Hola a todos los de elfenomeno:
Me llamo María Cuña, y tengo 15 años, y soy fan, no tanto como la mayoría de los visitantes del fenomeno, de Tolkien. Mi afición empezó con las pelis, como no, y después empecé con los libros. Tengo todos, y me gustan un montón. Después de leerlos, El Hobbit, y la trilogía, (pues aun ando peleándome con El Silmarillion), empecé a imaginar posibles versiones sobre el libro que a mi se me ocurrieron. Como había ausencia en la Comunidad del Anillo de presencia femenina, pensé en añadir un personaje nuevo, una mujer por supuesto. Comencé a escribir sobre ello, después de habérseme ocurrido tres años atrás, cuando se estrenó la primera peli. He intentado hacerlo lo más corto posible, basándome en las películas, he introducido algunos diálogos de éstas, para que no resultase pesado a los lectores, y para que me quedara más bien centrado, en lo que es la historia de la protagonista. También he cogido algunas ideas de los relatos que he visto en la pagina de elfenomeno, espero que los autores no les importe. Como romántica que soy, he hecho que se enamore del solterito de oro que hay en tanto en el libro como en las pelis, el gran Légolas, Hoja Verde. Pero bueno, al margen de eso, lo he hecho para que a la gente que es admiradora de las obras de Tolkien, lea algunas historias, basadas en ello, y un poco alteradas. Con esto, no quiero ofender a nadie, ni nada por el estilo. Sé que habrá opiniones de todo tipo sobre mi escrito, y lo entiendo, pero mi intención, siempre ha sido la mejor. A mucha gente no le hará ninguna gracia que altere la primera versión de la historia, pero yo creo que si no, no le sacaríamos el jugo a toda la obra, y que nosotros tampoco disfrutaríamos, porque, ¿quién no se ha imaginado nunca como protagonista de una historia?. Creo que todos lo han hecho alguna vez, o siempre. Me parece que ya va siendo hora que corte el rollo, porque la gente tendrá ganas de leer la historia. Un saludo, muy amistoso.
María Cuña. 21/05/05
PD: supongo que también habrá algunos fallos en la historia, espero que tampoco se ofenda nadie por eso. Me refiero a nombres y cosas por el estilo. Namárië a todos.
LA CUARTA EDAD...
Lúthien, la hija del rey Elessar, estaba sentada en el trono de su padre, aquella tarde de invierno, el 27 de enero, en el año 29 de la Cuarta Edad de los hombres. La muchacha contemplaba la tranquilidad de la sala, en la que todas las estatuas de sus antepasados, se erigían imponentes, y respetuosas, pero a la vez desafiantes. Eldarion, su hermano, irrumpió en la sala quebrantando el silencio que en ella reinaba.
Eldarion era el primogénito, y por lo tanto, heredero al trono. Su hermano, a veces, era bastante arrogante, y se pasaba un poquito de la raya cuando hablaba de la época en que reinaría. Pero todo era por la edad. Joven, apenas había cumplido la veintena, pero un poco arrogante y ansioso de poder.
Al abrir las puertas principales del gran salón, el sol inundó con todo su esplendor la estancia, dejando a Lúthien, con una gran ceguera, durante unos instantes. Finalmente, Eldarion paró enfrente de ella. Llevaba el traje de capitán, con su espada enganchada en el cinto.
- Lúthien, ¿has visto a nuestro padre?- preguntó Eldarion, se notaba que llevaba prisa.
- No. ¿Para que le buscas?- preguntó la muchacha.
Eldarion, sin embargo no respondió a esa pregunta, y se marchó por el portón izquierdo de la sala.
Lúthien olvido a su hermano enseguida, y se centró en sus pensamientos. Pensaba en la guerra que hacía solo 29 años había tenido lugar en la Tierra Media, la Guerra del Anillo. La muchacha abandonó el trono y dirigió su mirada a los dibujos que había en las paredes de aquel suceso.
Había orcos a millares, huargos, Uruk-Hais, y de todo tipo de criaturas monstruosas. Aparecía su padre, Aragorn llamado en otro tiempo, luchando contra estas bestias, mientras el mediano, portador del Anillo era en secreto poseído por el mal que este ejercía sobre todos lo hombres. No solo estaban su padre y el hobbit, sino un elfo, un enano, tres medianos mas, un mago, una mujer y el hijo mayor del antiguo senescal de Gondor, Boromir, aniquilado en la batalla por el jefe de los Uruk-Hai.
Ahora, su hermano Faramir era el senescal de Gondor, casado con la rohirrim Eowyn. Faramir era sin duda la persona mas honesta y amable que Lúthien hubiese conocido nunca. Siempre le dedicaba una sonrisa al verla, y cuando Lúthien era más pequeña, en los ratos libres, solía jugar con ella, cuando su padre no tenía tiempo, pues estaba ocupado enseñando a su hermano, como reinar.
Pero un día sintió pena por su padre, cuando le oyó lamentarse en el patio del Arbol Blanco.
- Mi pobre niña Lúthien.- oyó esta que decía, mientras sollozaba cual niño.- Mi niña. He reservado todo el tiempo que tengo libre para mi hijo Eldarion, y nada para ella.
A Lúthien aquellas palabras le causaron mucha tristeza, y desde aquel día quiso a su padre, como nunca antes lo había hecho. Cada vez que lo veía le daba un gran abrazo para demostrarle su afecto.
En aquellos momentos Lúthien veía como su padre demostraba su valor frente a todos aquellos monstruos que intentaban hacerse con el Anillo de Poder.
