Capítulo I Viajando
Ese día como todos los sábados, mi mamá me pidió que regara su jardín. Me encontraba especialmente renuente ya que hacia frío y viento. Pero no me quedó más remedio que cumplir con mi tarea de los fines de semana. Tomé la manguera, no habían pasado más de veinte minutos cuando la palmera, gracias al viento, dejó caer un coco que fue a dar justo en mi cabeza. Sentí un inmenso dolor y me desvanecí.
Cuando abrí los ojos, este chico acariciaba mi cabello con una dulzura extrema y sus ojos celestes me incitaban a relajarme y algo más. Me cantó en su idioma y pronto comprendí que lo entendía, me senté recargada en él, se estaba tan bien allí.
-Ireth, debéis estar tranquila. Un golpe de orco no es fácil de asimilar y menos para una señorita-dijo Legolas.
Lo miré y me sorprendí de ver que sus palabras no me eran extrañas. Lo abracé para saberlo real y así fue. Lo sentí, sus músculos, su olor, su largo cabello rozando mis manos.
-Ya, querida mía. Estáis a salvo-dijo Legolas.
Entonces pude ver mis ropas. Telas de gasa en colores vaporosos me envolvían, además un cinturón tejido en malta (oro) con piedras preciosas que representaban hojas.
-¡Ah! símen (aquí) estaban. Hemos muerto a casi todos los orcos. ¿Ella está bien?-dijo Aragorn.
Le observé sin poder articular respuesta. Esa melena oscura que enmarcaba su rostro, lo hacia hermoso; su piel ligeramente morena le daba otro brillo a esos celestes ojos de rey.
-Mejor sí (ahora), Aragorn-contestó mi rubio enfermero con alguna molestia.
-Legolas, deberíamos sacarla de sinomë (este lugar), llevarla a Bosque Negro-dijo el dúnadan.
-Eso es imposible, nunca llegaríamos a tiempo al final de nuestro viaje. Debéis estar en Gondor a más tardar en neldë (tres) días-contestó Legolas.
-Tenéis razón, pero esta empresa no es fácil para Ireth y..., no quiero que esté símen (aquí)-dijo irritado Aragorn.
-Bien, dejemos que sea ella quien decida- concretó Legolas.
Fijé mi vista en uno primero y en el otro después, mi condición no era peor que la de ellos y, yo era una guerrera.
-Partiré con vosotros en este mismo momento, si así lo disponéis Aragorn hijo de Arathorn-dije.
Legolas me miró perplejo pero a la vez aliviado, me ayudó a ponerme en pie. Caminamos hacia el claro del bosque, a reunirnos con el resto de la compañía. Legolas tomaba mi mano y Aragorn nos acompañaba mirándonos de reojo. Se sentía una extraña tensión; pero no era por el viaje, era otra la sensación.
Los elfos, Legolas y yo, decidimos comer apartados del resto. Trepamos a un árbol y nos dispusimos a comer un poco de lembas.
-No debiste ir tras ese orco sin la ayuda de Aragorn o mía-dijo Legolas.
-¿Me creéis inútil?-pregunté.
-No es eso y lo sabéis, pero sois nuestra..., mi responsabilidad-dijo Legolas.
-¿Por qué os noto molesto con el dúnadan?-le pregunté.
-¡Te equivocáis!-gritó él.
-No me equivoco y vos no sabéis mentir-dije pausadamente.
-Lo sé, pero no creo que sea el momento...-dijo Legolas.
Lo miré a los ojos exigiéndole una respuesta.
-Ireth, yo... Hace vidas que os conozco, aprendimos a llevar el carcaj juntos...-dijo con calma Legolas.
En ese momento me tomó de la mano y el dúnadan apareció entre las ramas.
-Con esas capas se me dificulta encontraros- dijo Aragorn.
-No estábamos escondiéndonos- contesté irritada.
-No he dicho eso mi lady-dijo Aragorn.
Legolas soltó mi mano.
-Quizá el señor de Gondor tiene algo que deciros a solas-dijo molesto Legolas.
Bajó del árbol con la agilidad que le caracteriza, el dúnadan me miró profundamente, se acercó a mí y...
Capítulo II Confesiones
Aragorn me preguntó:
-¿Por qué Legolas se ha ido así?
-No lo sé, señor-contesté.
-Bueno, no tiene importancia-dijo Aragorn.
-¿Queréis decirme algo, su alteza?-pregunté.
-En realidad...-dijo el dúnadan.
