La noche transcurría plácidamente en Nujelm. Parecía que tras los últimos escarceos, la actividad orca se había reducido considerablemente, y la tranquilidad era la nota dominante en el ya famoso pueblo isleño.
Tumbados junto al mar y con la panza llena tras una abundante cena, Nadyc, Aranur y Bois Guilbert comentaban el desarrollo de la última jornada del Torneo de los cementerios y especulaban sobre el devenir de las tres pruebas que todavía quedaban por realizarse.
Una pequeña silueta se acercó a ellos, y a la luz de la luna pudieron ver que se trataba de una niña de unos quince años de edad. Iba cubierta con una túnica y apenas sí se podían adivinar unos ojos asustados y una boca temblorosa:
- Perdón ,caballeros… busco… bueno yo… me han dicho que en esta isla hay gente que puede ayudarme…
- Hablad, pequeña, no temais – dijo Nadyc – Si necesitáis ayuda habéis venido al sitio indicado. Mi nombre es Nadyc, paladín de Alma. Ese de ahí, el de la túnica, es Aranur, un afamado mago, y dentro de esa montaña de metal está Bois Guilbert.
- Sí… - la niña parecía estar recordando algo – sí, Bois Guilbert, Nadyc, Aranur… son algunos de los nombres que me dijeron…. Veréis, señores. Mi nombre es Lucille, y vivo en Cove. Hace un año mi padre murió en combate contra los orcos que infestan esas tierras, y le enterramos en el cementerio. Se cumple por estas fechas el aniversario de su muerte, y mi familia y yo quisiéramos honrarle como se merece. Para ello hemos traído de Britain un sacerdote que le hará un ritual de agradecimiento, pero tal acto debe ser realizado de noche… y bueno, extrañas criaturas pueblan ese cementerio cuando el sol desaparece. Por ello, mis familiares me pidieron que viniera aquí a demandar ayuda. Dicen en Cove que ésta es la tierra de los colonos, una nueva estirpe de valientes combatientes sin miedo a nada.
- Aehm… ¿una niña viajando sola desde Cove de noche? – inquirió ceñudo Aranur- Vuestra familia es cuando menos… curiosa.
- ¡Se defenderme yo sola! – los ojos de la niña centellearon – y además no soy ninguna niña indefensa – rápidamente sacó una daga.
- ¡Ohhh! ¡Cuidado, la tigresa tiene una daga! ¿Nos rendimos o nos dará tiempo a huir? – Terció con la diplomacia y sentido de la oportunidad que le caracterizan Bois Guilbert
- ¡Brutos insensibles! – exclamó Lucille – Bien, si no queréis ayudarme lo entiendo, después de todo yo no soy ninguna alcaldesa ni ninguna actriz importante…
- Nadie ha dicho eso, lady Lucille, nadie ha dicho eso – habló con voz tranquilizadora Nadyc. – Naturalmente que acudiremos a ese cementerio, y naturalmente que acabaremos con el peligro que pudiera haber. Dadnos cinco minutos para equiparnos y ahí estaremos.
- Yo debo volver rápidamente a Cove, señores – contestó más tranquila Lucille – Mi madre está enferma y necesita de mis cuidados. Además yendo sola podré ir más rápido. Ahm, por cierto, mi familia es pobre, pero decidnos vuestro precio y…
- Nos damos por pagados con sólo poder ayudar, señorita – le cortó Aranur – Además, nunca veréis un aventurero rico, y por otra parte seguro que esos engendros tienen alguna moneda suelta en sus bolsillos.
- Eso, tranquila, pequeña – concluyó Bois Guilbert – Pondremos las cabezas de los monstruos en la tumba de vuestro padre, veréis qué bien queda.
La muchacha miró agradecida a los tres aventureros.
- En verdad sois unos hombres extraordinarios. Muchas, muchas gracias, no dejéis de pasaros por Cove cuando hayáis terminado esta pequeña incursión, y dejadnos al menos que os invitemos a una buena comida.
Dicho esto, la damita se fue en dirección al muelle. Los tres aventureros se equiparon convenientemente y cuando estaban listos para partir llegó Ledoras, a quien poco hubo que explicar para que se uniera a la incursión.
El viaje hasta el cementerio de Cove transcurrió sin incidencias dignas de mención, orco decapitado arriba o abajo.
Una vez ahí, los cuatro se acercaron a la verja…
- Uhm… - dijo Aranur- siento una gran fuerza mágica en el ambiente. Aquí hay algo más que media docena de maltrechos esqueletos… seamos prudentes. – Desde su caballo, pronunció unas palabras arcanas y tres enormes arañas se materializaron de la nada.
