Hoy hablamos de... La religiosidad en la obra de Tolkien
Aprovechamos la publicación del artículo de José Miguel Marqués Campo, del que se habla en la noticia anterior, para proponeros nuestro tercer “Hoy hablamos de...”. Tras las agradables experiencias de “...la amistad en la obra de Tolkien” y “...El Silmarillion” os planteamos un tema que creemos apasionante “La religiosidad en la obra de Tolkien”.

    Somos conscientes de que puede resultar controvertido, como siempre que se tratan temas tan personales como son las creencias de cada uno, y por eso desde aquí os pedimos moderación en vuestras opiniones. Entre vosotros habrá seguidores de un credo u otro, y también no creyentes, agnósticos o ateos... que eso no sirva para causar enfrentamientos, sino para enriquecer el debate: es sabido que Tolkien era un ferviente católico, y nada de lo que aquí se escriba va a cambiar eso.

    Una vez más será nuestro compañero Gwaihir el encargado de iniciar el debate. Lo podréis seguir (y esperamos que disfrutar) en el Foro, como siempre.
    La introducción la podéis leer en la ampliación de la noticia.
Hace ahora dos años, más o menos por estas fechas, estábamos trabajando en las primeras FAQ. Ahora hay un buen número (y más que espero que podrá haber) y, dejando de lado la modestia, creo que hemos hecho un buen trabajo. Pero la gente que me conoce bien, los íntimos, saben que tengo una “FAQ nunca escrita”, una FAQ que, a pesar de no existir, se podría decir incluso que es famosa en nuestro pequeño círculo.
    Esa FAQ, como a estas alturas muchos de vosotros ya supondréis, trata, ni más ni menos, que sobre Tolkien y la influencia de la religión en su vida y en su obra. Pero nunca la escribí, porque siempre que quise hacerlo me frenó una especie de timidez, o mejor, de pudor: es algo demasiado personal.
    Sin embargo ahora me gustaría que lo hablásemos aquí, saber cómo veis vosotros esa influencia de la religión en Tolkien, y también si la lectura de su obra ha influido en vosotros de alguna manera en relación a vuestras creencias.

    Pero claro, quid pro quo... no puedo pediros que habléis de algo mientras yo me quedo callado. Vaya entonces por delante una pequeña “confesión”:

    Soy creyente. Creo que hay una “Causa Final”, una explicación al por qué estamos aquí, y que podéis llamar Dios, Alá, Jehová... o Ilúvatar. Creo en eso, y no pienso discutir si tengo razón o no, pues en este caso no me guío por la razón, es algo que siento... que necesito. Pero, al mismo tiempo, no “creo” en las religiones, o mejor, no creo necesitarlas. Las respeto (al menos hasta donde ellas me respeten a mí), me interesa el “hecho religioso” como tal, y la enorme influencia que ha representado a lo largo de la historia... pero mi problema es que me llevo fatal con los dogmas.

    ¿Y qué tiene esto que ver con Tolkien?, os preguntaréis con razón. Pues mucho, muchísimo, diría yo. Cuando empecé a leer El Señor de los Anillos, hace ahora 25 años, estaba en pleno proceso de cambio, de descubrimiento, y me dejé empapar por su magia... ¿hasta qué punto? Pues más de lo que pensaba, como los años parece que se han empeñado en demostrar.
    En los últimos tiempos me he venido preguntando si acaso mi particular filosofía (y de la que estoy tan orgulloso) no es tan “particular”, si acaso no me marcó de forma definitiva el imponente fresco que pintó Tolkien, en el que hay un Dios, una promesa de salvación y esperanza por encima de toda desesperanza, pero en el que no hay religiones propiamente dichas. Cuanto más lo pienso, más creo que así es como ha sucedido.
    Seguramente a Tolkien no le agradaría la idea de que alguien dejase de lado la religión a causa de su obra, pero seguramente se sentiría feliz por haber logrado transmitir de forma tan clara la base última de sus creencias.

    ¿Y cómo lo consigue? Eso es algo que he hablado en numerosas ocasiones con amigos y familiares, y que ahora he tenido el placer de hacer con José Miguel, el autor del artículo que hoy os hemos presentado, cuya opinión es especialmente valiosa al tratarse de un “profesional” (si se me permite la expresión) de la materia... nunca había oído directamente la opinión de un sacerdote sobre este tema. Y lo cierto es que no hizo más que confirmar mis ideas: Tolkien logra evangelizar, comunicar la Buena Nueva, pero no adoctrina, no busca convertir; y eso, viniendo de alguien tan fervientemente católico como era él, dice mucho del tipo de persona que era.

    Hay una conclusión final, por encima incluso de cualquier tipo de creencias: Tolkien logra hacernos mejores personas. No se me ocurre que más se puede pedir.

    Ahora la palabra es vuestra.

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