La Odisea de Elfenomeno
Prólogo
El final de la Tercera Edad fue una edad oscura, donde compañías vagaban por la tierra media con misiones muy peligrosas y arriesgadas. Era el tiempo de que los valientes salieran y cumplieran verdaderas hazañas. Los elfos desconfiaban y se marchaban de la tierra media, el poder de los hombres se debilitaba y los enanos se escondían en sus cavernosas cuevas. Y en esa edad el enemigo cobraba fuerza, y Sauron, resurgía de sus cenizas, la torre de Barad-dûr volvía a edificarse, los orcos crecían y las demás criaturas del enemigo se preparaban para el ataque final. En estos tiempos, a una extraña compañía le encargan una misión de rescate, pero en cuanto los sucesos se van sucediendo, la misión parece muy peligrosa para ser solo un rescate...
LA ODISEA DE ELFENÓMENO: LOS MERCENARIOS
Algunos eran mercenarios y otros habían venido por propia voluntad, pero lo que estaba claro es que todos querían salir del terrorífico bosque negro. Burzumgad el orco se atragantaba con la comida élfica, y a punto estuvo de vomitarla, no le sentaba muy bien. Los elfos le miraban con desconfianza, pues él era un orco, y no se fiaban de él. Hacía meses que había oído a unos enanos que en el bosque negro había un grupo de orcos desertores, pero seguramente le habían engañado, aunque afortunadamente consiguió que los elfos del bosque le alistaran como mercenario. No era una vida buena, pero al menos tenía más esperanza allí. Medía sobre 1`70, lo que era bastante para un orco común, y bastante delgado. Llevaba una pequeña melena que le colgaba por debajo de los hombros, de un color ceniciento. No era cruel, a diferencia de toda la mayoría de su raza no amaba la guerra, y la mayoría de la gente eso lo veía raro, ya que era un orco. ¿Un orco del bando de la luz? Sí, ese era Burzumgad, un orco con un iris rojo que veía en las tinieblas, y con un excelente olfato, quizás un modelo orco a seguir. Antes un joven elfo le había acogido como mercenario, y al final se había convertido en un desesperado proscrito, al que los elfos le trataban muy mal, peor que cualquier mercenario. Y ahora ese tantas veces mencionado jefe elfo Thranduil le había convocado con sus mejores guerreros para quizás mandarles una misión al grupo que seleccionara. Su lema: ``Ya comprenderán``...
Rúmil Är-Feinield no era un mercenario como ese orco que estaba sentado en la mesa, que estaba intentando degustar la comida élfica. Estaba de camino a Lórien cuando oyó algo de un rapto, y se entonces marchó rápidamente a el bosque negro, pues era un aventurero, vivía de la aventura y nunca se cansaba de ella. Era un elfo de cabellos largos y rubios, de una estatura normal entre su raza, unos ojos azules, tez pálida y mirada seria. Era muy sabio y anciano pese a su mirada joven, tenía unos 4000 años. Tenía una vista muy aguda y era muy rápido en el manejo del arco, y era uno de los primeros pobladores de un reino antiguo llamado Ianna, ``los Antiguos``. Era muy amable y hacía rápidamente amistades, pero necesitaba conocer muy a fondo a la gente. Estaba vestido con unos tonos marrones y verdes para camuflarse en los bosques, botas de marrón claro, cota de malla, chaleco corto en verde claro, pantalones oscuros en verde oscuro, con capa y capucha élfica en tonos verde forestales y grises. Cuando marchó al bosque dejó el reino que compartía con un amigo a cargos de un regente: Amlach. Miró a su alrededor y se sorprendió al mirar un elfo conocido; Aikanáro Telrunya.
Aikanáro comía y saboreaba la comida élfica de los elfos de allí. Hace días marchaba hacia Gondor, deseando encontrarse con un viejo amigo, pero se enteró de que habían raptado a 2 montaraces en un angosto camino, y en cuanto se informó mejor, partió hacia el bosque negro, pues al igual que su aventurero Rúmil, era un aventurero. Él era un elfo de corto cabello castaño diferenciado del resto, de estatura normal entre los elfos, tirando a alto con ojos azules verdosos, de cara blanca con piel tersa; con fuertes brazos y piernas acostumbradas a recorrer largas distancias; tenía más de 3500 años. Era audaz y astuto pese a su apariencia de joven, ágil, con gran vista y una fuerza anormal con sus espadas y el perspicaz manejo del arco. Gran temerario y aventurero, uno de los primeros pobladores de Ianna(los "Antiguos") junto con su compañero Rúmil. Era inquieto, sabio y pensativo, pero a la vez atrevido y valiente, inspira confianza, simpático y sincero; con grandes amigos por todo el mundo y agradable de conocer. Su forma de vestir era en tonos verdes y azulados oscuros para ayudarle a camuflarse en los densos bosques y las oscuras tierras; lleva botas de color negro hasta el inicio de los gemelos, cota de malla para su protección, chaleco corto en marrón claro, pantalones algo ajustados y bien revestidos en azul oscuro, con una capa a medida de su cuerpo y capucha élfica en un tono de verde bosque y gris.
Un montaraz observaba miraba reservado a todos los elfos y demás seres de la mesa, había orcos y incluso un enano. Serían seguramente mercenarios, aunque otros habrían venido por pura invitación. El montaraz era Abârmil, y en su tiempo perteneció a los selectos Dúnadan del norte, pero ahora una leyenda siniestra le rodeaba, había vagabundeado por la tierra media y una historia de deshonor y secreto le perseguía donde fuese. Tenía una pequeña melena negra rizada que caía sobre sus anchos hombros, un rostro blancuzco y unos penetrantes ojos verdes oscuros; era reservado en el habla y a menudo prefería oír el sonido de la naturaleza que la voz de alguno de sus semejantes. Soporta una gran carga emocional por la muerte de su padre y por el amor que siente por una mujer elfa. Tiene miedo a perder a sus seres queridos, lo que le lleva a no desear confraternizar con la gente. Si bien, nunca dudaría en proteger o ayudar a cualquiera que necesitara auxilio. Y hay estaba él, pues había oído algo de un rapto de uno de los suyos, ``Intolerable`` se dijo, y no dudo en ir hacia el bosque negro a meterse en esa misión, incluso se le pensó por la cabeza que quizá al rescatarle recuperaría el orgullo. Allí estaba, en esa extraña cena con mas aún extraña gente, y allí estaba presenta el mismísimo Thranduil, el rey elfo.
Un alto elfo de los Noldor comía relajado, observado a todos los comensales de la mesa, pensando en quiénes serían sus compañeros para su cena. Se llamaba Elder y tenía unos 2061 años de edad, tenía unos cabellos dorados t como el oro puro, sus ojos son de color azul, era diestro y tiene una complexión fuerte como la de un ogro. Llevaba una cota de malla, encima de una camisa blanca, regalo de sus antepasados; una mochila donde lleva libros para leer en sus ratos de descanso, capa negra con capuchón incluido para pasar desapercibido, pantalones y botas. Se maneja bien con espada larga y proyectiles (arco y ballesta), su espada se llama Eldering y no lleva escudo. Era noble con la gente de buen corazón y no acepta las injusticias, es un personaje impaciente que no le gusta esperar cuando se presenta una ocasión para la aventura. Era un apasionado de la lectura y la escritura. Era un gran viajero que había visto multitudes de tierras convulsas por la guerra y la desesperanza, sus orígenes provienen de una pequeña región al noreste de Gondor llamada Bealfast del que es Rey con plenos poderes. Allí creció bajo el seno de una familia de buen linaje donde aprendió las bases de la justicia y el respeto, hasta que decidió partir y conocer mundo, luchando en gran cantidad de lugares y contra diversos enemigos. Ahora había luchado como mercenario en el bosque negro, pues además se había enterado de algo sobre el rapto de unos montaraces, lo cual le interesó, y por eso estaba en esa cena, aunque los elfos del bosque no le habían tratado muy bien, le encantaba la aventura, y tal vez sería su oportunidad para salir de ese bosque, pues ahora al parecer los elfos le obligaban a quedarse como mercenario fijo.
