-Galadriel puedes retirarte. La Dama Éowyn me ayudará con lo que queda.-me sonríe. Falsa sonrisa, ambas lo sabemos. Pero ella sigue insistiendo en que nos llevemos bien. La verdad, aún no consigo entender del todo qué me hizo aceptar ayudarla con la boda. Fue Aragorn quien me lo pidió, con esa sonrisa suya que tan pocas veces me dedica. ¿Cómo podría haberme negado? Después de todo es Rey de Gondor, puede ordenarme lo que quiera. Aunque no era una orden, era un ruego. ¿Es que creía que así me sería más fácil? Pues estaba equivocado. Lo que tendría que haber hecho es retirarme lejos de su mirada, donde no pudiera recordarle, y comenzar mi nueva vida al lado de Faramir.¡Cómo la odio! Con esa superioridad suya élfica, que no sería capaz de ocultar ni aunque lo intentase.
- ¿Os importa que os llame sólo Éowyn? Los títulos son engorrosos. - sigue ahí sonriendo, martilleándome con esa mirada que parece querer ver más allá de lo que muestro.
-Llamadme como os plazca. - murmuro entre dientes. Al fin y al cabo para mi eres solamente una elfa estúpida, nunca usaría contigo esos nombres que usan los demás: Evenstar, Undómiel y no sé cuántos nombres absurdos más. La verdad, debe de ser triste que a una sólo la recuerden por su belleza.
Aunque así fue como consiguió que el Rey de Gondor fijase en ella su mirada. La odio y lo sabe. Sabe que todo esto es una tortura para mí y por eso insiste en que siga en su alcoba.
-No apretéis tanto el vestido, Éowyn.
-Lo siento Alteza - seguramente no lo habrá notado, pero el título que he usado no ha sido con admiración, sino con todo el odio que llevo dentro -, pero pensé que así le quedaría mejor.
-Llamadme Arwen solamente. Al fin y al cabo, no hay tanto que nos separe.
- No soporto cuando intenta hacer eso. Ella es una elfa ajena a este mundo y yo soy una humana, involucrada en él en cuerpo y alma. No hay nada que nos una. O al menos... nada que no quisiera olvidar. Pensar que estos nudos que ahora mismo estoy amarrando, dentro de pocas horas serán deshechos por sus manos... Aprieto un poco más y lo suelto.
-Ya está. -Sigue martilleándome con esa mirada orgullosa de vencedora a vencida. ¿Por qué aguanto esto? Podría fingir una indisposición y alejarme de aquí, seguramente mi rostro presente las suficientes muestras de palidez y enfermedad como para poder simular un desmayo. Pero eso sería dejarme vencer. Después de todo, en unos meses estaré felizmente casada con mi prometido, lejos de aquí, y todo esto será una vaga pesadilla. En unas horas habrá terminado este suplicio. Agarro la gargantilla y se la coloco al cuello. ¡Sería tan fácil estrangularla ahora! Pero retengo mis ganas y con un ligero ademán, cierro el broche. Lo que sea su vida a partir de ahora me interesa poco. Será Reina de Gondor, sí, además de esposa de Aragorn Elessar (¡como odio ese nombre élfico que ahora acompaña al suyo a todas horas!). Pero yo también seré feliz, en mi Principado de Ithilien, junto a mi esposo Faramir, lejos de todo esto.
-¿En qué pensáis, Éowyn? - su pregunta me coge de improviso. Ahora ya no sonríe, quién sabe desde cuando. ¿Habrá notado mi rencor?
-En lo diferente que será mi vida a partir de ahora. - lo cual no es del todo falso. ¿Pensaba que le confesaría mi desdicha? ¿Que podría regocijarse en ella? No, nunca le daría ese gusto. Oficialmente soy feliz, aunque todos sepan que no es del todo cierto. Amo a Faramir.
-Veo que no os habéis puesto joyas para este día.- su rostro no presenta asombro, ni siquiera malicia
-Nunca me gustaron los excesivos adornos.- y mucho menos para un día tan
funesto como este. Se acerca a un pequeño cofre que reposa encima de la cama sacando de él un delicado collar élfico y me lo tiende.
-Creo que os quedaría bien, Éowyn. -de nuevo su mirada me martillea violentamente. Yo no hago ningún gesto, ni para aceptarlo ni para rechazarlo, aunque lo último que desearía en este día es llevar adornos élficos.
-No estoy segura...- ¿cuál sería la mejor manera de rechazarlo sin aceptar que odio todo lo que tenga que ver con su persona? En un movimiento inesperado, apoya su mano en mi brazo.
-Éowyn, sé que hasta ahora el destino te ha tratado mal. Has sufrido más de lo que te correspondía. Pero confía en mí, a partir de ahora será distinto.-
¿Qué sabrás tú de sufrimiento, elfa estúpida? Te has pasado toda tu vida viviendo entre los jardines mágicos de tu abuela y los pasillos encantados de tu padre, siempre adorada y amada por todos. Rodeada de privilegios, lujos y belleza. Tú nunca has sentido la verdadera soledad, no has visto como tu primo moría desamparado, cómo tu hermano sufría injustamente de aquel al que servía con amor y paciencia, cómo tu tio, tu Rey, envejecía ante tus ojos bajo el influjo maligno de Saruman. No has visto como tu pueblo moría bajo las crueles espadas de los orcos y era torturado sin venganza. Tú nunca te has sentido infravalorada, dejada de lado, obligada a permanecer inactiva mientras los que más quieres mueren, sin que se te permita siquiera llorar por ellos. Nunca has sentido el aliento de la muerte en tu cara. No has sufrido heridas de guerra, no has visto cómo tu vida, tus sueños, se desvanecen en el aire. Nunca en tu vida una elfa de poco cerebro se interpuso entre tú y quien hubiese sido tu esposo. No me hables de dolor,
de sufrimiento, del destino aciago, tú que jamás has sentido nada de eso.
-Serás feliz.- la miro a los ojos y me sorprendo. No hay más orgullo élfico ni superioridad vencedora. Hay... ¿comprensión? ¿quizás tristeza? Esos ojos grises intentan explicarme algo. Me hablan del desamparo. Me hablan del miedo constante a no volver a ver a quienes deja marchar. De las lágrimas derramadas mientras bordaba un estandarte que sabía que llevaría la frágil esperanza, la vana esperanza de una victoria aún borrosa. De las largas noches en vela debatiéndose entre un destino inmortal y solitario o una fugaz vida mortal y feliz. Del dolor al comprobar cómo su pueblo disminuía, cómo el mundo se ocultaba bajo las sombras. Del dolor de la eterna
separación con su familia. Del sufrimiento de ver cómo Aragorn marchaba, visita tras visita, sin más promesa que la de volver si aún continuaba vivo.
-También serás feliz.- sabe que no poseo su visión élfica y que no es más que un deseo de lo que acontecerá en el futuro. Sabe que, a pesar de todo, entre nosotras hay un abismo infranqueable, pero sonríe y me coloca el collar. Después de todo no me queda tan mal, hay que reconocer que los elfos son grandes joyeros.
-Quédatelo. Así podrás recordar siempre este día, en el que el equilibrio volvió a la Tierra Media. - estúpida elfa... no puedo menos que sonreir.
Sigue con ese orgullo y esa superioridad que no podrá quitarse jamás.