De todos los compañeros que le acompañaron en aquella misión, solo conocía a dos. Al enano, y al elfo. Solían visitar de vez en cuando a su padre, y cuando era más pequeña, solían jugar con ella. Hacía muchos años que no los veía, 9 años. Para ella, eso era mucho tiempo, mas que para un adulto. Pero pronto los vería, y no solo a ellos, si no a los demás hobbits que iban con él, excepto al portador del Anillo, que estaba junto con el mago en Válinor.
El motivo de su visita, era la celebración del decimosexto cumpleaños de Lúthien, que según su padre ya era toda una mujer. Estaba muy nerviosa, pues su deseo desde que era pequeña, era conocer a todos los miembros de la Comunidad del Anillo. Según su padre, llegarían mañana al alba, y que tanto Légolas como Gimli, el elfo y el enano, tenían muchas ganas de verla.
Repentinamente alguien irrumpió en la sala. Llevaba una majestuosa corona sobre la cabeza, y a Anduril colgada a un costado. El rey Elessar acababa de entrar en el castillo.
- ¡Papa!- no pudo menos que gritar Lúthien, mientras corría hacia su padre. Este la recibió con los brazos abiertos.
- Mi niña. – Dijo abrazándola.- ¿Ha habido alguna novedad en mi ausencia?
- Ni nos habíamos dado cuenta de que te habías marchado. Eldarion vino preguntando por ti hace unos minutos.
Aragorn frunció el entrecejo.
- ¿Dijo para que me buscaba?- preguntó
- Le pregunté cuál era su propósito, pero simplemente se marchó sin decir nada.- Lúthien también se extrañó- ¿Ocurre algo malo?
- No, de momento.- dijo, y sin añadir mas, dejó la sala.
Lúthien no pensaba en quedarse atrás solo por ser una mujer, como solía hacerse en aquella época. A pesar de tener todavía quince años (pronto dieciséis), era mucho más astuta que muchos hombres de los que allí se encontraban, y su padre lo sabía, así que la dejaba inmiscuirse algunas veces en asuntos de importancia para el reino.
Tal vez en esta ocasión, también necesiten su ayuda, así que siguió a su padre para descubrir que asuntos eran los que atraían tal importancia.
Lúthien alcanzó a su padre al momento, y pese a la insistencia de este a que olvidase el asunto, la muchacha era terca como una mula, así que, el rey de Gondor, no tuvo mas remedio que dejarla pasar.
Estaban en uno de los pasillos de palacio cuando Eldarion les advirtió de su presencia.
- ¡Padre!, Hemos encontrado algo que deberías ver.- dijo el joven.
Estaban en un pasillo estrecho, con antorchas colgadas en la pared. Apenas tenía adornos, y estaba hecha de la misma piedra blanca que el suelo y las demás paredes de palacio. Al final del pasillo, había dos puertas de madera, con ribetes de hierro, y un gran candado, que ahora estaba abierto. Lúthien creía saber que sala era. La de su hermano, donde se pasaba horas pensando.
Lúthien estaba dispuesta a pasar para ver lo que guardaban en aquella habitación, hasta que este le paró.
- Cielo, debes quedarte aquí, hasta que yo vea que lo que hay ahí dentro no es peligroso.- dijo Aragorn como protección para su hija.
- Pero papa, que puede haber ahí dentro que yo no haya visto ya.- dijo la muchacha sonriente para no preocupar mas de lo debido a su padre.- Un orco, un Uruk tal vez. Sabes que con lo que he aprendido de los libros de magia, acabaría con él en un abrir y cerrar de ojos.
Pero el rey en vez de ceder, se puso mucho más firme en su decisión todavía, y con semblante duro, le dijo a su hija:
- Lúthien, te quedarás aquí hasta que yo te lo ordene, y no quiero que mis ordenes sean cuestionadas más. Es mi última palabra.- y sin añadir mas, el rey atravesó la puerta.
A Lúthien le dolieron aquellas palabras de su padre, pues siempre había conseguido convencerlo en aquellas situaciones, pero en aquella ocasión debía de ocurrir algo demasiado peligroso, algo a lo que ella no era capaz de enfrentarse.
Vio como a su lado su hermano, en vez de mostrar superioridad, (como solía hacer en esos casos), se mostraba sonriente, y la miraba distinto. Lúthien se extrañó al ver aquella mirada imposible de describir en la tez pálida y casi élfica de Eldarion.
- ¿Qué crees que habrá ahí dentro?- preguntó este de repente.
Lúthien se sorprendió ante aquella pregunta.
- No lo sé. ¿Tu no has entrado?
Eldarion negó con la cabeza. Por eso no se daba aires de grandeza.
- Me extraña que a ti, futuro rey de Gondor, no te hayan permitido la entrada.- dijo ella con sorna.
Pero Eldarion en vez de reír o disgustarse, se quedó pensativo mirando la puerta, y Lúthien enseguida cambió de expresión ante el misterio que aquello entrañaba.
Estuvieron esperando durante un par de horas, hasta que Aragorn salió por fin de aquella habitación. Tenía una expresión de seguridad en el rostro, y también asomaba por la comisura de sus labios, lo que Lúthien creía que era una sonrisa.
- Que, ¿podemos entrar?- preguntó con anhelo
Aragorn, bajó la cabeza, flexionó un poco las rodillas para estar a su altura, y la asió de los brazos con ambas manos.
- Ya llegará el momento. – Contestó.- Cuando estés preparada para verlo, entrarás.
