El viaje del Libro Rojo

En este relato, nuestro amigo Eorlingas nos cuenta las peripecias de Bill de Encinaverde, nieto de Sam (a quien Elanor entrega el Libro Rojo) tras haber sido invitado a Gondor por el Rey Elessar.

 Capítulo II: El viejo Tom Bombadil

Una semana después, llegué al Río Brandivino. Lo cruce (gracias a una pequeña barca abandonada que encontré) y fui a las fronteras del Bosque Viejo. Me quede un rato contemplándolo. Allí vivía el viejo Tom Bombadil. Mi abuelo lo conoció una vez cuando se dirigía a Bree. Estuve varios minutos contemplando los árboles del bosque cuando de repente, oí una voz detrás de mí.

- ¿Qué hace un pequeño hobbit fuera de La Comarca?

Me giré y allí le vi. Era nada menos que Tom Bombadil. Estaba con su pequeño pony, Gordo Terronillo, y con un cuervo posado en su hombro izquierdo.  

-Me dirijo a Gondor, a Minas Tirith –le contesté.

-¿Y que pinta un hobbit como tu en Gondor? –me preguntó Tom.

-Asuntos del rey –le contesté.

-Y por lo que veo pretendes ir solo. Hace dos semanas me visito mi pariente Radagast. Me comunicó que los Haradrim se estaban extendiendo por el norte. Dentro de poco abran alcanzado Gondor. No será un viaje seguro, así que no tengo más remedio que acompañarte.

Aquello le sorprendió mucho a Bill, porque Tom Bombadil no solía hacer viajes que lo alejaran del Bosque Viejo.

-Vuela Piesfuertes, vuela –le dijo Tom al cuervo que estaba posado en su hombro-, y avisa a mi amada Baya de Oro de mi partida.

El cuervo echo a volar y se adentro en el Bosque Viejo.

-Bueno mi buen amigo hobbit, ¿cuál es tu nombre? –me preguntó Tom.

-Bill de Encinaverde –le contesté.

-Estupendo Bill. Entonces, en marcha.

Tardamos dos meses en bordear las Montañas Nubladas. Durante el viaje, le conté a Tom porque tenía que ir a Minas Tirth, y también le dije que mi abuelo Sam le conoció durante la Guerra del Anillo.

Una mañana, divisamos Isengard, ya estábamos cerca de Rohan. Esa misma mañana, nos dimos cuenta de que se nos habían acabado las provisiones, no nos quedaba ni agua. Anduvimos millas y millas para poder encontrar un poco de comida y agua, hasta que divisamos a lo lejos un gran edificio en ruinas, metido en las Montañas Blancas.


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