Aventuras y desventuras de una hobbit bien distinta.
Eolywyn Dama de Rohan nos envia el segundo capítulo de su nuevo relato en el que se narran las aventuras y desventuras de Valentina Tallabuena, una hobbit distinta.

Esta es una historia que narra las aventuras y desventuras de la simpática Valentina Tallabuena Bolsón,  una hobbit bien distinta a las demás.  Ciertos compromiso que ella no puede evitar la llevan a abandonar su tranquila vida en Hobbiton y más adelante se verá envuelta en unos desagradables sucesos que la alejaran de la sosegada Comarca.  Pero  a pesar de todos los acontecimientos, Valentina estará rodeada de buenos amigos:  Hildi, un joven y atractivo hobbit de espíritu inquieto; Grimgi, un enano gruñón peroleal y protector y el arpista elfo Indrel, cuya música calma los pesares de la desafortunada hobbit,  ya que para volver a casa, antes deberá participar, involuntariamente, en la busqueda de un tesoro.
(está dedicada a mi amiga Valentina que me pidió una historia sobre su personaje)
Aquí está.


Valentina se va de la Comarca.

Ocurrió que tiempo después de la fastuosa fiesta de cumpleaños que el Sr. Bilbo celebrara,  las cosas cambiaron para Valentina,  unas para bien y otras para mal.
La familia Tallabuena-Bolsón dejó su morada en Hobbiton para trasladarse a un pequeño agujero hobbit en los lindes del Bosque Cerrado,  aquel nuevo hogar se encontraba próximo a la aldea de la Casa del Bosque,  en la Cuaderna del Este.
Era el lugar más distante al que Valentina había viajado,  pues jamás se había alejado de Hobbiton y sus alrededores;  tardaron varios días en llegar hasta allí y Valentina,  con tristeza observó como las verdes colinas iban desapareciendo en el horizonte lejano,  demasiado lejos de su querido hogar,  sus amigos y,  por supuesto,  de Frodo.
A la hobbit no le había gustado nada la decisión de su padre,  Franton quería trasladar los panales a un lugar distinto,  donde sus laboriosas abejas tuvieran mejores flores y en aquel inoportuno momento,  recordó la vieja casa de su tatarabuelo,  que construyó en otros tiempos con fines vacacionales.
Valentina había discutido con su padre sobre el hecho de marchar tan  lejos,  había motivos aparentes,  nadie se quejaba de la calidad de la miel y la producción era buena.   Su padre se negó en redondo a dar explicaciones,  se marcharían y ya está.
La joven se encerró en su habitación llorando,  no quería marcharse,  ahora no.   Escuchó voces en la salita,  su madre le hablaba a su padre calmándolo:
-.no es una niña,  ya es mayor,  yo hablaré con ella.
Un momento después su madre entraba,  en el regazo traía una cajita de suaves y deliciosos bombones.
Valentina tomó uno de ellos,  mientras su madre le acariciaba los rizos despeinados:
-Valentina hija,  no debes enfadarte con tu padre.
-Pero mamá yo quiero quedarme,  si os vais me quedaré aquí, trabajaré con Telma en su despacho de pan,  ya lo he hecho otras veces,  pero no quiero marcharme.
La madre cerró los ojos,  comprendía a su hija,   tenía su vida allí y no quería dejarla,  tomó uno de los bombones y volvió a hablarle con voz muy dulce:
-Sabes que últimamente no me encuentro muy bien,  el doctor me recomienda un cambio de aires,  un lugar más cálido,  se avecina el invierno y debemos partir antes de que el camino se vuelva difícil.
Valentina observó a su madre,  no podía creer lo que estaba oyendo,  la había oído quejarse de sus achacosos huesos,  y el reuma que la molestaba con el cambio de las temperaturas,  pero ¿tan mal se encontraba?
Annah,  su madre,  le seguía acariciando los ondulantes cabellos negros,  a Valentina le pareció de repente tan frágil,  como si la vejez se le hubiera echado encima en unos instantes,  y pensó "que egoísta he sido,  siempre pensando en mí.   Mi madre está realmente enferma y yo no me he dado cuenta".
