El forastero de Treaselgard
El reino llamado Scosgleen en las Altas Tierras del Norte es oprimido por un rufian reino llamado Rhutkaran. La guerra es inminiente, pero Theodoric Weohstan, Rey de Scosgleen, trata de hacer lo imposible por conservar una fragil paz. Por otra parte, lejos de Scosgleen, Ethelred Gorm, un misterioso personaje que guarda oscuros secretos, inicia una travesia hacia el norte. ACTUALIZADO con 10 nuevos capítulos

Espero que les guste esta historia que a medida que avanza se vuelve más oscura y llena de tensión por los acontecimientos que ahí suceden. En los capitulos finales suceden tantas cosas tan rapido y al mismo tiempo que no podran pestañear y la piel la sentirán de gallina, bueno eso es lo que sentí cuando la escribía, jejeje. También se podrá ver como los personajes van evolucionando en la historia, como cambian a través de las experiencias que tendrán que vivir, quien vive y quien tendrá que morir en una historia de lucha épica y el horrendo secreto que esconde el castillo.

Quiero decir que me he inspirado y por qué no decirlo, copiado ciertas ideas de la literatura que he leido. Entre ellas, El Señor de los Anillos y otras más de fantasía, ciencia ficcion, drama... En fin, creo que he escrito un libro que reune todos los libros que he leido y he creado el libro perfecto que seria para mi...

