Portadas de Leandro para Elfenomeno

Durante dos años, Leandro escribió una serie de relatos cortos para la portada de Elfenomeno.com, basados en El Señor de los Anillos, a modo de homenaje a J.R.R. Tolkien, para dar la bienvenida a quienes entraban en la página web. Estos relatos quedan ahora recogidos aquí en un único texto, ordenados cronológicamente tal y como fueron mostrados, incluyendo un último poema muy personal...

8 de Enero del año 3019 de la Tercera Edad

- Es cierto - dijo Legolas -. Pero los Elfos de esta tierra no eran gente de los bosques como nosotros, y los árboles y la hierba no los recuerdan. Sólo oigo el lamento de las piedras, que todavía los lloran: Profundamente cavaron en nosotras, bellamente nos trabajaron, altas nos erigieron; pero han desaparecido. Han desaparecido. Fueron en busca de los Puertos mucho tiempo atrás.
Gimli guardó silencio, mas estuvo tentado de pedir a Legolas que le hablara más de aquellos Elfos, de los que tanto le habían hablado Glóin, su padre, y Balin, Ori y Nori. Pues sabía que en otra época, los Enanos y los Elfos habían convivido en paz, y de ambos pueblos nacieron grandes obras, sin par en toda la Tierra Media. Y algunas leyendas habían sobrevivido aún en aquellos días.
Pero la mayoría habían desaparecido, como había dicho aquel elfo. No sabían que el Caradhras, que ya se alzaba amenazante ante ellos, fue llamado el Cruel por vez primera de labios de un Elfo ante aquella montaña que, como con vida propia, lo había acorralado. Muchos más Elfos y Enanos estaban con él aquel día, rodeados de nieve, y tan sólo un rudo Enano, del mismo linaje de Durin, pudo sobrevivir a aquella batalla sin espadas, hachas ni escudos... sólo unos fuertes corazones, enfrentados a aquella siniestra voluntad de piedra, manifestada en forma de aludes, ventiscas y nieve.
Desde aquellos días, pocas veces había sido desafiado. El Caradhras dormía placenteramente rodeado de nieve, como un Dragón sobre su lecho de joyas. Y allí estaba él, Gimli, junto con un Elfo, dos hombres, cuatro pequeños hobbits y un poney, a punto de despertarlo.
Observó que Legolas estaba en pie, solitario, mirando directamente a las montañas, tan inmóviles y tan vivas como él mismo. Empezaba a sentir verdadero respeto por aquel Elfo, mas aún su orgullo no le permitió acercarse y hablar con él. Sin embargo, sentía que aquellos nueve viajeros podían enfrentarse al Cruel. Más animado, ayudó a Aragorn a encender un fuego en un hueco profundo, velado por grandes macizos de acebos, y por primera vez desde que dejaran Rivendel, tanto él como los demás tuvieron un almuerzo-desayuno feliz.

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