-Valentina hija, el doctor dice que debo tener reposo,  trabajar lo menos posible y mucha calma,  no debo tomar cosas de peso y por esta causa,  tu padre te necesita más que nunca,  yo no puedo ayudarle en su tarea.
"hemos hablado con tu tía Margot,  está soltera y sola,  dispuesta a hacerme compañía y cuidarme cuando tú no estés.   Ya sabes,  tu padre ha sido siempre su hermano favorito y ella me tiene mucho cariño.
Después de de aquello,  los días fueron pasando demasiado apresurados para el gusto de Valentina,  pronto partirían y con ellos la esperanza que albergaba la hobbit de estar cerca de Frodo.
Pasada la fiesta,  ella y Frodo habían intimado,  se veían más a menudo,  hablaban de sus sentimientos mientras paseaban en solitario en los atardeceres.   Frodo,  por fin,  había descubierto en Valentina algo más que una hobbit vergonzosa y regordeta que le llevaba miel a su tío Bilbo.   A veces,  mientras caminaban por entre los árboles ellos solos,  Frodo le tomaba la mano,  se miraban a los ojos y después echaban a correr hasta llegar al río,  donde jugueteaban y reían.
Pero ahora todo eso quedaba atrás.
Valentina fue a despedirse de él por la mañana muy temprano,  aquel día se marchaban y hacía tiempo  que no había visto a su amigo Frodo,  había estado tan atareada con empaquetar cosas que apenas si le quedó tiempo para algo más.
Iba vestida con una falda azul oscura,  un corpiño del mismo color y un bolsón blanco,  se cubría con una capa gris oscura,  preparada para partir hacia la Cuaderna del Este.
Cuando se disponía  a golpear la puerta de Bolsón Cerrado,  esta se abrió repentinamente,  Valentina se sobresaltó,  el mago Gandalf le salió al paso:
-Buenos días Valentina,  muy temprano para hacer visitas, ¿no?
-Buenos días Sr. Gandalf -dijo temerosa,  pues el mago le daba mucho respeto- sólo vengo a despedirme,  partimos hacía la aldea de la Casa  del Bosque,  ¿está.? - no terminó la frase,  Frodo se asomó al vestíbulo,  había oído la voz de Valentina.
Gandalf los miró fijamente a través de sus tupidas cejas,  se acarició la barba y con un gesto rápido se colocó su picudo sombrero.
-Bueno muchachos,  creo que iré a dar una vuelta. - y se fue alejando por el camino con paso lento.
Valentina casi con lágrimas en los ojos contó su historia  a Frodo,  de porqué se marchaban y que desconocía el tiempo que iba a pasar en aquel lugar,  se encontraban en el viejo salón tan familiar para Valentina y Frodo se  acercó a ella con su mirada algo triste,  sin embargo,  sonreía.
-Valentina, eres afortunada por tener a tus padres,  cuida mucho de ellos y se todo lo feliz que puedas junto a ellos -la voz del hobbit se tornó muy triste y melancólica,  él hacia mucho que perdió a sus padres en un trágico accidente,  no había podido disfrutar de ellos pues Frodo era muy joven cuando perecieron ahogados en el río.
-Debo marcharme -terminó diciendo Valentina,  pero antes de que se diera media vuelta Frodo le tomó la mano,  mientras acariciaba sus rizos oscuros,  parecía distraído,  como si su mente estuviera lejos.
Valentina al sentir su tacto se estremeció ligeramente,  él llevó su mano hasta su mejilla sonrosada,  Vvalentina dio un paso adelante instintivamente,  su corazón galopaba frenéticamente;  viendo como Frodo se aproximaba a ella,  entreabrió los labios,  los inmensos ojos azules del hobbit no dejaban de mirarla y Valentina se sintió turbada,  pero no podía dejar de mirarle,  entonces Frodo la besó en los labios con pasión mientras la abrazaba apretándola contra su cuerpo.
Valentina se sentía desmayar,  se dejó sujetar por el hobbit sintiendo sus brazos y manos,  sintiendo sus suaves labios en ella,  creyó que aquel dulce beso duraba una eternidad,  el tiempo no existía en aquel momento,  el mundo y sus problemas había desaparecido,  sólo  quedaba ellos dos y su amor en silencio.