Su padre sonreía, pero la joven no le veía ningún sentido a aquella situación.
La muchacha estaba un tanto indignada por lo que su padre le había dicho. No que fuese una niña. En muchos aspectos lo era, pero en muchos otros no.
Estaba sentada frente al Árbol Blanco, mirándolo, viendo como todas aquellas flores blancas la observaban a ella sin decir palabra. Una de aquellas maravillosas flores se desprendió del árbol. Aquello alarmó en exceso a la joven. Hacía tres décadas que ninguna flor del Árbol Blanco caía. Lúthien no pudo menos que acariciar aquella flor que tuvo tan mala suerte de desprenderse del árbol. Notó una presencia a su espalda, una presencia que daba sensación de ligereza y tranquilidad. Era su madre sin duda.
- No cuestiones las decisiones de tu padre, Lúthien. Tiene sus motivos para actuar así, y no te extrañe, pues solo quiere lo mejor para ti.- dijo Arwen con voz inquebrantable e impasible.
- Pero y si aveces, lo mejor para mí fuese que yo tomara esas decisiones, que dijese que quiero y que no quiero ver.- contraindicó la chica.
- No pretende mas que enseñarte, y protegerte.- dijo su madre.
- A veces la experiencia enseña mas que cualquier cosa.- razonó Lúthien.
- Pero esa experiencia puede ser última. – Dijo Arwen sentándose a su lado- El te quiere, y tú lo sabes. En esta ocasión hay que hacer lo que él dice.
- Pero no me gusta que se me oculte nada. Por lo menos podía haberme dicho que era.- rezongó Lúthien.
- Eres testaruda, siempre lo has sido.- le dijo su madre riendo.
- Lo herede de alguien.- dijo ella riendo con su madre.
- Desde luego, tu padre es muy testarudo, y obcecado. – dijo Arwen.- A veces me dan ganas de decirle cuatro cosas.
Las dos se quedaron pensando un rato, hasta que la voz de alguien las sacó de su ensimismamiento.
- ¡Lúthien¡- gritó
Era Alatáriël, que había corrido hacia su espalda, y la había enganchado.
- Creo que deberíamos volver, la noche cae, y es hora de cenar.- ordenó su madre, y las tres juntas fueron a reunirse con sus familiares.
Aquella noche, en su habitación, estuvo pensando sobre lo acontecido aquella tarde. Muchas cosas estaban confusas. Sobre todo lo que su padre le había dicho, “cuando estés preparada”. ¿Cuándo sería eso?, Lúthien no podía esperar a ver como el tiempo pasaba, y se le negaba la entrada a esa habitación, que hacía unas horas escasas, había cambiado, de ser una habitación mas, a ser todo un misterio. Ni si quiera recordaba como era la habitación antes de que aquello sucediera. Es mas, tampoco recordaba haber entrado nunca. De repente, no pudo evitar un deseo inesperado de salir a hurtadillas para investigar sobre aquel extraño suceso. No podía esperar a estar preparada. Muy despacio, se quitó de encima la pesada colcha, que la cubría, y dejo que el tacto de la lisa piedra blanca inundara sus pies. Sin hacer nada de ruido, salió de su cuarto, con el camisón ondeándole por detrás.
Los pasillos de palacio estaban completamente vacíos. Solo las luces de las antorchas los iluminaban. Fue recorriéndolos uno tras otro, hasta que por fin dio con la puerta y el pasillo exacto. La primera expresión de la muchacha, fue de sorpresa. Era muy extraño, la puerta no tenía vigilancia.
Lúthien tampoco había contado con la presencia de guardias, pero aunque los hubiera, con algún flirteo y sonrisa tonta, habría tenido vía libre, sin embargo, ni si quiera había guardias. Aquello la extrañó, pero a la vez la tranquilizó, pues si fuese alguna criatura, o algún espía, estaría custodiada, sin duda. Sin pensárselo dos veces, abrió la puerta.
Lo que vio al entrar, fue algo casi imposible de describir. Un gran remolino azul estaba allí, incrustado en la pared, como si de un relieve se tratase. Lúthien apenas podía respirar de la impresión. La sala no se diferenciaba en mucho de las otras de palacio. Piedra blanca, y negra decorando las paredes. Estatuas, pero no de reyes, sino de elfos. Estaba la dama Lúthien, semielfa, por la que la muchacha llevaba ese nombre, y la dama Galadriel, de Lórien. El techo abovedado, apenas dejaba ver su casto color, pues la luz azulada del torbellino inundaba la sala, no muy grande.
Lúthien apenas creía lo que tenía ante sus ojos. La luz que emanada aquel vórtice no la dejaba distinguir bien todos los detalles, así que creó una bola de fuego con la palma de la mano. Era una especie de portal. La joven se acercó temerosa para tocar aquella sustancia de la que aquella cosa estaba compuesta. Acercó el dedo índice a una de las partes de aquello, y sin pensárselo, lo tocó. Era viscoso y frío. Producía una sensación extraña de éxtasis. Aquella sensación le hacía tener deseos de entrar por entero en aquella cosa. No pudo reprimir ese sentimiento, así que se sumergió por entero.
Rápidamente se vio en un túnel azul con ramificaciones blancas en sus paredes. Este era redondo, y la muchacha simplemente flotaba en aquel vertiginoso avance por el túnel. Parecía como si todo fuese ligero en aquella estancia. Vio como la estrella de la tarde flotaba en el aire, como si de una pluma fuera.
Finalmente el avance cesó, y cuando abrió los ojos se encontraba en un bosque del todo desconocido para ella.
