El décimo miembro
LOTHLORIEN
Pocos minutos después todos estaban fuera, y lo primero que hicieron fue llorar. Las lagrimas se mezclaban con los gritos de Gimli, que no cesaba en su empeño, de volver para buscar al mago. Sam estaba sentado en una roca, con una mano en la cabeza, llorando. Merry, intentaba consolar a Pippin, que no cesaba de llorar. Lúthien estaba sentada en el suelo, llorando desconsoladamente. Gandalf era la primera persona que se había hecho cargo de ella desde que llegó allí. Era su amigo, ahora, como sabía que camino tomar, como sabía que lo que iba a hacer era lo correcto, como iba a ayudar a Aragorn a ser rey. En ese momento, Lúthien buscó entre los dispersados miembros de la Comunidad a Légolas. Estaba de pies, mirando a la nada. Estaba de espaldas a ella, y se le notaba confuso, desorientado. Lúthien se le acercó, y le puso la mano en un hombro. Él la miró, y sin más la abrazó.
En ese momento Aragorn dejó de llorar, y se puso la daga en el cinto.
- Légolas, que se muevan.- le dijo Aragorn.
En ese momento Lúthien se separó de él, pero estaba demasiado confuso mirando a la comunidad para reaccionar.
- Dales un momento por piedad.- suplicó Boromir
- Al anochecer estas colinas serán un hervidero de orcos, y creo que a ellos no les importa la piedad. Debemos llegar a los bosques de los Lórien - dijo Aragorn, duro pero real.- Vamos Boromir. Légolas Gimli que se levanten.
Entonces, el montaraz se acercó a Sam, que aun lloraba sin consuelo
- En pie Sam.- le dijo, y este con un suspiró cogió fuerzas y se puso en pie de nuevo, con el mismo espíritu de antes.
Aragorn se puso a buscar a Frodo.
- ¿Frodo?- le preguntó a Lúthien, a lo que ella se encogió de hombros.
En ese momento Aragorn se giró y vio como Frodo se iba.
- ¡Frodo!- le llamó.
El hobbit se dio la vuelta, y Lúthien pudo ver como en silencio, estaba llorando. Él era el que mas debía de estar sufriendo, pues conocía a Gandalf desde que era pequeño, y su perdida debía de haberle hecho mucho daño.
Estuvieron andando durante horas, hasta que casi al anochecer, llegaron a los bosques de los Lórien. Todos estaban cansados, así que se internaron en el bosque cuanto antes para resguardarse de la noche que ya se avecinaba. En un momento se encontraron rodeados de arboles, estaban preciosos con la luz del atardecer y con muchas de las hojas caídas debido al otoño. Los árboles eran altos, y sus hojas caían lentamente por el otoño, y por que no hacía nada de viento.
Lúthien estaba rezagada, con Frodo, Sam y Gimli. La Comunidad en general estaba totalmente dispersa por el bosque. Todos se quedaban parados para ver la magnificencia del bosque, y los árboles. En ese momento, Lúthien notó una presencia, pero no era algo corpóreo, si no algo que surcaba el aire a la velocidad del rayo, y los observaba a todos estupefacto. Notó como esa presencia se centraba en uno de sus compañeros, pero no supo adivinar quien.
- No os alejéis hobbits.- les dijo Gimli. – Cuentan que una gran hechicera habita estos bosques. Una bruja elfa. Con terrible poder. Todo el que la mira cae presa de su hechizo, para siempre desaparecer.
- Gimli, no será para tanto.- le dijo Lúthien
- Podéis pensar lo que queráis, mi señora, pero yo que vos me guardaría las espaldas.- le dijo Gimli, se notaba mucho que tenía miedo.
Frodo miraba a todos lados, nervioso, como si hubiese visto u oído algo.
- Bien, pues aquí hay un enano al que no embrujará con facilidad. Tango ojos de halcón y oído de zorro.- dijo Gimli.