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Aquel recuerdo la acompañó durante el viaje,  ahora estaba segura de que Frodo,  su maravilloso Frodo la correspondía.   Pero el tiempo pasó,  al principio se carteaban con regularidad,  pero algo debió ocurrirle a Frodo,  pues la correspondencia que le enviaba era cada vez más escasa.   Muy de tarde en t arde recibía carta de él y ésta era poco explícita,  nada clara.   A veces,  comentaba algo sobre partir de viaje con un destino incierto y hacía referencia a su tío Bilbo y cosas que podían llegar a ocurrir si se demoraba.   Valentina no comprendía el significado de aquellas palabras y Frodo no respondía a sus cartas,  lo que la fue sumiendo en la duda y la incertidumbre con respecto a su relación con él.
El tiempo que transcurrió allí,  en su nuevo hogar,   Valentina no lo recordaba con agrado,  ayudaba mucho a su  padre,  le acompañaba cuando éste iba a los mercados de las aldeas de Los Gamos,  pero añoraba Hobbiton y a todos sus amigos,  no había hecho amistades,  pues la gentes de aquella región le parecían aburridas y poco amables,  su única distracción era las salidas a los mercados y la hobbit fue adquiriendo un comportamiento más "aventurero",  porque para ella aquello era una aventura.
En muchas ocasiones se levantaban muy de madrugada,  se ponía sus ropas de viaje y había cambiado las faldas por cómodos pantalones masculinos,  llevaba una mochila con sus pertenencias personales,  un libro de lectura y uno para escribir todas sus vivencias,  haciendo incluso dibujos y mapas de las zonas que visitaba y si tenía ocasión,  recogía pequeñas leyendas locales.
Después de cargar el carro y preparar el viejo y panzudo poney,  ellas y su padre partían de casa para visitar una,  dos o tres aldeas,  lo que les llevaba varios días de viaje.   Dormían a la intemperie si era posible,  bajo el cielo estrellado,  las espesas ramas de los árboles hacían de techumbre o cubiertos con una gruesa lona a modo de tienda.   Pocas veces habían utilizado el granero de algún granjero,  sólo si el tiempo era endemoniadamente lluvioso.
Así que Valentina,  acostumbrada a la cómoda vida de Hobbiton,  se habituó a la dura vida de los viajeros y caminantes.
Con el paso del tiempo,  Valentina fue observando que el ambiente,  en general,  fue volviéndose siniestro y oscuro.   Había rumores de que extraños jinetes negros montados en enormes caballos recorrían la Comarca haciendo preguntas raras y habían visto merodeando cerca de la frontera a Hombres de cabello oscuro y aspecto malévolo.
Hasta ahora ellos nunca se habían topado con nada de esto,  pero la hobbit fue sintiéndose cada vez más angustiada y casi siempre se encontraba de malhumor.   Ya únicamente se carteaba con su amiga a la que había confiado todos sus pensamientos,  anhelos y pesares;  la última carta que recibiera de ella llegó con retraso de varias semanas y en ella exponía que Frodo dejaba Bolsón Cerrado y marchaba a Cricava.
"Cricava,  tan cerca de aquí",  pensó Valentina  y una nueva ilusión se asomaba a sus oscuros ojos,  la situación se ponía interesante.   Pero la carta no decía cuando Frodo se marchaba y durante algún tiempo no volvió a recibir noticias de su amiga.
Valentina se levantaba por la mañana con un único pensamiento,  "¿cuándo irían al mercado de Cricava?",  su padre hacía mucho que no salía y había almacenado gran cantidad de miel.   Deseaba tanto volver a encontrarse con Frodo,  muchas veces dejaba correr su imaginación pensando si las cosas no hubieran sucedido así,  era posible que ella y Frodo estuvieran ahora juntos y felices;  se veía viviendo en Bolsón Cerrado,  Frodo encendiendo su pipa,  ella preparando una bandeja con belicosos pastelillos de crema y chocolate,  humeante café en las tazas,  conversaciones amenas,  miradas de amor,  besos apasionados,  y por qué no,  un retoño regordete de pelo oscuro y rizado,  grandes y hermoso ojos azules que lloriqueaba en su cunita.   Después despertaba de aquellos sueños y se encontraba con la realidad,  quedando abrumada y triste.