Para cualquier comentario o crítica, escribidme a emanuelramosp@hotmail.com

Emanuel Ramos Peña


Kinryas, Nunus y Blodeuedd

Desolación.
El paisaje lucía enfermo.
Todo estaba destruido, solo se veían casas de piedra y madera que estaban totalmente destruidas y en llamas. La visión era muy pobre por la negrura del humo que se mezclaba con la densa y fría neblina. El ambiente era húmedo y terriblemente frió, congelaba cruelmente la carne y endurecía dolorosamente los músculos. Pero había algo mas, se respiraba una tensión en el aire, algo malsano en el ambiente que hacia mas pesado al aire. Había hostilidad en el ambiente. Maldad en el ambiente.
En el decrépito pueblo solo se escuchaba el murmuro crepitante de las llamas en que aun se encontraban algunas casas. Olía a muerte, a carne pútrida y chamuscada.  Avanzando entre las calles de tierra apisonada, se encontraba una mujer decapitada frente a una casa totalmente derrumbada, su rostro estaba mirando de lejos a su cuerpo decapitado con una expresión de conduelo.
Era un caos.
Entre los escombros de una de las casas, había una vieja madera quemada parcialmente. Tenía un fondo blanco y sobre este con letras negras y sencillas, decía la palabra Treaselgard. Mas adelante, en una que parecía haber sido una modesta cantina, ahora estaba totalmente destruida. Se podían distinguir tres cuerpos carbonizados y humeantes que se confundían con las llamas y cenizas de la construcción a punto de desplomarse.
El viento seguía soplando y la niebla seguía enfriando la piel. En las parcelas que estaban atrás de las casas, se encontraba el ganado muerto. Vacas, cerdos y aves esparcidos por los marchitos campos moteados de manchas de sangre. Todo parecía un desastre. Algo había sucedido en ese lugar, algo terriblemente malo había sucedido en ese lugar.
Pero la desolación continuaba por todas partes. Al lado de una casa que aun se encontraba en pie, había un pequeño niño muerto boca arriba con tres flechas clavadas en el torso, un pequeño charco de viscosa sangre había crecido bajo el. Mas adelante, un hombre mayor yacía en el suelo boca abajo, con un hacha hendida en medio de la espalda, aun tenia los ojos abiertos, aun tenia una expresión de pánico como si aun quisiera huir del lugar.
Cuerpos brutalmente masacrados aparecían por todas partes cual flores en primavera. Había cuerpos de mujeres, niños, hombres, ancianos, animales. Afuera de una pequeña capilla en la que solamente la pared lateral y una del fondo estaban frágilmente aún en pie, una mujer con un bebe y otros dos niños yacían tirados en el suelo entre charcos de sangre, con sus cuellos degollados. Al lado de ellos había muñones de carne ensangrentadaza, sin forma, sin identidad. Cadáveres descuartizados. Un anciano junto a una casa en llamas estaba en el suelo con ambas piernas cercenadas, arrancadas. Tenía jirones de piel y parte de músculos sanguinolentos colgándole bajo las rodillas, había marcas en la tierra húmeda que indicaban que había tratado de arrastrarse antes de morir.
En medio de lo que parecía ser una pequeña plazuela, entre las casas en llamas se encontraba una fuente pequeña donde el agua se había tornado rojiza y en la base de esta, había una gran mancha color rojo oscuro de sangre seca y coagulada, ahora liberando un terrible hedor que producía escozor en la nariz.
Pero todo estaba muerto. Todo parecía estar bajo una inmensa quietud, con una inquietante placidez. Solo silencio. Un abrumador silencio.
Después, un ligero sonido. Un pequeño y casi imperceptible sonido se escucho en el centro de la plazuela. Detrás de la fuente yacía alguien recargado en la base de esta. Una niña y... ¡Estaba viva!,  era la única persona en el lugar que daba señales de vida. Los ojos oscuros de la niña estaban inmensamente abiertos, estaban vidriosos, como si hubieran congelado alguna horrenda escena. Su mirada reflejaba el terror de ser el único testigo con vida de lo que allí había sucedido. Estaba malherida, tenía un costado manchado de sangre y su pequeño hombro estaba hinchado y de un color rojo oscuro de sangre y carne a punto de pudrirse. Tenía las ropas y el rostro sucios, estaba débil, pálida.
Le torturaba el hambre de no haber comido nada en días, tenia una endemoniada sed que le secaba la lengua y se la hacia pastosa. El frío le congelaba la piel. Estaba muriendo lentamente, pero esto no le preocupaba. Le preocupaba algo más. Tenía miedo, demasiado miedo. El pavor de haber visto todo el horror de sangre y demencia que había acabado con todo en ese lugar.
 Temía que volviera, quería largarse lo más pronto de ahí pero no podía moverse, no podía mover su brazo izquierdo y las piernas no le respondían. Alguien vendría a ayudarla. Alguien debería ayudarla.
De pronto escucho un sonido. Un sonido que provenía de unas casas derrumbadas y en llamas a su lado izquierdo. Pero era un ruido diferente, no era el viento ni las llamas. Trato de voltear hacia donde provenía el sonido pero no pudo hacerlo. Un dolor en el cuello hizo que soltara un agudo quejido de dolor.
De nuevo escucho el inquietante sonido, parecían ser pasos. Se escuchaba el crujir de ramas y piedras por las que parecía caminar el anónimo caminante. La niña de pronto sintió un frío escalofrío, un mal presentimiento. Trato de voltear pero no podía, debía conformarse con mirar de soslayo hacia lo que se acercaba.
En ese instante, unos maderos carbonizados se desplomaron en una casa que estaba a unos veinticinco metros. La casa estaba totalmente incendiada y las llamas parecían rascar el cielo con sus lenguas llameantes. Algo había mal en todo ello. Ella lo supo, su respiración se acelero violentamente, sentía la sangre fluir por sus venas con mas fuerza. Estaba paralizada y no podía huir.
Los ruidos continuaron pero no eran producto del derrumbe. Continuaron lentos y pesados. Eran pasos torpes, pasos torpes y sin aparente dirección. Entonces pudo ver algo y esto le hizo congelarle el corazón. Una sombra pareció sobresalir entre las llamas. Algo parecía estar moviéndose, algo parecía estar saliendo de entre las ruinas de la casa. De entre el fuego.
La niña estaba desesperada, sus fracasados intentos de moverse y salir de ahí solo le producían un dolor espantoso. La herida de su hombro era grave, aun le palpitaba, aun le ardía terriblemente. Comenzó a llorar, pero el llanto era débil, estaba demasiado débil aun para llorar. Comenzó a temblar frenéticamente al seguir escuchando los pasos de lo que salía de aquella casa. El humo y la niebla le impedían ver con claridad. ¡Por favor! ¡No quiero morir así! ¡No quiero morir así! Comenzó a sollozar la niña.
De entre las llamas salió una persona, era un hombre alto y robusto. Caminaba lentamente en su dirección, hacia la fuente. Pero algo no andaba bien en el, aunque la neblina no dejaba ver bien al hombre que se acercaba, ella notaba algo, había una extraña forma en su apacible caminar. Avanzaba en un total silencio, solo el ligero roce de los pliegues de sus ropas. Había algo anormal que no se pudo distinguir hasta que estaba solo a unos cuantos metros de ella.
¡Por favor! ¡A mi no! Se gritaba con desesperación la niña que lloraba y temblaba incontroladamente. Veía con impotencia como el hombre se acercaba hacia ella. Estaba aterrorizada, sus ojos parecían salirse grotescamente de sus cuencas.
 El hombre se seguía caminando lentamente, sin prisa. Entonces la niña vio con terror que el hombre tenía la piel quemada, ámpulas y pústulas le sobresalían de su rostro. Pero había algo más, el hombre tenia una grave herida en la cabeza, tenia el cráneo casi partido por la mitad, pero aun así estaba caminando suavemente, sin mostrar rastro de dolor o queja. Sus ojos parecían ser una espeluznante copia de ojos de un hombre, solo había demencia en ellos, estaban vacíos, perdidos. El hombre seguía caminando hacia ella, pero parecía mirar a la nada. Como si estuviera perdido en otro mundo.
Se acercaba cada vez más.
La niña sabía lo que le esperaba, respiraba agitadamente y lloraba entre sollozos desperados. Estaba paralizada por el terror de que el hombre estaba a un paso ante ella. El hombre sin expresión alguna en su rostro se inclino y con su mano torpe y ciega la dirigió hacia ella. No había duda, era el final. Los ojos de la niña parecieron abrillantarse por el pavor. Grito con todas sus fuerzas en un estridente alarido que envolvió todo el lugar. No sirvió de nada. Trato de moverse pero ya era muy tarde.

