Cálëhérincë Tintamírë
§ La búsqueda:
Sucedió que una vez llegaron al barco se organizo con rapidez, aunque con dolor en el corazón por los caídos y los perdidos, un equipo de búsqueda encabezada por Azrubêl, pues era él quien más conocía sobre esas cosas mas Glinluin iba con ellos como guardia de Cálëhérincë, la cual no quería separarse de Azrubêl, aunque él se negara, e iba Heculo, pues consideraba que era el momento de vengarse de los orcos, otros diez elfos decidieron acompañarlos junto con Balakhôr, el cual se había quedado en el barco solo para conversar con Heculo del cual se había hecho gran amigo. Así fue como emprendieron una búsqueda de pocas esperanzas y llena del temor de encontrar los cadáveres de los elfos de un momento a otro, pero eran valientes y estaban ansiosos de vengar a los dos elfos, por lo que no iban ocultándose, sino que de manera descubierta con sus espadas desenvainadas y los arcos en las manos.
No tardaron en llegar al lugar del combate, donde pocos orcos muertos quedaban pues estaban siendo devorados por unos huargos que murieron silenciosamente con las certeras flechas de Heculo y de los vanyar, de ahí prosiguieron con el seguimiento de las huellas dejadas por los orcos, pues pensaban que si mataban a los orcos primero podrían darles más posibilidades a los elfos que huyeron, por lo que con la ayuda de las huellas llegaron a unas cuevas ubicadas en unas colinas de muy baja altura.
Por lo que pudieron ver los orcos que quedaban no serian más de cien pero estaba tan degenerada la raza que no presentarían problemas para tan vigorosos guerreros, por lo que decidieron atacar dicho campamento al interior de la cueva sin preocuparse por matar la mayor cantidad posible antes de que los vieran, pero igualmente dispararon la mayor cantidad de flechas mientras se acercaban gritando improperios e invocando el nombre de Varda y Manwë, mientras que Azrubêl se preocupaba de vigilar a Cálëhérincë Tintamírë, pues no deseaba que le pasara algo pues había visto algo en sus ojos que no había visto antes lo cual hizo que se diera cuenta de que sentía cierta atracción por ella, pero no deseaba decírselo todavía.
Poco o nada pudieron hacer los cien orcos contra la pequeña pero furiosa ola de jóvenes elfos, jóvenes de alma y por ello llenos de energía, con sus espadas reluciendo blancas como estrellas, mientras que las flechas de Heculo mataban a quien fueran dirigidas y Nuruhuinë gritaba cantos de guerra mientras cercenaba orcos sin parar, aunque Azrubêl no lograba escuchar dichos cantos si los escuchaban los elfos, por su naturaleza propiamente tal.
Al cabo de media hora ya estaban todos los orcos muertos y apilados, solo una persona recibió una herida y fue Azrubêl, quien utilizo su brazo como escudo para desviar una cimitarra dirigida a Cálëhérincë Tintamírë, quien quedo por ello con el corazón más atado a Azrubêl de lo que ella quería antes de decírselo a él.
Claro esta que una vez liberaron a esos orcos de su inmunda vida empezaron con el lento trabajo de ir detrás de las huellas de los elfos que huyeron, por dos días siguieron dichas huellas hacia el norte hasta que se toparon con un bosque ubicado entre unas colinas y el río, las huellas se introducían en aquel bosque, pero los elfos se sintieron atemorizados pues sentían muchas criaturas poderosas al interior del bosque y no quisieron ingresar a él, pues sí los otros elfos entraron ahí ya no habría vuelta atrás para ellos. Penosa fue la decisión de volver al barco sin los elfos perdidos, pero Cálëhérincë no podía estar apenada pues, aunque Azrubêl no lo sabia, vio a través de los ojos de Azrubêl y encontró que él sentía algo por ella.