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Una noche fría y lluviosa,  el viento ululaba y empujaba con fuerza la lluvia contra las ventanas,  como queriendo romper los cristales.   Franton fumaba en su pipa,  Annah bordaba con habilidad una tela que sería un mantelito para las merienda y Valentina aburrida contemplaba el crepitar del fuego en el hogar.   No prestaba atención a nada,  ni si quiera el retumbar lejano de los truenos.
Su padre exhaló humo y repentinamente dijo:
-Todo está ya preparado,  es posible si el tiempo no empeora,  que el lunes partamos para Bree -y volvió a meterse la boquilla de la pipa en la boca.   Su esposa dejó el bordado mirándolo con extrañeza:
-¿A Bree?,  pero si hace años que no vas por allí,  es posible Franton que los de Bree ya ni se acuerden de ti.
-Los que toman mi miel,  jamás la olvidan,  a demás he pensado que como allí se vendía bastante bien y a muy buen precio,  después de que se compren toda la producción ganaremos mucho y,  puesto que tú estas mejor -dijo acariciando las mejillas de su esposa con dulzura, -para la primavera volveremos muy ricos a Hobbiton,  así el viejo y presumido Meltón Varaverde,  nuestro vecino,  se morirá de envidia -dicho esto siguió fumando muy orgulloso de sus planes.
Valentina al principio no atendió a las palabras,  estaba perdida en sus pensamientos,  pero poco a poco empezó a darse cuenta de lo que su padre había dicho.
"Partiremos. Bree. volveremos. Hobbiton."
Lo primero que le vino en mente fue un viejo mapa del estudio de Bilbo donde aparecía señalado Bree,  estaba muy lejos,  hacia el Este,  deberían pasar por el Puente del Brandivino,  bajando se encontraba Cepeda y Los Gamos  y allí Cricava.   Valentina dio un respingo y abriendo mucho los ojos mientras miraba a su padre preguntó:
-¿Pasaremos por Cricava? -tenía esperanzas de poder volver a ver a Frodo,  si es que se encontraba allí.
Franton la miró sorprendido y divertido:
-¿Por qué ir a Cricava si vamos a Bree?
Aquella respuesta echaba por tierra los deseos de Valentina.
Así le apesadumbrada hobbit se vio nuevamente montada en su carro,  junto a su padre,  el viejo y panzudo pony de hirsuto pelo alazán,  y un pasado cargamento de miel.   Viajaban arropados en sus capas,  con ropas de abrigo,  pues el frío comenzaba muy pronto eses año,  a pesar de que los días y las noches eran claros y sin amenazas de lluvia.
A modo de celpa,  Valentina se había recogido sus ondulantes rizos oscuros con aquel lazo de raso verde que le regalara Frodo, así llevaba los mechones sujetos y su cara regordeta y bonachona quedaba despejada,  pero iba algo triste y cabizbaja sentada en el pescante junto a su padre que canturreaba una cancioncilla mientras fumaba de su pipa.
El mismo día que abandonaran su hogar en las afueras de la Casa del Bosque,  se toparon en el camino con un hobbit malhumorado que no fue nada amable con ellos,  se limitó a mirarlos con el ceño fruncido y la azada en alto,  mientras pasaban por su lado les gritó enfadado:
-¡Los forasteros nunca traen nada bueno y últimamente todos viajan en caballos negros! -dicho esto dio media vuelta y se internó en su huerto.
Franton se tocó con un dedo la cabeza a modo de saludo,  no supo a ciencia cierta si aquel buen señor quiso advertirles de algún peligro o por el contrario el gesto con la azada era un aviso de  "no entrar ni tocar nada de mi propiedad".
Desde entonces no se habían topado con nadie y Franton y su hija a penas si se decían algo.
Pero un día,  al atardecer,  Valentina escuchó unas hermosas voces y pudo observar maravillada a dos altos elfos que,  como por arte de magia,  habían aparecido en el camino.   Estaban sentados sobre una roca,  cantando y riendo alegres,  sus voces tan dulces y melodiosas hicieron que el disgusto de la hobbit pasara momentáneamente.
Valentina recordó las historias que Bilbo le contara sobre los elfos del lejano Rivendel,  pero las descripciones del viejo Bolsón no eran nada comparadas con la realidad.   Para Valentina se trataba de seres,  en verdad,  majestuosos,  de altas y delgadas piernas y estilizados brazos,  en sus rostros podía ver cierta gracia que jamás un hobbit alcanzaría a tener y en sus ojos brillaba una luz que parecía el puro reflejo de las estrellas.   Bilbo le había dicho que muchos eran tan viejos como la luna y el sol.
Uno de ellos se incorporó cuando la carreta pasó a su lado,  Frontón los saludó alzando su humeante pipa.   El elfo de luminosos ojos grises parecía atemporal,  joven como un niño y a la vez viejo como quien a vivido cientos de años.
Anduvo hacia ellos con paso grácil y les dirigió un saludo:
-Nos encaminamos hacia el Sur y nos espera un largo viaje,  ¿no serías tan amable Franton,  hijo de Martón,  de ofrecernos tu miel como en otros tiempos hacías?,  no hemos olvidado su sabor y con ella haremos deliciosa aguamiel.
Valentina quedó realmente sorprendida,  pues su padre conocía a aquellos elfos e incluso,  había tenido tratos con ellos.   La hobbit se apresuró a saludarles tal y como le había enseñado Bilbo:
-¡Suila mellon!
El elfo la miró divertido dedicándole una amplia y sincera sonrisa,  giró lentamente la cabeza para mirar a su compañero:
-Curioso son estos jóvenes hobbits,  y mucho más Bilbo Bolsón que aprendió nuestra lengua y a buena hora la enseñó a los suyos.
-¿Conocéis al viejo Bolsón? -Preguntó Valentina mientras su padre trasteaba en la parte trasera del carro buscando la miel,  -¿sabéis dónde estas?,  marchó un buen día de la Comarca y ya nada más supimos de él.
-Ahora reside en Rivendel en la Casa del Señor Elrond,  allí podrás encontrarle para continuar tus lecciones.
De pronto Valentina atuvo una corazonada,  un pensamiento cruzó por su cabecita,  "Frodo iba camino de Rivendel a encontrarse con su viejo tío".
Franton entregó varios tarros de miel a los elfos,  de la mejor que llevaba,  les hizo saber,  y estos insistieron en pagarle con una hermosa gema verdiazulada,  pero Frontón se negó en redondo,  sólo aceptaría su bendición como pago:
-Pues bien -comenzó diciendo el elfo mientras su compañero guardaba los tarros en su zurrón -que los hados os sean favorables.  Tu miel será siempre codiciada y  la venderás a buen precio.  Pero tened cuidado con los Jinetes Negros,  no respondáis a sus preguntas.
Después se volvió hacia la fascinada Valentina:
-Namárie,  Valentina,  tu corazón te guiará bien.
La hobbit se despidió con el mismo saludo y observó como los elfos se alejaban en dirección contraria a ellos:  lo hacían cantando alegres con sus voces armoniosas y fueron perdiéndose en la lejanía.
Era la primera vez que Valentina veía elfos y se sintió afortunada de aquel encuentro,  pero para ella todo estaba envuelto en un halo de misterio.  Para empezar,  su padre,  que nunca le había dicho nada sobre sus negocios con los elfos y estos parecían conocerlo bien.
Después le extrañó que el señor Bilbo decidiera partir hacia Rivendel,  "con lo lejos que estaba",  pensaba Valentina,  claro que Bilbo siempre había sido muy aventurero y por último,  ¿por qué el elfo había hecho referencia a su corazón?,  acaso leyó en su mente y supo que ella pensaba en Frodo y que éste se dirigía hacia ese mágico lugar,  o sólo era algún tipo de advertencia para el futuro.
Pero lo que era más misterioso y más miedo le daba,  era la referencia a los jinetes.   Muchos eran los que hablaban de ellos con gran temor y durante las noches,   Valentina no conciliaba el sueño,  se despertaba sobresaltada,  oía sonidos extraños y a veces,  cascos de caballos que parecían seguirles.