Una beórnida jugueteaba con la comida pasándosela de mano en mano, pues la comida no parecía tener buena pinta, aunque había un elfo silvano de cabellos rubios y uno bastante alto que les encantaba. Su nombre verdadero era Arodbern, aunque los elfos le bautizaron con el nombre de Adan Eädur. Tenía el pelo abundante de un color castaño. Barbilampiño y ancho de espaldas pero no era muy alto. Muy amigo de los enanos de Erebor y había tratado con los elfos de Lórien. Llevaba una camisa negra sujeta con un cinturón, encima de esta llevaba un protector de cuero marrón y trazos verdes para camuflarme en la floresta o una cota de malla para misiones más peligrosas. De profesión se dedicaba a despejar los caminos del Bosque Negro de enredaderas, arañas y algún que otro trasgo. De armas llevaba una espada adecuada a mi trabajo además de un arco bastante largo que oculta algunas sorpresas... También había hecho algunos viajes como embajador de los Hombres del Bosque (aunque ahora nos gusta llamarnos Beórnidas). Era amable y simpático, aunque suele ser callado y a veces reservado. Le gustaba muchísimo viajar y estar en contacto con la naturaleza. Por norma general parecía bastante pacífico, pero en los tiempos que vivimos si no manejas un arma te liquidan. Veneraba a la naturaleza, y por tanto a Yavanna.
Actualmente, había venido por orden de su señor Grimbeorn para participar en una misión de un rapto de unos montaraces, aunque al parecer los compañeros que tendría en su misión serían muy extraños...
Un enano de 1`40 de gran barba grisácea observaba a todos los compañeros de la mesa, mientras comía con sorpresa la comida élfica, que para su asombro le parecía deliciosa. Tenía unos ojos verdes con los que inspeccionaba a todos los comensales, entre los que había un orco, para su asombro. Tenía un yelmo de Mithril, un peto, coderas y greca del mismo material. En el cinturón lleva una daga del mismo material elaborada por los herreros más cualificados de Moria, junto a espada y rodelas. La daga, se iluminaba cuando hay orcos en las proximidades y poseía un mortífero veneno contra orcos y uruk-hais. En la parte interior viste una cota de malla de mithril. Su arma principal es un hacha doble y poseía unas botas de cuero. Era un enano de Nogrod (Tumunzahar). Emigró a Khazad-dûm en el año cuarenta de la Segunda Edad después de las ruina de Nogrod y Belegost. Formó parte de la guardia real del puente de Khazad-dûm desde los tiempos de Durin III, y se había enrolado en los ejércitos del bosque negro por que era la mejor manera para garantizar la paz para los enanos del norte. Al parecer Thranduil les había convocado para mandarles a una misión sobre un rapto, cuando oyó la frase de que quizás saliesen del bosque, se alegró tremendamente, pues Dimasalang, llamado Dimas, no le agradaban mucho los bosques.
Había mas personas aparte de ellos, elfos y humanos, mayormente, pero ningún orco como Burzumgad, y enanos solo uno mas. Todos parecían ansiosos por qué hablase Thranduil, que sostenía la copa, como si fuera a dar un discurso, finalmente se inclino y dijo:
- Bien, todos habéis venido por distintas circunstancias, otros por extrañas noticias, otros por breves rumores- Y el majestuoso elfo bebió un poco de su copa y prosiguió- Pero todavía no hemos recibido noticias suficientes para que una compañía de aguerridos guerreros se ponga en camino, pues hemos mandado algunos montaraces de rastreo, así que tal vez tengáis que volved a vuestras ocupaciones...
La mayoría no les prestaba atención, y un clamor de voces y rumores se oyó, algunos susurrando entre sí y otros en voz alta, y Thranduil seguía su discurso, pues la mayoría queríais largaros del bosque negro, pues era muy oscuro y tenebroso, y Thranduil y los demás elfos no os trataban muy bien; sobre todo al orco Burzumgad, y desconfiaban incluso de Rúmil que era elfo. Finalmente algo hizo que el discurso de Thranduil y todo se callara, pues 2 montaraces entraron de improviso aterrorizados y un poco heridos, andando con mucha dificultad. Uno era bastante mayor, y otro era todavía joven, y ambos andaban apoyados en el uno del otro.
- ¡Por Eru Ilúvatar! ¡Que os ha pasado!- Dijo Thranduil, erguido mientras se había levantado bruscamente de la silla.
- ¡Señor! ¡Encontramos a los montaraces raptados! ¡Una compañía de Uruks le tiene preso, no pudimos hacer nada más que huir aterrorizados del lugar! Por desgracia, los Uruks eran feroces y rápidos, y tenían ballestas, y muchos de los muertos murieron mientras nos perseguía, afortunadamente hemos conseguido sobrevivir...
Todo el mundo calló, y Thranduil frunció el ceño y se sentó, como si estuviera analizando la situación. Todos esperabais pacientemente a que dijera algo, y de nuevo, se alzó con brusquedad y no sin antes beber un poco de vino dijo:
- Bien, aquellos que quieran enfrascarse en esta misión, que se levanten de su sitio y se coloquen al claro de la derecha, los que no, permanezcan sentados, antes he de avisaros de que esta es una misión peligrosa, pero no se os darán mas detalles para no acobardar vuestros corazones y por vuestra propia seguridad.
El rey elfo miró a los comensales uno por uno, mientras los montaraces les observaban con ánimos y esperanza. Finalmente, Rúmil se levantó, se puso a la derecha diciendo:
- Vivo de la aventura y nunca me canso de ella, y no me mostraré cobarde ante unos cuantos Uruks.
- Mi dueño Grimbeorn me encomendó esta misión, mal sería acobardarme de un par de Uruks y desobedecerle, contad con esta beórnida- Decía Adan, mientras se ponía al lado de Rúmil.
- Han raptado a unos de los míos, sería pues un acto de deshonor si no me preparó para ayudarles, ¡contad conmigo!- Decía Abârmil.
- Poco me importa esta misión y poco sabéis de mi, pero quizás cumpliendo esta misión pueda enterarse el mundo de que no todos los orcos somos iguales- Decía Burzumgad, al tiempo que se iba a la derecha.
- Yo soy Elder, sabed que tendréis la espada de este aguerrido elfo preparada para la misión.
- Amigo Rúmil, poco oí de esta aventura, pero al igual que tú, jamás desistiré de ella- Dijo Aikanáro mientras se levantaba y se iba a la derecha al lado de su conocido Rúmil.
- Veo que esta compañía es extraña, y que solo falta un hobbit, ¡pero tened en cuenta que tendréis el hacha de los fuertes enanos preparada para el rescate!- Dijo Dimas.
Los 7, Rúmil, Aikanáro, Abârmil, Adan, Dimasalang, Burzumgad y Elder, estaban preparados, y esperaban que alguien más se les uniera. Pero nadie más se levantó, y entonces Thranduil se dirigió a ellos y dijo:
- ¡Que Eru os proteja en esta difícil misión! ¡Extraña es vuestra compañía y mañana partiréis al alba, y os dejaremos en el camino principal, no os desviéis, por que aunque alguno creéis conocer bien la región, sabed que el bosque negro es un laberinto, tal vez podáis apareced en las tierras pardas, y además tened cuidado con los viles seres que habitan en la región, ahora daos prisa y preparaos para partid al alba!
