Sueños de amor nunca cumplidos

Nuestra amiga Abigail nos envia un relato en el cual nos cuenta la historia de Airabeth, una joven gondoriana que se ve inmersa en la defensa de Minas Tirith durante la Guerra del Anillo

CAPÍTULO 2

Airabeth abrió el armario viejo de su padre. Allí había una espada, una armadura, un escudo y un yelmo que sus padres habían guardado en su nacimiento porque no había sido varón. Sin embargo, ahora que sus padres habían fallecido, aquellas armas le pertenecían por derecho y, a pesar de que su espíritu guerrero estaba atrapado en el cuerpo de una mujer, estaba dispuesta a darles el uso para el cual habían sido forjadas.

Así armada, salió de su casa, la cual nunca había abandonado salvo en ocasiones excepcionales. Llego a la batalla sin que nadie reparara en ella, ya que el yelmo ocultaba su condición femenina, y fue entonces cuando el miedo se apoderó de ella. Porque aunque había oído hablar del horror de los orcos y más o menos los conocía, aquellas sombras aladas, los Espectros del Anillo, eran totalmente extraños para ella, y la aterrorizaban.

Pero entonces, nació en ella un sentimiento de fuerza y lealtad a su país y dejando escapar un grito de guerra, corrió a lo más reñido de la batalla.

Durante largo rato luchó valientemente, pero el ánimo la abandonaba. Y entonces, justo cuando creía que iba a caer allí mismo, se oyó el sonido de un cuerno. Todos soltaron exclamaciones.

¡Rohan había llegado!

Tal fue la alegría de Airabeth que durante un momento olvidó que estaba en la guerra y gritó felizmente, a pesar de que nadie la oía en el fragor de la batalla:

Aiya*, Rey Théoden! ¡Grata es para nosotros la hora de vuestra llegada!

Y mientras gritaba de alegría, no se dio cuenta de que, a sus espaldas, un orco se le acercaba a traición con un puñal negro, y éste aprovechó la ocasión para atacarla. Pero Airabeth sintió el peligro en su corazón y se dio la vuelta, y aunque era rápida de reflejos, no pudo evitar que la afilada hoja la hiriese en un hombro. Levantó su espada y la dejó caer sobre la cabeza del orco. La sangre negra brotó en abundancia y la repugnante criatura cayó muerta sobre el suelo.



* Aiya: salve


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