La Leyenda del Arco-Iris
Curioso relato corto con toques mitológicos que explica la creación del Arco-Iris.
Hace mucho tiempo,en la Edad Media había un arquero que hacía maravillas con las flechas.
Vivía en un pequeño pueblo llamado Yarirer, en el reino Perla.
Era joven y siempre estaba solo. Le encantaba salir al campo y coger su arco y sus flechas y lanzarlas lejos. En Yarirer todos le admiraban porque era el único capaz de lanzar siete flechas a la vez con los ojos cerrados; un día, fue a su casa un emisario del rey y le dijo:
-¡Oh, maestro de las flechas, su majestad el rey Eduardo, soberano del reino Perla, necesita tu ayuda!
-¿Y qué necesita de mí? -Preguntó el arquero.
-Pues verás; los demonios están saliendo del infierno y atacan el palacio. Las murallas no aguantarán mucho más y sólo alguien tan valiente y con tanta puntería como tú podría acabar con ellos.
-No será difícil. -Decidió el joven.
-¿Pero qué dices? ¿Te acuerdas de ése general desterrado? Pues se ha unido a ellos y les está ayudando.
El arquero se lo pensó durante un rato y luego dijo:
-Dile al rey que le serviré.
El emisario se marchó a palacio y el chico preparó sus flechas y su arco. Después fue a hablar con el rey, quién le explicó la historia de los malvados.
-En una ocasión, los demonios vivieron en la Tierra, pero tras siglos de juicios los antiguos reyes decidieron encerrarlos bajo tierra. Cuando desterramos al malvado general por sus sanguinarios planes para conquistar otros países, éste utilizó un conjuro para abrir las tierras y liberó a los demonios; su propósito es apoderarse del reino Perla para gobernarlo con sus demonios. Ahora los enemigos han salido de su prisión y quieren acabar con nosotros. La única manera de detenerles es buscando la ayuda del viento, pero me temo que está soplando en las montañas.
-Yo lo encontraré. Apuesto a que los malvados no podrán encontrar una ayuda más fuerte que el viento, y si yo lo encuentro no podrán vencer. -Propuso el arquero.
Pero se equivocaba. El general había ido a la costa a hablar con el ser que es vida y tiene todo el poder: el agua.
-¡Escúchame, reina de reinas, eres la más fuerte, la única capaz de derrotar al rey y a su ejército!
-¿Qué necesitas? -Preguntó el agua.
-Quiero acabar con el reino para que los demonios y yo gobernemos toda la eternidad.
-¿Sabes que es un conflicto difícil y largo?
-Sí, pero sé que con tu ayuda lograré vencer. -Aseguró el general. -¿Por qué das por hecho que te voy a ayudar? Yo jamás ayudaría a un ser con fines tan horribles para la humanidad.
-Vamos, te dejaré fluir por mi futuro reino, dejaré que fertilices mis tierras cuando quieras.
Ante esta oferta el agua accedió y se dejó caer en forma de lluvia sobre el castillo.
Mientras, el arquero iba camino de la montaña. Caminaba cansado pero en ningún momento pensaba en abandonar la marcha; sabía que tenía que cumplir con su misión. De pronto un resplandor le cegó.
-¡Saludos, mortal que caminas por estos senderos! ¿Adónde te diriges? -Preguntó una fina voz.
-¿A quién le importa el destino de un siervo del rey? -Contestó el arquero deteniéndose.
-Pues le importa a alguien como yo, alguien que se preocupa por iluminar el camino de las gentes.
El arquero supo quién era: la luz.
-Voy sin rumbo, ¿basta con eso?
-Si vas sin rumbo, ¿adónde vas? -Indagó la luz.
-¿Te importa mucho?
-Vas a algún sitio, siempre se va a algún sitio, y tú vas a algún sitio, pero si sigues manteniendo el que vas "sin rumbo" significa que te has desviado y vas a otro lugar que no es el indicado.
-Está bien, voy a la montaña, pero me he perdido. -Reconoció el arquero ante la sabiduría de la luz.