En ese momento aparecen arcos alrededor de Gimli y de Lúthien acorralándolos. Pero al mirar a su alrededor, vieron como no eran los únicos que estaban acorralados. Arcos con flechas apuntaban hacía todos los demás miembros de la Comunidad. De entre los elfos que están apuntándolos con los arcos, sale uno, como todos los demás rubio.
- El enano respira tan fuerte como para alcanzarlo en la oscuridad.- dijo el elfo, a lo que el enano gruñó
Lúthien rió por lo bajó para que Gimli no la viera.
Los elfos les llevaron a través del bosque, a unas plataformas que tenían sobre los arboles. A todos les dejó boquiabiertos, y se preguntaron como podrían llegar a hacer eso en los árboles. Excepto Légolas, Aragorn, y Gimli (este último solo estaba para incordiar), el resto de la compañía se quedó un poco rezagada.
- Mae govannen Légolas, Thranduilion.- dijo el elfo, que más o menos quería decir, bienvenido Légolas hijo de Thranduil
- Govannas vîn gwennen le, Haldir o Lórien- contestó Légolas, de lo que se deducía que el elfo se llamaba Haldir, y de que Légolas le daba las gracias por su “hospitalidad”
Entonces el elfo le dirigió una mirada a Aragorn
- A Aragorn in Dúnedain istannen le ammen – dijo Haldir, lo que mas o menos quería decir, que Aragorn les era conocido.
- Haldir.- saludó este con una inclinación de cabeza.
En ese momento, Haldir le dirigió una mirada a Lúthien, quien en vez de mirarle a los ojos, bajó la vista al suelo.
- Que ha sido de la famosa cortesía de los elfos. ¡Hablad en una lengua que todos podamos entender!- refunfuñó Gimli
- No hemos tenido trato con los enanos desde los días oscuros.- dijo Haldir, con resentimiento.
- ¿Sabes que contesta un enano a eso? ¡Ishkhaqwi ai durugnul!- lo que en la lengua común quería decir un insulto muy grave.
Aragorn, que lo único que había estado intentando era mostrarse amable con el elfo para que les permitiera el paso, Gimli estaba a punto de echarlo todo a perder por una tonta disputa entre elfos y enanos.
- Eso no ha sido nada cortés.- le dijo Aragorn
Haldir dejó al enano tranquilo, y miró a Frodo durante unos instantes. Lúthien al ver que este agachaba la cabeza un poco, le puso una mano en el hombro al hobbit para que no se sintiera solo.
- Sois portadores de un gran peligro.- dijo sin dejar de mirar a Frodo.- No podéis continuar.
Los hobbits se dieron la vuelta para mirar a Frodo, y Lúthien, que estaba detrás les echó una mirada de reprobación.
Durante horas, Aragorn estuvo discutiendo con Haldir, para que este los dejara pasar. Pero el elfo se negaba, y le decía a Aragorn, cosas que solo él podía oír. Lúthien miró a Frodo en ese instante, y comprendió como debía sentirse, sobre todo después de la muerte de Gandalf. El hobbit comenzó a mirar a todos sus compañeros, que le devolvieron un segundo la mirada y después la fijaron en otro sitio, donde pudieron centrarse en sus propios pensamientos. Frodo, abatido bajó la vista al suelo. Lúthien, sentado enfrente de él no sabía que hacer para animarle.
- La muerte de Gandalf no fue en vano.- le dijo entristecida. Este levantó la mirada, y la fijó en sus ojos grises.- El no te habría permitido perder la esperanza. Llevas una pesada carga Frodo. No cargues también con su muerte.
Frodo miraba hacía la nada, y pensaba al mismo tiempo.
- No fue culpa tuya.- le dijo Lúthien.
- Yo no he dicho que lo fuera.- le respondió enseguida, estaba harto de que lo supiera todo, era irritante.
- Pero estoy segura de que lo piensas.- le dijo con una sonrisa amable.