Los aventureros abrieron la puerta y penetraron en el cementerio. Con un seco crujido, cuatro esqueletos se les echaron encima, si bien no fueron rivales para las espadas de los guerreros. Continuaron avanzando… y de pronto una figura altísima surgió frente a ellos. Un enorme Señor Liche, envuelto en un aura de maligna luz, les señaló con su dedo muerto y una lluvia de rayos envolvió a todos. Todavía no se habían repuesto del impacto cuando el suelo se abrió y varios caballeros esqueletos acudieron a ayudar a su amo. La batalla fue tremenda. De un lado, espadas y arañas, del otro, poderosos conjuros y durísimos caballeros no muertos, respaldados por un número creciente de esqueletos arqueros y esqueletos magos. Seis, ocho, doce… hasta veinte esqueletos cayeron antes de que los aventureros pudieran entablar combate contra el Señor Liche, y aún así costó un montón de golpes el conseguir vencerle.
- ¡Por los idus de marzo! – exclamó Bois Guilbert - ¡Vaya batalla! Estos malditos bichos cada vez son más poderosos, y sus guardias de corps son durísimos.
- Cierto – contestó Nadyc- Pero es extraño que éste anduviera aquí fuera, no suele ser frecuente encontrar seres tan extraordinarios fuera de las criptas…
- De todos modos… creo que no hemos terminado- terció Ledoras- Oigo ruidos en esa cripta de ahí arriba, tal vez nos queden algunos esqueletos por aniquilar.
- Está bien, terminemos el trabajo – concluyó Aranur – La verdad es que me apetece retirarme a descansar a Cove, esto ha sido más duro de lo esperado.
Los cuatro, una vez repuestos y de nuevo en orden de combate, se dirigieron a una gran tumba situada en lo alto de una larga escalera. Abrieron la puerta y … dos grandes liches se les echaron encima, rodeados de innumerables esqueletos. Sin tiempo casi para reaccionar, los humanos lucharon con determinación contra las huestes cada vez más numerosas de no muertos que les acosaban. En esta ocasión, los Liches optaron por quedarse en el interior de la tumba y desde ahí conjurar más y más esqueletos. Pronto los aventureros se vieron literalmente desbordados e iniciaron un lento retroceso.
- ¡Son demasiados! – exclamó Nadyc - ¡Atrás, nos agruparemos a la entrada y volveremos!
De pronto, tras ellos la tierra rugió y un tercer Liche se materializó. Lanzo un tremendo rayo sobre Ledoras, dejándolo malherido. Aún tuvo fuerzas el bravo guerrero para matar a dos esqueletos más, pero sucumbió bajo los golpes de dos caballeros esqueletos y tres soldados esqueletos que lo rodearon impidiéndole toda fuga.
- ¡Maldita sea! ¡Ledoras ha caído! ¡Atrás, a la puerta! – exclamó un malherido BoisGuilbert
En ese momento docenas de esqueletos defendían a sus amos y por doquier silbaban las flechas de los arqueros no muertos, quienes con mortal puntería hacían blanco en los maltrechos aventureros. Habían caído ya todas las arañas invocadas por Aranur y el mismo mago estaba peleando cuerpo a cuerpo contra dos esqueletos.
Un tremendo rugido se elevó por encima del fragor del combate. Los aventureros volvieron la vista atrás un momento preguntándose que nuevo horror les atacaba… y vieron con una mezcla de asombro y alegría a Adecum entrar en el cementerio rodeado por seis enormes osos blancos.
- ¿Divirtiéndoos sin mí? Si es que no se os puede dejar solos… - exclamó con una carcajada Adecum desenfundando su espada y hundiendo el cráneo de un esqueleto - ¡Sus y a ellos, mis bravos! ¡Matadlos a todos!
Con las fuerzas revitalizadas gracias a la nueva ayuda, los tres aventureros redoblaron sus esfuerzos y poco a poco fueron recuperando el terreno. Pronto pudieron atacar directamente a uno de los liches, que cayó bajo una nube de colmillos, picotazos de araña y tajos de espada.
Metro a metro, el cementerio fue quedándose limpio. Se pudo rescatar el cadáver de Ledoras, y en un durísimo lance final incluso los liches de la cripta fueron vencidos. No fue una victoria fácil: amén de Ledoras tres de los osos e innumerables arañas yacían sobre un suelo alfombrado de huesos de esqueleto y restos de Liche.
- Buffff….. – jadeó Nadyc enfundando su espada- vaya batalla… estos malditos no muertos han resultado un hueso más que duro de roer…
- De todos modos – reflexionó Aranur mientras se vendaba un profundo corte en su brazo izquierdo – se diría que para ser zombies sin cerebro estaban demasiado bien organizados…
- Todo puede ser, todo puede ser… - contestó Bois Guilbert arrancándose un trozo de armadura ya inservible – De todos modos, gracias a Adecum hemos salvado el pellejo… No se, no recordaba yo tan bien defendido este cementerio…
En la penumbra del bosque que rodeaba el cementerio, Lucille se quitó la capucha y una roja cabellera iluminó por un momento la noche mientras sus ojos centelleaban de rabia con un ardor inhumano. Dio media vuelta y se alejó cabalgando con rapidez dejando un leve rastro de llamas de fuego ahí donde su montura pisaba…