Gobernador de Esgaroth
Otros nombres: Gobernador de la Ciudad de Lago
El Gobernador de Esgaroth, también llamado el Gobernador de la Ciudad del Lago, era el máximo dirigente de la ciudad de Esgaroth durante los acontecimientos narrados en El Hobbit. Su nombre no se menciona en la obra, y es retratado por Tolkien como un personaje ambicioso, preocupado sobre todo por el comercio, la recaudación de impuestos y la preservación de su estatus personal.
Cuando Thorin Escudo de Roble y su compañía llegaron a Esgaroth, el Gobernador los recibió con escepticismo, influido tanto por la desconfianza del Rey Elfo como por su propia visión pragmática y mercantilista del mundo. Sin embargo, la reacción entusiasta del pueblo —que recordaba las antiguas canciones sobre el Rey bajo la Montaña— forzó al Gobernador a mostrar hospitalidad. A pesar de que albergaba dudas sobre la veracidad de las reclamaciones de Thorin, permitió que los Enanos fueran agasajados y les proporcionó barcos y provisiones para continuar su viaje.
Su liderazgo durante el ataque de Smaug a la ciudad fue deficiente. Aunque permitió una cierta preparación gracias a las advertencias de Bardo, el Gobernador no tomó la iniciativa ni mostró coraje alguno durante la defensa. Se refugió, mientras Bardo dirigía a los defensores desde el frente. Tras la muerte del dragón y la destrucción de la ciudad, la población culpó al Gobernador de su falta de liderazgo. Muchos expresaron abiertamente su deseo de que Bardo, el matador del dragón, asumiera el gobierno.
Durante el caos posterior, el Gobernador trató de recuperar el favor del pueblo culpando a Thorin y los Enanos de la desgracia, argumentando que ellos habían provocado la ira del dragón al despertar la codicia con promesas incumplidas. A pesar de todo, logró conservar su puesto momentáneamente, mientras Bardo se ocupaba de organizar los esfuerzos de reconstrucción y de obtener ayuda externa.
El Gobernador acompañó a los supervivientes en la fundación de una nueva ciudad al norte del antiguo emplazamiento, aunque se mantenía alejado de los asuntos militares y diplomáticos, que fueron asumidos por Bardo. Finalmente, cuando se obtuvo una parte del tesoro de Erebor tras la Batalla de los Cinco Ejércitos, el Gobernador la usó en su propio beneficio y huyó con una parte del oro, abandonando a su pueblo.
Este personaje representa la corrupción del poder cuando está basado en la avaricia y no en el servicio a los demás. Su contraste con Bardo es claro: mientras el Gobernador actúa por interés propio, Bardo lo hace por el bien común, ganándose así el respeto del pueblo y su posterior elección como líder.
Adaptaciones
En la trilogía cinematográfica de El Hobbit dirigida por Peter Jackson (2012–2014), el personaje del Gobernador de Esgaroth es interpretado por Stephen Fry. En esta versión, se amplifica su carácter corrupto y ridículo, presentándolo como una figura grotesca y cobarde. Su relación con su ayudante Alfrid Lickspittle —personaje inventado para las películas— subraya su incompetencia y su avaricia.
La adaptación cinematográfica enfatiza aún más su carácter decadente, mostrando cómo, incluso en medio de la crisis provocada por Smaug, prioriza su seguridad y riqueza personal por encima del bienestar de la ciudad. Su muerte, que en el libro se describe brevemente, es omitida como tal en las películas, aunque su destino queda claro tras el desastre final.