Aquella expresión de su cara lo hacía dudar. Solo quería mal hacía ella, por que no quería admitir, que pensaba que la culpa era suya, pero todo era llevar la contraria. La miró un segundo, y después volvió a fijar la vista en la nada.
- Frodo, si piensas que todos los percances que estamos teniendo son culpa tuya, vas por mal camino. Te recuerdo que todos los que estamos aquí, hemos venido por voluntad propia, no por que nos hayan obligado.- le dijo para tranquilizarlo, pero aun así, era verdad.
Frodo no dijo nada, pero ella sabía que la estaba escuchando.
- Además, presiento que le volveremos a ver.- dijo ella.
- ¿Como?- preguntó el hobbit.
Pero Lúthien no tuvo ocasión de responder, pues al parecer Haldir había cedido a las peticiones de Aragorn, y les iba a llevar al menos a Lórien para que sus señores decidieran, si los ayudaban o no.
Durante todo el día siguiente estuvieron caminando para llegar a Caras Galadhon. Pero en su viaje allí, todos estuvieron confusos, y pensando sobre muchas cosas. Sobre Frodo, sobre el Anillo, sobre la Comunidad en general, y sobre lo que les vendría después. Pero uno de sus miembros no estaba preocupado por ninguna de esas cosas, es más ni si quiera estaba preocupado, simplemente intentaba entender.
Légolas estaba solo, ensimismado en sus pensamientos, intentando entender la muerte. ¿Cómo podía haber en el mundo seres que morían, y seres que no?. ¿Qué era la muerte?. ¿Por qué la vida de los hombres tenía fin?. En ese momento vio a Lúthien, y como subía trabajosamente una de las cuestas del bosque. Pensó en ella. A pesar de ser descendiente de elfos, y de dúnedain, los que poseían la larga vida, era mortal. Ella había mencionado de pasada, que su madre era semielfa. Ojalá él pudiese elegir una vida mortal, y quedarse con ella en la Tierra, y vivir muchos años, solo con ella, y morir con ella. Pero el no era medio elfo, como Arwen, o como Tinuviel. Él era hijo de elfos, por lo tanto no tenía esa opción. Légolas no podía ver como Lúthien moría en la Tierra, mientras el se iba a las Tierras imperecederas solo. Todo era muy confuso, y no tenía ninguna solución, solo una. Dejar de amarla.
Al anochecer de ese día llegaron a Caras Galadhon, hogar del caballero Celeborn y de Galadriel, dama de la luz, como muy amablemente les aclaró Haldir.
Cuando entraron a Caras Galadhon, lo único que pudieron expresar fue maravilla. Eran arboles tan altos, como las columnas de Moria, y rodeando cada uno de ellos, había una gran escalera en espiral, hecha de madera blanca, como el tronco de los mismos arboles. Todos se asombran al ver que ningún tipo de luz alumbraba el bosque, si no que era el propio lugar que refulgía en luz. Los elfos, poseían luz propia, y todo era tranquilo, y sin preocupaciones que perturbaran esa tranquilidad.
La Comunidad fue guiada por entre los arboles, hasta que llegaron a uno, y comenzaron a subir las escaleras en espiral. Todo aquello estaba en conexión con la naturaleza, y no había nada artificial. Las ramas que completaban la barandilla de las escaleras, no habían sido forzadas, si no que habían crecido según se les había antojado.
Cuando llegaron al final de las escaleras, les hicieron esperar delante de otras escaleras, que se levantaban frente a ellos. Estuvieron esperando unos segundos, hasta que dos elfos bajaron por ellas. Si los demás elfos de aquel lugar brillaban con luz propia, estos aun más. Sobre todo la dama, que debía de ser Galadriel, que era muy bella, e iba de la mano de su esposo, el caballero Celeborn. Los dos se pararon al pie de las escaleras y miraron a la Compañía.