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Así transcurrió el viaje,  en silencio,  solitario y pendiente de cualquier sonido que pareciese provenir de algún ser montado a caballo.
Valentina recordaba más que nunca los hermosos días vividos junto a Frodo y aquel beso de despedida,  pero detrás de aquellos recuerdos apasionados existía un sentimiento de duda y temor.   Algo no marchaba bien,  lo sabía,  era una punzada en su corazón,  igual que sabía que el hobbit iba hacia Rivendel;  el elfo lo había dicho,  Bilbo se encontraba allí.   En ciertos aspectos,  Frodo era muy parecido a su tío,  por él corría la sangre aventurera de los Tuk y más de una vez,  cuando ambos jóvenes se encontraban juntos hablando de sus deseos y anhelos,  Frodo había comentado a Valentina que iría más allá de las montañas en busca de aventuras.
Pero para la hobbit,  todo lo que le sucedía y que para ella era una autentica aventura,  nada de lo que estaba viviendo le resultaba atractivo y reconfortante.   Pasaba frío,  comían a destiempo,  estaba cansada de ir en la carreta,  y mucho más de ir a pie detrás de la carreta;  sus ropas estaban sucias,  no podía asearse en condiciones,  dormir era una tortura y el paisaje,  bueno,  el paisaje era bonito,  pero para ver árboles y colinas no hacía falta ir muy lejos de Hobbiton.

En fin,  eso de "ir de aventuras" no tenía ningún sentido para ella.   Sin embargo,  era extraño,  desde que presintiera que Frodo se encaminaba hacia aquel legendario hogar de los Elfos,  Valentina sentía la curiosidad y las ganas de ir hacia allí.
"A Rivendel,  con lo lejos que está",  pensaba una y otra vez.
de esta forma llegaron a Bree en la noche,  el cielo estaba estrellado y hacía bastante frío.
Se encaminaron por lo que parecía la avenida principal,  el lugar le apreció a Vlentina oscuro y tétrico,  las casas de piedra gris eran feas y sosas,  apretujadas una contra otras con pequeños ventanucos cuadrados,  parecían frías y hostiles,  sin ningún tipo de alegría.   Entonces,  vio a los Hombres por primara vez,  la Gente Grande de la que no se hablaba demasiado bien,  eran a su parecer altos,  aunque no tanto como los elfos:  anchos,  de andares desgarbados y rostros feos.   Pocos educados pues les dirigían muescas burlonas y comentarios despectivos.   Si todos los hombres eran como aquellos,  mejor no conocer a ninguno.
Valentina se ocultaba todo lo que podía bajo su caperuza,  apenas si se le veía la cara,  aquel lugar y sus gentes le producían una gran inseguridad,  sintió deseos de marcharse de allí inmediatamente y maldijo,  por primara vez en su vida,  el que su padre hubiera elegido ir  a Bree en vez de quedarse en la Comarca.   ¿Acaso iba a vender más miel en aquella gris y fría ciudad de Hombres que en cualquier lugar de la Comarca?,  si lo que buscaba era beneficio,  pensó la hobbit,  ¿por qué no aceptó la joya que le ofreciera el elfo?,  seguro que con aquella hermosa gema se podrían comprar un agujero más cómo y amplio en el centro de Hobbiton y tener su propia tienda y comprase bonitos vestidos.
Pero su padre era de aquella forma,  demasiado generoso a veces y otras ambicioso y negociador.