... Y LA TERCERA.
Todo estaba sumido en la más espesa niebla, y en una palidez triste y melancólica. Hasta que una canción hizo que el desaliento y la desazón se esfumaran, y dejaran paso a un poco de alegría.
Lúthien siguió aquella voz. Tal vez supiese donde estaba, y como llegar a casa. Estuvo buscando durante un buen rato, hasta que detrás de ella, apareció un carro, llevado por un anciano, que era el que cantaba las canciones.
- Disculpe, señor, pero es que me he perdido y...
Lúthien se paró en seco al distinguir entre la espesura un gran sombrero gris picudo y una barba ondulada y grisácea. No podía ser.
- Oh, una dama tan joven en estos parajes. ¿Os habéis perdido mi señora?- preguntó el anciano amablemente.
- Sí, señor...
- Gandalf, Gandalf el Gris me llaman aquí, en otros sitios Mithrandir, y en otros, el Peregrino Gris, pero para vos, soy solo Gandalf.
- ¡Oh!.- contestó la muchacha sin apenas aire, pero sonriendo.
- Y me temo, gentil señora, que vos no me habéis dicho quien sois.- comentó el anciano con gentileza.
- Disculpadme, soy Lúthien, de Gondor.- contestó la muchacha, pues prefería no dar mas detalles de su identidad.
- Tenéis un nombre muy demasiado mágico para ser de Gondor, es un lugar en estos momentos privado de tal arte. – Comentó Gandalf con cierta amargura.- ¿Deseáis que os lleve a algún sitio?.
- Primero me gustaría saber donde me encuentro.- comentó ella.
- Estamos en los parajes del Bosque Viejo, ciertamente, cerca de los muy temidos Túmulos. – Dijo el anciano, dirigiendo una mirada en derredor.
- Pero eso esta muy al norte, al lado de la Comarca. – se extraño Lúthien
- Si mi señora, ese es mi camino, ¿adonde queréis que os lleve?- preguntó amablemente Gandalf.
Lúthien sin darse cuenta, comenzó a hilar ideas. Aunque Gandalf hubiese vuelto de Válinor, era imposible que fuese Gris de nuevo. De repente se le ocurrió realizar una pregunta, un tanto extraña pero lógica en su caso y en su duda.
- Disculpe, Gandalf, pero ¿en que año estamos?.
El mago se extrañó al oír aquella pregunta, pero, aunque receloso contestó
- En el año 3018 de la Tercera Edad de este mundo. 20 de Septiembre, si también os interesa. - frunció el entrecejo.- Por que lo preguntáis.
Lúthien se quedó de una pieza. Acababa de viajar en el tiempo. El vórtice que acababa de traspasar era un portal en el tiempo. Estaba justo antes de la guerra del Anillo. Justo antes de que Gandalf fuese a la Comarca para visitar a Bilbo el día de su cumpleaños, y descubriera que tenía el Anillo de poder.
Ella no podía creer lo que estaba sucediendo, era imposible.
Finalmente, accedió a que Gandalf la llevara a la Comarca, con el fin de después llevarla a Rivendell, para encontrarse con Elrond. Él sabría que hacer.
Durante todo el viaje a Hobbiton, Lúthien estuvo en la parte de atrás del carro, durmiendo entre los fuegos de artificio, que el mago reservaba para la fiesta del Arbol.
Cuanto más lo pensaba la muchacha, más imposible se le hacía el creer que hubiese hecho un viaje en el tiempo, hacia el pasado. Esos pensamientos, cansaron su mente mucho más de lo que ya estaba, y con traqueteo del carro, se quedó dormida.
Un movimiento brusco la hizo despertar de su apacible sueño. Temiendo, que solo hubiese sido un sueño, hizo ademán de arroparse con la colcha, pero simplemente no había colcha, y lo único que sus dedos llegaron a tocar, fue un cohete con forma de Dragón.
Lúthien abrió los ojos, y vio que se encontraban en una aldea, del todo muy diferente a lo que Lúthien se había imaginado con Hobbiton. La muchacha notó que Gandalf la zarandeaba suavemente.
- Despierta, dormilona.- susurro el anciano.
Lúthien abrió los ojos y miró a su alrededor.
- Yo tenía una idea muy distinta de cómo era Hobbiton.- dijo Lúthien con voz de dormida.
- Será por que esto no es Hobbiton. Ni si quiera hemos entrado en la Comarca. Esto, noble dama, es Bree. ¿Supongo que conoceréis el pueblo de Bree?- dijo el mago.
- Si lo conozco. Y bueno, ¿para que hemos parado?- preguntó la joven extrañada.
- Para proporcionaros algo de ropa. No querréis ir por la calle en camisón.- dijo el anciano.
A Lúthien ya se le había olvidado que apenas llevaba ropa. De buen grado, aceptó la oferta del mago.
- Pero, mi señor Gandalf, llegareis tarde a la fiesta de cumpleaños de vuestro amigo, y no me gustaría haceros esperar solo para comprarme algún vestido.- dijo Lúthien, pues no quería que le mago se gastara dinero en ropa.
- No recuerdo haberos dicho que iba a la Comarca a visitar a un amigo. Y menos que iba a su fiesta de cumpleaños.- dijo Gandalf extrañado.
Lúthien se quedó sorprendida de lo indiscreta que podía llegar a ser. Ella ya sabía que iba a la fiesta de Bilbo y de Frodo, que estaba preocupado por el Anillo, y que presenciaría la desaparición de Bilbo mientras daba su discurso. Sin embargo, cuando la chica miró la cara del mago, no vio signos de extrañeza, sino una sonrisa de oreja a oreja, y como sus ojos estaban contraidos bajo las pobladas cejas.