- El enemigo sabe que estáis aquí. La esperanza que hubieseis depositado en secreto, ahora esta perdida.- el caballero Celeborn hizo una pequeña pausa, pero en seguido habló de nuevo.- Nueve sois ahora, aunque diez fueron los que salieron de Rivendell, decidme donde esta Gandalf, ardo en deseos de hablar con él. Ya no puedo verlo en la distancia.
A todos se les clavó un puñal en el pecho al oír que antes eran diez. Ninguno tuvo el valor suficiente para decirlo.
- Gandalf el gris no ha cruzado los albores de esta Tierra. Ha caído en la sombra.- dijo Galadriel.
Muchos de los miembros de la Comunidad al oír esto rompieron a llorar, en silencio, pero numerosas lágrimas caían por sus mejillas.
- Fue engullido por ambas, la sombra y la llama: un Balrog de Morgoth- dijo Légolas con la cabeza gacha.- Caímos sin necesidad en las redes de Moria.
- Lo innecesario no era propio de Gandalf en vida.- dijo Galadriel.- No conocemos aún su verdadero propósito.
Lúthien notó como Gimli suspiraba, y vio que estaba con la cabeza gacha, y desolado. Para él, toda la culpa era suya, pues él era el que había insistido tanto en entrar en Moria.
- No dejes que la oscuridad de Khazad-dûm llene tu alma, Gimli hijo de Gloin. El mundo esta lleno de peligros y en todas las tierras el amor, se confunde ahora con el dolor.- dijo Galadriel al ver a Gimli cabizbajo, pero su última frase no iba dirigida a él, sino a Boromir.
Ella lo miró durante largos segundos, y este bajó la cabeza, llorando en silencio. Después tornó su mirada hacia el resto de miembros de la Comunidad.
- ¿Qué será ahora de la Comunidad?.- dijo Celeborn.- Sin Gandalf ahora ya no hay esperanza.
Lúthien suspiró y sintió una gran angustia en su interior.
- La misión se encuentra ahora en el filo de la navaja, descuidaros un instante y fracasará para desgracia de todos.- volvió a mirar a Boromir, y este no pudo reprimir un sollozo.
- Aun hay esperanza mientras la compañía permanezca fiel.- dijo mirando a Sam, y este no apartó la mirada.- No dejéis que os inquieten vuestros corazones. Id a descansar ahora, estaréis agotados de tanto esfuerzo y sufrimiento. Esta noche dormiréis bien.
En ese momento miró a Frodo, y este se alteró un poco, y Lúthien lo notó. Al parecer, era muy sensible a las emociones de Frodo, y las sentía enseguida.
Estaban ya todos bajando las escaleras, cuando una voz sonó en la cabeza de Lúthien. ”Lúthien, ven a verme ahora, tenemos cosas de las que hablar”. Era la voz de Galadriel, la que había sonado en su cabeza. Se giró para saber si la miraba, y vio que así era. En vez de bajar al bosque como los demás, volvió a subir, y siguió a Galadriel por las escaleras que la comunidad no había subido. Fueron ha dar a una especie de vestíbulo, donde entraron a una sala situada a la derecha de este.
Era como una especie de salón pequeño. Galadriel mandó a Lúthien que se sentara, y esta obedeció. Galadriel se sentó en una silla enfrente de la de Lúthien, y la miró a los ojos. Lúthien sin embargo, en vez de retirar la mirada, la contuvo, hasta que fue ella la que la tuvo que retirar.
- Veo que has conseguido mantener a Aragorn con vida hasta ahora.- le dijo Galadriel, mientras servía algo que parecía té en unos vasos de cristal, que estaban colocados en una mesilla a su lado.
- Yo, que yo le he mantenido con vida.- dijo Lúthien estupefacta.
- Sin tu presencia, ahora podría estar muerto.- dijo Galadriel, lo que hizo que la cabeza de Lúthien se hiciera un lío.
- Tu crees que estas aquí solo para conseguir que él sea rey.- dijo suavemente, pero con la voz fría.- Pues te equivocas. Si tu no hubieras venido de Gondor, toda la Comunidad sería un fracaso, y muchos de sus miembros habrían muerto en Moria.