En ese momento me detuve en un punto a lo lejos del camino. Bajé del árbol y ya en el suelo le grité al dúnadan.
-¡Debemos partir, no esperemos más! ¡Hay peligro!-grité.
Partimos en ese momento, Legolas iba tras de mí y Aragorn unos pasos al frente. La verdad estaba cansada de esa situación de no entender nada o de hacerme la desentendida. Tomé una decisión en ese momento, pasaría de ambos y así dejaría de partirme la cabeza y el corazón en dos. El camino se hacía pesado, pero los caballos necesitaban descansar, si los montábamos, más adelante no nos servirían para el viaje. Legolas caminaba ágil, algunas veces dejándonos un poco atrás. Yo seguía al pendiente de las miradas entre ellos y yo parecía ser el trofeo a ese juego que disputaban. No descansamos esa noche, el camino era largo y pedregoso, veíamos el bosque ensancharse en el horizonte. Pronto veríamos a Galadriel. Recuerdo a Legolas buscando mi mirada y yo mirando un poco más allá, hacia mucho que no teníamos ningún peligro y era extraño.
-Venid, hablemos de una vez-dijo Legolas.
-No quiero-contesté.
Se sorprendió de la respuesta.
-¡Claro! Debí entenderlo antes, él ha hablado con vos y sí (ahora), no dejaréis que te diga lo que debí deciros hace tanto-dijo Legolas.
-Estáis equivocado, como siempre-dije.
-No lo estoy, pero está será vuestra ultima oportunidad. Decidiros, hablar sí (ahora), o nunca-dijo secamente Legolas.
Legolas sabía cuanto yo odiaba los ultimátums pero se atrevió a hacerlo y mi respuesta sería la más dolorosa en muchos días.
-Entonces, melda (querido) elfo obstinado, no hablaré con vos, aunque nunca más lo haga-dije con dolor.
-Perfecto, no puedo ahya (cambiar) vuestra decisión, te amo y no me habéis dejado decirlo como he querido- dijo enojado y se marchó.
Ahora sí, la había hecho. Sabía que lo que Legolas quería decirme, cambiaría nuestras vidas y también sabía que de dejarlo hablar un poco más, la empresa habría sido más difícil. Aunque sabía exactamente que se traía entre manos el elfo obstinado. Me senté a esperar el alba, cavilando sobre la noche anterior, rebobinando las imágenes de Aragorn y Legolas en la cena, sin hablarse. Ahora entendía, Aragorn, según el elfo, sentía lo mismo que él o algo muy parecido, pero ¡él estaba comprometido con Arwen! Yo no quería causar una enemistad entre ellos, y sabía bien que era por mí, pues ambos se sentían responsables. Decidí entonces que lo mejor era volver a Rivendel, yo quería ir a la guerra, pero la guerra que mi mente estaba librando era mucho mayor y necesitaba el consejo de Elrond.
Tomé a Brisa sin hacer ruido, di media vuelta y partí hacia Rivendel, mandé mensajes de que estaba en camino y uno a Galadriel, para que no os preocuparan por mí. Partí a prisa, mi caballo era rápido y entre más lejos de ellos estuviera, menos intentarían ir tras de mí. Los miré por última vez, no pudiendo saber a cual quería más. Aventé un beso al aire y marché. Confieso que lloré, al cantar esa canción; ya los extrañaba y aún no hacía un día que les había dejado, pero extrañaba más a mi amigo de siempre, a mi cómplice y compañero. Galadriel, con el viento me envió el mensaje, ellos habían llegado, por lo menos estaban bien... Yo, pronto estaría en Rivendel. Pero a pesar del mensaje de Galadriel, algo en ello no me dejaba tranquila, seguí mi marcha.
-¿Está símen (aquí)?-preguntó Legolas.
-Tranquilo, Legolas, no, ella no está aquí- le dijo Galadriel.
-¿Y dónde está?- preguntó Aragorn
-Les pido que os tranquilicéis, Ireth ha vuelto a Rivendel-dijo la reina.
-¿A Rivendel?- dijeron los dos a coro.
-Debéis estar tranquilos y descansar, ella estará bien-concluyó la tári (reina) elfa.
Cuando estuvieron a solas Legolas y Aragorn, hablaron.
-¿Qué le habéis dicho, Legolas?-preguntó Aragorn.
-¿Yo? ¿No has sido vos?-preguntó a su vez Legolas.
-Vos sois el último que habló con ella-dijo Aragorn.
-Y era lógico, vos lo hiciste, sin pensar en Arwen-dijo Legolas.