Y acto seguido varios sirvientes limpiaron la mesa, y todos se dieron prisa en ir hacia donde se estacionaban para hacer sus equipajes.
Allí estaban todos preparados en el camino del bosque negro, la mayoría sin apenas conocerse bien, y esperando a Dimasalang que todavía no había llegado. Todos traían comida y equipaje para la aventura. Finalmente el enano Dimasalang apareció abrochándose todavía el cinturón, diciendo:
- ¡Perdonad, me quede dormido y sabed que los enanos no se orientan bien en los bosques!
Todos le dirigieron una sonrisa y se pusieron en marcha. Marchaban la mayor parte del tiempo callado, de vez en cuando Rúmil y Aikanáro hablaban en élfico, pero al rato callaban. Algunas veces el enano hablaba en voz alta intentando mantener una conversación sobre la misión, pero los ánimos no parecían muy altos, pues todos dudaban los unos de los otros y desconfiabais, sobre todo de Burzumgad, por ser orco, y lo único que conocían de sus compañeros eran su raza y nombre.
Todos permanecían callados y cada uno en su modo pensativo. A Rúmil la presencia de Burzumgad no le convence, pues se trata de un orco, y ya se sabe la amistad que hay entre elfos y orcos (al igual que con los enanos); así pues le está vigilando también por si es un espía del enemigo hasta que se asegure de las verdaderas intenciones de este orco rebelde.
Finalmente Rúmil rompió el silencio diciendo:
- Bueno amigos esta anocheciendo y puesto que lo único que hacemos es andar y no hablamos entre nosotros sobre que dirección escoger y hacia donde ir, propongo que acampemos esta noche y discutamos la misión. También tendremos que racionar las provisiones para el largo camino, alguien que se encargue de preparar la cena, yo me presto voluntario para establecer guardia durante esta noche, ¿alguien mas me ayuda?, y durante la cena discutamos sobre esta misión que nos ha sido encomendada.
Y entonces, la noche llega y os sentasteis frente a un acogedor fuego, dispuestos a discutir sobre vuestra misión, mientras cenabais. Rúmil empieza diciendo, desde su puesto de guardia (subido a un árbol):
-Bueno amigos comencemos la cena y discutamos sobre nuestra misión...
-Bien. Tenemos que encontrar a los dos montaraces. No tenemos ninguna pista, así que deberíamos empezar por ahí. Propongo que crucemos las montañas nubladas en busca del hogar de los montaraces donde sin duda nos darán más información de las desapariciones. En cuanto a como es relativamente sencillo: andamos el camino principal hacia el oeste. Conozco la zona, y yo podría ayudaros mucho. Además tengo muchos amigos de mi pueblo que moran en estos bosque, nos serán de gran ayuda. ¿Qué decís vosotros?- Dice Adan, que cree decir lo más conveniente, y dicho esto se une a la primera guardia.
-Quizás deberíamos ir antes donde los montaraces fueron asaltados y raptados, los que se salvaron dijeron que estaba cerca del camino, tal vez allí pueda averiguar algo de la dirección que tomaron- Dice el montaraz Abârmil, sentado al lado de Dimasalang dijo con una sonrisa- Hoy no estoy cansando, así que puedo hacer la segunda guardia, pero no la aré subido a ese árbol, querido Rúmil.
-Bueno pues creo que por el momento deberíamos seguir el plan del Dúnedain e investigar el lugar donde desaparecieron para buscar alguna pista, necesitamos más información sobre esos montaraces desaparecidos. Me gustaría saber cuales son las intenciones del orco para unirse a esta misión ya que su presencia entre nosotros me es extraña- Dice directamente Elder, quien después de exponer su opinión, mientras los demás deciden que camino tomar, se sienta en una roca cercana al fuego y afila bien su espada, aprovechando que ya hay gente de guardia para descansar sus piernas.
-Hola amigos, opino que la idea de Adan esta bien pero que lo más sensato sería empezar a buscar desde el mismo lugar dónde fueron asaltados como bien dice el Dúnedain; a partir de ahí seguiremos nuestro camino hacía dónde las pistas nos guíen- Finalmente Aikanáro se levanta de improviso y dirige sus últimas palabras hacia el grupo- Yo me encargare de la segunda guardia junto con Abârmil; mientras tanto, aprovechad el tiempo para cenar bien, preparaos y descansar porque mañana al alba partiremos si estáis de acuerdo, y será un largo día.
Luego se retira, clava sus dos espadas en la tierna hierba del bosque y dejo el arco junto a las flechas cerca de las espadas, y así se dispone a descansar mientras unos comen y espera su turno de guardia.
El enano comía el pan de lembas élfico, aunque a él no le suponía ninguna delicia, empezaba a gustarle.
-Abârmil. Aunque no niego que urge salir de este maldito Bosque Negro creo que tu propuesta es la más sensata, en la que también coincide Aikanáro. Si vamos a partir en búsqueda de los dos montaraces deberíamos realizar algunas indagaciones en el lugar que desaparecieron. Sólo después de esto podríamos saber que dirección tomar. Todo ello cuanto antes, pues mi pueblo no guarda gratos recuerdos de esta densa foresta. Como sabes, hace años una comunidad de Enanos transitó por estos frondosos senderos en compañía de Bilbo Bolsón, siendo atacados por múltiples arañas- Y se dirigió a los elfos, prosiguiendo- Escuchad compañeros. Rúmil, Elder y Aikanáro. Según he hablado con Abârmil, creo que sería conveniente acudir rápidamente al lugar donde se produjo la desaparición de los dos montaraces. Cuando amanezca sería necesario que encabezaseis el grupo. Con vuestra vista aguda creo que podrías escudriñar el punto en que se produjo el suceso y sus alrededores. Todo ello con el máximo sigilo, dada la proximidad de Dol Guldur, la “Colina del Hechizo”. Sólo después de esto podríamos determinar el camino a seguir.
- Yo podría detectar a los montaraces por el olfato- Sugirió el orco al enano, mientras Dimasalang al observarlo le dijo:
- No te esfuerces orco, los elfos de mí desconfían, imagínate de ti- Dijo el enano, aunque al orco tampoco le agradaba mucho su mirada. El orco esperaba que la compañía le aceptara, aunque estaba un poco triste por el rechazo que mostraban algunos y sobre todo Rúmil, que parecía seguirle. Luego el enano le ofrece un poco de tabaco, y ambos fuman largo rato, cuando finalmente el pobre orco se prepara para dormir a la hoguera, a la espera de novedades, esperando que el grupo le admitiese. Luego, el majestuoso enano que fuese capitán de la Guardia Real del puente de Khazad-Dûm, se ofreció para hacer el tercer turno de guardia.
La comunidad no estaba muy unida. Apenas sabían los unos de los otros, y muchos desconfiaban. Burzumgad el orco había sido tratado muy mal como mercenario en el bosque negro, y a la compañía no les agradaba su participación. Los elfos tampoco les agradó el trato que recibieron en el bosque negro por parte de la gente de Thranduil, y incluso estuvieron apunto de acabar en los calabozos por unos malentendidos. En cuanto a Dimas el enano, tampoco recibió mejor trato que Burzumgad como mercenario, y de Abârmil los elfos desconfiaban pues venía del norte y con una leyenda de deshonor detrás de él. En cuanto de Adan, a pesar de que ya se conocía el bosque como la palma de su mano y estaba acostumbrado a los elfos, estos tampoco les agradaba quizás debido a su amistad con los enanos. En fin, en la compañía faltaba amistad y confianza. Quizás la noche les dejara descansar y poco a poco, depositaran confianza en sus compañeros de la comunidad.
