No debes caer jamás

¿Cómo afrontaron Los Hijos de Gondor, la muerte de su madre? ¿Cómo la afrontó su padre? Después de este inicio, presagio de una tormenta que no vería su final hasta más adelante de forma dramática, la vida de estos tres hombres dio varios giros, sin moverse del mismo lugar.... Este relato trata de una de las "guerras" más antiguas y tal vez más dolorosas que se conoce, cuyo tema principal es... la familia.

3.

 Faramir cumplía veintitrés años.
 La Ciudad Blanca lo celebraba dando grandes festejos, el pueblo le amaba así como a su hermano y a su padre.
 Aunque este ultimo rehuía de actos públicos y se mantenía alejado de sus súbditos, mientras Boromir encubría su carácter despectivo.
 Faramir celebró con alegría su aniversario, brindando con sus amigos, con su hermano, relajándose entre comentarios y olvidándose de la presión que ejercía su padre sobre él.
 La noche se cernió sobre Minas Tirith y Faramir se despidió de todos sus amigos y conocidos para descansar.
 Tenía la mente tan cansada como su cuerpo y solo deseaba llegar a sus aposentos para dormir un rato; había sido un hermoso día, a pesar de esa espesa nube gris que de cada día mas negra se tornaba. Al igual que los ataques de las alimañas, más insistentes, más crueles y más numerosas.
 Se detuvo frente a un ventanal, mirando las montañas que parecían ser las más oscuras jamás vistas, las más tenebrosas....eran como su padre; frías, misteriosas...y ejercían un extraño sentimiento de incertidumbre sobre él.
 Alguien tropezó con el y ambos ahogaron un grito.
-¡Perdone, mi Señor, no le vi! -se disculpó inmediatamente una sirvienta, haciendo reverencias sin parar - ¡Esta oscuro y...!
-¡No, no te preocupes, no...!
-¡Lo lamento!
Faramir se llevó la mano a su frente; estaba mareado, había bebido demasiado. Levantó su mano hacia ella y con una sonrisa dijo.
-No importa. Está bien. -ella iba a marcharse pero él hizo un gesto que dio a entender que queria preguntarle algo.
-Elaina, mi Señor.
-Elaina, por favor... -ella escuchó con atención.
-¿En qué puedo ayudarle?
-Hoy ha sido un día que quiero recordar tal y como a sucedido.  -añadió sonriendo - Ha sido un buen día -ella sonrió - Sé que estas ocupada y que debes tener cientos de cosas que hacer antes que  satisfacer los caprichos de un  torpe hijo de gente importante...
-No hable así, mi señor.... -dijo apenada la joven sirvienta.
-Pero si hoy me encuentro con mi padre.... -su cabeza le dolía aun más solo de pensar en ello.
-Me adelantaré para asegurarme de que no se encuentra en este lado de Palacio. -él le sonrió agradecido.
 Faramir volvió a mirar aquellas lejanas montañas que ensombrecían tanto su corazón.
 Sonrió al recordar las anécdotas de sus amigos, los estúpidos bailoteos de algunos compañeros más borrachos que despiertos y los desagradables comentarios de otros que hablaban sobre las compañías femeninas de los pueblos lejanos; Faramir no recordaba nombres.
 A duras penas recordaba donde estaban sus aposentos.
 Vivir en Minas Tirith era un lujo; no creía que hubiera lugar más hermoso, a pesar de esas montañas misteriosamente oscuras de donde se sospechaba llegaban las alimañas.
 Las gentes eran gentiles y sencillas en su mayoría y no había muchas discordias entre los aldeanos.
 Se sentía inmensamente querido por su pueblo y arropado por Boromir y aunque jamás entendía a su padre, a veces pensaba que le quería. Había algo en él que molestaba a su padre y  Faramir pensaba que tal vez tenía algo que ver lo que mencionó una vez su hermano; Denethor había amado a su esposa con todo su corazón y a pesar de no ser alguien cariñoso, le había demostrado que la amaba. Al morir ella, se sintió tan abatido y solo que cayó en la desesperación....y Faramir le recordaba a ella.
 Y aquello le dolía.
 Era extraño para el joven Faramir que alguien pudiera relacionarle con una persona a la que a duras penas recordaba...pero si su padre sufría tanto al recordarla, debía de tratarse de una mujer excepcional.
 Sabía que Boromir también mantenía el  recuerdo de su madre a través suyo.
 Pero ambos tenían una manera tan diferente de demostrárselo....
 Y desde hacia un tiempo, su padre iba cambiando aun más y más, convirtiéndose en alguien desconocido incluso para él mismo; había discutido con Boromir, que le apoyaba siempre en todo, que le  defendía, que le excusaba y veneraba ante todo.....
 Era como si hablara con una tercera persona que le daba consejos tan oscuros como las nubes de aquellas odiosas montañas.
-Señor... -dijo la joven sirvienta rozando con su mano el brazo de Faramir que se giró bruscamente. Ella se apartó unos pasos.
-..Perdona...
-Le llamé varias veces, pero usted no me oyó...- se disculpó ella.
- Es extraño, porque eso es lo que siempre le digo a mi padre... -dijo con una sonrisa triste.
-El no está aquí. - la joven sirvienta miró hacia el pasillo del que venia - No hay nadie, excepto algunos centinelas y un caballero. Pero su Padre, mi Señor, no está allí -miró a Faramir que la observaba escuchándola - ¿Señor?
- Elaina ¿ves aquellas montañas de allí? -pregunto apartándose  del ventanal. Ella se acercó un poco y las miró - ¿Qué opináis los aldeanos? ¿Qué es para vosotros?...¿Crees que sea una amenaza?
-¿Una amenaza? -sonrió ella, casi riendo- ¡No, mi señor! -se apartó un poco y le miró diciendo - ¡En absoluto nos sentimos amenazados!; ni aun cuando las espantosas criaturas intentan reptar por las murallas. No, mi Señor. Vos y el Señor Boromir defendéis tan bien esta ciudad que seria absurdo sentirse inseguro. Son extrañas, no voy a negarlo....Pero no nos sentimos amenazadas por ellas.
-Tal vez esas extrañas criaturas procedan de ese lugar....Ya ocurrió una vez....
-Debería irse a descansar, mi Señor. -él asintió sonriendo.
-Muchas gracias por todo, Elaina. -Ella hizo una suave reverencia y se alejó en dirección contraria; Faramir observó las montañas unos segundos antes de retirarse a sus aposentos.

