Creación: Edades de las Lámparas.
Creador(es) o propietario(s): Aüle.
Según los primeros escritos de Tolkien, en El Libro de los Cuentos Perdidos I, se cuenta como Aulë fabrico dos grandes calderos: Kulullin, que contuvo luces doradas, y Silindrin, que contuvo luces plateadas.
Silindrin fue llamado también Telimpë.
En estos primeros escritos, antes de que hubiera una fuente de luz determinada, tal como las grandes Lámparas de los Valar o los dos Árboles de Valinor, alrededor de Arda “fluían” luces o “radiación” por el cielo y en algunos sitios “fluía” vertida sobre la tierra, almacenándose en lagos y estanques repartidos por toda Arda.
La función primordial de estos calderos fue la de almacenar estas luces que los Valar recolectaron por toda Arda.
El contenido de luces de los dos calderos fueron uno de los ingredientes de los que los Valar se sirvieron para crear a los dos Árboles de Valinor; de la luz plateada almacenada en Silindrin, surgió el Árbol Plateado Silpion (Telperion).
Además, después de su florecimiento, los calderos sirvieron para almacenar parte de la luz “liquida” que “fluía” de los dos Árboles y que utilizaban para regarlos según las horas de florecimiento y mengua de los dos Árboles.
Textualmente:
“…Coged ahora toda la luz líquida que gotea desde este bello árbol, y almacenadla en Silindrin, y que mane desde allí, pero de manera muy parca. Mirad, cuando las doce horas de plena luz hayan transcurrido, el árbol volverá a menguar, y entonces volverá a encenderse Laurelin, pero para que no se agote, regadío siempre gentilmente con agua de la caldera de Kulullin a la hora en que Silpion se atenúa, pero con Silpion haced lo mismo, volviendo a verter la luz recogida del profundo Silindrin, toda vez que mengüe el árbol de oro. ¡Luz es la savia de estos árboles y su savia es luz!”
El Libro de los Cuentos Perdidos I
Según se cuenta, Aulë colocó a Silindrin en mitad de los Jardines de Lórien y lo convirtió en una fuente plateada, llena siempre de la luz plateada de Silpion (Telperion), llenando el lugar de amapolas y cipreses.
En los escritos posteriores de Tolkien, los dos grandes calderos Kulullin y Silindrin sobrevivieron como “las grandes tinajas como lagos resplandecientes” en las que Varda atesoraba “el rocío de Telperion y la lluvia que caía de Laurelin”, aunque perdieron sus nombres.