La Guerra de los Rohirrim: Fidelidad sin Magia
Poster de La Guerra de los Rohirrim

Quienes me conocen saben de mi escasa experiencia con el cine de animación, y menos aún con la animación japonesa conocida como anime. Esto no es porque no lo haya intentado viendo algunas series o películas, sino porque no logro conectar con el estilo visual o con el ritmo que proponen las historias y transiciones.

No por ello soy crítico de estas producciones; considero que el «problema» —si puede llamarse así— está de mi lado y no del arte o la producción que intento entender y disfrutar. Sin embargo, y para introducir mi opinión sobre The War of the Rohirrim, debo decir que con esta película no experimenté ningún tipo de desconexión. Al contrario, en muchos momentos, especialmente acercándome al clímax, olvidé completamente que lo que veía era animación. Era una historia, y eso era lo importante.

A pesar de ello, La Guerra de los Rohirrim —como se estrenó en Argentina y otros países de habla hispana— es una película que lamentablemente pasará desapercibida para la gran mayoría. Parece evidente que el estudio no se animó o no quiso realizarla en acción real (live action) ni darle la fuerza de marketing suficiente para alcanzar a un público más amplio.

Esto refleja, en parte, la situación actual del cine, donde ya no se genera el mismo entusiasmo por las producciones, los estrenos y las salas de proyección. Hay múltiples razones para esto: el cambio de hábitos post-pandemia, el agotamiento tras grandes sagas, el auge de las plataformas de streaming, la baja calidad de muchas producciones, el nulo interés de lo estudios por atreverse a crear algo nuevo e ir por seguro haciendo uso de la nostalgia, incluso la falta de modernización de la experiencia cinematográfica, etc.

En ese contexto, La Guerra de los Rohirrim no arriesga demasiado. Cumple en muchos aspectos lo que los «fanáticos» dicen pedir constantemente a las adaptaciones: «que sea fiel a lo escrito por el autor». Y lo es. En este caso, hablamos de una adaptación de 2 horas y 14 minutos basada en apenas tres páginas de los Apéndices de El Señor de los Anillos, un texto que se asemeja más a una crónica histórica que a una narración dramática. Lo escrito por Tolkien está allí, aunque con algunos cambios y añadidos —algunos menores, otros más atrevidos— para completar el metraje.

La película introduce a Héra, hija de Helm Hammerhand, como protagonista principal. Su arco sigue el viaje del héroe: desde su mundo ordinario hasta el descenso a las profundidades y su transformación en una heroína que lleva el «elixir» a su pueblo, aunque ya no puede permanecer entre ellos. Este personaje, aunque no es "canónico" en sentido estricto, logra transmitir conceptos heroicos y mitológicos que resuenan profundamente.

Sin embargo, más allá de esta fidelidad y de algunos méritos narrativos, la película no sorprende. Técnicamente, la animación cumple pero hay momentos en que se sienten hechas por diferentes grupos de trabajo que coordinaron la entrega final por videoconferencia. Hay escenas donde el detalle visual es notable (combates individuales), pero otras —especialmente en las batallas— resultan vacías, con pocos personajes animados y sin la escala épica que la historia demanda. La música, por su parte, se apoya demasiado en la nostalgia de lo que Howard Shore logró en El Señor de los Anillos, sin ofrecer algo nuevo o memorable.

Elementos como águilas, trolls, olifantes, el guardián del lago, o incluso menciones a Gandalf parecen más respuestas a la intervención de algún productor (o financista) que busca justificar su inversión en los derechos que a decisiones creativas auténticas. Estas inclusiones, aunque no siempre dañinas, rara vez son necesarias para la historia y se esconden detrás de llamados «fan service» cuando en realidad son recursos poco interesantes en la mayoría de las veces.

A pesar de todo esto, La Guerra de los Rohirrim cumple, aunque no deslumbra. La falta de ambición (e inversión) en la promoción del estudio podría haber afectado su recaudación, pero al menos parecería que la protegió de una intervención exagerada de financistas desconocedores de la obra, brindando una relativa fidelidad al texto original. Sin embargo, tampoco hubo ninguna apuesta en la propuesta, replicar la estructura de Las Dos Torres de Peter Jackson fue ir por seguro, aunque sin la fuerza narrativa y emocional que hizo memorable aquella trilogía.

No llamaría mediocre a esta película, ya que está un puntito por encima de eso; sin embargo, no puedo evitar describirla como sosa, carente de gracia, de sorpresa y de esa magia que debería definir al cine. Quizás, en los tiempos que corren para la industria donde las prioridades son muy diferentes para estudios, productores, directores y el propio público es preferible no fallar antes que destacar. Tal vez La Guerra de los Rohirrim sea un reflejo perfecto de ese miedo a arriesgar.