-¡Ah, con que también mientes! Creo que no voy a ayudarte.
-¿No te preocupa el iluminar el camino de las gentes? Pues yo necesito que alguien me muestre el camino a la montaña.
La luz lo pensó durante un rato. El arquero era muy listo y ella no era tan descorazonada como para dejarle tirado en un camino, así que le dijo:
-De acuerdo, mortal, te llevaré a la montaña, pero no vuelvas a mentir a la sabia luz, tengo más poder del que tú has soñado jamás.
Y la luz guió al joven hasta la montaña,que escalaron con cuidado. Cuando llegaron a la cima, hablaron con el poderoso viento.
-¿Cuál es la pregunta del valiente que ha escalado la montaña? -Preguntó el viento.
-Escucha viento, vengo de...
-Sé quién eres; el arquero desconocido, que nunca dice su nombre a nadie. El mejor en las competiciones de tiro con arco de todo el reino, y que habita en el pueblo del sur. ¿A qué has venido?
-El reino Perla corre peligro. Los demonios han salido de su prisión y junto al peligroso general desterrado por el rey Eduardo quieren apoderarse de nuestras tierras.
-Comprendo que los demonios son un gran peligro para el mundo ya que son inmortales pero, ¿qué plan tienes?
-Pienso utilizar mis mejores flechas para vencerles. Son flechas de diversos colores. Las rojas, naranjas, amarillas, azules, verdes, violetas y añiles son más afiladas que las marrones, las pinto para clasificarlas.
-Es un buen plan, vamos.-Dijo el viento.
Y marcharon hacia el reino. Ya allí, el joven se unió a los guerreros del reino intentando vencer a los demonios, al general y al agua.
-Ja, ja, ja, arquero, ¿crees poder derrotarnos estando el agua con nosotros? -Se carcajeó el general.
Una fuerte ráfaga de viento respondió a la pregunta, seguida de un relámpago.
Los demonios y mortales empezaron a luchar mientras el agua caía en forma de gotas que hacían daño. El viento soplaba barriendo a los demonios, la luz cegaba a los enemigos y el arquero sacó su arco y siete flechas cada una de un color. Ante las bellas flechas, el general se burló:
-¿Flechas de colores? ¡Qué bobada!
El arquero fue a hablar, pero el general tiró el arco al cielo y le dejó desarmado.
-¿Y ahora qué? -Rió el malvado.
El joven estuvo a punto de dejarlo todo, huir, pero el viento le habló:
-¡Yo puedo tirar las flechas muy lejos! ¡Las empujaré tan rápido que no les dará tiempo a reaccionar!
El viento se transformó en un arco invisible en el que el chico puso las flechas, en las que la luz se metió para que llevaran aún más fuerza y le dijo al general:
-¿Las flechas de colores son una bobada? Pues observa todo lo que pueden hacer.
Y disparó al arco que flotaba en el cielo esperando hacerlas rebotar, pero algo ocurrió; algo que lo cambió todo.
De pronto el arco de madera que flotaba se transformó en un arco de siete colores infinito que llegaba hasta el suelo y lo agrietó porque pesaba mucho, por lo que los demonios quedaron atrapados bajo tierra otra vez.
El general se quedó solo porque el agua también había dejado de caer.
-¡Agua,te ordeno que caigas!
-No, dije que jamás ayudaría a asesinos como tú. ¡Ahora sentirás la ira del agua!
El agua se transformó en un torbellino de agua que disolvió al general.
Y el agua se disculpó por su comportamiento y para sellar su nueva alianza con el reino Perla, prometió caer para asegurarse de que el suelo no se abriría y la luz, empujada por el viento, forraría con luces de varios colores el arco flotante en el cielo. Una noche, en una cena con los reyes, el rey le preguntó al arquero:
-Por cierto, ¿cuál es tu nombre?
-Majestad, este siervo mantendrá en secreto su nombre.
-¡Por favor, dímelo!
El arquero se puso en pie, dio la espalda a los comensales y dijo con voz serena:
-Que el arco de Iris os proteja.