Bassanti se despertó agitadamente, estaba sudando y a la vez sentía frió. Ya había soñado esto varias veces, paro aun no se había acostumbrado, era espeluznante y siempre se despertaba nerviosa y con molesto miedo. Siempre era lo mismo.
Era de madrugada. Se levantó de su cama y se puso un albornoz, una especie de capa grande de lana obscura con capucha. Fue hasta la ventana de la pequeña casa y ahí se quedó un rato mirando hacia la oscuridad del bosque. Había luna llena y se podía apreciar un cielo azul rey tachonado de brillantes estrellas plateadas. Era una bonita noche, era bueno saber que estaba en casa. Aunque sabía que no por mucho tiempo, pronto debía dejar este lugar.
Salió de su casa para lavarse la cara en un tanque de madera que tenia al lado de la puerta. Al salir sintió la suave brisa que hacia murmurar a los enormes árboles que estaban a un costado de la casa. Al mojarse la cara y con la fresca brisa de la madrugada le dio un poco de frió, pero ahí se quedó. Bassanti estuvo mirando su reflejo en el agua del tanque, atrás de ella, estaba la brillante luna que se reflejaba de manera imperial sobre ella. Se quedó pensando. ¿Que significa? ¿Porque el mismo sueño de siempre? y además, ¿Por qué  Treaselgard? ¿Qué esta pasando?
Por lo regular ella nunca hacía mucho caso a sus presentimientos, pero este en particular, estos sueños, le causaban una irregular incomodidad. Eran más fuertes.
 El pensar en ello le daba un escalofrió que iba desde la espalda baja hasta la nuca, hacia que se le erizaran los vellos de la nuca. Todos estos sueños y pensamientos sobre destrucción la estaban acosando desde hace unos meses. Sentía que tenia que irse de su hogar para buscar respuestas, pero no sabía a quien preguntar ni a donde ir. Solo sabia que necesitaba irse a algún lado, no soportaba estar mas en ese lugar. Algo la forzaba a huir, quizás era el típico remordimiento de haber dejado su hogar y darle la espalda a su pueblo. Intentaba remendar el problema. Estaba delirando y... estaba cansada. Se fue a dormir.
 
Para el amanecer todo parecía estar bien, los típicos sonidos del campo comenzaban a aparecer a medida que el sol salía de entre las montañas. El canto de los pájaros, el balar de las ovejas, el suave rumor de las hojas bailar por el viento, el murmullo del agua del lago. Bassanti había dormido tranquila y se había levantado de buen humor.  Era octubre y en Herzendork, una zona boscosa del sureste del Ultimo Santuario, el clima era calido como si fuera aun verano. Todo el año se podía disfrutar de un clima agradable y de un paisaje lleno de árboles frondosos, lleno de lomas y hondonadas cubiertas de un fino pasto verde y un magnifico lago que estaba frente a su casa. Era el paraíso.
Como el clima era cálido, Bassanti se fue a bañar al lago que había enfrente de su casa. Todo era verde. Cruzo un lugar boscoso lleno de pinos y plantas silvestres, y después de una pequeña loma llego hasta donde estaba el lago. Grande y pacífico donde había enormes peces dorados que a veces servían de comida. Un lugar muy cómodo y agradable, era una pena tener que dejarlo pronto, pero así era la situación en la que se encontraba.

Bassanti era una mujer joven de veinticinco años, alta y esbelta, de piel olivácea y nariz pequeña. En su rostro presumía unos penetrantes ojos azules. Su cabello era rubio y lacio y le llegaba hasta los hombros. Pero esta apariencia frágil contrastaba con su excelente constitución física y gran fuerza debida al intenso entrenamiento y gran disciplina con la que había sido educada cuando vivía en las Islas Hermanadas.