- El maestro Elrond me avisó de vuestra llegada. Se quien sois, y de donde venís.– dijo pausadamente. Lúthien estaba anonadada. – Vamos, debes acompañarme a la Comarca, y después te llevaré a Rivendell.
Los dos entraron en una sastrería que había cerca y con bastante prisa, y algún que otro conjuro por parte de Gandalf, tuvieron tres vestidos en menos de dos horas. Rápidamente emprendieron el viaje a la Comarca. Ella sería presentada ante Bilbo, como una aprendiz de bruja de Gandalf. A Lúthien no le parecía mala idea, además si tenía que demostrar lo que sabía podía hacerlo, pues aunque poca, algo de magia sabía.
El día 22, el día del cumpleaños de Bilbo, llegaron a Hobbiton por la tarde. Gandalf iba cantando alegremente, mientras la muchacha contemplaba el verde paisaje. Todo eran árboles verdes y jóvenes, aunque algunos no tanto. El día era soleado, y eso realzaba la belleza de aquel lugar. Todo era maravilloso, y era difícil de creer que una cosa tan pequeña como era una anillo, pudiera destruir un mundo tan hermoso como ese.
- Llegas tarde.- dijo una voz que parecía de un muchacho.
- Un mago nunca llega tarde, ni pronto, llega exactamente cuando se lo propone.- contestó el mago con su profunda voz.
Lúthien fue sacada de su ensimismamiento al oír a los dos riéndose a carcajadas, lo que también la hizo girar la cabeza para ver quien era. Era Frodo Bolsón saltando al carro para darle un abrazo a su viajo amigo.
- Cuanto me alegro de verte Gandalf- gritó Frodo, mientras los dos viejos amigos se abrazaban.
- No me iba a perder el cumpleaños de tu tío Bilbo.- dijo el mago sin dejar de reír.
Gandalf volvió a poner el carro en marcha para visitar a su viejo amigo.
- Dime, ¿cómo esta mi viejo amigo?. He oído que va a dar una fiesta de especial magnificencia.- comentó Gandalf.
- Ya conoces a Bilbo. Tiene a todo el pueblo alborotado.- dijo Frodo medio riendo.
- Eso siempre le entusiasmado.- rió Gandalf
- Ha invitado a media Comarca. Y el resto se han invitado ellos mismos.- dijo Frodo, y comenzó reír.
Frodo advirtió por primera vez la presencia de Lúthien en la parte de atrás del carro, y en un susurro, preguntó a Gandalf de quien se trataba, aunque no lo bastante bajo, como para que la joven no lo oyera.
- Es mi aprendiz. Sé esta preparando para ser bruja. Hace mucho que las brujas han abandonado nuestro mundo, y ya va siendo hora de restaurarlo de nuevo. Dentro de poco, harán falta.- dijo Gandalf, hablando mas para sí mismo que para Frodo.
- A que te refieres, Gandalf.- dijo intrigado el joven mediano.
- Nada Frodo. Entonces, ¿cómo se encuentra Bilbo?- dijo el mago alejando el tema de las brujas de la conversación.
- A decir verdad, Bilbo ha estado un poco raro estos días. Quiero decir, mas de lo habitual.
Gandalf fijó la vista en el camino mientras escuchaba atentamente a su amigo.
- Se encierra solo en su estudio.- dijo Frodo preocupado.- Se pasa las horas escudriñando viejos mapas cuando cree que no le veo. Esta tramando algo.
Frodo miró a Gandalf, pero este miraba el paisaje despreocupadamente.
- Esta bien, guardad vuestros secretos.- sonrió Frodo.
Gandalf le miró extrañado.
- Porque sé que tú estas metido en esto.- afirmó Frodo
- Pobre de mí.- dijo Gandalf fingiendo preocupación.
- Antes de tu llegada, los Bolsón gozábamos de buena fama.- afirmó Frodo
- Sin duda
- No teníamos aventuras ni hacíamos nada inesperado.
- Si te refieres al incidente con dragón, yo no tuve nada que ver.- se defendió el anciano.- Unicamente le di un empujoncito para que saliera.
- A pesar de ellos te han puesto la etiqueta de perturbador de la paz.- concluyó Frodo con una sonrisa en los labios.
- De verdad.- dijo Gandalf, mientras veía que un hobbit de mediana edad lo miraba receloso.
Lúthien estaba cansada de tanto viaje y de tanto misterio, y solo quería descansar. Además, solo de pensar en todo el viaje que le quedaba por delante, le entraba mucho mas sueño todavía. De repente se oyeron unas voces gritando el nombre de Gandalf y pidiendo fuegos artificiales.
La muchacha miró al mago, con pánico, y este le devolvió la mirada.
- No, Gandalf no. Por favor Gandalf no...
Pero a Lúthien no le dio tiempo de decir mas, pues bajo sus pies ya habían estallado tres o cuatro fuegos de artificio, lo que la hizo chillar del susto, mientras los niños vitoreaban al mago. Este reía a carcajadas. El carro, siguió su viaje durante unos minutos.
- Gandalf.- dijo Frodo para atraer su atención.- Me alegro de tu regreso.
- Yo también amigo, yo también.- dijo el mago en un susurro
El carro paró en la colina donde moraba Bilbo Bolsón, con su nieto Frodo. En la pequeña entrada de la valla se podía distinguir un cartel que decía: No pasar, excepto por asuntos de la fiesta.