Ya estaban cansados todos y discutieron lo que les parecía más conveniente, y acordaron que al amanecer partirían hacia el lugar donde habían sido raptados y también, presentarse mas formalmente e intentar saber más de todos vuestros compañeros.
La guardia de noche se realizará en 3 turnos: Rúmil Är-Feinield con Adan Eädur el primer turno, el segundo turno Abârmil con Aikanáro Telrunya, y la tercera guardia la hace Dimasalang solo. Elder y Burzumgad descansarían.
La primera guardia transcurre sin problemas, aun así, Rúmil no se siente convencido y explora un poco los alrededores con su mirada, y no ve signo de perturbación. Adan al ver la intranquilidad de su compañero no duda también en inspeccionar un poco la zona. Rúmil seguía un tanto inquieto y su compañero Adan le dijo al venir de inspeccionar la zona:
- Hay demasiada tranquilidad para un bosque tan oscuro...
Finalmente el turno de guardia termina, y Rúmil se dirige hacia sus compañeros, antes de costarse diciendo:
-No durmáis mucho, pues quizás esta noche este movidita, noto algo extraño- Y acto seguido pego un gran bostezo y se acostó al igual que su compañero.
- Eso evitará que nos quedemos dormidos- Dijo Abârmil con una sonrisa a Aikanáro.
Abârmil estaba distraído de nuevo en sus preocupaciones cuando Aikanáro le dice:
- ¿Oyes esos extraños ruidos de cascos? Suenan bastante lejos, quizás deberíamos investigar.
Abârmil se aventura un poco lejos con Aikanáro para explorar el terreno y saber si había orcos en las proximidades. Pronto Abârmil halla unas huellas muy claras y dice con una exclamación:
- ¡Orcos junto a señales de lucha de montaraces! Al parecer llevaban a 2 arrastrados, seguramente atados.
-Además hay símbolos de una gran lucha, y sangre de orco y humana estaba en algunos árboles. ¡Mira una capa desgarrada de un montaraz!- Dice Aikanáro con asombro.
-Aquí fueron raptados, las huellas se dirigen hacia la salida del bosque negro- Dijo Abârmil, ya un poco cansado.
Los cansados Abârmil y Aikanáro hablaron por el camino y despertaron a vuestros relajados compañeros, avisándoles de los sucesos.
- Si hoy no sucede nada extraño mañana partiremos al alba y averiguaremos mas cosas, creo que ahora necesitaremos descansar- Dijo Elder, todavía bostezando, y todos estabais de acuerdo.
Finalmente, Abârmil y Aikanáro se acuestan y Dimas prosigue con la guardia solo. No tardo en verse perturbado y oye unas voces viejas y correosas, desgastadas y fanfarronas:
- ¡Callad viejas! ¡Acabad con ellos, como recompensas os lo podéis comer! ¡Tengo prisa, dejadme marchad!- Dice una voz grave y oscura, parece la de un orco.
- ¡A quién has llamado vieja!- Dice la voz fanfarrona y desgastada- ¡Parecías caerme bien, estúpido Uruk! ¿Quieres acabar en mi estómago?
Luego las demás voces no las distinguió bien, pero un clamor de más voces ancianas y un grito desgarrador se alejaron, pero el fino oído de Dimas lo oyó todo. Desenvaino la espada y vio como brillaba en la oscuridad, y pensó: ``hay orcos``. Pero entonces vio a Burzumgad, pero para aclararse se dirigió con su hacha hacia Burzumgad y le despertó, quien este al verle con el hacha dio un gran respingo.
-Tranquilo, solo quiero saber si hueles algo en el ambiente. No estoy muy seguro de que haya enemigos.
- Menudo susto... pensé que... huelo algo extraño...
A regañadientes se levantó y con su olfato dijo:
-Arañas... se están acercando... van acompañadas de un Uruk... son muchas, aunque no puedo saber el número debo de saber que son muy grandes ¡¡¡rápido despierta a todos, están muy cerca!!!
Todos se despertaron, ¡un ataque! Justo cuando el último miembro se acababa de preparar, unas 3 arañas cayeron del suelo, y a estas se les une otras 3, y luego otras 3, y unas 9 os rodean, pues habían venido demasiado deprisa, pero os habían dado el tiempo suficiente para que estuvieseis preparados. Con las 9 arañas de 1`50 aproximadamente, de un color negro se preparan para atacar, entonces Abârmil se incorporó rápidamente con el arco en la mano, sacó una flecha del carjal que estaba tendido al lado de sus mantas y apunté al enemigo más próximo, soltó la mano derecha y la saeta voló, tomo su vaina y sacó su larga espada, preparado para atacar y defenderme.
-¡Venid a mí, sucias criaturas!- Dijo desafiante ante las arañas.
-¡¿Qué es lo que ocurre?!... nos atacan- Dice Elder entre la confusión Luego trepa instantáneamente al árbol aprovechando su cobertura, desde su posición elevada saca su ballesta de doble tiro y apunta a los ojos de las arañas más cercanas a Abârmil.
-¡Debemos conseguir aturdir a las arañas, no os acerquéis mucho a ellas!- Dice Elder, antes de disparar sus virotes.
Con las arañas Burzumgad tiene algo especial, porque en Morgul, su ciudad de origen, vivía a la sombra de Ella-laraña.
Seguidamente Rúmil lanza una de sus dagas largas hacia una de las arañas que se acercaba a Aikanáro por la espalda.
-¡Cuidado Aikanáro! ¡Tras de ti!
La daga penetra justo en la frente de la araña, y entonces Rúmil coge sus armas rápidamente, mientras ve como el ágil orco trepa al árbol, pensando en dominarlas desde arriba, pero las arañas trepan más rápido que él. Luego de hundirle su cimitarra a una que estaba cerca de sus botines de metal: es que a sus espaldas hay otra, llena de veneno. Apenas tiene tiempo de girar y cortarle las patas delanteras. El insecto, no obstante, estira hacia mi sus garfios bocales, mas a duras penas logra terminar con él de un golpe tan fiero que él se sorprende, y fétido cuerpo se desprende y cae de la rama.
Mas abajo la lucha se arremolina, observa desde arriba. Pega un gran salto y aterriza en tierra. ``Ya verán todos de que pasta es este orco`` -Piensa cuando aterriza.
Tras acabar con un par de arañas con su arco, Rúmil, mientras Burzumgad cae del árbol, coloca dos flechas en su arco y dispara hacia este último gritando:
-¡Burzumgad tras de ti!
Y las dos flechas pasan a poca distancia de el orco e impactan en una araña, la cual estaba apunto de echarse sobre el orco.
- ¡Esto se infestará de arañas si no nos damos prisa!- Dice Rúmil, disparando sus flechas, observando como más arañas van al combate.
-Gracias amigo, te debo la vida; disponeos todos en grupo, debemos hacer caso a Rúmil; esto no tardara en ser tomado por cientos de arañas- Dice Aikanáro, acercándose a Rúmil.- ¡Cuidado, ya es imposible mantenerlas separadas, desenfundad las espadas amigos y apresuraos a uníos en el centro, será difícil penetrar entre sus fornidas patas! ¡Bajad rápido de esos árboles Elder, pues el tiempo apremia y debemos correr hacía el camino y continuar!
