Leyenda del Despertar de los Quendi (Cuivienyarma)
Grupo o especie asociado: Elfos
Otro(s) Nombre(s): Cuivienyarma
Esta leyenda se encuentra incluida, como apéndice, en el capítulo "Los Quendi y los Eldar", en La Guerra de las Joyas. Y según palabras del propio J.R.R. Tolkien: «De hecho está escrita (en estilo e ideas) como antiguo "cuento de hadas" élfico o cuento para niños, mezclado con el conocimiento tradicional de las cantidades».
Mientras sus primeros cuerpos se formaron a partir de la "carne de Arda", los Quendi durmieron «en el seno de la Tierra», bajo la hierba verde, y despertaron cuando hubieron alcanzado su desarrollo. Pero los Primeros Elfos, también llamados los No Engendrados, o los Engendrados de Eru) no despertaron todos juntos. Eru había dispuesto que cada uno yaciera junto a su «esposo o esposa destinado». Tres Elfos despertaron primero que todos, y eran hombres elfos, porque los hombres elfos son más fuertes en cuerpo y más ansiosos y aventureros en los lugares extraños. En las antiguas historias estos tres Padres de los Elfos son llamados Imin, Tata y Enel. Despertaron en ese orden, pero con poco tiempo de diferencia; y de ellos, dicen los Eldar, proceden las palabras unos, dos y tres, los más antiguos de los numerales*.
Imin, Tata y Enel despertaron antes que sus esposas, y lo primero que vieron fueron las estrellas, pues abrieron los ojos en la penumbra de antes del alba. Y lo siguiente que vieron fueron sus esposas destinadas durmiendo en la hierba verde, a su lado. Tanto se enamoraron entonces de su belleza que inmediatamente sintieron un gran deseo por el habla, y empezaron a «pensar palabras» para hablar y cantar con ellas. E impacientes como estaban no pudieron aguardar y despertaron a sus esposas. Así, pues, dicen los Eldar, lo primero que vio cada mujer elfo fue su esposo, y su amor por él fue su primer amor; y el amor y reverencia por las maravillas de Arda vino después.
Ahora bien, al cabo de un tiempo, cuando hubieron vivido juntos un poco e inventado muchas palabras, Imin e Iminyë, Tata y Tatië, Enel y Enelyë caminaron juntos y abandonaron el valle verde de su despertar, y pronto llegaron a otro valle más grande y encontraron allí a seis parejas de Quendi, y las estrellas brillaban de nuevo en la penumbra de la mañana, y los hombres elfos acababan de despertar.
Entonces Imin afirmó que era el mayor y que tenía el derecho a elegir primero; y dijo: -Escojo a estos doce para que sean mis compañeros. - Y los hombres elfos despertaron a sus esposas, y cuando los dieciocho Elfos hubieron vivido juntos un poco y aprendido muchas palabras e inventado más, caminaron juntos, y pronto en otra concavidad más profunda y más amplia encontraron nueve parejas de Quendi, y los hombres elfos acababan de despertar a la luz de las estrellas.
Entonces Tata reclamó el derecho a elegir en segundo lugar, y dijo: -Escojo a estos dieciocho para que sean mis compañeros .- De nuevo los hombres elfos despertaron a sus esposas, y vivieron y hablaron juntos, e inventaron muchos sonidos nuevos y palabras más largas; entonces los treinta y seis partieron juntos, hasta que llegaron a una arboleda de hayas junto a un arroyo, y allí encontraron doce parejas de Quendi, y asimismo los hombres elfos acababan de levantarse, y miraban las estrellas a través de las ramas de las hayas.
Entonces Enel reclamó el derecho a elegir en tercer lugar, y dijo: -Escojo a estos veinticuatro para que sean mis compañeros.- Otra vez los hombres elfos despertaron a sus esposas; y durante muchos días los sesenta Elfos vivieron junto al arroyo, y pronto comenzaron a componer poemas y a cantar a la música del agua.
