Portadas de Leandro para Elfenomeno

Durante dos años, Leandro escribió una serie de relatos cortos para la portada de Elfenomeno.com, basados en El Señor de los Anillos, a modo de homenaje a J.R.R. Tolkien, para dar la bienvenida a quienes entraban en la página web. Estos relatos quedan ahora recogidos aquí en un único texto, ordenados cronológicamente tal y como fueron mostrados, incluyendo un último poema muy personal...

Hacia el 1650 de la Segunda Edad

- ¿Qué es ésto? Oh, Annatar, amigo mío. ¿Qué has estado tramando todo este tiempo? - murmuró Celebrimbor para sí.
Celebrimbor siempre había tenido una extraña sensación con Annatar. Era hermoso, afable, y parecía que uno nunca se cansaba de escucharlo hablar. Transmitía una increíble seguridad a aquellos que lo rodeaban, pues parecía interesarse por todo y alababa constantemente el trabajo de todos. Pero especialmente había prestado un interés superior por el trabajo de Celebrimbor.
Celembrimbor y sus herreros habían por fin concluido su mayor labor, aquella que rivalizaría con la obra de Fëanor. Y Annatar siempre había estado aprendiendo de ellos, de su sabiduría y de sus métodos. A simple vista, jamás pensaría que Annatar pudiera aprender nada de los Herreros, pues la sabiduría del extraño y hermoso desconocido podía percibirse a leguas de distancia. Sin embargo, aprendió de ellos y les ayudó durante más de 100 años.
Pero un día desapareció, y nada se supo de él durante décadas. Celebrimbor sintió curiosidad, pues Annatar parecía extrañamente preocupado y excitado a la vez cuando le vio marchar, casi a escondidas. Entonces se dio cuenta de que el extranjero jamás les había hablado de sus planes, o de si debía cumplir alguna misión. Nadie sabía realmente quién era Annatar. Y Celebrimbor decidió averiguarlo.
Y en aquel momento, escondido tras unos árboles, pudo observar a Annatar, levantando un anillo al cielo y contemplándolo. Era hermoso, aunque sin adornos. Un anillo simple y liso, sin piedras engarzadas que turbaran su radiante belleza. Y a la vez era poderoso. Celebrimbor podía sentirlo incluso desde lejos. Más poderoso que ninguno que los Herreros hubieran forjado antes. Más poderoso incluso que Los Tres...
Entonces, Annatar habló. Su voz era estruendosa, aunque no gritaba. Aquellas palabras quedaron para siempre grabadas en la mente y el corazón de Celebrimbor. Entonces supo quién era el extraño al que tanto había amado, y supo también cuál enorme era el tamaño de aquella traición. Él, Celebrimbor, había preparado el camino para la victoria del Enemigo, y aquellas palabras sentenciaban aquella victoria. Aquellas palabras no dejaban ninguna esperanza para el mundo que había conocido. Todo estaba perdido.

Ash nazg durbatulûk, ash nazg gimbatul,
ash nazg thrakatulûk agh burzum-ishi krimpatul


 

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