El mago bajó del carro, y se dirigió a la parte de atrás para hablas con la muchacha.
- Ahora yo voy a entrar a hablar con Bilbo. Tú debes quedarte aquí, y no vayas a ningún sitio, lo has comprendido, ¿no?.
Lúthien asintió.
- Bien.- dijo Gandalf finalmente.- Dame mí vara por favor.
Cuando ya la hubo recuperado, traspasó la puertita de la valla, y se encaminó a reencontarse con su viejo amigo.
Las horas se fueron sucediendo una tras otra, y el mago no aparecía. Mientras tanto, Lúthien estuvo observando los preparativos para la fiesta, hasta que ya, cuando todas las luces de la fiesta del Arbol estaban encendidas, Bilbo y Gandalf, salieron a fumar en la pipa, antes de acudir a la fiesta.
- Lúthien, ¿te nos unes?- le comentó Gandalf.
La muchacha lo miró con mala cara.
- Como quieras.- añadió Gandalf, mientras él y Bilbo se sentaban en la hierba a contemplar los preparativos de la fiesta.
Lúthien seguía sentada en el carro, es mas ni si quiera se había movido de allí en toda la tarde. Ella también miraba como los pequeños hobbits encendían las antorchas, y preparaban los barriles de cerveza para la ocasión. Todo era muy lugareño, muy bonito, y muy tranquilo, para la época en la que estaban, y lo que en otras partes se estaba viviendo.
El carro comenzó a andar, sin que Lúthien se diera cuenta. Gandalf tarareaba algo en la parte delantera del carro, mientras tomaba las riendas del caballo.
- ¿Adónde vamos, Gandalf?. Creía que íbamos a la fiesta. ¿Nos marchamos ya?- preguntó Lúthien extrañada.
- No. Pero si quiero hacer estallar todos estos fuegos artificiales, tendré que llevarlos de alguna manera, no los voy a llevar todos en la mano.- dijo Gandalf.
Lúthien no añadió palabra, y siguió ahí sentada, mirando el paisaje por la noche.
Las luces empezaron a inundar todos los rincones, a medida que el transporte se acercaba a la fiesta. Muchos saludaban a Gandalf eufóricamente. Y otros muchos reparaban en la presencia de Lúthien, y se quedaban embobados mirándola.
La fiesta empezó con los fuegos artificiales del mago. Todos, incluidos adultos, se asombraban de cómo las chispas de los fuegos de artificio, se elevaban en el cielo provocando lluvias de colores dorados, y brillantes. Muchos de los hobbits se dedicaban a intentar atrapar las chispas que conseguían llegar al suelo. Gandalf se lo estaba pasando en grande, haciendo disfrutar a los niños con mariposas, pájaros, y más animales, que volaban por el cielo, mientras los pequeños intentaban atraparlos. Todos estaban disfrutando de la gran fiesta, menos Lúthien.
La muchacha estaba sentada en una esquina, sin llamar demasiado la atención, y dejando que los hobbits disfrutaran de su fiesta. Aquellos dos días habían sido muy intensos, y de muchas emociones, y hasta ese momento no había tenido tiempo para reflexionar sobre lo que la esperaba. Orcos, Trolls, Uruks, huargos, trasgos,... tenía que mentalizarse de que, casi no sabía como manejar una espada, apenas sabía de magia, ni si quiera sabia como esquivar un golpe rápido. Iba a morir, en alguna de esas batallas moriría. De repente dejó de pensar en eso. Tal vez no fuese con la Comunidad del Anillo. Pero, entonces, ¿por qué se había imaginado todo eso?. Sabía por que. En una de las ilustraciones que hay en Gondor sobre la Guerra del Anillo, aparece un escrito que dice en la lengua común: “A Lúthien, a quien todos amamos y respetamos, y que nos ayudó en aquella hora sombría”. La muchacha siempre se había preguntado a que venía aquella breve nota en la pared, justo debajo de la ilustración de la coronación de su padre. Ahora lo había descubierto, ella era Lúthien, el décimo miembro, el que no figura en la historia, del que apenas se recuerda nada. Nadie sabía de su existencia excepto su padre, y su madre.
Lúthien fue sacada de su ensimismamiento, pues todo el mundo había callado, y Bilbo había comenzado a dar su discurso.
- Mis queridos Bolsón y Boffin, Tuck y Brandigamo, - siguió diciendo apellidos de hobbits, mientras los aludidos le vitoreaban.- Hoy es mi centésimo décimo primer cumpleaños.
- ¡Feliz cumpleaños!- gritaron algunos.
- Pero ciento once años no son nada para vivir rodeado de tan excelentes y admirables hobbits.- dijo Bilbo, y todos aplaudieron complacidos.
- No os conozco a vosotros la mitad de lo que desearía, y lo que deseo, es menos de la mitad, de lo que la mitad merecéis.- dijo Bilbo a modo de halago.
Después de repasarlo unas cuantas veces en la cabeza, Lúthien creyó entenderlo, mas o menos. Ninguno de los hobbits aplaudió esta vez, pues ninguno de ellos había entendido lo que su anfitrión quería decir.
El semblante de Bilbo cambió, de sonriente, a serio y misterioso. Guardaba un secreto. Lúthien, desde muy pequeña, sabía cuando alguien guardaba un secreto, que temiera contar.
- Yo eh, tengo asuntos que atender. Los he pospuesto ya demasiado.- dijo mas para si mismo, que para los demás.- Lamento anunciar que ha llegado el final, ahora me iré. Os dedico mi más sentida despedida.