Se sitúa a la derecha a Rúmil y a mi izquierda el hasta entonces cuestionado orco, con las espadas corto cuantas patas delanteras puedo y dispara a toda araña que intenta sobrepasar el circulo. Tomando del brazo a Rúmil, lo pongo detrás, y abrevio el plan:
-Colocaos unos detrás de otros, puesto que debemos penetrar entre las arañas cuanto antes sin sufrir daños a ser posible, haremos una hilera atacando sus aguijones y sus patas delanteras sobretodo, pues sin ellas no se moverán apenas.
-¡Tenemos que aguantar o huir de aquí! ¡Elder, antes de que bajes mira alguna posible salida! ¡Debemos dirigirnos inmediatamente al norte, conozco la zona y las arañas tiene sus guaridas en el sur del bosque!- Dice Adan, con la espada en posición para acabar cual atacante se le acerque.
Inmediatamente un arácnido de corpulentas patas y mandíbulas afiladas intentó con tremenda velocidad escupir su hediondo veneno sobre la compañía. El hacha de doble filo de Dimasalang se lo impidió, hundiendo el cráneo del ser maligno contra el tronco del roble más próximo. Cuándo aún no ha podido recoger el hacha de la cabeza partida de la agonizante araña, echó mano de su espada y de un golpe violentísimo arrancó dos patas a otra araña que ya se venía tambaleándolo por las flechas lanzadas por Aikanáro. Actos seguido cayó fulminada a los pies de Elder. A continuación, Dimasalang vuelve al círculo, en un breve momento de calma, dice tocándose la barba:
-¡Por las barbas de Balin!, hemos de salir de aquí cuanto antes. Puedo escuchar más arañas en las frondosidades del Bosque, y no creo que duremos mucho más aquí. Adan, creo que es mejor salir de aquí en dirección al Oeste, sin salirnos del camino, pues las huellas van en esa dirección. De adentrarnos hacia el norte hay un gran riesgo de encontrarnos con nuevos grupos de arañas y perecer. ¿Qué decidís?
El grupo se mantiene en círculo, mientras todos comenzaron a debatir la decisión a tomar.
Las arañas negras descienden de los árboles a toda velocidad, mientras que vosotros tenéis desenvainadas las espadas preparados para entrar en acción.
-Hay que salir como sea- Dice Elder- ¿En eso todos estamos de acuerdo, no?
Algunas arañas se retuercen en el suelo furiosas, y estas rabiosas y ciegas se lanzan con las de su propio grupo lo que les permite ganar un poco de tiempo. Sin tiempo suficiente, se abren paso entre las arañas con un valor tremendo, pero cuanto más avanzáis, mas arañas encuentran. De repente, no encuentran a Dimasalang, se giran hacia atrás y ven como una araña lo zarandea lanzándole 3 metros más allá. Acto seguido se lanzan sobre él, pero las flechas de la compañía consiguen impedirlo, y acto seguido lo rescatan y cargan con el enano. Entonces a Adan, que conoce bien el bosque, se le ocurre otra idea:
-Les ganaremos en su propio terreno. ¡Subíos a los árboles, las ramas mas chicas no podrán soportar su peso! avanzad rápidamente por las ramas, y que alguien coja a Dimasalang, tiene una gran mordedura en la pierna.
El enano refunfuña y pierde el conocimiento, mientras que la compañía consigue escapar gracias al plan de Adan Eädur, pues las arañas no se atrevían a subir a las ramas mas pequeñas, una osó hacerlo y en un crujido, rompió la rama y luego cayó al suelo estampándose. Luego, tranquilos y ya pasado el peligro, se sientan en la copa de un árbol, y consiguen curar a Dimasalang a base de comida élfica y unas hierbas curativas que había cogido Abârmil de su mochila. Cuando estaban respirando y sentados en el árbol creyendo que ya había pasado el peligro, sin mero aviso, ven como 2 orcos, un Uruk y otro mucho mas bajito, conversan:
-¡Que intranquilidad hay en el bosque!- Dice el Uruk- Por lo qué he sabido, hay una escolta de varios de los míos con 2 montaraces, los vi el otro día, parecían inquietos.
- ¿Te dijeron hacia donde se dirigían?- Dice el pequeño orco.
- ¡No alimaña! Te he dicho que tenían prisa, pero creo que se dirigían a la salida del bosque negro.
- ¿Pero por qué no los llevan a Dol Guldur? ¿Tan importante son esos montaraces?
-Las arañas están mosqueadas, y este bosque es un laberinto, en cuanto a los montaraces, no lo sé, pero parecen poseer información valiosa, no estoy seguro- dice el Uruk y le pega un gran latigazo, a lo que el pequeño orco respondió con un grito ofensivo. Cuando desaparecieron, la compañía tenía claro lo que tenían que hacer: Ir a la salida del bosque negro, sin descanso, o perderían el rescate de los montaraces. En la huida habían llegado hasta las mesetas del bosque negro, y no podrían pararse a descansar. Reventados, tendrían que seguir caminando hasta quedarse sin fuerzas, sobre todo Dimasalang, que había sido herido y cojeaba un poco al andar. En ese tiempo de persecución, quizás les diera tiempo de conocerse mejor y conservar sobre sus intenciones, incluso de mejorar sus amistad...
Abârmil había demostrado su habilidad curativa, Burzumgad había dejado claro de que pasta estaba hecho, y Rúmil al igual que Elder habían demostrado que eran ya unos expertos arqueros, y Aikanáro se sentía mucho más inteligente, pues había hecho un plan de salvación bastante aceptable, que les sirvió a todos excepto a Dimasalang, que demostró su resistencia al igual que Burzumgad.
La compañía se pone en marcha, a Adan al que le era muy extraño caminar al lado del orco; pues estaba acostumbrado a romper sus madrigueras en el bosque. Elder rompe el silencio diciendo:
-Ya que todos estamos juntos en esta tarea sería bueno conocernos un poco más, tenía mis dudas sobre Dimasalang y Burzumgad pero creo que han demostrado de que lado están, buen trabajo. En cuanto a mi os puedo decir que provengo del noreste de Gondor, de una pequeña región llamada Bealfast. Me encanta la aventura y vivir nuevos retos y mis pasos me han llevado a este lugar. Cuando escuché la desaparición de los montaraces me dije que tenía el deber de ayudarles, espero que nuestro viaje acabe bien para todos, pondré mi vida a vuestro servicio. ¿Oye Dimasalang, que tal va la pierna?
-En buenas condiciones para continuar la misión- Contesta el enano, y Elder esboza una sonrisa, pues se alegraba bastante.
-El motivo de mi unión a este heterogéneo grupo es debido a una misión que me ha encomendado mi señor Grimbeorn (el hijo de Beorn) de encontrar a los dos montaraces desaparecidos, ya que él tiene alguna relación con estos- Observa como los miembros de la compañía empiezan a mostrar atención y continúa- En cuanto a mi vida... mi nombre real no es Adan Eädur, pues eso es élfico y los Beórnidas (u Hombres del Bosque) no usamos esa lengua. Realmente me llamo Arodbern, aunque casi todos me dicen Adan… conozco bastante mundo y he tenido relación con muchas personas, en mi infancia traté varias veces con elfos de Lórien, y soy gran amigo de los enanos de Erebor. Eso si, nuca había conocido a un orco, y menos uno tan noble y leal.
Burzumgad al oír tal comentario contesta:
- Gracias Adan, no todos los orcos somos iguales- Dice el orco mientras caminaba.
