos de nuevo la marcha. Ya sé que no habéis descansado gran cosa, pero no podemos quedarnos al descubierto. Los orcos que estaban en el bosque ya han debido de avisar a los demás, seguramente no estén siguiendo. Id preparandoos.
¿ Adónde vas?
A buscar unas barcas de pesca. Debemos remontar el río si queremos ir más rápido.
Sí, tienes razón.
Ohtar se alejó dejando a Isil sola en la oscuridad. Antes de irse, Isil se arrodilló junto al río y miró de nuevo su reflejo. De nuevo aparecía su rostro, solo su rostro y nada más. Entonces se levantó preocupada y corrió entre los árboles.
Al cabo de unos minutos Isil volvió arrastrando dos barcas de color plateado, parecidas a las que el portador del anillo había usado en su misión. Cuando Ohtar las vio, se arrodilló y las sujetó con las manos.
¡ Qué hermosas son! ¿ Son las mismas que describe la leyenda?
No, son solo parecidas.
Me lo imaginaba.
Bien, ahora carguemos las barcas con la comida.
No les llevó mucho tiempo cargar las barcas y , antes de que saliera el sol, ya estaban bajando por las tranquilas aguas del Anduin. Al día siguiente llegaron a Rauros, pero no se detuvieron a admirar la belleza del paisaje ni la salvaje vegetación que crecía allí.
Llegó el tercer día de marcha y unas nubes cubrieron el cielo que comenzó a iluminarse con el resplandor de los rayos. La espesa cortina de agua les impedía avanzar, así es que decidieron parar a descansar. Los tres hombres se mantenían bajo los árboles, abrigados con las capas élficas que Isil le había dado y observando a la elfa que, feliz y sonriente, paseaba bajo la lluvia cantando y riendo. Los hombres admiraban la belleza de la elfa, con el pelo empapado y las ropas sueltas.
Señor, ¿ cómo puede caminar bajo la lluvia tan feliz? ¿ No enfermará?
Bangald, en verdad eres muy joven.
¿ Por qué lo dice, señor?
Nunca has atendido a las canciones referidas a los elfos, ¿ verdad?
No, señor.
Si hubieras escuchado con atención sabrías que los elfos aman la naturaleza y el agua más que a nada en el mundo.
Desde luego, estos elfos son unos seres extraños.
Sí, extraños y extraordinarios.
Señor, ¿ todas las elfas son así de hermosas?
No lo sé, Bangald. Esta es la primera elfa a la que conozco, pero, según las canciones, los elfos son los seres perfectos.
Lástima que no haya más elfas, me casaría con alguna sin ningún problema.
Si habría problemas.
¿ Cuál, señor?
No sabes que los elfos son ... como decirlo... ¡ inmortales! Envejecen muy lentamente y no mueren.
¡ Oh!
En ese momento Isil se acercó a ellos sonriendo, parecía feliz y relajada. Miró a los hombres y sonrió divertida.
Nunca entendí porque los hombres sois tan serios y desagradecidos. Si llueve protestáis y si no llueve también lo hacéis. Los hombres sois extraños.
Nosotros también pensamos que los elfos sois extraños.
Isil dejó de sonreír de repente. Ohtar la miró angustiado, temiendo haberla ofendido. Fue entonces cuando la elfa miró a su derecha y se alejó corriendo. Volvió a los pocos instantes.
Recoged las barcas. Se aproximan ogros.
¿ Cómo?
Venga, daros prisa.
Los dos soldados cogieron las barcas y las ocultaron entre unos matorrales. Entonces volvieron junto a sus compañeros. Isil les guió al interior de un bosque cercano y los hizo subir a un árbol. Ella avanzó un poco y se ocultó entre unos matorrales desde los que podía ver la orilla del río.
A los pocos minutos, unos hombres llegaron corriendo y gritando. Isil reconoció en sus vestidos a los mensajeros de la noche. Detrás de ellos venían los orcos, demasiados para el pequeño grupo. Entonces, ante la mirada atónita de sus compañeros, Isil salió de su escondite blandiendo su espada. Ante aquella situación, Ohtar la siguió y a él le siguieron los dos soldados.
Los orcos atacaron fieramente, pero los hombres resistieron el ataque. Durante uno de los ataques Isil se acercó a uno de los hombres, llevaba una armadura dorada y un casco del mismo color. Al verla el hombre sonrió y , alejándose de la batalla, la besó.
¿ Qué haces aquí?
Vinimos por la ruta más segura, pero, por lo que veo, me parece que no era tan segura.
Elegiste bien, lo que ha pasado es que los orcos nos cogieron de improviso cuando volvíamos a Rivendel. Ellos fueron los que nos empujaron hacia aquí.
Pero, ¿ estás bien?
Sí, ¿ y tú?
Cansada.
¿ Hace mucho que no duermes?
Desde hace dos días.
¿ Por qué?
No sé.
Bueno, es hora de volver a la batalla.
Sí.
Los dos volvieron a la batalla. Ahora los orcos habían disminuido en número. Después de varios ataques, los orcos huyeron aterrorizados, siendo ahora un grupo reducido que no duraría demasiado.
Isil buscó entre los cuerpos de los orcos hasta que encontró lo que buscaba. Se arrodilló y cogió una hermosa espada de color verdoso y con una empuñadura adornada con un dragón de ojos rojos. El mensajero acudió de inmediato seguido por tres de sus hombres. Cuando llegaron, el mensajero miró la espada y cogió de los hombros a Isil, levantándola del suelo. Isil le miró asustada y preocupada.
