Tolkien en las rocas (Tolkien on the Rocks)
Reportaje en el que se desgrana la relación de Tolkien con la música contemporánea y cómo su obra ha influido en una gran variedad de artistas de gustos musicales muy distintos
    “En el principio estaba Eru, el Único [...] y primero hizo a los Ainur [...] Y les habló y les propuso temas de música; y cantaron ante él y él se sintió complacido. Pero por mucho tiempo cada uno de ellos cantó solo [...] Pero cada vez que escuchaban, alcanzaban una comprensión más profunda, y crecían en unisonancia y armonía [...] Entonces les dijo Ilúvatar:
-Del tema que os he comunicado, quiero ahora que hagáis juntos y en armonía una Gran Música [...] y será de mi agrado que por medio de vosotros una gran belleza despierte en canción. Entonces las voces de los Ainur, como de arpas y laúdes, pífanos y trompetas, violas y órganos, y como de coros incontables que cantan con palabras, empezaron a convertir el tema de Ilúvatar en una gran música; y un sonido se elevó de innumerables melodías alternadas, entretejidas en una armonía que iba más allá del oído hasta las profundidades y las alturas, rebosando los espacios de la morada de Ilúvatar; y al fin la música y el eco de la música desbordaron volcándose en el Vacío, y ya no hubo vacío.”

     Con estas maravillosas palabras (extraidas del Ainulindalë, el primero de los libros del Silmarillion) con las que Tolkien simboliza el big-bang, he querido ilustrar el papel principal que la música tenía es la cosmogonía del de Bloemfontein. Que el Profesor estaba tocado por el hada de la sensibilidad, (manifestada en su amor a la naturaleza, a las cosas sencillas, a las palabras) se demuestra en el exuberante despliegue literario del que hace gala en esas primeras páginas de su obra; pero, además, siempre he pensado que estuvo muy oportuno, amén de inspirado y poético, cuando planteó la creación de nuestro universo como el resultado de un Gran Tema musical. No era una concepción original, pero eso para mí es irrelevante; el caso es que, de las miles de posibles leyendas que para una creación cosmogónica podría haber desarrollado, Tolkien se inclinó por una de las más artísticas posibles, así que no es de extrañar que sus siguientes 55 años de producción literaria estuvieran jalonados de grandes (enormes) momentos; había empezado “bastante afinado”.

A lo largo de su obra nos topamos con innumerables ejemplos de la importancia del elemento musical: la Disonancia de Melkor, que introdujo la semilla de la futura mácula de Arda y la distorsión de su simetría; el primer encuentro de Finrod con los Edain; los “combates musicales” del propio Finrod con Sauron y de éste con Lúthien; el canto de Lúthien ante Melkor gracias al cual se recuperó uno de los Silmarilli; la deliciosa afición de los Hobbits a las canciones; el lamento que en Lórien se canta en memoria de Gandalf; los enanos'>Siete Padres de los Enanos en fila “cantando a trabajar” (¡Ay no! ¡que esa es otra historia!) en fin, los ejemplos son muy numerosos. Además, existe un volumen editado por Christopher Tolkien, “Las Baladas de Beleriand”, donde, entre la “Balada de los Hijos de Húrin” y la “Balada de Leithian”, hay material abundante para componer musicales, óperas, canciones rock, etc...

     No es de extrañar, pues, que sean muchos los artistas musicales que desde la publicación de “El Señor de los Anillos” en 1954, se hayan acercado a sus trabajos para buscar inspiración. Dejando a un lado las partituras compuestas para las primeras dramatizaciones de la B.B.C, música de corte clásico y con connotaciones wagnerianas, o los trabajos de Donald Swann con el mismísimo Tolkien, es el rock and roll el género musical que más ha capturado elementos de su mitología para transformarlos en canciones. Bien por alusiones directas, metáforas, guiños simbólicos u homenajes, los rockers de diversas épocas han encontrado en los escritos del Profesor un filón de donde extraer bellas palabras y sugerentes melodías.