-Bueno camaradas, yo y Aikanáro ya nos conocemos de hace muchos años, ¿verdad viejo amigo? - Dice Rúmil, y Aikanáro asiente con un gesto de cabeza- solo expresaros que mi propósito es rescatar ante todo a los montaraces raptados. Yo me encontraba de camino a Lórien y escuché a cerca del rapto y la misión y decidí unirme al grupo para rescatarlos, ya que vivo para la aventura y nunca desisto de ella.
Finalmente el elfo baja el ritmo de la marcha y se coloco a la par de Burzumgad y le dice mientras le pone una mano en el hombro:
-Combatís bien, amigo. Nunca he compartido un viaje junto a un orco, y menos como vos, veo que vuestros propósitos son buenos, pero la incertidumbre me inquieta... ¿Cual es el motivo de vuestra rebeldía hacia Sauron? En mis más de 4000 años de vida jamás conocí a un orco como vos. Me gustaría saber el por qué os habéis pasado al bando de la luz y desistís de Sauron.
Burzumgad fue a hablar, pero Dimasalang aceleró el paso a la vez que también se presentaba:
-Gracias. Gracias a todos por vuestra ayuda. ¡Vive Aulë que no es momento aún de ocupar sus estancias dejando este mundo!
- De nada- Dice Abârmil, pues él había cogido las hierbas curativas.
-Definitivamente puedo caminar en paz, a pesar de ir acompañado de elfos y de un orco que han demostrado su valor en la batalla- Siguió el enano- creo que todo ha sido tan precipitado que aún no me he presentado formalmente. Ya sabéis mi nombre, Dimasalang, aunque también podéis llamarme Dimas, hijo de Thranios. Mi nombre significa en un viejo dialecto enano "el intocable". ¡Bien me hubiera podido servir ante las arañas! Mi familia desciende de la ciudad de Nogrod, "la morada hueca", enorme población de afamados artesanos, que desapareció al final de la II Edad. Desde entonces todos mis antepasados han morado en las Colinas de Hierro. Me enrolé como mercenario para luchar en el Bosque Negro porque era el mejor modo de garantizar la paz para los Enanos del Norte. Serví a las órdenes de Dáin, rey de Erebor, en la Batalla de Azanulbizar, y acompañé a Balin en el 2889 hasta Moria, hasta entonces ocupada por los orcos, siendo capitán de la restaurada guardia de Durin III, refundada en honor a ese rey enano. Poco después de al entrada de Balin en Moria regresé a Erebor y el resto ya lo sabréis, me alisté como mercenario en el bosque negro para asegurar la paz de mi pueblo.
Entonces el orco fue a hablar, y todos expectantes prestasteis mucha atención a su relato, pues era muy extraño, un orco rebelde contra Sauron ¡lo nunca visto! Se decían todos.
- Por mí mismo y por los relatos que circulan entra los míos tuve desde siempre que los elfos eran seres siniestros, altaneros y dados a la extrema crueldad- Entonces Burzumgad le puso la mano una mano en el hombro y le dijo-Gracias, compañero.
El elfo le contestó con una humilde sonrisa y mientras Burzumgad observaba como las palabras surgían de su boca de una manera curiosa, y prosiguió con su relato:
- Ha llegado el momento de poner las cosas en blanco sobre negro- y sin dejar de andar miró a todos y alzó la voz- Sin duda de que no me equivoco si os digo que mi presencia aquí os asombra e inquieta. No os culpo. Hay mil historias con respecto a los míos, no gratas y en la mayoría de los casos plenamente justificadas. Permitidme que os muestre algo que os deslumbre-Y el orco enarboló una cimarra, y quitándole la ruda cobertura de la empuñadura, la exhibió ante todos-es mithril- dijo el enano y al enano le relampaguearon los ojos-Sí, plata de los enanos. Pero como ya leo vuestros pensamientos, os aclaro que no es botín de batalla: fue un regalo que atesora mi familia. Así sucedió: cuando la guerra entre ellos y nosotros, hace de esto más de doscientos años, un ancestro mío llamado Gashdag participó en la batalla sangrienta de Azanulbizar.Casi al fin de la misma mi ancestro se batía con un enano mayor y vigoroso que (después lo supo) se llamaba Dig. Ambos eran valerosos y no se daban tregua. Al fin Gashdag logró desarmar al enano y lo tubo a su merced. Esperaba de él pedidos de clemencia, pero el orgulloso enano sólo dijo:"anda, orco, haz lo tuyo" aquellas palabras junto con la mirada luminosa que Dig le dirigiese hicieron que mi ancestro dejara caer el arma ¿como podía terminar sin más con tamaño rival? Con el tiempo los dos corrieron aventuras juntos, aunque la historia no lo recuerde. Dig construyó para él esta arma. Esto enseño a mi familia ciertas reglas no comunes en los míos. Veis que me uní a la compañía como mero mercenario, y si vais por los montaraces, contad conmigo, pero sabed que ante todo me mueve el demostraros que en mí tenéis un ejemplo: no todos los orcos somos asesinos sin sentimientos. De Minas Morgul huí del terror que nos esclaviza. Hay allá más como yo... amigos.
Burzumgad terminó, y entonces todos permanecisteis asombrados por un momento, hasta que Abârmil rompió el silencio diciendo:
-Ya que os habéis sincerado conmigo, yo haré lo propio con vosotros, aunque ello me cueste. En su día pertenecía al selecto grupo de los dúnedain del norte, alcanzando gran gloria entre ellos, gracias en parte a la fama que tenía mi padre, Abârtharon, hombre de confianza de Arathorn, Capitán de los Dúnedain. Pero hace unos meses caí en deshonor cuando defendía la frontera sur de mi pueblo. Decidí abandonar mi puesto faltando al juramento de obediencia de los montaraces, esto para mí es una deshonra profunda.
Desde entonces no he vuelto a mi país, transcurriendo la vida vagabundeando por la Tierra Media buscando una redención personal con la que volver a mirarme en un espejo sin sentir vergüenza. Pero todo esto quedó atrás al enterarme que gente de mi pueblo necesitaba ayuda, así que decidí enfrascarme en esta difícil misión. No os he contado todo sobre mí, aunque creo que lo suficiente, dado que no gozamos de la confianza necesaria, aún.-Cuando dejó de hablar toda la compañía percibió como Abârmil parecía librarse de la carga que apesadumbraba su corazón se quedaba atrás, en medio del camino, lejos de él. Guardó silencio y se puso a la par de Adan en cabeza para ayudarlo en la guía de la persecución.
Aikanáro que había oído muy atentamente, se dirige hacia Rúmil:
-¿Qué tal estas amigo? ¡Una gran batalla por tu parte!-Rúmil se lo agradece con un gesto alegre de su pálida cara, entonces se sitúa por delante de todo el grupo y mientras va andando se coloco de frente y andando de espaldas con un paso mas suave se presenta:
-¡Escuchad!; es cierto que yo ya conozco a Rúmil hace más de 1000 años, pero a vosotros no y por eso me han resultado interesante vuestros relatos e intenciones. Ahora pues, expondré las mías...
Hace apenas 5 días me dirigía hacía Gondor con el fin de reunirme con un viejo amigo que me había convocado urgentemente; a 2 leguas de la ciudad me encontré con un mensajero que llevaba esta noticia, habían raptado a unos pacíficos montaraces en las proximidades de un angosto camino, y me puse en camino hacia el bosque negro, y el resto ya lo conoceréis. Pues no tengo más que decir, vengo a encontrarlos y rescatarlos de las manos que los retengan, no pienso desistir sin conseguirlo y nunca abandonare; adoro la aventura y quiero conocer mundo...
Todos esperaban ya a que el camino coincidiera en alguna pista para llevarlos al siguiente paso de la gran misión; entonces Aikanáro se gira y continua el paso apresurándose a guiar a los menos ágiles en la zona como Dimasalang.