Miró a Frodo y susurró.
- Adiós.- Acto seguido desapareció.
Todos profirieron un sonido de sorpresa. Lúthien miró a Gandalf, y este le indicó que se acercara.
- Bilbo me las va a pagar.- susurró.- ¡Dame la mano!
Lúthien, alarmada por el grito que el mago acababa de dar, obedeció. En un abrir y cerrar de ojos, literalmente, se encontraban en la casa de Bilbo, en una especie de sala de estar en miniatura. En otras circunstancias habría echado un vistazo al agujero hobbit, pero en ese momento, Gandalf no le habría dejado.
Oyeron como la puerta se abría, y como Bilbo cogía su cachaba y la capa de viaje para irse. Fue al salón para coger algunas plumas y tinta, pero no se percató de su presencia.
- Te habrá parecido muy bonito por tu parte.- dijo el mago con la voz un poco mas profunda de lo habitual.
Como era de esperar, el hobbit se sobresaltó y miró a Gandalf un tanto asustado.
- ¡Vamos Gandalf!- dijo el hobbit sin darle importancia a lo ocurrido.- Te fijaste en sus caras.- dijo riendo.
- Hay muchos anillos mágicos en este mundo Bilbo Bolsón, y ninguno debe usarse a la ligera.- le regañó Gandalf
- Solo era una pequeña broma.- se defendió el hobbit.- Supongo que tendrás razón como siempre. Le echarás un ojo a Frodo, ¿verdad?
- Dos ojos, tan a menudo como disponga de ellos.- afirmó Gandalf
- Le voy a dejar todo.- dijo Bilbo.
- Que me dices de ese anillo tuyo, ¿también lo incluyes?- dijo Gandalf, como si de una cosa trivial se tratara.
- Sí, sí. Esta en su sobre que hay sobre la repisa.- dijo Bilbo mientras seguía metiendo cosas en su mochila. Se quedó un momento pensando, y sacó algo de su bolsillo.- No espera, esta aquí, en mi bolsillo. Que curioso, ¿eh?
Lúthien sin decir palabra, y sin expresar nada, sintió como la sangre se le helaba al contemplar por primera, pero no por última, vez en su vida, el Anillo Unico. Así, parecía tan insignificante, tan poca cosa, que incluso le daban ganas de echarse a reír. Pero ese impulso estaba contenido por las miles de vidas que estaría sacrificadas por culpa de un trozo de oro con forma de circunferencia. Así parecía tan frágil, parecía como si su sola existencia estuviera en peligro.
Bilbo empezó a acariciar el anillo, como si fuese su mas preciada posesión, su mas preciado tesoro...
- Sí, claro, por que no. Porque no iba a quedármelo.- dijo con convencimiento.
Gandalf inmediatamente se dio cuenta de la situación, y se adelanto a la situación.
- Creo que debes dejar el anillo Bilbo. ¿Tan duro te resulta?- preguntó el mago
- Pues no... y si.- Bilbo comienza a perder los nervios, y a obsesionarse con el anillo- No deseo partir sin él. Es mío, yo lo encontré, ¡el vino a mí!
- No hay porque enojarse.- razonó Gandalf
- Si me enojo es por tu culpa.- gritó el hobbit. Empezó a acariciar el anillo, como a un ser indefenso.- Es mío, mío todo él. Mi tesoro.
Gandalf miró a su amigo, y después a Lúthien. Todo aquello era una prueba. El mago se estaba cerciorando de que ese era el Anillo Unico, y que estaba poseyendo a Bilbo.
- ¿Tesoro? Ya lo han llamado así. Pero no tu.
- A ti que te importa lo que yo haga con mis cosas.- dijo el hobbit sacado de su ensimismamiento.
Bilbo se alejaba de Gandalf, como si este le fuese a robar.
- Creo que has tenido el Anillo demasiado tiempo.- dijo el mago acercándose a Bilbo.
- Lo quieres para ti.- acusó el hobbit.
De repente Gandalf pareció inflarse. Las pocas velas que iluminaban la sala, parecieron apagarse, hasta que solo la luz de la lumbre se hizo notar.
- ¡Bilbo Bolsón! ¡No me tomes por un hechicero del tres al cuarto! – gritó el mago al atemorizado hobbit, con la voz mucho mas profunda que de costumbre.- ¡No intento robarte!
El pobre Bilbo estaba agazapado en la pared, temeroso de que su amigo fuese a atacarle. Pero de repente las velas cobraron la intensidad normal de las llamas, y la sala volvió a iluminarse como de costumbre. Gandalf tornó su rostro, de acusador a amable.
- Solo intento ayudarte.- sus ojos reflejaban un tanto de preocupación por su amigo, que solo Lúthien podía captar.
Bilbo, sollozando un poco, se acercó a Gandalf, mientras este se agachaba para recibir el abrazo, con el que el hobbit le obsequiaba.
- Todos tus largos años hemos sido amigos. Confía en mi, como antaño hiciste. Renuncia a él.- dijo Gandalf, amablemente.
Bilbo pareció reaccionar ante la actitud de su amigo, a lo que contestó:
- Tienes razón Gandalf, el anillo debe estar con Frodo.- dijo el hobbit, y se puso a terminar el equipaje.- Es tarde, y largo el camino. Si me voy volando
y cogiendo su bastón abre la puerta para emprender su viaje, y justo cuando Lúthien iba a intervenir, Gandalf lo hizo por ella.
- Bilbo...
- ¿Eh?