     En medio del “Swinging London” de mediados los 60 (ese Londres que intenta representar de forma paródica Mike Myers en sus películas de Austin Powers), existía en Covent Garden un garito llamado “The Middle Earth”, donde acudía con frecuencia lo más granado de la escena musical británica del momento. Jagger, Richards y Jones, Syd Barret, Ray Davis, Eric Burdon, Lennon, McCartney y demás familia, etc... Por entonces ESDLA ya se había convertido en la obra de cabecera de toda esa generación y poco después Stanley Kubrick proyectó su frustrada versión cinematográfica que debería incluir a los Beatles entre sus protagonistas. El proyecto hizo aguas, y el genial director abordó posteriormente la adaptación del otro icono literario de la juventud de la época: “2001: una odisea del espacio”. Mientras tanto, en “The Middle Earth”, las noches eran animadas por grupos que respondían a nombres como Pretty Things, Pink Floyd, Deep Purple, Led Zeppelin...


     Los fans de T-Rex tienen que saber muy bien quien es Steve Took, Steve “Peregrin” Took para más señas, batería del grupo de Marc Bolan, que antes de iniciar su etapa “Glam” eran conocidos como Tiranossaurus Rex. En 1967 grabaron un directo en el citado club londinense, “Live at Middle Earth”, donde se incluía una pieza firmada por Took, “There was a time”, inspirada en los mundos de Tolkien. Otro guiño para frikis lo dio el mítico Leonard Nimoy, (sí, sí, habéis leído bien) el enigmático Spock de “Star Trek”, que aprovechando su tirón popular a finales de aquella década, se marcó en 1968 un 45” (un antiguo single de vinilo) con una canción “folkie” titulada “The Ballad of Bilbo Baggins”. También en el 68, uno de los futuros miembros de Cream, Jack Bruce, grabó el disco “Songs of a Taylor” con la canción “To Isengard”.

     Led Zeppelin fue el primer gran grupo que se acercó a su obra; “Ramble On” (1969), “Battle of Evermore” y “Misty Mountain Hop” (1971) son los ÚNICOS ejemplos que encontramos en su trabajo. Ni “No Quarter”, ni “Kashmir” ni, por supuesto, “Stairway to Heaven” tienen absolutamente NADA QUE VER con Tolkien y sus escritos. Debemos mencionar “Black Mountain Side” (1968), un instrumental de aire “folk-celta” del que se ha rumoreado que estaba inspirado en Sam y Frodo ante el Orodruin (hecho éste que no he podido confirmar ni desmentir) y “Over the Hills and Faraway” (1973); que si bien su letra no dice nada en concreto (existen iluminados que se empeñan en afirmar que se refiere a las Montañas Nubladas), su título es idéntico al de un poema del Maestro.

Cuando ESDLA era objeto de culto por los jipis de los USA, su “sumo sacerdote” Jerry García y sus Grateful Dead grabaron en su disco “Aoxomoxoa” (1969) una canción inspirada en Tom Bombadil llamada “Mountains of the Moon”.

     Ian Anderson, el líder de Jethro Tull, era un gran amante de ESDLA, y en su música no son pocos los momentos en que la sombra de la Tierra Media planea por sus melodías. También los Allman Brothers sacaron en 1970, dentro de su disco “Idlewild south”, el tema inspirado en ESDLA “Midnight Rider”. En ese mismo año, el recientemente fallecido miembro de los Bee Gees, Maurice Gibb, grabó un disco en solitario llamado “The Loner” donde incluyó una canción titulada “Journey to the Misty Mountains”. “Hank Marvin & John Farrar” fue el nombre del disco que en 1973 sacaron en solitario estos dos miembros de los Shadows. En él había un tema dedicado a mi siempre venerada Señora de la Luz, cuyo nombre era “Galadriel (Spirit of Starlight)”.

     También en 1973 los británicos Ten Years After, grupo liderado por el super-guitarrista Alvin Lee, en su “Recorded Live”, homenajeaban a su compatriota con un instrumental titulado “Hobbit”. Los legendarios Camel también fueron tocados por Tolkien, y en su disco “Mirage” de 1974 hay una estupenda pieza en tres partes que responden a los nombres de “Nimrodel”, “The Procesión” y “The White Rider”.

     Un año después serían Rush los que en su disco “Fly by night” incluirían un tema acústico llamado “Revendel” (no es una errata, amigos).