Adan encabezaba el grupo a paso ligero, hiendo por el camino principal. Mientras, Abârmil y algunos de vosotros intentaba encontrar alguna pista, o a los montaraces, a la vez que mantenían una agradable conversación, y cogieron cada vez más confianza con respecto a vuestros compañeros. Ya no eran el grupo indeciso y que sospechaban los unos de los otros, si no un grupo unido que ya empezaban a mostrar su amistad, y estar cada vez más unidos.
Después de 3 días de largo caminar sin parar, nada más que parando unos cuantos segundos lo suficiente como para poder masticar unas lembas, encontraron por fin a la salida del bosque negro.
-¡¡Por fin!!!- Exclamaba todo el grupo, sobre todo Dimas, que estaba exhausto. En cambio Adan, le producía tristeza abandonar el bosque negro.
Rúmil se subió en un árbol y dijo:
- No veo nada que este relacionado con nuestra misión, ni huellas ni orcos...
- Perfecto- Dijo Abârmil un poco angustiado- Hemos fracasado...
Burzumgad olfateo el aire y dijo:
-¡Rápido! ¡Un gran grupo de orcos se acercan desde el bosque, huelo rastro de montaraces! ¡Pueden ser los nuestros!
-¡Es verdad! ¡Los estoy divisando!- Dijo Rúmil de nuevo.
Todos se alegraron, pero Aikanáro dijo lo que parecía mas sensato:
-Debemos escondernos entre los árboles, pues pueden ser muchos, y además si nos escondemos tendremos ventaja y podremos tenderles una emboscada ¡De prisa!
Todos se subieron al mismo árbol y entonces Adan se acordó de que los orcos iban a recibir refuerzos para ayudarles en la salida del bosque negro. Le pidió a Rúmil que mirase, y entonces vio unos 75 soldados negros, Uruks, que se acercaban a la entrada. Paralizados por la rapidez de los Uruks, pronto vieron desde arriba el diálogo de ambos grupos:
-Aquí los tienes- Dijo un gran orco con anchos brazos y una gran hacha. Levantó a 2 grandes sacos que se movían lentamente, que deberían de ser los montaraces, y se los dio al Uruk jefe.- ¿Sabéis las instrucciones no?
- Si- Dijo el Uruk con voz imponente- Debemos de llevar esto hacia Moria. Al parecer esos montaraces saben demasiado, el Balrog les hará cantar como a un pajarillo.
-Mmmmm... Pajarillos- Dijo el otro orco y se relamió los labios. - ¿Os seguimos, no? de todos modos esto es muy extraño no entiendo para qué quiere que hagamos todo esto...
- No podéis aguantar nuestro ritmo- Dijo el jefe Uruk- Quitaos de mi vista ratas.
- Callaos, seguro que os fumáis el saco entero- Dijo otro orco más pequeño.
- ¡Ratas apestosas!- Dijo otro Uruk.
- ¡Snagas!- Dijo también otro Uruk.
- ¡Fétidas femeninas!- Dijo otro orco más grande y que no era del bando de los Uruks.
Acto seguido otros insultos salieron de ambos bandos, y a raíz de eso, no tardaron en luchar, y al final ganaron los Uruks, unos 15 supervivientes. Elder le dijo a Burzumgad que ahora empezaba a entender por que había desertado de Minas Morgul. Después la compañía se lanzó y los mató, y corriendo abrieron los sacos donde estaban los montaraces. Pero cuando los abrieron se dieron una sorpresa, no eran montaraces lo que perseguían, ¡¡¡si no unos cuantos toneles llenos de tabaco para fumar!!!
Todos se quedaron perplejos, sin saber que decir, y entonces Abârmil dijo lo que le pareció mas sensato:
- Nos hemos equivocado de grupo, era un grupo para distraernos, y nos han engañado. Esta claro que el enemigo sabía que mandarían un grupo a liberarlos. Aunque quizás lo que dijeron esos orcos estúpidos tuvieran razón. Los llevarán a Moria. Además esos orcos nos han dado pistas suficiente para que hubiésemos sospechado, se dirigían al saco diciendo ``esto`` o ``De todos modos esto es muy extraño no entiendo para qué quiere que hagamos todo esto...`` o ``seguro que os fumáis el saco entero`` ¡Venga, vámonos!- Dijo Abârmil, aunque ni el mismo parecía estar convencido de lo que decía.
Patidifusos y enfadados, convencidos del fracaso de la misión, seguían a Adan, igual de ágil. Pero Abârmil no tardo pronto en encontrar pelos de montaraz, y pisadas idénticas de orcos a las que encontró en el turno de guardia. Sin poca esperanzas, acampan por fin, al lado del puente que cruza el Anduin. Se acercan frente a la cena y esperan a que alguien diga algo sobre lo sucedido. Ninguno parece estar convencidos de que lo que dijo Abârmil sea cierto, ni el tampoco. Mientras comen se acercan frente a la hoguera para calentarse. Descargan los toneles de tabaco, que se los han llevado, quizás les sirviese de utilidad.
- En verdad he de reconocer que no es poco el placer que experimento al llevarme a la boca estos deliciosos manjares de comida élfica. Ya no sólo hablo del miruvor que me administrasteis para aliviar la mordedura de la araña del Bosque. ¡Nunca me habrían creído mis hermanos del pueblo de Durin de hablarles así de las excelencias del Lembas, o “pan del camino”!- Dijo el enano, al tiempo que Rúmil alimentaba el fuego.
-Tal vez todo sea una trampa para llevarnos a Moria, pero no veo muchas más opciones. Podría intentar seguir las huellas que han dejado el grupo de Uruks hasta su base. Si cogemos sus trajes para disfrazarnos quizás conseguiríamos mezclarnos entre ellos, Burzumgad sería nuestro portavoz, pues conoce perfectamente la lengua negra, y si las huellas nos llevan a Moria, creo que con las vestimentas orcas entraremos sin problema. Eso sí, os aviso, todos habéis oído pronunciar la palabra "Balrog", el Daño de Durin, cuidaos del demonio de Morgoth- Dijo Abârmil, que tras decir eso, sacó su pipa y se dispuso a fumar mientras escuchaba a sus camaradas.
En ese momento, Burzumgad el orco se precipitó hacia los sacos en busca de tabaco. El resto de la comunidad al ver su premura les causo mucha gracia. Y se rieron de veras cuando, después de fumar, le vieron masticar cierto alimento oscuro que sacó de entre los repliegues de su coraza de cuero.
-No es carne humana- bromeó-sino cierto compuesto de hierbas de viaje sumamente alimenticio común entre los soldados orcos. Sabed disculpar, pero las lembas me son algo indigestas, como comprenderéis... he escuchado el plan de Abârmil y no se si es conveniente, es que ¿podemos confiar en las palabras de un uruk, los peores de entre los míos, los más con substanciados con la oscuridad? Puede ser una trampa. No obstante si el plan es aceptado por la mayoría, allá voy. En cuanto a las guardias, me ofrezco, si podéis confiar en mí. Y me placería que Dimas fuese mi compañero, si él quiere, claro-Dicho esto calla, mientras sigue masticando el alimento orco.
``Bien merecía la Compañía un plácido descanso después de tres días de agotador camino y tras el último enfrentamiento con el grupo de Uruks``, pensaba Dimas el enano, aunque no lo dijo en voz alta. Mientras tanto Rúmil seguía alimentando el fuego crepitante con restos de robles secos del camino, Elder escuchaba atentamente, y Dimasalang limpiaba el hacha de doble filo, aún con restos de sangre seca de Uruk, con un paño de agua humedecida en el próximo Anduin.