Regresó de haberse bañado al poco rato, se vistió rápidamente, haciéndose una cola de caballo, se puso un pantalón ajustado café de piel volteada, unas botas de piel. Eran toscas y duras, le llegaban a las rodillas y protegían la pantorrilla por medio de armaduras metálicas. Se puso una especie de coraza ligera de piel endurecida para el pecho que le daba una libre movilidad de los brazos. Además de esto, en las piernas, a la altura del muslo, lleva unas bandas de piel ajustadas a sus piernas donde se guardaba cuchillos y otros utensilios. Guardó unas cuantas cosas en una alforja grande de piel que podría haber sido de venado, se la montó al hombro, agarró un largo carcaj hecho de madera donde llevaba unas treinta jabalinas delgadas de un metro de largo y con una cuerda se lo puso en la espalda. Por ultimo tomó su viejo escudo que era de color dorado en las orillas y en el centro era de un opaco color plateado. No era muy pesado y tenía algunas marcas de golpes y raspaduras.
Tomó sus cosas y se fue de ahí. Era un largo recorrido desde las bajas planicies de Herzendork hasta la prospera región de Erebos. Haría unos seis días a pie, un cansado trayecto que dejaría muerto a cualquiera, y mas si este viaje se hacia a pie. Pero no para ella, como una bien entrenada guerrera de las Islas, esto seria solamente un poco de lo que siempre practicaban a diario en su antiguo hogar, cuando servia a la legión de su Reino, una ciudad llamada Arskka.

Bassanti provenía de las reconocidas mujeres guerreras que viven en un grupo de tres islas muy próximas en el sur del Ultimo Santuario (Kinryas, Nunus y Blodeuedd), llamadas también las Islas Hermanadas, en el sur del mar de Brighantia, próximo al Vasto Océano. Bassanti había nacido en Kinryas, donde hay unas grandes montañas de la cordillera del Monte Gofannon, que permanece nevado durante todo el año y se eleva sobre la extensa y  exuberante vegetación de los bosques tropicales de las islas. Arskka tiene una cultura relativamente aislada. Se han adaptado durante siglos a la vida en el ambiente tropical, han construido ciudadelas de piedra donde protegen sus casas entre las bóvedas de los robustos árboles de la jungla.
Estas ciudades son una maravilla arquitectónica, por lo que es un orgullo para su aislado pueblo y las protegen celosamente. Los habitantes nativos nunca llevan extraños a las Islas, evitan que cualquier extraño pise sus tierras. Ellos, a diferencia de la mayoría de las culturas del Ultimo Santuario, no siguen los nombramientos de Zarpanitum, pero en cambio tienen una religión politeísta que se apega a los estrictos principios del Orden. Los pobladores de Arskka son gente que se dedica a la pesca, una de sus primeras ocupaciones que les hicieron tener contacto con dos de los principales Reinos del oeste y con las ciudades de Tekkeitsertok, en el este, cruzando las Aguas Muertas.
El metódico respeto por sus muertos hizo que construyeran el Cementerio de los Dioses, que se constituye en una bien definida jerarquía. Cada miembro sostiene un segmento en el balance del Orden. Este fuerte sentido del Orden maneja el pueblo las Islas para llevar a cabo tareas tanto en la grandeza como en lo minúsculo de sus acciones. Su principal deidad es Obatala que junto con Cerunnos, imponen las reglas de las estaciones y el clima. Después de estas deidades, hay un extenso número de menores dioses, cada uno con diferentes responsabilidades que influyen en cada día del pueblo de Arskka. Los sabios monjes de Arskka creen que este cementerio es un vestigio de la colonización que hicieron hace siglos. De acuerdo a los escritos hallados, esos mismos hombres compartían los mismos nombres de sus dioses, pero algunos aspectos y su cultura ha cambiado al pasar el tiempo.
En la cultura Arskka, solo las mujeres sirven como soldados, su intrínseca destreza superior y la ligera estructura corporal hacen que sean mejores para el combate en vegetaciones de bosque lluvioso, y de sus densas islas tropicales. Los hombres pueden ocupar cualquier tipo de posición en la comunidad, como el clero, gobierno, así como el mercadeo y las ocupaciones agrícolas.
Las guerreras de las Islas Hermanadas, además de distinguirse por su habilidad en el combate mano a mano, entrenan dentro de la jungla de sus nativas islas con el arco, lanza y jabalina, con una excelencia grandiosa, ya que en combinación de su rauda disciplina religiosa y por su demás ingeniosa creatividad al hacer armas, son unos combatientes temibles. Pero pesar de todo esto, son comunidades pacíficas que tratan ante todo, poder crear una inquebrantable paz.

