El fin de la Tercera Edad
Breve relato de una de las foreras de Elfenomeno, en el cual se nos narra desde otro punto de vista los momentos previos a la destrucción del anillo.

Aquellos días, fueron los peores. La guerra se había declarado, y nuestras esperanzas de derrotar al señor oscuro desaparecieron. Nos dimos cuenta de que era un rival demasiado fuerte para nosotros. Sus siervos sumaban miles y miles, y no conocían ni el dolor ni la muerte. Los hombres estábamos preparados para un ataque sorpresa de los orcos, y vigilábamos día y noche desde nuestras murallas.

Una noche, yo estaba vigilando, y vi pequeños centelleos de antorchas encendidas, que avanzaban a gran velocidad hacia nuestra ciudad. Al cabo de unas horas, nuestras murallas estaban rodeadas por miles de orcos guerreros. Estaban quemando los campos de los alrededores de nuestras murallas. Pero lo peor estaba por llegar. No venían en son de paz, como es de suponer, y al final nos atacaron. Nuestro ejército era una alianza de varias razas de la tierra media, pero no éramos demasiados. Los siervos de Sáuron eran muchos más. Todos los hombres de la ciudad ya estaban vestidos con cotas de malla, y empuñaban espadas de hoja afilada. Todos estábamos dispuestos a morir por nuestra tierra. El ataque de los orcos fue terrible. Muchos soldados murieron, y sus cuerpos caían junto a otros. Aquello era espantoso. No había ningún sitio sin cuerpos esparcidos por el suelo. Los orcos consiguieron destrozar parte de la murallas, y al final,
derribaron la puerta principal de la ciudad.

La batalla duró mucho tiempo, y cuándo habíamos perdido toda esperanza, ocurrió lo inesperado. Se oyó una gran explosión. Venía de Mórdor, la tierra oscura, concretamente del Monte del Destino. Los orcos huyeron, y también los Nâzgul, los principales sirvientes de Sáuron. Los Nâzgul se fueron en la dirección del Monte del
Destino, que desde nuestra ciudad, se veía muy enfurecido. Al cabo de unas horas, se confirmó lo ocurrido. El anillo de poder había sido destruido, y con él, Sáuron. Nuestra alegría fue inmensa, pero nuestra tristeza también era muy grande, pues muchos amigos y compañeros habían caído en la batalla. Nunca me había sentido tan feliz, y a la vez, tan triste.


                                                             -----FIN-----