-Vos no sabéis nada, nunca le haría daño a Arwen-contestó el dúnadan.
-¿Entonces?-quiso saber Legolas.
-Entonces elfo tonto, quería decirle que la quiero...-dijo Aragorn.
-¡Ahí está!-dijo Legolas.
-Espera, eso pasa, que sois muy apresurado. La quiero como a una hermana, iba a pedirle que sea madrina en mi boda-dijo Aragorn.
¡Plaff! Legolas casi cae desmayado, había hecho toda una historia que era de lo más equivocada y ahora se sentía responsable por obligarme a ir, seguramente con un cargo de conciencia terrible.
-¡Oh! Aragorn, he cometido una estupidez- dijo en un sollozo.
-Bueno, tenéis que arreglarlo como sea-dijo Aragorn.
-Pero no puedo volver, lo sabéis. Debo ir con vosotros-se quejó Legolas.
-Está bien, pero una vez, recuperado Gondor, tenéis que buscarle y contarle todo, de mi parte ya me encargaré-dijo Aragorn.
Descansaron esa noche, siendo amigos de vuelta, pero yo no lo sabía y el alma se me partía en dos, a pesar de saber que no estaba enamorada de Aragorn, me preocupaban las cosas que Legolas había insinuado...
Capítulo III Bienvenidas y Despedidas
Llegué a Rivendel muy cansada y lo que hice de inmediato fue buscar a Elrond, necesitaba aclararme, saber que pensaba él. Por suerte lo encontré pronto.
-¡Mi niña! ¡Que alegría veros!-dijo Elrond.
-Sabía que me esperabais, Elrond-le dije.
-Sí, la verdad es que no tan pronto, pero parece que habéis volado-dijo Elrond.
-En realidad...-dije.
-Sé lo que te aqueja, querida mía. Pero, he de deciros que vuestras dudas se esclarecerán antes de lo que os imagináis-dijo el rey de Rivendel.
-Pero, Elrond, señor...-quise hablar.
-Nada, confiad en mí. Tengo una sorpresa para vos. Desde vuestro amado Bosque Negro-dijo Elrond.
Chasqueó los dedos y tras la cortina que ondeaba el viento, apareció ella. Preciosa, más mujer que nunca, cualquiera habría creído que era una Valar.
-¡Cirnellë Tinúviel Anárion! Es una bendición verte-le dije a mi hermana.
-Equë (Digo) lo mismo sobre vos, Ireth Tinúviel. Elrond me ha pedido que venga y he llegado lo antes posible. Pero, vamos, tenéis que descansar y contarme todo lo que habéis pasado. Y por qué habéis vuelto-dijo Cirnellë.
-Claro, dejadme comer algo y tomar un baño, estaré con vosotros dos en cualquier momento-dije.
Salí de ahí, con el peso de mi carga aligerado. Ya no me preocupaba tanto Legolas Greenleaf.
-Podéis hacer lo que quieras, elfo obstinado- pensé.
Tomé un baño en el río y después comí algo. La mirada escrutadora de mi hermana, me hacía dudar y ponerme nerviosa.
-Bien-dije una vez terminado el último bocadillo.-Algo más que Elrond te ha traído símen (aquí) y quiero saberlo.
-No es nada, querida. Tenía ganas de veros y pensamos que mi visita os haría bien-dijo mi hermana.
Vinieron las preguntas de rigor, sobre mis nostari (padres), las lindes del bosque y el rey. Cirnellë contestó a todo. Para cuando llegué al rey, sus ojos se nublaron, no quise, pero no pude evitar leer su mente. Ese algo relacionado con Legolas me tumbó moralmente. Otra vez estaba pensando en él. Le pedí disculpas a mi hermana y a Elrond que miraba como no haciéndolo y salí del salón. Me interné en el bosque y volví al río. Clavé mis ojos en él, y hablé con Legolas.
-Es necesario que vuelvas, Legolas melda (querido)-le dije.
-Lo sé, y lo haré pronto. Acompañaré al dúnadan hasta Gondor, una vez librada la batalla, volveré a Rivendel y hablaremos, solos tú y yo-contestó Legolas.
-Entiendo que debéis demoraros, Cirnellë está símen (aquí)-dije.
-Debéis estar feliz, elfa sensible-dijo Legolas.
-No me llaméis de ese modo- y dejé escapar mis lágrimas.
-¿Os ha pasado algo? ¿No estáis bien?-preguntó Legolas asustado.
