Portadas de Leandro para Elfenomeno

Durante dos años, Leandro escribió una serie de relatos cortos para la portada de Elfenomeno.com, basados en El Señor de los Anillos, a modo de homenaje a J.R.R. Tolkien, para dar la bienvenida a quienes entraban en la página web. Estos relatos quedan ahora recogidos aquí en un único texto, ordenados cronológicamente tal y como fueron mostrados, incluyendo un último poema muy personal...

10 de julio del año 3018 de la Tercera Edad

- ¡Por fin! - se había dicho a sí mismo Gandalf. Negándose a tardar ni un día más, había cabalgado toda la tarde, y había seguido cabalgando después de la puesta de sol. Ya era noche cerrada cuando el viejo mago llegó ante la única puerta del círculo de Isengard -. Os saludo - dijo a los guardias.
- Y nosotros os saludamos a vos, señor Gandalf - le replicó el más corpulento, que se había adelantado a recibirlo -. Nuestro señor Saruman nos advirtió de su llegada. Le está esperando - indicó, con un ademán que señalaba la majestuosa torre de Orthanc.
Gandalf pasó bajo el arco, y entonces el portalón se cerró tras él, sin hacer ruido. El mago miró atrás, y un escalofrío recorrió su espalda. Algo no iba bien.
Media hora más tarde, Gandalf había encontrado la respuesta a sus miedos. Mas ahora no podía hacer nada. No podía volver a ese instante, en el que aún había estado a tiempo de dar media vuelta y huir. Ahora se enfrentaba a Saruman el Blanco, el mago más poderoso y sabio del Concilio, y quien también había cometido la mayor traición. Saruman ansiaba poseer el Anillo Único, y tenía la intención de retener a Gandalf hasta que éste le indicara su paradero.
- ¿Hasta el fin? - dijo Gandalf, dando un paso atrás.
- Hasta que me reveles dónde se encuentra el Único. Puedo encontrar medios de persuadirte - le replicó Saruman, divertido y desafiante -. O hasta que sea encontrado, muy a tu pesar, y el Soberano tenga tiempo de tratar asuntos de importancia menor: preparar, por ejemplo, una adecuada recompensa a los estorbos e insolencias por parte de Gandalf el Gris.
- Quizá no sea ese un asunto de importancia menor - replicó Gandalf. Saruman estalló en una carcajada. Entonces, súbitamente un relámpago iluminó aquella cámara: Los fuegos artificiales de Gandalf hicieron acto de presencia en Ortanc, y hasta los habitantes de Isengard pudieron ver aquel resplandor. Mas las artes de Saruman eran más poderosas que las de Gandalf. Lanzando los poderes del viento sobre el viejo mago, lo elevó por la habitación, haciéndolo girar sobre sí mismo en un torbellino.
Gandalf logró sobreponerse, de todos modos, y escapó a la presa de Saruman. Un par de veces estuvo a punto de alcanzar con su fuego al Mago Blanco, pero al fin éste golpeó con toda la furia de un huracán al viejo del manto gris, lanzándolo a través de toda la habitación contra la pared opuesta. Gandalf cayó al suelo sin conocimiento. Saruman, satisfecho y sin dar grandes signos de cansancio, llamó a sus guardias.
- Llevadlo a la torre - les ordenó. Tras una larga ascensión, depositaron el inanimado cuerpo de Gandalf en el suelo del mirador más alto de la torre, y selló la única salida con poderosos hechizos que ni siquiera otro mago de su orden pudiera romper.
- Pronto, Gandalf. Muy pronto tendré el Anillo. Y entonces ocuparé el puesto del Señor Oscuro, y será mi mente la que posea la suya al mirar el Palantir. El Palantir... - murmuró, y se perdió en sus ensoñaciones,mientras descendía por la estrecha escalinata.

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