Capítulo 2: Los Hombres

La noche la pasarían en una posada llamada "El Poney Pisador"; su padre y el propietario parecían conocerle, aunque el hombre lo confundió con un vendedor de hierbas para pipa, por lo demás fue amable con ellos. Les ofreció una habitación especial para hobbits y, más tarde, podrían tomar una suculenta cena en el salón de la taberna:
-Aquí nadie os molestará, puedo aseguráoslo -dijo Cebadilla mientras le mostraba la habitación -aunque últimamente hemos tenido clientes alborotadores que se interesaban mucho por hobbits como ustedes. -Cebadilla comenzó a encender el pequeño hogar sin dejar de hablar, Valentina comprobó el buen estado de la cama donde se dispondría a dormir, como bien se merecía, después de aquella cena repleta de los mejores manjares que la bulliciosa posada podría ofrecer. Cebadilla se incorporó limpiándose sus grandes y regordetas manos en el mandil:
-Pero desde que el Señor Bolsón y sus tres amigos se marcharon. todo pareció volver a la normalidad.

Valentina dio un respingo al escuchar el nombre, saltó de la cama y con los ojos muy abiertos preguntó al tabernero:
-¿Qué Señor Bolsón?
-Pues. creo que se llamaba. Cebadilla dudaba, intentaba recordar el nombre, se acariciaba la barbilla susurrando al mismo tiempo para sí mismo -¡Sí¡Ya lo recuerdo! Era Frodo, Frodo Bolsón, muy amigo de Gandalf, que también pasó por aquí.
-¿Cuándo estuvo aquí¿Cuánto tiempo hace que se marchó¿Hacía donde iba? -Valentina se acercó al atosigado posadero que se dispuso a abrir la puerta para volver a sus quehaceres, miraba a la hobbit con algo de temor, le estaba haciendo demasiadas preguntas y muy deprisa:
-Bueno, señorita, tengo mucho trabajo, mis clientes me esperan, y sus preguntas he de meditarlas, ahora si ustedes dos me disculpan volveré a mi trabajo. bueno, si le interesa creo que Gandalf se alegró mucho de que el Señor Bolsón se marchara, si . -siguió hablando mientras bajaba las escaleras- . bueno, aunque yo no se, acompañados por eses montaraz, mala gente creo. -y su voz se fue confundiendo con el alboroto del salón.
Frontón tenía puesta la vista en su hija, había estado todo el rato silencioso y expectante, cuando la chica se volvió descubrió la mirada de su padre:
-Valentina, Valentina -dijo en un tono que le sonó a la hobbit como una reprimenda- ¿por qué tanto interés en ese Bolsón?
-Siempre es bueno saber de otros hobbit en una ciudad de Hombres -dijo Valentina, aunque sabía que la respuesta no convencería a su padre.
Frontón la seguía mirando más desconfiado y nervioso a la vez.
-Si se trata del joven Frodo, sobrino de Bilbo.mejor no hacer nada, solo traen problemas.
-¡Frodo es.! -Valentina no se atrevió a terminar la frase, había estado a punto de decir maravilloso, se ruborizó y se mostró inquieta, primero apoyándose en un pie y luego en otro. As su padre no se le escapaba nada-. es amable -intentó que sus palabras sonaran indiferentes, pero Frontón sonreía de una forma un tanto pícara.
-Hija mía, esos Bolsones son gente rara y si el joven Frodo estuvo aquí y se fu.mejor para nosotros, así se llevó todos los problemas con él.

