Nos estamos refiriendo a la cajita de madera gris que Sam recibió como regalo de Galadriel al abandonar Lórien:
—Para ti, pequeño jardinero y amante de los árboles —le dijo a Sam—, tengo sólo un pequeño regalo —y le puso en la mano una cajita de simple madera gris, sin ningún adorno excepto una runa de plata en la tapa—. Esto es una G por Galadriel —dijo—, pero podría referirse a jardín, en vuestra lengua. Esta caja contiene tierra de mi jardín y lleva las bendiciones que Galadriel todavía puede otorgar. No te protegerá en el camino ni te defenderá contra el peligro, pero si la conservas y vuelves un día a tu casa, quizá tengas entonces tu recompensa.
Tras el Saneamiento de la Comarca y la muerte de Saruman, un día Sam recordó la cajita que le regalara Galadriel y, al abrirla, descubrió que estaba llena de un polvo gris, suave y fino, y en el medio había una semilla, como una almendra pequeña de cápsula plateada.
Entonces Sam plantó retoños en todos aquellos lugares en donde antes había árboles especialmente hermosos o queridos, y puso un grano del precioso polvo en la tierra, junto a la raíz. [...] Y la pequeña almendra de plata, la plantó en el Campo de la Fiesta, allí donde antes se erguía el árbol; y se preguntó qué planta crecería. Durante todo el invierno esperó tan pacientemente como pudo, tratando de contenerse para no ir a ver a cada rato si algo ocurría.
La primavera colmó con creces las más locas esperanzas de Sam. En su propio jardín los árboles comenzaron a brotar y a crecer como si el tiempo mismo tuviese prisa y quisiera vivir veinte años en uno. En el Campo de la Fiesta despuntó un hermoso retoño: tenía la corteza plateada y hojas largas y se cubrió de flores doradas en abril. Era en verdad un mallorn, y la admiración de todos los vecinos. En años sucesivos, a medida que crecía en gracia y belleza, la fama del árbol se extendió por todos los confines de la Comarca y la gente hacía largos viajes para ir a verlo; el único mallorn al oeste de las Montañas y al este del Mar, y uno de los más hermosos del mundo.
Después de leer esto, no nos queda más que pensar que el regalo que Galadriel hiciera a Sam fue el más precioso que este Hobbit pudiera recibir.