Portadas de Leandro para Elfenomeno

Durante dos años, Leandro escribió una serie de relatos cortos para la portada de Elfenomeno.com, basados en El Señor de los Anillos, a modo de homenaje a J.R.R. Tolkien, para dar la bienvenida a quienes entraban en la página web. Estos relatos quedan ahora recogidos aquí en un único texto, ordenados cronológicamente tal y como fueron mostrados, incluyendo un último poema muy personal...

28 de julio del año 3018 de la Tercera Edad

- ¡Nob! ¡Nob, ven aquí! ¿Dónde te has metido, camastrón?
- ¡Estoy aquí...!
- ¿Y qué haces ahí, si llevo un siglo diciéndote que vengas aquí?
Nob entró por la puerta apresuradamente, casi atropellando al gordo Mantecona, quien estaba caminando de un lado para otro de la cocina, nervioso, con aquella carta en la mano.
- ¿Qué quiere, señor Mantecona?
- ¿Recuerdas cuando te dije hace un par de semanas que buscaras a alguien que fuese hacia la Comarca? ¿Me has hecho caso?
- Le juro que sí, señor Mantecona. He preguntado a todos por ese asunto, hobbits y hombres, pero no hay nadie que quiera ir a la Comarca...
- ¿Seguro que le has preguntado a todos?
- Bueno... - dijo Nob, sonrojándose y bajando la cabeza -. A todos no... Usted sabe, señor Mantecona, que los montaraces no son gente de fiar... ¡Usted mismo me lo dijo!
- Sí, te lo dije. Y lo mantengo. De hecho, no he vuelto a verles por aquí desde la primavera... y me alegro. Pero, si no han vuelto por aquí, ¿por qué me hablas de ellos?
- En realidad, sólo vi a ese al que llaman Trancos. Estuve a punto de decírselo, pero recordé sus palabras, señor Mantecona. Y si le digo la verdad, a mí tampoco me gusta el aspecto de ese hombre.
- Hiciste bien, Nob. Por una vez en tu vida hiciste bien. Por nada del mundo hubiera confiado yo esta carta de Gandalf a ese hombre tan rudo y extraño. No me sorprendería que un día lo sorprendiesen robando o algo peor... Aunque parece que le gusta nuestra cerveza - añadió, sonriéndose -. Una vez me dijo que a lo largo de sus viajes, jamás había probado una cerveza mejor...

En aquel mismo momento, Aragorn viajaba hacia el oeste, a caballo. Casi agotado por el viaje, pensó "lo que daría ahora por una buena cerveza en el Poney Pisador". Pero no podía desviarse. Debía llegar lo más pronto posible a Rivendel, pues seguían sin noticias de Gandalf, y Aragorn había empezado a preocuparse por la suerte de su amigo, el mago gris. Los montaraces habían intensificado más aún la vigilancia de la Comarca, pero a su vez los rumores venidos de tierras lejanas, acerca de que Los Nueve estaban otra vez en marcha, recorriendo la Tierra Media, comenzaban a hacerse más frecuentes y preocupantes.
- ¿Dónde estás, Gandalf? ¿Por qué no nos diste aviso de a dónde te dirigías? - pensaba Aragorn, mientras increpaba a su caballo - ¡Más deprisa! Debo llegar a Rivendel cuanto antes - y junto con éste pensamiento, llegaron otros mucho más agradables, que le hicieron esbozar una sonrisa. Ella podía estar en Rivendel...

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