     La irlandesa Sally Olfield, en su gran trabajo de 1978 “Water bearer” cantaba la evocadora “Songs of the Quendi: Quenya”

     Después vinieron los Marillion, cuyo nombre original era Silmarillion, al que tuvieron que renunciar por temas de derechos, Ilúvatar, una superbanda norteamericana de música sinfónica, los españoles Galadriel, los también americanos Gandalf...

Ya en los 90, los estadounidenses Glass Hammer elaboran un álbum conceptual llamado “Journey of the Dunadan”.

     En 1991, diez años antes de “May it be” y “Aniron”, nuestra querida Enya incluyó el instrumental “Lothlórien” en su disco “Shepherd Moons”.

     Finalmente, los germanos Blind Guardian, devotos lectores de Tolkien y compositores de numerosos temas inspirados en sus palabras: “Lord of the Rings”, “Majesty”, “By the Gates of Moria”, “Gandalf´s rebirth”, “The Bard´s song” (The Hobbit & In the Forest), e incluso un disco enteramente basado en los relatos del filólogo británico, “A Nightfall on Middle Earth”.

     Me he ceñido en esta parte del dossier a los artistas “pop” (con todos los matices de la palabra, que nadie se me enfade por tachar a los Zeppelin o a los Guardian de pop, hombre), dejando de lado a los grandes y talentosos intérpretes de música clásica y alternativa que en algún momento de su carrera tuvieron algo que ver con nuestro querido Profesor. Por tanto, no sería justo concluir esta primera parte sin mencionar al ya citado Donald Swann, que colaboró personalmente con Tolkien, musicando sus poemas en el disco de 1967 “The Road Goes Ever On”, A Leonard Rosenman y su fabulosa partitura de 1979 para la versión animada de Ralph Baskhi, a los suecos Pär Lindh y Börn Johansson, autores de “Bilbo” (1996) una monografía musical inspirada en “El Hobbit”, a nuestro amigo el galo Patrice Deceuninck, cuya magnífica música tanto hemos disfrutado aquí en “elfenomeno”, al oscarizado Howard Shore, que no creo necesite presentación a estas alturas, o a la Tolkien Ensemble, un grupo danés de intérpretes estudiosos de la música medieval y fanáticos del Profesor, que con un repertorio de piezas entre el folk nórdico y la música clásica, reviven en la actualidad el fenómeno Tolkien a través de sus sonidos.

     ¿Y en nuestro ámbito cultural? Pues también... No descubro nada si os digo que el “segundo” idioma de los escritos del Maestro es el castellano. Después del inglés, en nuestra lengua ha sido en la que más libros se han vendido, es la única a la que se ha traducido al completo la “Historia de la Tierra Media”, y ocupa el segundo lugar en número de sitios en internet dedicados a Tolkien; así, no es de extrañar que hayan sido bastantes los grupos, sociedades musicales, sellos discográficos, portales de Internet, etc... que de alguna manera han tenido o tienen que ver con Tolkien. Una exhaustiva búsqueda por la red, prensa, discográficas y demás medios ha dado como fruto el descubrimiento de más de 40 artistas iberoamericanos que, en mayor o menor grado, tienen relación directa con Tolkien. A estos hermanos en la lengua y en el amor por el Maestro queremos dedicar el grueso de este dossier, así como una serie de reportajes más concretos y profundos que publicaremos a medida que podamos ir contactando con los artistas. Esperemos que nuestra colaboración y la de todos vosotros ayude a colocar un granito de arena en los cimientos de sus sueños. Como curiosidad, y coincidiendo con grupos similares de diversas nacionalidades y ámbitos socio-culturales, la mayoría de estos músicos se decantan por las diferentes ramas y estilos de tres géneros fundamentales: el rock duro (o heavy metal), la música celta (o folk) y el rock progresivo (o rock sinfónico). Existen algunos artistas que se desmarcan de estas etiquetas, pero son la nota de color entre una abrumadora mayoría de los anteriores, sobre todo de los primeros. También es de ley comentar que muchos de ellos solo tienen que ver con Tolkien en el nombre, e incluso hay algún caso en que estos han sido sugeridos por amigos, novias, etc. Y, como no, señalar que muchos de estos músicos utilizan el inglés como modo de expresión en sus canciones. Comencemos pues por las “Tierras Imperecederas”.