Tras las observaciones de Abârmil y Burzumgad, y mediando un prolongado silencio el Enano comentó:
- Me cuesta creerlo. ¿Moria ocupada por los orcos? Yo estuve allí con Balin, y si bien es cierto que hace años que regresé a las Colinas de Hierro, exactamente en 2992, las últimas noticias que tuve de él es que había conquistado varias estancias de la gloriosa Khazad-dûm. Los Uruks también hablaron de un Balrog. ¡Entonces es cierto que algunos quedaron con vida tras la caída de Thangorodrim!
El fuego proyectaba caprichosas sombras sobre el grupo de comensales en torno a la hoguera. La noche parecía, por fin, apacible. Tras encender su pipa con el tabaco requisado a los Uruks el enano prosiguió:
- ¡Hemos de tomar una decisión ya! El tiempo corre en nuestra contra. Si como dice Abârmil todos los indicios apuntan a que los montaraces han sido llevados a Moria. Propongo partir cuanto antes, pues en dos jornadas podríamos entrar por la puerta este o del Arroyo Sombrío, también conocida como el “paso del Cuerno Rojo”, o en mi lengua Khuzdul. Conozco bastante bien la mayor parte de las Minas porque como os dije fui capitán de una unidad del ejército de Balin. De ser cierto que el Balrog ha abandonado las profundidades de la tierra, no dudo que mis hermanos resistan aún en numerosas estancias. Moria es grande y profunda, y me cuesta creer que no quede ningún enano con vida. Mientras lo decidís, acepto tu ofrecimiento, Burzumgad, de acompañarte en el turno de guardia, pues aún tenemos mucho que hablar.
-Creo que nos dirigimos sin duda a una emboscada en Moria, y eso si es cierto que los llevan allí, porque lo que esta claro es que esos bastardos ya nos la han jugado una vez y esperan volver a hacerlo. Aunque Dimasalang conozca bien la zona, si finalmente vamos a Moria, deberíamos desviarnos del camino y continuar con una ruta diferente y más segura para poder escondernos con más facilidad, no olvidemos que somos un grupo amplio. Podemos dar gracias por tener la habilidad de los montaraces-Al terminar su pequeño discursillo, Elder se ofrece por fin a realizar la segunda guardia, aunque no sin antes añadir- quizá para no perder demasiado tiempo podríamos descansar sólo las horas suficientes, para recargar fuerzas y partir antes del amanecer.
Mientras Adan, confesó que se había quedado partido en dos: decepción por el vil engaño y alegría por la cantidad de hierba que veía ante él. Tras coger un poco y permanecer sentado, escuchando a sus compañeros (y cada vez más, mis amigos) y reflexionando sobre el rumbo a seguir habló:
-Bien. No debemos fiarnos de los que huyen de nosotros, pero tampoco tenemos muchas opciones. ¡Tomemos el camino a Moria por ahora! no sería conveniente perder nuestra única pista. Quizás no tengamos que entrar en las minas, o quizás sí eso ya se verá, pero no debemos demorarnos.
Dicho esto, se aparta un poco del círculo, deja sus bártulos y se dispone a fumar tranquilamente arrullado por las estrellas del cielo y el tacto del bosque tan querido para él.
Al terminar Adan, el silencio volvió a reinar y parecía que la tristeza se contagiaba a todos los miembros de la compañía.
-Las escasas aunque creíbles pistas halladas por Abârmil son suficientes para seguir y buscar a esos montaraces, ¡No debemos perder el ánimo porque eso es lo único que nos hace vulnerables!- Dijo Aikanáro intentando contagiar el ánimo élfico a toda la compañía a través de Rúmil, Elder, y él; decido a sentarse en torno a la hoguera y alentar a sus amigos sobre la ardua tarea de llegar a Moria lo antes posible sin cruzarnos en el trayecto del enemigo, y siguió diciendo- Creo, pues, deberíamos ir a la aldea de Beorn dónde tal vez podamos conseguir unas barcas con las que podemos recorrer el Anduin hasta las cercanías de Lórien; una vez allí propongo continuar el camino a pie hasta el Valle del arroyo Sombrío; ahorraremos tiempo y aseguro que se sucederán jornadas tranquilas. Por cierto, Abârmil, te haré compañía durante esta primera guardia si estas de acuerdo.
Abârmil respondió con un gesto de su cabeza que indicaba que estaba de acuerdo.
- Ahora, estoy de acuerdo junto con la mejor idea de Elder de partir al alba- Finalizó Aikanáro.
Se levantó y se aproximo a apoyarse sobre una pequeña roca cercana a la orilla del Anduin, disponiéndome a vigilar junto con Abârmil el tiempo necesario para que Dimasalang y Burzumgad recuperaran fuerzas hasta su turno para luego hacer mi descanso. A medida que las jornadas se sucedían se notaba que la amistad brotaba entre los miembros de toda la compañía por igual.
-Moria es un gran laberinto y en el habita "El daño de Durin", al cual ninguno de nosotros podemos hacer frente, tendremos que ser muy cautos si entramos en Moria. Si aun quedan enanos con vida allí, nos serán de gran ayuda... La idea de ir a casa de Beorn, "La Carroca", e intentar conseguir unas barcas me parece sensata, ya que navegando por el Anduin recortaremos días de viaje- Dijo Rúmil, después de oír a todos y hace una pausa mientras mira los barriles de tabaco llega a una conclusión-Lo mejor sería seguir el camino a pie tras navegar por el Anduin como dice Aikanáro, sin llegar a Lórien, ya que si llegamos hasta sus dominios vestidos de Uruks nos atacarían, con lo cual lo mejor es pasar alejadamente de Lórien y vestirnos de Uruks antes de llegar al Valle del Arroyo Sombrío; los barriles pienso que deberíamos dejarlos indemnes y llevarlos con nosotros para hacernos pasar por el grupo de Uruks a los cuales hemos eliminado, y claro, Burzumgad haría de nuestro líder ya que él conoce la lengua negra.
Dicho esto se dispone a descansar un poco junto al fuego y realizar más tarde la tercera guardia.
-Bien amigos ahora descasemos, mañana será otro día. Yo haré la tercera guardia
A continuación el enano le recordó al orco que Dig había sido compañero suyo en Azanulbizar y que sabía de la existencia de Gashdag, por narración de aquel, y que aunque enemigos mortales ambos habían dado una lección de caballerosidad. Es así como Dimas, hijo de Thranios, comenzó a tener mayor confianza del orco.
Finalmente, la comunidad queda bien satisfecha con la comida y aclaran antes de acostarse, que lo mejor es él plan de Rúmil, pero afortunadamente, no tenéis que viajar más para encontrar unas barcas, ya que unas vienen contra corriente del Anduin, y quedan ancladas a la orilla. Pero las barcas están llenas de unos guerreros elfos atravesados con flechas negras, de orcos.
- Ya sabemos que barcas cogieron nuestros perseguidos- Dice Abârmil quién coge de las barcas unas mantas, y Burzumgad las olfatea asegurando que son de los montaraces.
Rúmil, Elder y Aikanáro quedan un poco tristes al ver a los elfos de las barcas muertos, los cuales son tirados al agua y sus cuerpos se hunden en el Anduin.
En ese momento, nadie se da cuenta del peligro que acecha y no parten inmediatamente, y se disponen a hacer las guardias. Deciden partid al alba como dice Elder, y descansar, pues la jornada a sido agotadora. Todos hacen las guardias menos Adan, que estaba exhausto después de guiar a todos por el bosque negro.