¿Por qué J.R.R. Tolkien no ganó el Premio Nobel de Literatura?
La figura de J.R.R. Tolkien es hoy reconocida como la de uno de los escritores más influyentes del siglo XX, pero esta percepción no siempre fue compartida en su tiempo. Aunque su obra ha alcanzado una popularidad y un prestigio enormes, el reconocimiento de sus méritos no se reflejó en premios tan destacados como el Nobel de Literatura. ¿Por qué?
Durante la vida de Tolkien, El Hobbit fue bien recibido como una novela infantil, y El Señor de los Anillos logró captar la atención de un público más amplio, especialmente entre los lectores aficionados a la fantasía. Sin embargo, el género fantástico no gozaba del respeto que tiene hoy. Se consideraba una literatura menor, destinada más al entretenimiento que a la exploración de los grandes temas humanos que solían premiarse con el Nobel.
La obra de Tolkien fue admirada por sus seguidores y por algunos de sus colegas, pero no alcanzó a ser comprendida plenamente en su complejidad ni en su ambición. Para muchos críticos de la época, su enfoque en mundos imaginarios y su uso deliberado de mitos y lenguajes inventados no se ajustaban a lo que se entendía entonces como "gran literatura".
A pesar de esto, Tolkien fue nominado al Premio Nobel en varias ocasiones. La primera, en 1954, llegó de la mano de Edward Morgan Forster, un escritor y crítico respetado, incluso antes de que El retorno del rey, el tercer volumen de El Señor de los Anillos, viera la luz. Aquel año, el premio fue otorgado a Ernest Hemingway(1).
Siete años después, en 1961, su amigo y colega C.S. Lewis presentó su candidatura. Esta vez, los jueces fueron tajantes: consideraron que El Señor de los Anillos era "de segunda categoría" y que no alcanzaba el nivel de excelencia esperado. Uno de los jueces, Anders Österling, llegó a decir:
"The result has not in any way measured up to storytelling of the highest quality"
"El resultado no se ha acercado en absoluto a la narración de la más alta calidad"
En su lugar, el galardón fue para Ivo Andric(2). En 1967, Gösta Holm propuso nuevamente a Tolkien, pero el premio recayó en el escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias(3), y en 1969, Richard Ernest Wycherly presentó su candidatura, aunque el ganador fue Samuel Beckett(4). Es interesante notar que en esos años también quedaron fuera del Nobel escritores de la talla de Robert Frost y Graham Greene, lo que indica que no ganar no era necesariamente una señal de desprecio, sino un reflejo de las prioridades y las sensibilidades del comité de entonces.
Es importante recordar que en el momento de estas nominaciones, El Señor de los Anillos no tenía la popularidad global que ha alcanzado hoy. Su fama inicial estuvo limitada a un círculo relativamente pequeño de lectores, y fue solo en la década de 1960, gracias a la contracultura y a los movimientos juveniles, cuando comenzó a ganar tracción en un público más amplio. Fue tras su fallecimiento, y con la publicación de obras como El Silmarillion y Cuentos inconclusos, que se consolidó la idea de Tolkien como un autor con una visión artística y literaria excepcional.
El respeto actual hacia la fantasía como género literario
Hoy en día, la fantasía ha ganado un respeto significativo como género literario, aunque no ha sido un camino fácil. Obras como El Señor de los Anillos, Juego de Tronos o La Quinta Estación han demostrado que la fantasía puede ser tanto una ventana a mundos imaginarios como una herramienta para explorar los grandes temas humanos.
El impacto cultural y mediático de las adaptaciones cinematográficas y televisivas ha llevado a la fantasía al mainstream, acercándola a millones de personas. Autores como N.K. Jemisin, Brandon Sanderson y Robin Hobb han elevado las expectativas del género, abordando con profundidad temas sociales, políticos y psicológicos. Además, el reconocimiento académico de autores como Tolkien y Ursula K. Le Guin ha contribuido a desmantelar los prejuicios que consideraban la fantasía como literatura escapista.
Sin embargo, el género todavía enfrenta desafíos. La segmentación editorial limita su visibilidad en los círculos literarios tradicionales, y premios como el Nobel o el Booker siguen mostrando una inclinación hacia géneros más realistas o experimentales. La fantasía, aunque respetada, aún lucha por ser vista como un igual en estos espacios.
A pesar de estos obstáculos, el auge del género en el siglo XXI reafirma su importancia. Los mundos imaginarios creados por Tolkien y sus sucesores no solo entretienen, sino que también invitan a la reflexión sobre nuestra propia humanidad. Aunque Tolkien no ganó el Nobel, su legado es un recordatorio de que la grandeza de una obra no se mide solo por los premios, sino por el impacto que deja en generaciones de lectores.
Notas al pie:
(1) Ernest Hemingway (1954): Ganó el Nobel "por su maestría en el arte de la narración, demostrada recientemente en El viejo y el mar, y por la influencia que ha ejercido en el estilo contemporáneo".
(2) Ivo Andric (1961): Autor yugoslavo conocido por obras como Un puente sobre el Drina, fue premiado "por la fuerza épica con la que ha trazado temas y representado destinos humanos tomados de la historia de su país".
(3) Miguel Ángel Asturias (1967): Escritor guatemalteco galardonado "por sus logros literarios vívidos, profundamente arraigados en los rasgos nacionales y las tradiciones indígenas de América Latina".
(4) Samuel Beckett (1969): Dramaturgo y novelista irlandés, reconocido "por su escritura, que en nuevas formas literarias —en la novela y el drama— alcanza su grandeza en la indigencia espiritual del hombre moderno".