Ahí se encontraba Bassanti, caminando hacia el noreste. Le gustaba mas caminar por la noche pese a arriesgarse a los obstáculos que podría tener al pisar piedras o ramas con que tropezarse o encontrarse con algún animal peligroso. De día podía seguir la dirección guiándose mas fácilmente por la luz del día, pero el calor y el cansancio la agotaban rápidamente, por eso prefería la noche y seguir el camino dado por las estrellas y la luna. Así es que mayormente caminaba de noche con la única iluminación que le daba la luna, y en el día se dedicaba a dormir debajo de una cómoda sombra de un árbol.
De noche tenia también la ventaja de que se podía cazar más fácilmente, ya que muchos animales estaban durmiendo, y siendo cautelosa, cuidando su posición respecto a la dirección del viento para evitar que los animales se den cuenta de su presencia y actuando con rapidez, era verdaderamente sencilla la caza.
La primera noche iba caminando entre la planicie de largas y cortantes espigas en una placida planicie cuando vio algo a lo lejos, resguardado por la oscuridad de la noche. Era un jabalí comiendo unas raíces
Bassanti no podía desaprovechar esta oportunidad, tenia hambre, había estado caminando durante algunas horas del día y casi la noche completa. Unas tres horas sobre la media noche habían transcurrido. Así es que se acerco lentamente al animal por la retaguardia, escondiéndose en un enorme montículo de piedras y tierra. Será fácil, solo con que no me escuche o si no lo echaré todo a perder, se decía a si misma Bassanti mientras sacaba lentamente una larga jabalina de su carcaj. Tenia que ser muy cuidadosa, había tenido una mala experiencia hace tiempo cuando fue atacada por un jabalí adulto, una hembra que protegía a sus hijos. Podían ser animales muy peligrosos, de eso no había ninguna duda.
Cuidadosamente se fue acercando, caminaba agachándose y escondiendo entre las espigas que volaban y se ondeaban lentamente con el viento. Sentía que hacia demasiado ruido al caminar, pero el jabalí aun no sabia de su presencia. Se acerco lo suficiente y se oculto de nuevo tras una enorme piedra. Entonces Bassanti se lanzo al ataque.
El jabalí nunca se percato de la extraña presencia hasta muy tarde, cuando le llego la primera jabalina que se le enterró estrepitosamente en un costado. El jabalí dio un estruendoso grito que rompió con lo silencioso de la noche, parecía como si el sonido se multiplicase.  El jabalí trato de atacar a la mujer y se abalanzó contra ella, aun con la lanza atravesada en su tronco arrastrándola cuando se movía. Ella salto hacia su derecha impulsada con la ayuda de la otra jabalina que tenia en la mano, cuando cayo, el jabalí enfurecido se volvió para embestirla. Estaba gruñendo y salivando furiosamente. Hilos de sangre le escurrían por la lanza hasta el suelo. Entonces se puso en marcha contra ella, pero Bassanti fue más rápida. Le asestó otra la lanza vertiginosamente en el cráneo. Los aullidos del animal se apagaron de pronto y el sonido quedo en el aire por algunos instantes.
El animal cayó de costado instantáneamente. Su cuerpo inerte le desencantaba toda la fuerza física que tenia cuando estaba vivo.

- Me voy a dar un buen festín después de todo - dijo en voz baja Bassanti que en realidad estaba entusiasmada por comer algo, su estomago estaba completamente vacío. Entonces fue hacia el cadáver del animal y le arranco bruscamente la jabalina que tenia clavada en el cráneo.


La Mano de Zarpanitum

Era medianoche y Ethelred Gorm se preparaba para abandonar la pequeña provincia de Kongsport, un pequeño pueblo que sé ubicada al suroeste del Santuario, en las verdes tierras de Wayland. Ethelred se dirigía hacia La Rogue, un pequeño campamento que servia como estancia en el cruce de caminos de viajeros y comerciantes que se dirigían hacia las principales ciudades que se encontraban alrededor. El campamento se ubicada en los Valles Bajos al sur de Erebos.
En realidad no quería abandonar su hogar, el hogar donde había vivido largos años de tranquilidad, largos años sin preocupación. Pero los rumores de las tierras septentrionales comenzaban a llegar a la provincia. La gente tenía miedo. Algo había pasado, lo sabia, también tenia el presentimiento de que iba a volver. Estaba despertando.

Ojalá y solamente fueran eso. Rumores, decía para si mismo Ethelred Gorm. Ya había terminado todo, no puede regresar, no debe regresar, se dijo de nuevo a si mismo con un rostro de preocupación, con miedo en sus ojos.