El héroe se marchó a su pueblo, y desde aquel día, conservamos éste precioso fenómeno de colores que nos vino de las manos de un ingenioso joven.
Vivía en un pequeño pueblo llamado Yarirer, en el reino Perla.
Era joven y siempre estaba solo. Le encantaba salir al campo y coger su arco y sus flechas y lanzarlas lejos. En Yarirer todos le admiraban porque era el único capaz de lanzar siete flechas a la vez con los ojos cerrados; un día, fue a su casa un emisario del rey y le dijo:
-¡Oh, maestro de las flechas, su majestad el rey Eduardo, soberano del reino Perla, necesita tu ayuda!
-¿Y qué necesita de mí? -Preguntó el arquero.
-Pues verás; los demonios están saliendo del infierno y atacan el palacio. Las murallas no aguantarán mucho más y sólo alguien tan valiente y con tanta puntería como tú podría acabar con ellos.
-No será difícil. -Decidió el joven.
-¿Pero qué dices? ¿Te acuerdas de ése general desterrado? Pues se ha unido a ellos y les está ayudando.
El arquero se lo pensó durante un rato y luego dijo:
-Dile al rey que le serviré.
El emisario se marchó a palacio y el chico preparó sus flechas y su arco. Después fue a hablar con el rey, quién le explicó la historia de los malvados.
-En una ocasión, los demonios vivieron en la Tierra, pero tras siglos de juicios los antiguos reyes decidieron encerrarlos bajo tierra. Cuando desterramos al malvado general por sus sanguinarios planes para conquistar otros países, éste utilizó un conjuro para abrir las tierras y liberó a los demonios; su propósito es apoderarse del reino Perla para gobernarlo con sus demonios. Ahora los enemigos han salido de su prisión y quieren acabar con nosotros. La única manera de detenerles es buscando la ayuda del viento, pero me temo que está soplando en las montañas.
-Yo lo encontraré. Apuesto a que los malvados no podrán encontrar una ayuda más fuerte que el viento, y si yo lo encuentro no podrán vencer. -Propuso el arquero.
Pero se equivocaba. El general había ido a la costa a hablar con el ser que es vida y tiene todo el poder: el agua.
-¡Escúchame, reina de reinas, eres la más fuerte, la única capaz de derrotar al rey y a su ejército!
-¿Qué necesitas? -Preguntó el agua.
-Quiero acabar con el reino para que los demonios y yo gobernemos toda la eternidad.
-¿Sabes que es un conflicto difícil y largo?
-Sí, pero sé que con tu ayuda lograré vencer. -Aseguró el general. -¿Por qué das por hecho que te voy a ayudar? Yo jamás ayudaría a un ser con fines tan horribles para la humanidad.
-Vamos, te dejaré fluir por mi futuro reino, dejaré que fertilices mis tierras cuando quieras.
Ante esta oferta el agua accedió y se dejó caer en forma de lluvia sobre el castillo.
Mientras, el arquero iba camino de la montaña. Caminaba cansado pero en ningún momento pensaba en abandonar la marcha; sabía que tenía que cumplir con su misión. De pronto un resplandor le cegó.
-¡Saludos, mortal que caminas por estos senderos! ¿Adónde te diriges? -Preguntó una fina voz.
-¿A quién le importa el destino de un siervo del rey? -Contestó el arquero deteniéndose.
-Pues le importa a alguien como yo, alguien que se preocupa por iluminar el camino de las gentes.
El arquero supo quién era: la luz.
-Voy sin rumbo, ¿basta con eso?
-Si vas sin rumbo, ¿adónde vas? -Indagó la luz.
-¿Te importa mucho?
-Vas a algún sitio, siempre se va a algún sitio, y tú vas a algún sitio, pero si sigues manteniendo el que vas "sin rumbo" significa que te has desviado y vas a otro lugar que no es el indicado.
-Está bien, voy a la montaña, pero me he perdido. -Reconoció el arquero ante la sabiduría de la luz.
-¡Ah, con que también mientes! Creo que no voy a ayudarte.
-¿No te preocupa el iluminar el camino de las gentes? Pues yo necesito que alguien me muestre el camino a la montaña.
