En el idílico valle de Rivendel, mientras el resto de los Elfos hacían maletas, el señor Elrond miraba consternado un par de talonarios atados con una liga que yacían sobre una mesa de madera bellamente labrada, un regalo de antiguo de no recordaba quién, pero no era ese el problema, sino que al parecer alguien había omitido un cero en los datos del censo que se le enviaron a Cirdan, y como resultado, o faltaban boletos o sobraban Elfos. Elrond cavilaba sobre el asunto, cuando de pronto, por ese tan simpático telefonito telepático le llegó un mensaje de Galadriel: -...
(sigue)
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