La gente que conocía a Ethelred opinaba que era un hombre muy reservado y distante. Vivía en una pequeña casa alejada del pueblo desde hace unos pocos años. Nunca tenía un hogar fijo, siempre cambiaba de hogar durante un lapso indeterminado de tiempo, por lo que la gente no llegaba a conocerlo en realidad demasiado. Era amable con la gente que lo trataba, pero en general era alguien ermitaño. Nunca visitaba las tabernas y bares de los pueblos en los que se encontraba, ni asistía a las fiestas del pueblo, y cuando lo hacia, se desaparecía de pronto sin decir mas.
Esto asustaba a algunas personas, pues creían que hacia cosas malas y que traía malas cosas a los pueblos a donde llegaba. Algunos juraban decir que era hechicero o maleante, pero nunca trajo problemas a ningún lugar a donde fue. A pesar de las injurias que algunos campesinos recelosos hacían, la mayoría de la gente con la que se topaba lo respetaba y le tenía cierto aprecio.
Tenia cinco años de vivir en Kongsport, la gente ya lo conocía un poco, pero pocos sabían su nombre, siempre lo llamaban con apodos de "el extranjero","el forastero","el trotamundos" y cosas así. Pero poco a poco se fue ganando la confianza de esa gente.
Por su parte Ethelred tenía sus razones por cambiar de hogar y de vida constantemente, siempre que sentía que ya llevaba demasiado tiempo en un solo lugar. En realidad esto en ocasiones le molestaba, pero era algo que tenia que hacer, su condición lo obligaba. Aun recordaba la vez que se quedo a vivir por mucho tiempo en una ciudad, los problemas llegaron como agua en un rió crecido. Esto le enseño que su vida seria eternamente errante. Nunca tendría un hogar o lugar fijo.
Ethelred tenía una vida desahogada económicamente hablando. Tenia una bolsa mediana con monedas de oro y con eso le alcanzaba para vivir bien. Satisfaciendo las necesidades básicas. Pero a pesar de poder vivir desahogado de la pobreza que acosaba a algunos lugareños, el no aparentaba tener el dinero que en realidad tenia. Vivía en una austera casa, su alimento consistía principalmente en los pocos animales de granja que compraba y en las hortalizas que cosechaba cuando era el momento.
Pero las envidias no se hacían esperar. Campesinos celosos del hombre que parecía mantenerse de una manera misteriosa, comenzaban a hablar a sus espaldas. No veían que trabajara más que su hortaliza y el criar a sus animales. Pero se preguntaban de donde había conseguido el dinero para comprar aquellos animales. ¿Con que dinero? Si parecía no trabajar. Algunos mal intencionados esparcían rumores de que traficaba con productos prohibidos o robados, algunos mas injuriosos lo acusaban de mercadear con objetos peligrosos, principalmente cosas de hechicería y pócimas venenosas, obviamente esto jamás fue comprobado.
La realidad es que Ethelred durante los últimos años de su vida había podido obtener una vida pudiente, debido sus continuos viajes y negocios que tenía con los mercaderes que se encontraba en el camino o con la gente de los pueblos a donde llegaba. No tenía un trabajo fijo. Hace mucho había dejado la legión, hace mucho había dejado de ser un guerrero como los tantos que habían pertenecido a la Orden durante hace ya mucho tiempo. Los caballeros entrenados por Zarpanitum.

La historia de Zarpanitum, la iglesia de religión monoteísta, se remonta hacia la última mitad del siglo V. Cuando la iglesia de Zarpanitum había ganado importancia en todo el este del Ultimo Santuario, cuando las visiones y profecías de Masaya se extendieron por todo el mundo para a las masas del mundo. La iglesia alistó a un grupo de sus más fieles y devotos sacerdotes y los envió  a tierras lejanas e inhóspitas con el fin de convertir a los pueblos del oeste.
Desafortunadamente la iglesia no había preparado a estos hombres para los rigores de tal viaje, y a los riesgos inesperados del violento mundo en que se vivía entonces. Los sacerdotes que sobrevivieron a tales viajes, contaron sobre lo mundano del clima, los dolorosos suplicios que pasaron, los ataques de bandidos y también de los encuentros con horribles animales. Después de esto, la iglesia preocupada por la seguridad de sus mojes y sacerdotes, entrenó a hombres hábiles y fuertes, pero también, puros del corazón, para convertirlos en los santos guerreros, los Paladines,  los caballeros que acompañaban y salvaguardaban a sus misioneros.
Unas décadas después, los guerreros fueron llamados a servicio. Esto durante una época turbulenta de sombrías y extensas guerras. La iglesia entrenó a una segunda campaña de conversión, la inquisición de Zarpanitum se esparció por las tierras como una tempestad, acrecentándose las sospechas sobre de que en las provincias del norte se había formado un determinado número de supuestos Cultos de Muerte, conducidos por un Capitán llamado Leoric. En esta que había sido la nueva generación de Paladines eran conocidos como La Mano de Zarpanitum. Estos caballeros reclutados por todos los Reinos que rendían culto a Masaya, vencieron al poderoso ejército del Capitán Leoric, que había caído bajo un poder corrupto. Estos caballeros de justicia cambiaron el mundo a través de las tierras, expulsando las manchas de contaminación pagana que habían encontrado en su camino.
En medio de esta sangrienta cruzada, se levantó una rebelión entre rangos de los paladines de Zarpanitum. Los rebeldes condenaban los métodos de la inquisición, proclamando que su nueva Orden de Paladines debía proteger a los inocentes, y que la corrupción maléfica contra la que habían luchado simplemente no era mas que una evidencia de el fracaso de sus antepasados. Y así, la rebelión dejó Zarpanitum para ahora si aventurarse al oeste.
Los caballeros de la Mano de Zarpanitum que talaron los ejércitos de Leoric, fueron educados en templos guerreros para purificar su corazón y siguen religiosamente las enseñanzas de Zarpanitum que Masaya a puesto en sus libros, la religión de la Luz. Son guerreros de batalla para quien la fe es su escudo más poderoso, luchan por lo que creen tener la razón.
  