- Pero, ¿cómo?- preguntó
- Yo no te puedo explicar los misterios del destino, pero siempre puedo orientarte.- dijo cogiendo un vaso de los de té, y ofreciéndoselo. Ella sin decir nada, lo rechazó con la cabeza.
- Nadie mas en la Tierra sabe en verdad quien eres. Todos tienen confusas ideas sobre tu origen, sobre todo Boromir, que es de Gondor.- dijo Galadriel.- Pero ninguno se imagina la realidad. Yo se quien eres, Lúthien, hija de Elessar. Pero eso no debe saberlo nadie, si lo supieran, tu presencia aquí sería en vano, y todo fracasaría. Lo sabrán, pero no ahora en su debido momento. Así que será mejor que conserves guardado aun ese colgante que llevas a todas partes.
- ¿Cómo sabes todo eso?- le preguntó Lúthien.
- No puedo decirte como me son reveladas, pues ni yo misma lo sé. Simplemente lo sé.- dijo Galadriel.- Ahora puedes irte.
Lúthien hizo una inclinación de cabeza, y se levantó para marcharse, cuando Galadriel añadió.
- Aquello que temes pasará.- dijo, simplemente, y salió de la habitación, dejando a Lúthien con la cabeza llena de pensamientos confusos.
Cuando Lúthien terminó de descender por las escaleras del árbol, se encontró a Légolas en pijama, recogiendo agua de una fuente con una jarra. Lúthien se le cercó sonriente.
- ¿Dónde estabas?- preguntó el joven
- Con Galadriel, me había llamado, diciendo que quería hablar conmigo.- dijo sin dejar de sonreír, pero no era una sonrisa cortés, sino fingida, para que sus compañeros no pensaran que algo iba mal.
Lúthien se giró hacia sus compañeros, y se dio cuenta, de que todos estaban demasiado limpios. Todos habían tomado un baño, y ella estaba deseando de hacer lo mismo. Al momento, se quitó la ropa, fuera de la vista de sus amigos, y se quitó el colgante que le había dado su padre, y lo contempló unos segundos. Era magnifico, y brillaba como siempre. Le dio un beso, y en uno de los bolsillos del pantalón lo guardo para que no estuviera a la vista.
Ya tomado el baño, estaba relajada, y muy cansada. Pensó en volver con sus compañeros, pues habían montado una especie de campamento debajo de las raíces de un árbol, pero necesitaba estar sola un rato. Aquello que ella temía, sucedería. Enseguida le dio un vuelco al corazón, al darse cuenta de que era. Durante bastante tiempo, concretamente desde que tuvieron aquella avalancha en Caradhras, había estado pensando en que esa sería su primera aventura, y la última. En su corazón temía, que si el anillo se destruía, y todo salía bien, algún precio había que pagar por ello. Ese precio era su vida. Aquel no era su lugar, no era su época.
En aquel momento alguien le posó una mano en el hombro. Lúthien se giró para ver quien era. Era Légolas. Cuanto lo amaba.
Lúthien, llevaba puesto, al igual que Légolas y que todos los miembros de la Comunidad, ropa para dormir. Llevaba un camisón rosado, con la espalda descubierta, muy fresco para no pasar calor, pues en Lórien, al estar entre los arboles, el calor se conservaba mejor, sobretodo siendo arboles tan grandes como aquellos.
- Deberías descansar. Ha sido un día muy largo para todos, y necesitamos recuperar fuerzas para poder partir mañana al alba.- le dijo mientras se sentaba a su lado. Estaban sentados en las raíces de un árbol, Lúthien contemplando las hojas otoñales a sus pies. Estaban descalzos, sintiendo el tacto de la hierba y su cosquilleo en los pies.
- Légolas, ¿crees que lo conseguiremos?- preguntó Lúthien de repente.