Pero no todos los problemas se fueron con él. A Bree habían llegado, e los últimos días, forasteros extraños, su acento al hablar era distinto y a los de Bree les resultaba imposible localizar su lugar de origen. La gente desconfiaba de ellos y los últimos acontecimientos sucedidos en el lugar, habían despertado habladurías de toda clase:
Los cuatros hobbits aventureros, y uno de ellos poseía conocimientos de magia, pues había conseguido volverse invisible delante de todos los parroquianos de la posada; la aparición del mago Gandalf, el increíble aumento de extraños visitantes demasiado interesados en la Comarca y aquellos espectros a caballo.

El hobbit Nob que trabajaba para Cebadilla, se había encargado de relatarle todos aquellos acontecimientos a Valentina y a su padre.
desde que viera a la hobbit sentada junto a su padre en una mesa apartada del bullicio general, no había parado de traer plato tras plato de comida que, a juzgar por Valentina, eran digna de comer.
Valentina escuchaba atenta el parloteo incesante de Nob, éste iba y venia, dejaba paltos de comida, jarras de vino, se quedaba un ratito narrando su historia que cada vez más tenía intrigada a la chica, e inmediatamente volvía a su tarea antes de que el propietario gritara su nombre.
Valentina tragaba insaciable todo lo que podía, su padre y ella devoraban la comida con un envidiable apetito.

Asentían interesadísimos a los asombrosos relatos del atareado hobbit, y lo que más deseaba Valentina era preguntar cosas concretas sobre Frodo, pero claro, delante de su padre no podía ser. Pensó ilusionada que quizás más tarde pudiera escabullirse de la habitación y buscar a Nob para hablar con él de lo que verdaderamente le interesaba.
Estaba segura de que Frodo no se había marchado de la Comarca así porque sí, en busca de aventuras con sus amigos y que realmente algo debió emularlo a tomar aquella decisión. Ahora comprendía que las últimas cartas que recibiera de él fueran tan breves y poco concretas. A Algo importante lo apremiaba, algo que debía mantener en secreto. Pareció aliviada con aquellos pensamientos, pero enseguida otro cruzó por su mente que la volvió a ha asumir en la duda ¿por qué había confiado en sus amigos y no en ella¿A caso ella no era merecedora de guardar un gran secreto?

Nob volvió a aproximarse a su mesa, esta vez traía una bandeja repleta de bollitos rellenos de crema, se acomodó en el taburete y continuó con la asombrosa historia de la desaparición de Frodo:
-. Estaba allí y de repente ya no estaba ¡había desaparecido como por arte de magia, nunca vi nada igual!.
-Frodo es muy listo, pero no es un mago -dijo Valentina algo ceñuda y tomando el tercer bollito.
-Se lo prometo, señorita -decía Nob con los ojos muy abiertos y una expresión verdaderamente sincera -yo estaba junto a él, tropezó, cayó y desapareció, se esfumó.
-Gente rara, ya te lo decía yo hija mía, esos Bolsones son muy extraños. -el padre de

Valentina apuró la última jarra de vino y acariciándose la panza, bien llena gracias a Nob, se puso en pie e hizo gestos a su hija para subir a la habitación.
Valentina miró a Nob, pero éste ya se había marchado y seguía atendiendo a otros clientes. En el local había un grupo de hombres que no cesaban de mirarlos, la hobbit había observado que murmuraban entre ellos y señalaban con la cabeza hacía donde se encontraban, apartó inmediatamente la mirada de ellos y con la rapidez y agilidad que sólo una hobbit tiene, atravesó el atestado salón de la posada encaminándose hacia la escalera; la mayoría de los que estaban allí ni siquiera prestaron atención a la veloz Valentina, pero aquel grupo de hombres de aspecto malicioso no le habían quitado ojo. La hobbit no se atrevía a mirar, pero podía sentir sus miradas clavadas en ella, aquello la hizo sentir mal.

Entró en su habitación, cerró de un portazo y metiéndose en la mullida cama, vestida, se tapó apretando fuertemente la manta sobre su cara. Intentaba tranquilizarse, su padre llegaría enseguida. Tenía muchas cosas en la cabeza y estaba demasiada nerviosa para meditarlas.
¿Qué era lo que estaba pasando realmente, pensaba, se incorporó levemente sobre la cama, observó la habitación, era amplia y espaciosa, estaba limpia y dispuesta para los hobbit. Había cuatro camas y, sin duda, Frodo debió ocupar una de ellas, aquel pensamiento la tranquilizó un poco.