Esto ya no parecía tener ningún sentido para Ethelred, cuando el se alisto a las filas de la Mano,  fue porque creyó que iba a hacer algún bien al mundo. Iba a rescatar de la mísera y de la pobreza a los desgraciados paganos. Estando dentro, se dio cuenta que no podía, una institución tan grande como lo era la Mano de Zarpanitum tenia muchos huecos en sus raíces supuestamente firmes y puras.
Haría un mejor bien estando solo, actuando individualmente. Ya lo había echo antes. Así que decidió salirse de las filas del la Santa Orden, pero al salirse, era desterrado automáticamente por Zarpanitum con el titulo sobre su frente de traidor y pagano. Quizás esto le habría molestado en otro tiempo, pero en ese momento no lo sintió como una maldición, sino como un alivio.
Después de estar fuera de la Orden, siguió viajando, conociendo lugares, viviendo por temporadas en distintos lugares. Casi había estado en todos los reinos y lugares del Ultimo Santuario, como se le llamaba al mundo. Le gustaba vivir así. Pero esta vez deseaba quedarse más tiempo en Kongsport. No tenía planeado partir hasta que pasara más tiempo, pero la llamada era urgente.
Debía partir inmediatamente.

Para llegar a Erebos se tenia que ir por el Río Lu hacia el norte, río arriba hasta llegar a Khanduras, después de ahí, tendría  que hacer su recorrido a caballo para llegar al campamento de la Rogue. Será sencillo, se dijo Ethelred, así que se aseguro de preparar todas sus cosas (que no eran muchas), solo un pequeño fardo para guardar sus cosas personales. Los animales los liberaría y la casa la dejaría abierta para que la ocupara quien quisiera. Estaba seguro de que no volvería.
El equipaje que llevaba era demasiado liviano, en La Rogue tenia algunos conocidos que le podrían prestar algunas cosas que pudiera necesitar. Además de que probablemente ahí se quedaría a vivir temporalmente, además, tenía que ver a su informante. Ella seguramente le tendría noticias de lo que pasaba.
Entonces Ethelred en su habitación con la iluminación de una pequeña lámpara, se puso a recoger sus cosas. Se preocupo por guardar en una tela de linaza roja en el que guardaba un manojo de monedas de oro. Las acomodo en una hilera y envolviendo la tela a manera de cinturón, se la puso en el pantalón en la cintura, después se puso sobre este un cinto grueso de piel café oscuro.
Se guardo una larga daga plateada con empuñadura negra y se la guardo en una vaina negra a un costado de su cintura, amarrada esta al cinturón. Lo que pareció importarle mas no fue el empacar su dinero o sus armas, fue una larga caja de madera y forrada en piel oscura, reforzada en las esquinas con plata. En el centro de la caja tenia grabados unos dibujos de árboles, astros y extraños animales, en las orillas de la caja estaba adornada con extrañas letras y símbolos antiguos. Eso era todo lo que llevaba. Todo lo que necesitaba.