-No, estoy bien. No me hagáis caso. Legolas Greenleaf, cuídate-dije.
-Vos también, princesa de mis sueños-dijo Legolas.
Esa noche, recordé sus ojos todo el tiempo. Ya no necesitaba descansar, quería pensar que pasaría conmigo, con Cirnellë, con Legolas; fui hasta Gandalf, quizás él si podría escucharme antes de leerme la mente como Elrond. Gandalf me pidió tranquilidad, me hizo poner en una balanza mis dos amores, me aclaró que Legolas no sabía lo que Aragorn sentía y que lo más probable es que estuviera equivocado. Por otro lado, debía tener en cuenta los sentimientos de mi hermana, hacer honor a mi padre y sobre todo, volver a la pelea. Mis aptitudes eran necesarias en el campo de batalla, además les daba seguridad a los otros. Tendría que ponerme en marcha pronto. En cuanto llegara Gimli, hijo de Glóin. No tenía tiempo que perder, sólo el suficiente para esperar al casar (enano) y a los cuatro medianos que llegarían con él. Esa noche agradecí su apoyo al maia blanco.
Pronto llegó el enano, descansaron un par de días y para cuando llegó yavië (otoño) partimos, otra vez. Me despedí de Cirnellë prometiéndole que estaría pronto de vuelta y que volvería bien. Sus ojos se llenaron de paz y a mí me inundaron de esperanza. Debíamos estar pronto en Gondor, la lucha había iniciado. Los medianos eran una compañía muy alegre, a saber por Elrond, eran viejos conocidos todos y la verdad es que me hacían el camino tranquilo. Se notaba que la mayoría de los orcos, trolls y demás bichos que habían quedado después de la destrucción del sin nombre, estaban en Gondor, podía sentirlo, por los mensajes que Legolas intentaba mandarme. Yo recordaba sus ojos y los de mi hermana, no temía a las armas orcas, temía a lo que él pudiera decirme. Las noches se fueron lentas, con nada de peligro, sólo las preguntas exigentes del casar (enano).
-Ireth, ¿en que tanto pensáis?- dijo el enano.
-En nada que os interese, casar (enano)-contesté irritada.
-Vaya, la señorita podría contestar educadamente, ¿no?-dijo el enano.
-Bueno, quizá la señorita no quiere hablar con vos- dijo Frodo divertido.
-¿Qué?, nadie se puede negar a hablar con un enano, somos buenos charladores- se ofendió Gimli.
-Claro, claro, pero no más que los hobbits- proclamó Merry.
-A callar medianos, quiero saber qué piensa nuestra compañía elfa-dijo Gimli.
-Nada, no pienso nada. ¿Cómo es posible que Legolas y vos seáis tan amigos?-dije.
-Eso es porque en el fondo, Legolas es un enano- rieron todos con la ocurrencia de Pippin.
-Callen, no tengo porque tener esta charla con ustedes-dije molesta.
-Bueno, tendré que creerle a Legolas, cuando me habló de vos, no dijo más que la verdad-dijo Gimli haciéndose el interesante.
-¿Qué os dijo de mí, ese elfo obstinado?- él corrió y yo tras él preguntando.
Mientras los medianos se desternillaban de risa.
Pasábamos episodios así, y siempre con alguna canción o un poema que Sam nos regalaba. Hasta que llegamos a Gondor, alcanzar las puertas fue difícil, pero Gimli con el hacha, los medianos con espadas cortas y mi arco, lo logramos, además de que nos deshicimos de muchos enemigos. No pensé que esos seres que parecían niños, fueran tan valientes. Pronto estuvimos en castillo. El momento de enfrentar a Legolas llegaría en cuanto hubiésemos acabado con ese millar de enemigos que aún quedaban afuera del castillo.
Capítulo IV Una dura misión
Tuvimos que pelear mucho antes de encontrarnos con el dúnadan y con Legolas. Según entendía, estaban en el ala sur de la defensa. Cuidar a los medianos no fue exigente en absoluto, eran muy buenos con la espada corta y muy valientes, pronto pude enviarles a descansar aunque con mucha reticencia.
-Tener ese disfraz de guerrera no os hace el jefe-dijo Gimli.
-¡No me siento el jefe! Sólo cuido de toi (ellos)-dije.
-Pero, ¿es qué no sabéis ilqua (todo) lo que han pasado esos hobbits? Os cuidarían con más tino ellos a vos-dijo Gimli.