Valentina se dispuso a ordenar sus ideas, ante todo quería saber más de Frodo y Nob parecía lo suficientemente informado. Una cosa estaba clara, ellos habían estado allí y se marcharon acompañados de un hombre montaraz, llamado Trancos, esto último no lo comprendía muy bien la hobbit, pero Nob se encargaría de explicárselo.
Después, Gandalf estuvo allí y se alegró de que Frodo se marchara acompañado de aquel montaraz, al parecer, dedujo Valentina, el mago confiaba en el extraño personaje llamado Trancos, pero el posadero no; recordó que lo llamó mala gente, pero si Frodo se fue con él y Gandalf se alegró. era por algo.

Hizo una pausa y cerró los ojos, estaba cansada, verdaderamente cansada y le dolían los pies, las piernas, el cuerpo, los brazos y las manos y toda su hermosa cabeza, sintió una gran pesadez y el cálido abrigo de la manta, la mullida almohada y el colchón que parecía perfecto para su cuerpo y sin quererlo se quedó dormida.

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Quizás fuera un sueño o quizás fuera la realidad, Valentina no podía recordar con claridad los acontecimientos.
Se encontraba sumida en un placentero sueño, descansando por primera vez desde que salieron de su casa; entre ensoñaciones creyó oír voces y de hecho, en un principio, parecían provenir de su propia mente adormecida.
Pero las voces se fueron volviendo más claras y reales, eran varias y extrañas, parecían mantener una conversación y se aproximaban a ella.
-Si está bien.. ahora lo haremos. -decía una de aquellas roncas voces.
-No le hagas daño, valdrá más entera. -contestó otro.

Valentina fue reaccionando, aquello no era un sueño y tampoco provenía de su padre, en la habitación había alguien que pretendía hacerle daño. La hobbit noto que unas fuertes manos la agarraban por los hombros, intentó incorporarse mientras gritaba, pero algo tapó su boca ahogando el grito de socorro. Se sentía desfallecer, estaba aterrada, abrió los ojos angustiada por la situación y lo único que consiguió ver fue a dos hombres de tez y cabellos oscuros, sujetándola con gran fuerza. Tenían la barba larga y pegajosa y parecían sonreír mostrando unos dientes malsanos, el aliento de ellos que llegó hasta Valentina, le dio nauseas. Detrás de estos dos que intentaban evitar las patadas de la hobbit mientras la sujetaban con fuerza para que no escapara, había un tercer hombre, Valentina no pudo verlo bien, pero le pareció distinto, tenía el pelo largo y rojizo, recogido en varias gruesas trenzas, al igual que la barba, se acercó a ella con una especie de saco en las manos. La pequeña hobbit se debatía frenéticamente y sus pies, en continuo movimiento, lograba a veces golpear a uno de los atacantes, estos empezaron a perder la paciencia, maldecía a la hobbit y a toda su raza con expresiones que Valentina jamás había oído y, el pelirrojo con el saco en la mano, le resultaba imposible introducírsela por la cabeza:
-¡Maldita mediana, deja de patalear o te arrepentirás! -dijo mientras sacaba un enorme y afilado cuchillo, al verlo Valentina se agitó aún más, estaba histérica, no podía gritar, algo le entaponaba la boca y sentía que unas nauseas le volcaban el estomago ¡quería vomitar, quería gritar, quería salir de allí corriendo!
Entonces, algo oscuro y contundentemente le golpeó la cabeza, creyó que el ojo derecho le estallaba, un tremendo dolor, una gran confusión y debilidad se apoderaron de ella, y sin poder evitarlo, cayó en la irremediable inconsciencia.

El cuerpo fláccido de la hobbit cayó sin fuerza en la cama, y los hombres que la habían estado sujetando descansaron un momento mirándose el uno al otro, no habían esperado que una criatura tan pequeña como aquella pudiera debatirse con tanta resistencia.
El pelirrojo les ordenó que saliera al pasillo, alguien puede haber oído algo, los dos obedecieron.

Al momento el dulendino pelirrojo salió, con la hobbit metida en un grueso saco y echada al hombro.
-¿Qué hacemos con el mediano viejo? -preguntó uno de los secuaces.
-Traedlo a la habitación y dejadlo en una cama, el viejo no sabrá que le ha pasado a esa. -dijo el pelirrojo encaminándose a la habitación contigua-, sed discretos, que no os vea nadie y después largaos, nos encontraremos en el lugar acordado.
Uno de ellos, quizás el más fuerte, pero no el más alto, miró desconfiado al pelirrojo, se le acercó tocando la empuñadura de su cuchillo:
-Zarquino te pagará bien por la mediana, así que no nos engañes, sabemos muy bien el valor que tiene estos pequeñazos de la Comarca para el amo.
-Si quieres la llevas tú y trata con el mago el precio.-dijo amenazante el dulendino, el otro se echó atrás, había que tener agallas para enfrentarse a aquel viejo mago y pocos eran los que se atrevían a negociar con él.