- ¿Destruir el anillo?- preguntó, a lo que Lúthien afirmó con la cabeza.- Es Frodo el que lo tiene que destruir, no nosotros, pero supongo que sí. Todos juntos lo conseguiremos. ¿Por qué me preguntas eso?
- Tengo miedo.- dijo ella, y le miró a los ojos.- Ya has visto lo que le ha pasado ha Gandalf, y no quiero que a ninguno os pase nada. No quiero que te pase nada. Eres bueno con el arco, pero no eres buen guerrero y tú lo sabes. Si se te presenta un gran peligro no podrás detenerlo.
- Lúthien, no llenes tu mente de sensaciones como esa. Debes pensar que todo va a salir bien, y que tu estás aquí para cuidar de nosotros. ¿Qué haríamos sin ti?- dijo Légolas sonriendo.
Lúthien sin embargo sonrió débilmente. Eso mismo era lo que Galadriel le había dicho. La Compañía no era nada sin ella. Por eso tenía que sobrevivir.
Légolas la miraba extrañado. A lo que ella sonrió, él también lo hizo, mientras se miraban largo rato.
- Si te sirve de consuelo, creo que no nos pasará nada a tu lado. Tienes el manejo más rápido de una espada que he visto nunca.- dijo el elfo sonriendo.
- Tuve un gran maestro.- dijo mirándole a los ojos.- Mi padre me enseñó.
El elfo sabía que Lúthien no quería que le preguntaran sobre su padre, ni sobre sus orígenes, así que se cayó y la miró sin decir nada. Lúthien recostó su cabeza en el hombro de Légolas, y este empezó a acariciarla el pelo, mientras se acercaba lentamente a ella. Lúthien estaba nerviosa, y besó a Légolas antes de que el se acercara del todo. Fue un beso cálido, y sin interrupciones. Se miraron de nuevo, y sin poder evitarlo apasionadamente se volvieron a besar. Se deseaban.
- Te amo, Légolas.- dijo Lúthien jadeando.
- Yo también te amo Lúthien.- dijo Légolas también jadeante.
Al día siguiente, todos se despertaron antes del alba para preparar su equipaje.
Lúthien enrolló el camisón que había llevado puesto la noche anterior, y lo hizo desaparecer con un movimiento de su mano. Al ponerse de nuevo la ropa de viaje, ya lavada, cogió el colgante de su madre, y se lo colgó al cuello de nuevo. Después fue a reunirse con los demás miembros de la Compañía.
Ellos estaban delante en fila, del caballero Celeborn, que los obsequió con unas capas élficas.
- Nunca antes hemos vestido a extraños con el atuendo de nuestro pueblo.- dijo Celeborn – tal vez estas capas os ayuden a esconderos. de los ojos enemigos.
Cuando todos estaban dispuestos para despedirse de Galadriel, Celeborn les llamó a Aragorn y a Lúthien. Mientras iban a encontrarse con Galadriel, Celeborn les iba hablando.
- Toda legua que viajéis al sur, el peligro se incrementará. Los orcos de Mordor ahora controlan la orilla este del Anduin. – dijo mientras caminaban entre los arboles del bosque.- No encontrareis seguridad en los bancos de la orilla oeste. Extrañas criaturas con el emblema de la Mano Blanca han sido vistas en nuestras fronteras.- Se pararon un segundo antes de seguir, y Celeborn los miro con gravedad.- Rara vez los orcos viajan bajo la luz del sol, pero estos así lo hacen.
En ese momento, les tendió a cada uno una daga.
- Le aphadar aen.- les dijo. Los estaban siguiendo.- Por el río tenéis la opción de adelantar al enemigo, por los Saltos del Rauros.
Celeborn se marchó, y Lúthien y Aragorn se quedaron solos.
