Dos oscuras siluetas recorrían a paso lento y torpe el frondoso bosque, buscando un recoveco dónde trasnochar. Agarrados de la mano, caminaban lo más cuidadosa y sigilosamente que podían, aún así no se libraron de algún que otro tropezón y resbalón. El bosque, rebosante de verde y fresca vegetación, no era precisamente un camino de rosas: repleto de desordenadas y desperdigadas ramas y ocultas piedras cubiertas por el rocío de la noche, dificultaba la huida de los jóvenes. Otro factor que empeoraba la situación era la oscura noche que se cernía sobre ellos. Y como si de un complot se...
(sigue)
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