La luz lo pensó durante un rato. El arquero era muy listo y ella no era tan descorazonada como para dejarle tirado en un camino, así que le dijo:
-De acuerdo, mortal, te llevaré a la montaña, pero no vuelvas a mentir a la sabia luz, tengo más poder del que tú has soñado jamás.
Y la luz guió al joven hasta la montaña,que escalaron con cuidado. Cuando llegaron a la cima, hablaron con el poderoso viento.
-¿Cuál es la pregunta del valiente que ha escalado la montaña? -Preguntó el viento.
-Escucha viento, vengo de...
-Sé quién eres; el arquero desconocido, que nunca dice su nombre a nadie. El mejor en las competiciones de tiro con arco de todo el reino, y que habita en el pueblo del sur. ¿A qué has venido?
-El reino Perla corre peligro. Los demonios han salido de su prisión y junto al peligroso general desterrado por el rey Eduardo quieren apoderarse de nuestras tierras.
-Comprendo que los demonios son un gran peligro para el mundo ya que son inmortales pero, ¿qué plan tienes?
-Pienso utilizar mis mejores flechas para vencerles. Son flechas de diversos colores. Las rojas, naranjas, amarillas, azules, verdes, violetas y añiles son más afiladas que las marrones, las pinto para clasificarlas.
-Es un buen plan, vamos.-Dijo el viento.
Y marcharon hacia el reino. Ya allí, el joven se unió a los guerreros del reino intentando vencer a los demonios, al general y al agua.
-Ja, ja, ja, arquero, ¿crees poder derrotarnos estando el agua con nosotros? -Se carcajeó el general.
Una fuerte ráfaga de viento respondió a la pregunta, seguida de un relámpago.
Los demonios y mortales empezaron a luchar mientras el agua caía en forma de gotas que hacían daño. El viento soplaba barriendo a los demonios, la luz cegaba a los enemigos y el arquero sacó su arco y siete flechas cada una de un color. Ante las bellas flechas, el general se burló:
-¿Flechas de colores? ¡Qué bobada!
El arquero fue a hablar, pero el general tiró el arco al cielo y le dejó desarmado.
-¿Y ahora qué? -Rió el malvado.
El joven estuvo a punto de dejarlo todo, huir, pero el viento le habló:
-¡Yo puedo tirar las flechas muy lejos! ¡Las empujaré tan rápido que no les dará tiempo a reaccionar!
El viento se transformó en un arco invisible en el que el chico puso las flechas, en las que la luz se metió para que llevaran aún más fuerza y le dijo al general:
-¿Las flechas de colores son una bobada? Pues observa todo lo que pueden hacer.
Y disparó al arco que flotaba en el cielo esperando hacerlas rebotar, pero algo ocurrió; algo que lo cambió todo.
De pronto el arco de madera que flotaba se transformó en un arco de siete colores infinito que llegaba hasta el suelo y lo agrietó porque pesaba mucho, por lo que los demonios quedaron atrapados bajo tierra otra vez.
El general se quedó solo porque el agua también había dejado de caer.
-¡Agua,te ordeno que caigas!
-No, dije que jamás ayudaría a asesinos como tú. ¡Ahora sentirás la ira del agua!
El agua se transformó en un torbellino de agua que disolvió al general.
Y el agua se disculpó por su comportamiento y para sellar su nueva alianza con el reino Perla, prometió caer para asegurarse de que el suelo no se abriría y la luz, empujada por el viento, forraría con luces de varios colores el arco flotante en el cielo. Una noche, en una cena con los reyes, el rey le preguntó al arquero:
-Por cierto, ¿cuál es tu nombre?
-Majestad, este siervo mantendrá en secreto su nombre.
-¡Por favor, dímelo!
El arquero se puso en pie, dio la espalda a los comensales y dijo con voz serena:
-Que el arco de Iris os proteja.
El héroe se marchó a su pueblo, y desde aquel día, conservamos éste precioso fenómeno de colores que nos vino de las manos de un ingenioso joven.
FIN