Han pasado dos días desde que vi la película; y dentro de dos días la veré de nuevo. Las turbulentas aguas en las que se convirtieron mis sentimientos después de verla, están (al menos en parte) de nuevo remansadas.
En estos momentos puedo hacer dos cosas: o ver pasar el paisaje a través de las ventanillas del tren en el que viajo, o bien recopilar sensaciones, confesarme sobre el papel. Vale, decidido... necesito una catarsis.
Muchas veces he añorado la primera vez que vi la película de Bakshi, y la primera vez que leí el libro... hace ya tantos años. Y lo he añorado porque estaba convencido de que esas experiencias nunca más se repetirían. Pero, ¿por qué añoramos tanto esas "primeras veces"?; normalmente son incompletas -cuando no fallidas-, pero las mitificamos, las adornamos con el paso del tiempo, llega un momento en el que ya no somos capaces de distinguir lo que "recordamos" de la "realidad".
Pero empiezo a divagar, aquí tengo que hablar de una película, no psicoanalizarme.
Lo cierto es que si alguien me preguntase mi estado de ánimo después de ver la película, la respuesta sería: muy triste. Pero no me interpretéis mal, no es una tristeza causada porque no me haya gustado la película, no, ni mucho menos. Y tampoco es exactamente tristeza, es más bien "morriña", como dicen los gallegos. Es la sensación de que un momento mágico se me ha vuelto a escapar entre los dedos como si de arena se tratase. Minutos antes de entrar a la sala le dije a... (¿qué importa a quién?): "hazme caso, disfruta cada instante de este momento, lo echarás de menos". Aquel era el final de una larga espera, y estaba convencido de que cuando las luces volviesen a encenderse muchas cosas habrían cambiado.
Pero para que las luces se encendiesen, primero tenían que apagarse. ¿Habéis visto la película?, ¿os acordáis de la preciosa niña hobbit que escucha las "batallitas" de Bilbo con cara de asombro?... pues esa es la sensación que yo sentí: un asombro absoluto, desde el primer al último fotograma. He estado en la Comarca; he vislumbrado la grandeza de Minas Tirith durante apenas un instante; he adivinado la inhumana desolación de Mordor; he visto los Argonath... En resumidas cuentas, he estado más cerca de mi amada Tierra Media de lo que nunca hubiera podido imaginar.
No me importan los cambios en la historia. Sí, habéis leído bien, a Gwaihir el "purista" no le importa lo que se ha quitado, y tampoco lo que se ha añadido. Y ni siquiera pienso hablar de ello. Como veréis, nunca me ganaría el pan como crítico de cine. Pero tengo absolutamente claro que, aunque la película no me hubiese gustado absolutamente nada, volvería a verla entera por poder volver a llorar con la muerte de Boromir. Y esto es sólo un ejemplo entre muchos.
Porque sí, a mí se me escaparon algunas lágrimas. Y cuando acabó la película me quedé sentado sin saber muy bien que hacer, intentando asimilar lo que había visto; no aplaudí, no hablé, no hice nada, sólo... pensé.
Y entonces se encendieron las luces, y la realidad se abalanzó sobre nosotros como la riada en el Vado de Rivendel. Vi una sombra de disgusto en la cara de algunos de mis compañeros; y también algún bello rostro bañado en lágrimas de emoción. Pero no creo que hubiera nadie indiferente.
Y es que estamos hablando de "El Señor de los Anillos", no de un libro cualquiera. Es "nuestro libro", ya ni siquiera es de Tolkien. Y cuando nos podemos permitir el lujo de cuestionar una grandísima película como es ésta, lo único que quiere decir es que estamos hablando de un libro en verdad extraordinario. Y eso es bueno.
"Quiero ver nuevamente montañas, Gandalf, montañas; y luego encontrar algún lugar donde pueda descansar, en paz y tranquilo..."
Bien, yo ya he visto montañas.
Gwaihir opina:
Opinión de nuestro colaborador Gwaihir sobre la pelicula La Comunidad del Anillo.