 A la mañana siguiente, cuando el sol empezaba a salir intentando dejarse entrever  a través de unas nubes espesas que casi cubrían la ciudad, Faramir se dirigia hacia las cuadras, donde estaria su hermano.
 Levantó la mirada preguntándose si se avecinaba mal tiempo.
-¡Señor! ¡Señor! -gritó un guardia acercándose a él. Hizo una reverencia y con una voz tan  nerviosa como su gesto, dijo - Vuestro Padre quiere veros, mi Señor. -Faramir asintió.
 
 Su padre le esperaba en la gran sala de actos; a Faramir no le gustaba aquel lugar, se sentía incomodo ante el gran vacío del salón, donde las frías estatuas le seguían con una mirada sin expresión alguna.
 Se detuvo a varios metros del sillón donde estaba sentado su padre.
-Me habéis hecho llamar, Padre -dijo Faramir, haciendo una reverencia. Denethor no dijo nada y Faramir le miró esperando con paciencia.
-¿Acaso te burlas de mi?
 Faramir frunció el ceño; no entendió bien a qué se refería su padre.
-¿He hecho algo...?
-¡Has hecho! -se levantó enérgicamente. Faramir le observaba, no intimidado ni tan solo triste; esta vez se dejaba dominar por la curiosidad - ¿Crees que no hay trabajo? ¿Qué no hay alimañas a las que combatir?... ¿Y crees que no merezco algo de respeto por parte de mis súbditos?
 Faramir no sabía si se refería a él con aquella palabra.
-Mi trabajo empieza nada más sale el sol, Padre. Y...junto a Boromir y nuestro ejercito,  doy caza a cuanta alimaña...
-¡No! -dijo golpeando el antebrazo de la silla. El eco resonó hasta el último rincón. -¡Somos lo bastante importantes, lo bastante poderosos, como para que no hablen de nosotros! ¡Habladurías! ¡Rumores!..... ¡Si hablan de mi o de uno de mis descendientes a de ser una conversación en la que se hable de guerra ganadas, victorias...!.... -se sentó pensativo. Faramir iba a acercarse antes de que golpeara la silla, pero justo cuando el eco del golpe le llegó a los oídos, pensó que ya estaba bien donde estaba.
 Pero seguía sin entender a qué se refería su padre; su furioso padre.
-¿Han...hablado de mi? -preguntó  intentando averiguar el significado de aquella conversación.
-¡Tú no eres más que un Bufon! ¡Me dejas en ridículo siempre!....Acércate.
 Faramir ahogó un suspiro obedeciendo a su padre.
 Se acercó hasta llegar a unos pocos pasos de Denethor, que le observaba en silencio.
-Padre...
-¡Silencio! -Interrumpió Denethor - ¿Se puede saber en qué piensas? ¡Todo el mundo hablará de ello! ¡Pensaran que os crié como niños mimados que no saben hacer más que divertirse en las fiestas! ¡Eres Hijo de Gondor!.......
 Faramir le miró; creía entender por a donde iba dirigida la conversación.
 Su padre iba a confirmárselo.

