En la emboscada preparada por el orco superior, Gruzz tenia que destrozar las casas y matar a todo ser viviente que encontrara en la aldea de los elfos. A él le gustaba la tarea que le habían encargado, pues no podía soportar los seres felices. Los elfos le producían asco y rabia, desde que era orco, y podía recordarlo.
Gruzz no sabía de dónde procedía, y sus recuerdos eran tristes y escasos. No le gustaban los elfos porqué eran felices, él no lo era, y estaba condenado a la tristeza y al rencor eternamente.
Cuándo llegó la hora de atacar, él se puso en primera fila, a punto para apagar su sed de muerte y sangre. Esperó la orden del orco superior, y justo cuándo oyó el cuerno que anunciaba el comienzo de la emboscada con un sonido profundo y grave, empezó a correr, enfurecido y ágil cómo el viento. Sus compañeros gritaban muy fuerte, y producían sonidos estridentes que hacían gritar la gente de la aldea. Gruzz sentía que su corazón le empujaba hacia aquella aldea rabiosamente, para apagar los gritos de rencor y tristeza de su interior, cómo si tuviera que sentirse mejor. Gruzz oía los gritos de las mujeres elfas, gritos y chillidos agudos, atrapados en la red de la muerte sin escapatoria. Esos gritos le liberaban el alma de la tristeza y la inseguridad, quizás porqué se sentía poderoso y olvidaba por un momento sus tristes recuerdos y su vida llena de temores.
Llegó a la aldea, soltando gritos de rabia y temor. Quemó varias casas vacías, y destrozaba todo lo que se interponía en su camino. Entró en una pequeña casa, hecha con hojas verdes y resistentes. Vio a una mujer elfa, cubierta con un vestido blanco, que protegía a un pequeño niño elfo. La mujer lloraba y sus lágrimas resbalaban por sus mejillas y caían al suelo. Gruzz levantó su daga, para matar aquella criatura que le producía asco. De repente la elfa soltó un grito agudo y muy profundo:
-¡¡¡Nooooo!!! ¡¡¡Otra vez no!!! ¡¡¡No me quitéis a mi segundo hijo!!! ¡¡¡Me quitasteis al primero!!! ¡¡¡Basta ya!!!
Gruzz se quedó paralizado. Su corazón le golpeaba el pecho con unos golpes muy fuertes y secos. Su mente le volvió a su infancia, su feliz infancia, y recordó que él había sido un elfo, un pequeño elfo.
Pero de repente, su mente se llenó de unos recuerdos oscuros, vio la misma aldea que él estaba atacando, y la misma elfa que él tenia intención de matar, herida gravemente y gritando:
-¡¡¡Nooooo!!! ¡¡¡No os llevéis a mi hijo!!!
Recordó su madre, aquella elfa, tumbada en el suelo, incapaz de moverse, viendo cómo se lo llevaban a él.
Gruzz volvió a la realidad, vió delante suyo a su madre y a su hermano pequeño. Se vió también a si mismo, a punto de matar a su familia, los seres que lo habían querido siempre. Gruzz dejó caer su daga al suelo, que produjo un sonido frío y metálico, se arrodilló ante los dos elfos y empezó a llorar, para apagar el dolor y la rabia que tenía dentro, y para olvidar su maldad y su tristeza.