- Aragorn, Gandalf me comentó antes de partir de Rivendell, que Saruman estaba creando un ejercito en Isengard. Una mezcla de elfos y orcos creo, una forma perfeccionada de orcos. Son altos y fuertes, como un hombre, su piel en negra, y sus ojos rasgados, ya los he visto antes. Llevan buenos escudos, y no se detienen ante nada. – le advirtió Lúthien con toda su buena intención.- No creo que podamos despistarlos.
- Lúthien, tenemos que intentarlo. – le dijo Aragorn agarrándola de un hombro.
Galadriel los esperaba en la orilla del río. El equipaje estaba ya en las canoas, y todos los miembros de la Comunidad estaban dispuestos a despedir a la dama Galadriel.
- Mi regalo para ti, Légolas, es el arco de Galadrim, digno de la destreza de nuestros parientes del bosque.- le dijo la elfa.
Légolas miraba el arco con admiración. Galadriel sonrió complacida y se dirigió a Merry y a Pippin.
- Estas son las dagas de los Noldor. Ya han servido antes en la guerra.- dijo sin que su sonrisa se desvaneciera.
Los dos hobbits desenvainaron sus dagas, pero Pippin parecía asustado, por el significado que esas dagas tendrían en el futuro.
- No temas Peregrin Tuck, encontrarás tu valor.- le dijo, y este se concentró de nuevo en la daga.
Después miró a Sam.
- Para ti, Samsagaz Gamyi, cuerda élfica hecha con hitlhain.- dijo con una sonrisa.
- Gracias mi señora.- respondió el hobbit
Pero no parecía realmente complacido. Miró hacia su izquierda, y vio a Merry y a Pippin observando sus lustrosas dagas
- ¿No podría darme una de esas dagas relucientes?- dijo un poco cohibido
Galadriel sonrió mas profundamente como respuesta, y Sam bajó un poco la vista.
En ese momento la dama miró a Gimli. Este estaba con la mirada fija en el suelo, muy concentrado en una hoja que estaba debajo de los pies de la elfa. Notó como Galadriel se paraba delante de él, pero no levanto la vista.
- ¿Qué regalo pediría un enano a los elfos?- dijo la dama de la luz sin dejar de sonreír.
- Nada, nada.- contestó el enano rápidamente, e hizo un ademán de darse la vuelta para irse.- Aunque, hay una cosa que... Pero es imposible, una tontería.
Lo que Gimli le pidió a Galadriel quedó en secreto, y solo ellos sabían de que se trataba. Pero hizo que Gimli se sonrojara y se marchara obnubilado a los botes.
Entonces, Galadriel se tornó hacia Boromir, que asombrado la miraba, y reparaba en todos sus detalles.
- Para ti Boromir, te doy este cinturón de oro, no es mucho, pero espero que sea de tu agrado.- le dijo la elfa sonriente.
- Gracias mi señora.- dijo el guerrero, y se marchó a los botes.
Galadriel miró a Lúthien, y la elfa escrutó su alrededor para saber sí había alguien a su alrededor que los pudiera escuchar, pero Aragorn estaba poniendo sus cosas y las bolsas de viaje en los botes. Estaba ocupado en meter a sus compañeros en las barcas, y eso les dejaba a las dos mujeres hablar en soledad.
- Sé que entre tu y Légolas ha surgido,... atracción. Pero sabes también como yo que debe terminar, pues ese amor solo puede acabar en tragedia.- dijo Galadriel mirándola a los grises ojos de la muchacha, empañados en lagrimas.- Creo que mi mejor presente, es la nueva espada forjada para ti en estos bosques. Namárië, Lúthien de Gondor, que la gracia de todos nuestros aliados os acompañe a ti y a tu misión.
Lúthien hizo una inclinación de cabeza, y Galadriel le dio un beso en la frente.
De camino a los botes, Lúthien desenvainó la espada y vio como tenía unas palabras gravadas en élfico. “Que aquel que porte esta espada, sepa desencadenar su poder, y cumplir con sus propósitos”. La envaino de nuevo sonriente, y fue a las barcas para subirse a una.