Al cabo partieron todos de nuevo. Pero Imin advirtió que cada vez habían encontrado más Quendi que antes, y pensó para sí: «Sólo tengo doce compañeros (aunque soy el mayor); ahora seré el último en escoger». No tardaron el llegar a un bosque de abetos de dulce fragancia en la ladera de una colina, y allí encontraron dieciocho parejas de Quendi, y todos dormían aún. Era todavía de noche y las nubes cubrían el cielo. Pero antes del alba se levantó un viento, y despertó a los hombres elfos, que abrieron los ojos y miraron con asombro las estrellas; porque todas las nubes habían desaparecido, y las estrellas brillaban de este a oeste. Y durante mucho tiempo los dieciocho nuevos Quendi no prestaron atención a los otros, sino que contemplaban las luces de Menel. Pero cuando al fin volvieron los ojos a la tierra vieron a sus esposas y las despertaron para que contemplaran las estrellas, gritándoles ¡elen, elen! Y así recibieron nombre las estrellas.
Ahora bien, Imin dijo: -No escogeré todavía- y Tata, por tanto escogió a los treinta y seis para que fueran sus compañeros; y eran altos y de cabellos oscuros, y fuertes como los abetos, y de ellos descendieron la mayoría de los Ñoldor.
Y los noventa y seis Quendi hablaron ahora todos juntos, y los que acababan de despertar inventaron muchas palabras nuevas y hermosas, y muchos recursos ingeniosos para el habla; y rieron y bailaron en la ladera de la colina, hasta que al fin desearon encontrar más compañeros. Entonces todos partieron juntos de nuevo, hasta que llegaron a un lago oscuro en el crepúsculo; y había un gran precipicio en el lado este, y una cascada bajaba de las alturas, y las estrellas brillaban en la espuma. Pero los elfos hombres ya estaban bañándose en la cascada, y habían despertado a sus esposas. Había veinticuatro parejas; pero todavía no habían inventado el habla, aunque cantaban dulcemente y sus voces resonaban en la piedra, mezclándose con el rumor de las cascadas.
Pero de nuevo Imin postergó su elección, pensando «la próxima vez será una gran compañía». Por tanto Enel dijo: -Es mi turno, y escojo a estos cuarenta y ocho para que sean mis compañeros.- Y los ciento cuarenta y cuatro Quendi vivieron largo tiempo junto al lago, hasta que al fin todos se pusieron de acuerdo y hablaron, y se sintieron complacidos.
Al cabo Imin dijo: -Es hora de que partamos y busquemos más compañeros.- Pero la mayoría de los otros estaban satisfechos. Así que Imin e Iminyë y sus doce compañeros emprendieron la marcha, y caminaron mucho tiempo durante el día y el crepúsculo por el país en torno al lago, cerca de donde habían despertado todos los Quendi: por esa razón se le denomina Cuiviénen. Pero nunca encontraron más compañeros, porque la cuenta de los Primeros Elfos estaba completa.
Y sucedió así que en adelante los Quendi siempre contaron en docenas, y que durante mucho tiempo 144 fue su número más alto, de modo que en ninguna de las lenguas posteriores había un nombre común para un número mayor. Y así sucedió también que los «Compañeros de Imin» o la Compañía Mayor (de la que provienen los Vanyar) sumaba sin embargo, sólo catorce en total, y era la compañía más pequeña; y los «Compañeros de Tata» (de quienes provienen los Ñoldor) eran cincuenta y seis en total; pero los «Compañeros de Enel», a pesar de se la Compañía Menor, eran los más numerosos; de ellos provienen los Teleri (o Lindar), y en un principio eran setenta y cuatro en total.
Ahora bien, los Quendi amaban todo lo que habían visto en Arda, y se deleitaban con las cosas verdes que crecen y en el sol del verano; no obstante, lo que siempre cautivó más su corazón eran las Estrellas, y las horas del crepúsculo en tiempo claro, en «la penumbra de la mañana» y en «la penumbra de la noche», eran sus momentos de mayor alegría. Porque en ese entonces, en la primavera del año, habían despertado a la vida en Arda. Pero los Lindar, más todos los demás Quendi, amaron desde el principio el agua sobre todas las cosas, y cantaron antes de poder hablar.
(La Guerra de las Joyas, "los Quendi y los Eldar")
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* [nota al pie del texto] Las palabras eldarin a que se refiere son Min, Atta (o Tata) y Nel. Probablemente sea una inversión histórica. Los Tres carecieron de nombre hasta que hubieron desarrollado una lengua, y recibieron (o tomaron) nombre después de inventar los numerales (o al menos los doce primeros).