Abro los ojos y lo primero que veo es el ancho Belegaer, el mar que baña las costas de la tierra de Beleriand...
Me encuentro maniatado, y en el suelo veo una venda que debí llevar puesta durante el trayecto, pero que ahora no necesita cegarme...
Estoy preso en un barco, un barco blanco como el nácar, que luce en su proa un cisne tallado a la manera de los elfos...y esque son elfos mis captores...
La historia de por qué me hallo aquí, cautivo entre altos soldados de tez pálida es lo que voy a contar, y espero que ningún corazón quede insatisfecho...
Me hallaba faenando, como era mi costumbre, en las aguas cercanas al balar'>Cabo de Balar.
No solían molestarme aquellos elfos de los que había oído hablar en las historias de mi pueblo, rara vez veía alguno por allí, pero aquel día...aquel día vi algo que no puedo describir con palabras más lo intentaré...
Mientras cobraba las redes vi aparecer por el horizonte un hermoso barco blanco, pero no fue el barco lo que me enmudeció...De pie, en cubierta había una elfa...jamás habían visto mis ojos belleza más pura...sobre su bello pecho caían ríos de cabellos oscuros como la noche sin estrellas y no podía ser más blanca su piel...sus labios carmesí sobre el fino rostro posados y su cuerpo, grácil como las ramas de un sauce...
Ante semejante visión no tuve más que dar el aparejo y volver a tierra...
Noche tras noche, día tras día esperaba a que aquel navío volviera a aparece por el horizonte...
Hasta que un día, encaramado a las rocas volví a ver aquel barco, y en su cubierta aquella elfa...
No se si fue insensato, tal vez asi fue, pero heché a correr como un poseso siguiendo la estela del navío que costeaba la Bahía de Balar...
Corrí y corrí incesantemente, cruzando los bosques de abedules de la tierra de Arvernien, vadeando las bocas de Sirion hasta que llegué a un desembarcadero cercano al bosque de Taur-Im-Duinath...pero no había nadie, ni barcos, ni elfos...no estaba ella...
Desamparado me heché a llorar, allí donde estaba, solo...me sentía ridículo...un hombre, un pescador, tras una elfa...
Pero algo se iluminó dentro de mi, sentí que ella estaba cerca...sentí ese aura mágica que rodea a los elfos...
Heché a andar hacia dentro del bosque, impulsado por un aliento inesperado que me dio fuerzas para seguir...
Me adentré en el bosque. Los árboles eran viejos y nudosas su raíces. Sus troncos eran anchos y poblados de musgo...
Me sentía solo, muy solo, hasta que en un claro vi a una mujer...
Era bella, muy hermosa a una manera que no puedo explicar...
Sentada sobre una roca, laúd en mano, recitaba versos de tiempos lejanos...una descendiente de bardos diría yo que era...
Me quedé prendado de las notas que salían de aquel laúd...
los dedos, ágiles, rasgaban las cuerdas con armonía mientras la hermosa voz recitaba palabras de valor, de amor, de libertad...
Me acerqué a ella y, como llevado por un encantamiento, me senté a su diestra a oir aquellas historias del pasado...
Las horas murieron y olvidé aquello que perseguía con tanto afán...
Las notas cesaron y la mujer me habló, ya que hasta ese momento había ignorado mi presencia.
-¿Qué haces aquí? - Preguntó.
-Persigo a una elfa - le dije como llevado por un deseo de contarle mis afanes.
-Afán peligroso es ese, los elfos son recelosos y más aun las elfas... - me respondió.
Yo me quedé callado, pensando en como encontraría aquella hija de los Eldar...
-Pero nada es imposible, guerrero...
-No soy un guerrero, soy un pescador - le respondí.
-No todas las batallas se libran con espadas y lanzas...algunas se libran con el corazón... - esa frase me hizo pensar y me dio fuerzas para continuar mi camino...
-Gracias, pero...dime tu nombre... - le dije a la mujer...
-Me llamo Nacilë - me respondió.
Con un asentimiento me di media vuelta...
Seguí mi camino...
Caminé y caminé, hasta que al fin lo encontré...
un enorme árbol rodeado por cientos de pequeñas plataformas iluminadas por candiles de luz azul...
No sé si fue el destino o un simple azar lo que hizo que en ese momento nadie vigilara el lugar, asique empecé a ascender...
Llegué al piso superior y allí estaba ella...la visión más hermosa que hombre alguno vería hasta la llegada de la Dagor Dagorath...
Me arrodillé ante ella, que inquieta, pero a un tiempo calmada, me preguntó:
-¿Quién sois?
-Soy Meldon Eärendur, humilde pescador de Arvernien y vengo a reclamar vuestro amor - le dije-
-¿Con qué motivo y derecho venís a reclamar mi amor si tan siquiera me conoceis? - espetó la elfa.
-Con el motivo y derecho de aquel al que ha sido mostrada la más pura belleza que vería en vida...
De repente, dos soldados elfos se abalanzaron sobre mi, como si hubieran previsto mi llegada desde la lejanía...
Me ataron y vendaron mis ojos...
Maldigo al destino...fue la última vez que la vi...
Los elfos me llevaron al desembarcadero y me subieron a bordo...
-Por el amor de Bëor, ¿A donde me llevais? - pregunté asustado...
-El castigo por reclamar el amor de la dama elfa de Taur-Im-Duinath no es otro que la muerte...
Todo se volvió oscuro...
Y aquí estoy, camino a mi ejecución en un islote entre las bocas de Sirion y la Isla de Balar...
Todo se vuelve gris por momentos...
Me siento desamparado, como una brizna de hierba entre las nevadas cumbres...
Ascendemos a un risco donde una piedra espera mi cabeza...
Dos elfos me desatan...tal vez como último favor...
No puedo dejar de pensar en ella y su imagen es lo último que quiero que recuerde mi mente...
Ya veo la sombra del hacha elevándose en el aire...
-¡Tye-mélanë! - digo en la lengua de los elfos, como inspirado repentinamente por un poder mayor que yo, en idioma común "te amo"...
Lo último que veo es una lágrima brillar sobra la piedra y en la lágrima su rostro...