-¡No me importa, casar (enano)! Son importantes los medianos, para Elrond, Aragorn, Legolas e incluso vos. ¡No reprochéis más!-le grité.
-Podríais ser mas divertida, elfa engreída-masculló.
-¿Por qué no os callas y usas el hacha?-pregunté.
-¡Con vos, debería!- Me gritó mientras mi arco asestaba una flecha que daba fin a dos huargos.
-¡Intentadlo siquiera!-lo reté.
-Vaya, que bien se llevan nuestros amigos-dijo él.
Reconocí esa voz en un segundo.
-¡Heredero de Isildur!- Lo abracé, le extrañaba realmente. No me percaté de la presencia de Legolas.
-Por fin llegáis, no la soporto mas-dijo Gimli en tono burlón.
-Oh, melda (querido) Gimli, para entender a ésta elfa; hay que ser un sabio-bromeó Legolas.
-¡Oigan! Basta, estoy aquí-dije fingiendo enojo.
Legolas me abrazó con fuerza como si hiciera años que no me veía. Reconocí su olor, su fuerza, su forma de abrazarme.
-Bien, ¿se van a quedar ahí todo el día o..., van a saludar al enano?-preguntó Gimli.
Ellos echaron a reír, mientras yo le lanzaba una mirada fulminante al enano. Echamos a caminar todos juntos, la sala de la Torre nos esperaba. Habías cosas importantes de las cuales hablar. Ahí comprendí porque Mithrandir quiso que volviera a Gondor cuanto antes. El más poderoso de los Nazgûl había vuelto, una mujer debía intentar terminar con él y una elfa era la mejor opción. Legolas me miraba preocupado, sabiendo el peligro que enfrentaría. El enano me miraba solemnemente esperando mi reacción, la gente pequeña se hablaba al oído y Sam me miraba con admiración. Aragorn, parecía tranquilo.
-No tenéis que hacerlo si no os place, Ireth-dijo Aragorn
-Lo haré- dije después de cavilar un par de minutos.
Legolas salto a mi lado y casi creí que hubiera preferido que no aceptara tal misión.
-No os precipitéis- rompió por fin el silencio Gimli.
-Lo haré cuanto antes. ¿Tenéis algún plan?-pregunté.
-Esperar hasta el invierno. Sitiar al espectro en las colinas de Amon Dîn (Monte del Silencio)-dijo Legolas.
-Sí, es lo mejor creo. Es una colina del reino de Gondor; situada en el este del Bosque de...
-Drúadan-interrumpimos Merry y yo al mismo tiempo a Aragorn.
-Perdonad ustedes dos, olvidé que sois expertos en el tema. Los jinetes de la Marca de Rohan, estarán cerca también-concluyó el dúnadan.
-Para el hrivë (invierno) estaré preparada-dije.
Salí de la sala de la Torre sintiendo la mirada de todos en la espalda, pero no quise voltear; ni aún cuando Gimli se refirió a mí como: "...más valiente que un enano". El silencio se rompía solo por mi respiración y por fin logré salir de su vista. Me encontré de frente con el Árbol Blanco de Gondor. Allí me senté, le hablé y habría dado cualquier cosa porque me respondiera como si fuera un sabio ent.
-Melda (Querido) mío, ayudadme. Quiero y no puedo renunciar a lo que siento. Sé que llenaría de honor a mis nostari (padres), pero y ¿yo? ¿Qué será de mí sin él, sin sus hermosos ojos y su bello canto? Yo no soy más sabia que nadie, pero entiendo que debería pelear por su amor...
-¿Y por qué no habríais de hacerlo?
Levanté la mirada lentamente, escrutando al Árbol, casi le hablo por su nombre cuando recapacité.
-¡Legolas! No deberíais escuchar los secretos de los demás-reclamé indignada.
-Ireth, no estaba espiando; llegué y no pude evitar escucharte-dijo Legolas.
-Lo siento, no quiero hablar en este momento-dije.
Me levanté para irme dándole la espalda, pero él se ciño a mi cintura.
-Un momento, no te vayas, quédate sólo un momento-suplicó Legolas.
-No, tengo que irme de verdad y tu amigo Gimli viene hacia acá-dije.
Me solté como pude y corrí puertas adentro, los hobbits platicaban con el dúnadan. Me acerqué hasta una ventana, él vino hacía mí. Tuve temor que algo de lo que Legolas dijo pudiera ser cierto. Pero necesitaba compañía y Aragorn era bueno para eso. La conversación que tendríamos, me dejaría tranquila, algo que en muchas noches no había tenido.