- El Anillo sigue en tu bolsillo.- dijo el mago
Aquel fue un momento de tensión para todos. Gandalf estaba pendiente de si Bilbo soltaba o no el anillo, al ver que Bilbo lo sacaba del bolsillo. Lúthien estaba pendiente de la cara de Bilbo, de sus gestos y sus movimientos. Bilbo, sin embargo, no dejaba de mirar el anillo con ansiedad.
Bilbo abrió la palma de la mano, y la giro muy despacio, para que por su peso, el anillo cayera al suelo. Trabajosamente, el anillo se abrió paso entre los pliegues de la mano hobbit, y cayó al suelo, con un ruido sordo, pero resonando en los oídos de los que allí se encontraba. Bilbo miró el anillo una última vez y de refilón, para salir por la puerta redonda de su casa.
Lúthien no vio como se despedían los dos amigos, ni oyó que se decían, pero finalmente se abrazaron. Gandalf entró en la habitación, mientras Lúthien sonreía.
- Gandalf, a veces eres muy persuasivo.- dijo con sorna.
- Deja tus bromas para otra ocasión, Lúthien. Me temo que nos enfrentamos a un mal superior.- dijo el mago en un susurro.
- Y ahora a que esperamos. Dijiste que me llevaría a Rivendell, y aun estamos aquí parados, y... ¡Tú te pones a fumar nada menos!- gritó la joven
Efectivamente, el mago se había acomodado en una silla frente a la chimenea, que extrañamente en una casa hobbit, era de su tamaño; y sin mas se había puesto a fumar.
- Tenemos que avisar a Frodo de que su tío se ha ido, después te llevare a Rivendell. Ahora necesito pensar.- dijo en un suspiro.
Lúthien se tumbó en la alfombra del suelo, delante del fuego, y se quedó dormida unos instantes, mientras Gandalf murmuraba cosas sin sentido. El ruido de abrir de la puerta le despertó, y vio como Frodo entraba por la puerta.
- ¡Bilbo! ¡BILBO!- gritó el mediano.
Lúthien vio como cogía el Anillo del suelo.
- Se ha ido ¿verdad?- dijo triste- Llevaba tiempo advirtiéndolo, pero nunca pense que lo haría.
El hobbit había avanzado hasta Gandalf, que ni si quiera se había percatado de su presencia.
- ¿Gandalf?
El mago fue sacado de su ensimismamiento, y miró al hobbit y al anillo que este llevaba en la palma de la mano.
- El Anillo de Bilbo.- dijo el mago.- Se ha ido a vivir con los elfos. Te ha dejado Bolsón cerrado. Junto con todas sus pertenencias
Gandalf cogió el sobre donde el anillo debía estar, y se lo tendió a Frodo para que metiera el Anillo en él. Cogió cera roja, y ya fundida en el sobre, puso el sello de los Bolsón.
- Ahora el Anillo es tuyo.- dijo entregándole el sobre lacrado.- Guardalo en secreto, en lugar seguro.
Él le hizo una señal a Lúthien, y ella sabiendo que era hora de marcharse, cogió su capa, la vara y el sombrero de Gandalf, para emprender la marcha.
- ¿Adónde vas?- preguntó el hobbit con el sobre en la mano.
- Hay asuntos que me requieren.- dijo el mago.
- ¿Qué asuntos?- dijo el hobbit preocupado
- Preguntas. Preguntas que necesitan respuesta- Se notaba que el mago quería dejar zanjado el tema, y marcharse cuanto antes.
- Pero si acabas de llegar.- dijo Frodo a modo de excusa.- No lo entiendo.
Gandalf se volvió hacia el hobbit, y agachado le agarró de un hombro.
- Tampoco yo.- dijo él susurrando.- Guardalo en secreto, en lugar seguro.
En un abrir y cerrar de ojos, estaban fuera, cogiendo el carro de los fuegos artificiales.
- Gandalf, debemos dejar el carro aquí. Si lo llevamos nos retrasaríamos mas.- dijo Lúthien.
- Aun no conocéis todos los secretos de un mago, Lúthien de Gondor.- dijo el mago. Acto seguido pronunció unas palabras, y transformó el carruaje en otro caballo de mucha mas rapidez que el suyo propio.
- ¡Monta!- gritó el mago
- Gandalf, ¿qué te ocurre?.- preguntó la chica.
- Temo haber encontrado el Anillo Único en Bolsón Cerrado.- Gandalf la miró y con el entrecejo fruncido preguntó.- ¿Es el Anillo de Poder?
Lúthien no pudo menos que asentir con la cabeza. Gandalf se quedó unos segundos pensando.
- ¿Cómo puedo asegurarlo?- preguntó.
- Hay una manera, pero... no lo recuerdo.- dijo la chica.- Yo me sabía la historia, me la sabía de memoria. ¿Qué me está pasando?
- Pierdes memoria. El señor Elrond me avisó, de que con el tiempo olvidarías los pasajes más importantes de la historia. Todos menos uno.- dijo Gandalf
Sin que ninguno de los dos se diese cuenta, los caballos habían comenzado a andar a la par, para que los dos viajeros pudiesen hablar.
- Como sabe Elrond todo eso. - preguntó Lúthien
- Tiene el don de la premonición, ¿no lo sabias?- dijo Gandalf extrañado.
- No.- dijo Lúthien tristemente.
- Como sigamos con esta marcha, no llegaremos nunca a Rivendell.- dijo Gandalf y con una orden suya, los dos caballos empezaron a galopar como si fuesen parte del viento.