 Boromir dejó caer con suavidad la silla de montar sobre el lomo de su caballo; una hermosa yegua marrón, del color de su tierra.
 Vió entrar a Faramir en las caballerizas y mientras este se acercaba, ató las correas de la montura.
-Buenos di...
-¡Padre me mandó a llamar esta mañana! -dijo Faramir interrumpiendo a su hermano. Boromir dejó lo que hacia y le miró.
-¿Porqué?
-¡Me ha sermoneado de buena manera! ¡Y todo por un estupido rumor! ¡Dice que soy la vergüenza de Gondor!
 Boromir sonrió y siguió atando las correas.
-¡No hay nada de malo en hacer amistades!
-¿Tú también? -resopló Faramir - ¡No es cierto! ¡Yo no he flirteado con ninguna sirvienta! ¡Solo hablamos!
-Faramir, sea cierto o no, es igual. No le  des importancia- tomó las riendas de su yegua añadiendo - Padre se puso nervioso, eso es todo; podría ser que le molestara que uno de sus hijos pudiera perder la cabeza por  una sirvienta. ¡Sabes que si de él dependiera, nos casaría con una Diosa!
-¡No ocurrió nada!
-Yo no he dicho que fuera lo contrario.
-¿Quieres parar y mirarme? -Boromir le miró sin perder su sonrisa - ¡No estoy enamorado de nadie, no coqueteo con las doncellas y no...!
-¡Faramir, te repito que no importa!- dijo riendo Boromir - ¡Olvídalo! -posó su mano en el hombro de su hermano - Ocurriera o no algo, es asunto tuyo y de nadie más. Escucha, Faramir... -apartó su mano con suavidad mientras decía - Algún día encontraras a una mujer. Será la más hermosa, la más inteligente y con suerte, brillara por las noches para que Padre la acepte - Faramir le  hizo un mueca y Boromir sonrió con cariño- Y te enamoraras. Y ese día comprenderás que no tienes que justificarte ante nadie por tus sentimientos. ¡Y yo me sentiré el hermano más afortunado del mundo!
-Si algún día aparece esa luz brillante con faldas - Boromir rió - no te la presentaré ni a ti ni a papá.
-¡No me castigues por no tomar en serio los reproches que te hace nuestro padre!; Si algún día aparece esa estrella que ilumine tu camino, me sentiré orgulloso de ti. Y me gustará hablarle de tu timidez, de tu manejo excepcional con el arco y de tu cariño.
-¿Comparas una estrella con una mujer? -Boromir le colocó las riendas a su yegua.
-¿Porqué? ¿Lo encuentras exagerado?
-No. Pero no te imaginaba hablando así de ellas.
-¿Ellas? -rió Boromir mirándole - ¡Ellas!.
-¡Deja de reírte de mi, Boromir!
-Jamás me  río de ti, hermano. -le dijo sonriendo Boromir - Solo te diré una cosa sobre esto: sigue a tu corazón. Cada impulso, cada palpito....Y cuando tengas la certeza de que nadie más podría mirarte a los ojos y oír lo que le estas diciendo sin articular palabra, entonces cásate con ella.
-¡Casarme!
-Que no te importe su rango, que no te importe su edad, que no te importe nada, solo que ella sienta lo mismo por ti.....Y que brille.
-Si, que brille... -Boromir rió y Faramir le propinó un suave puñetazo en el brazo. Boromir acarició las crines de su yegua mientras Faramir le observaba en silencio.
 Algún día Boromir se casaría con una mujer maravillosa. Y él con una mujer  sorprendente.
Y los cuatro formarían una familia donde no habría miradas recelosas, donde no habría palabras afiladas como las espadas....Si algún día aparecía esa mujer, Boromir  le felicitaría dándole un fuerte abrazo...y ella conocería al ser más valiente, fuerte y cariñoso de toda la Era que abarcaba la Tierra Media.


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