A Ethelred le esperaba un largo viaje, pero no le importaba, se veía y se sentía joven y fuerte. Era alto, mayor que el promedio de la gente, su cuerpo era grande con un espalda ancha y sus músculos se dibujaban disimuladamente bajo la camisa de manga larga color marrón que llevaba puesta. Tenía  el cabello castaño que le caía suavemente hasta los hombros. Una pequeña cicatriz se dibujaba en una de sus cejas obscuras y pobladas que se hacían contrastar con sus aceitunados ojos expresivos y su uniforme piel apiñonada.
Tenía una presencia agradable, por lo que era asediado comúnmente por las damas con que se encontraba, pero la resequedad de su carácter minaba las esperanzas de muchas de ellas. Había tenido algunos fugases encuentros amorosos, pero eran cortos y mínimos. No le gusta enlazarse con alguien, es un compromiso muy grande para el, un compromiso que tarde o temprano le traería problemas, al igual que las amistades. Ya le había sucedido antes.
 
Salió de la casa dejándola abierta y fue a la granja y libero a los animales. Ya caminando en la oscuridad de la media noche, se dirigió al muelle del río Lu donde se encuentran algunos lancheros y pescadores que viven ahí o duermen después de embriagarse durante toda la noche. Llegando ahí encontró el muelle vacío, las pequeñas lanchas parecían estar vacías.
Camino unos metros mas hasta que encontró una con alguien adentro. Se acerco y vio a un lanchero dormido boca abajo, estaba sucio, estaba descalzo, tenia la sucia barba un poco larga y mal cortada.

- ¡Hey hombre, levántate!- dijo Ethelred en voz alta. 
El lanchero no se movió, paresia estar durmiendo como un niño. Como un niño ebrio y baboso, pensó el al ver el charco de saliva que tenia bajo sus mejillas. Entonces  Ethelred lo pateó suavemente, diciendo - ¡levántate! -
Entonces el lanchero se movió aun adormilado. Ethelred le volvió a dar un ligero puntapié y dejo que se despertara.
El hombre se despertó malhumorado y volteó hacia donde estaba Ethelred. Parecía estar aun dormido pero con los ojos abiertos, y con un fuerte hedor alcohólico que salía de su boca
- ¿Qué quieres? - dijo el.
- Tu bote - respondió Ethelred con firmeza. 
El lanchero lo miró y se rió secamente con una risa falsa e irónica mientras le decía  - ¿Cómo dices? -
- ya te lo dije, quiero tu bote. Pagare por el, por el dinero no te preocupes, yo tengo lo suficiente como para que te compres otro - dijo Ethelred con ya un poco de tranquilidad.
- ¡Ja! ¿Que te lo venda? - Dijo el lanchero riéndose con sarcasmo - me lo gastare en alcohol la misma noche en que me lo des -
- necesito su bote señor. Pagare el doble del valor por el bote -
- ¡Es todo lo que tengo, es mi casa, y es mi trabajo!  Estaría loco si te lo vendo - Dijo el lanchero dudoso. Después pareció pensar un poco y pregunto - Mm. ¿A dónde va? -
- Hasta Khanduras -  respondió Ethelred.
- tu suerte parece sonreírte, pensaba ir mañana a visitar viejos amigos ¿quieres que te lleve entonces? Claro, el viaje te costara.- dijo el lanchero con una amplia sonrisa, en ella se podían distinguir sus amarillentos y podridos dientes.
Ethelred se sacó del cinto de linaza, y del montón de monedas agarró dos y se las arrojó al piso del bote mientras decía - te daré seis más de estas al llegar a donde te pido, pero nos tenemos que ir ahora mismo. -
El lanchero sonrió de nuevo y agarró las dos monedas rápidamente, asegurándose de que eran de oro y después le hizo un ademán de que subiese al bote, desamarró las cuerdas en el muelle y empezó a remar.
- No tardaremos mucho, haremos a lo mucho tres días hasta Khanduras. Parece tener mucha prisa señor... ¿como se llama mease? - pregunto el lanchero.
- Gorm - respondió, sin mucho ánimo de comenzar una platica.
- Claro mease Gorm, ¿y tiene mucha prisa mease? - volvió a preguntar.
- No es asunto suyo - dijo Ethelred con su capacidad de paciencia a punto de explotar.
- ¿Por qué ese mal humor mease? - Insistió el hombre - solo es una simple pregunta por la curiosidad de un pobre lanchero -
- Limítate a hacer tu trabajo - asevero Ethelred ya de mal humor.

El lanchero solo lo miró con una expresión de desprecio en su rostro iluminado por la luna. Se quedo callado mirándolo de soslayo mientras remaba en la oscuridad.  Maldito extranjero arrogante, pensó el lanchero. Solo lo llevaba porque no tenia ninguna moneda en el bolsillo, necesitaba dinero urgentemente y este desgraciado tenía dinero. Vaya que lo tenía. Sabia que terminando el viaje se iba a ganar dinero, mucho dinero.