¿ Sabes lo qué significa esto?
Que mis sospechas eran fundadas.
Isil cogió la espada y se alejó caminando lentamente mientras los mensajeros de la noche la dejaban paso. Ohtar la detuvo cuando ya estaba cerca del bosque.
Dama Isil, ¿ qué ocurre? ¿ Qué significa esa espada?
Capitán, no puedo responder sus preguntas.
Isil, no me gustan los secretos. Pero sé que en ocasiones son necesarios. Sólo respóndeme a una pregunta: ¿ Todavía nos ayudarás en Gondor?
Claro que sí. Sólo necesito pensar y reflexionar.
No lo entiendo, pero sé aceptar las decisiones de los demás.
Gracias. Preparaos para salir al amanecer.
Lo haremos. ¿ Irán con nosotros los extraños?
¿ Ellos? No lo sé.
¿ Quiénes son?
Pregúntaselo a ellos. Si quieren, te responderán.
Isil continuó su camino, ahora con paso más rápido. Ohtar se quedó contemplándola hasta que desapareció entre los árboles, entonces se alejó caminando lentamente y se acercó a uno de los hombres.
Oiga.
¿ Sí?
¿ Es usted el que está al mando de todos estos hombres?
No, nuestro jefe es aquél de allí. Si se da prisa podrá hablar con él antes de que se vaya.
Vale.
Ohtar se alejó corriendo y alcanzó al hombre que le habían indicado. Cuando le vio pensó en los antiguos reyes, era muy majestuoso e imponía respeto solo con mirarle. Ohtar se acercó y le dio un suave golpe en el hombro.
¿ Es usted el jefe de estos hombres?
Sí. ¿ Quién es usted?
Soy el capitán Ohtar de Gondor y he venido acompañando a la dama Isil.
Sí, lo sé. Ya me lo contó la última vez que nos vimos.
¿ Quiénes sois?
Nosotros somos mensajeros de la noche.
¿ Mensajeros?
Sí, somos lo que queda de los montaraces.
¿ Quién es usted?
Soy Quirösh, el capitán de estos hombres.
¿ Adónde se dirigían cuando les atacaron?
Íbamos a Rivendel, a pedir ayuda y a mandar nuestro ejército a Gondor.
¿ Nos vais a ayudar?
Sí.
¿ Qué tienes que ver con los elfos?
Isil te lo dirá si quiere. Yo no puedo decir nada.
Isil ...
¡ Capitán!
Dime, Mort.
¿ Puede venir un momento?
¿Qué pasa?
Algo le ocurre a la princesa Luna. Necesita hablar con usted.
Ohtar miró al capitán de los montaraces, sus ojos verdes se habían oscurecido y asomaban gotas cristalinas. Entonces Bangald apareció corriendo, parecía asustado y triste.
Capitán, creo que la dama Isil está herida.
¿ Herida?
Sí, está sangrando.
Llévanos con ella.
Sí, señor.
Ohtar.
¿ Sí, Quirösh?
Isil me ha dicho que os habéis portado bien con ella. Os prometo que os ayudaré en vuestra batalla.
Gracias.
Bangald guió a los dos hombres hasta un lugar cercano al río, Isil estaba tumbada, sonriendo y hablando en. Quirösh, al verla, se acercó corriendo y cogió su mano tiernamente. Entonces ambos empezaron a hablar en un dialecto extraño.
¿ Qué te ocurre, Isil?
Quirösh, hay algo que no está bien.
¿ Estás herida?
Yo no.
Isil, estás sangrando.
No soy yo, Quirösh. Créeme, alguien está sangrando a través de mí.
No puede ser.
Sí, si puede ser. Los elfos tenemos un ritual, parecido a vuestras bodas, pero en el que los dos seres quedan unidos en espíritu. De esta manera, si uno es herido el otro también lo es.
No lo entiendo.
Quirösh, él ha vuelto.
No puede estar vivo aquí, yo mismo le encerré en una cueva subterránea. Mis soldados van a llevarle comida de vez en cuando, sigue ahí encerrado.
Él se ha escapado y ahora está herido.
Debo encontrarle.
Quirösh, creo que nos equivocamos respecto al dueño de la espada. Creo que el dueño era él y estuvo aquí, nos venía siguiendo.
Pero, eso significaría que ...
Exacto. Ahora debo volver con Ohtar y sus hombres. Prometí ayudarles.
Tienes que descansar.
No hay tiempo, Gondor corre peligro.
Bien, entonces iré contigo.
No, debes ir a Rivendel para avisar al ejército.
No es necesario. Mandé un mensajero antes de que los orcos tomarán Rohan y ayer mandé un halcón con un mensaje. En Rivendel ya lo sabrán todo.
En ese momento un rayo cruzó el cielo. Los dos amantes miraron preocupados el cielo. Entonces Isil se levantó ayudada por Quirösh. Ohtar miraba a la pareja, intentando descubrir lo que les unía. Cuando vio que Isil se acurrucaba contra el pecho del mensajero supo que ambos estaban enamorados.
Nos vamos.
Pero, Isil, ¿ no estás herida?
No, solo estoy cansada.
Ohtar, mi grupo se unirá a vosotros. Más adelante acudirán los soldados de Rivendel.
Te lo agradezco, Quirösh.
Bien, cuida de Isil. Voy a reunir a mis hombres.
Lo haré.
Isil se apoyó en el hombro de Ohtar y observó como Quirösh se alejaba corriendo. El cielo había vuelto a estar en calma, pero la elfa podía oír los gritos guerreros de los orcos. Se preparaban para atacar.