Al final cantó
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23 de enero de 3019 de la Tercera Edad. La Compañía descansa en Lothlórien mientras Gandalf y el Balrog libran su batalla final
Mientras la Compañía del Anillo disfrutaba de la serenidad de Lothlórien, lejos de las sombras que les acechan, Gandalf el Gris libraba un duelo titánico contra el Balrog, la Perdición de Durin, en las alturas de Celebdil. Este enfrentamiento, cuyo eco resuena aún en las montañas, marcó un punto crucial en la lucha contra la oscuridad. Bajo la atenta mirada de Galadriel, la Compañía continuó su descanso en los bosques dorados. Sam Gamyi, siempre práctico, dedicó su tiempo a observar la vida que prospera en Lothlórien. "Es como si el mal nunca hubiera llegado aquí," dijo, mientras recogía hierbas para... (sigue)
Acantonamiento de La Comarca
El Acantonamiento de La Comarca era una convocatoria realizada por el Thain de la Comarca en tiempos de emergencia, con el propósito de reunir a la milicia hobbit conocida como el "Hobbitry-in-arms". Esta milicia estaba compuesta por Hobbits dispuestos a defender su tierra bajo el mando directo del Thain. Uno de los registros más destacados del Acantonamiento de la Comarca fue la Batalla de los Campos Verdes (2747 TE), donde los Hobbits, liderados por Bandobras "Toro Bramador" Tuk, derrotaron a una banda de orcos. Aunque Bandobras comandó en el campo de batalla, es probable que el Thain de la época,... (sigue)
Osgiliath 2003 (cap. 16-27 y final)
16. El fin de Gondor Desde las seis de la mañana hasta las siete y media del día siguiente – treinta y siete horas en total – ocurrió lo que tanto habían anhelado, y por tanto tiempo, los poderes oscuros del Mundo: Gondor, tal y como se entendía o había permanecido hasta aquel entonces, dejó de existir… Para tal efecto, no se habían necesitado hordas ingentes de un ejército enemigo que ya sólo campaban por las viejas crónicas, sino simplemente los propios ciudadanos de la capital. Como se solía decir, y se oyó mucho durante los días que siguieron a... (sigue)
El final
Murió sin darse cuenta. Sin darse cuenta de que moría, pero sintiendo con todo el cuerpo esa lava quemante atravesarlo en un instante y reducirlo a la nada. Ese ardor, intolerable, rojo, hirviente más allá del fuego, que son los volcanes, lo destruyó por completo sin que la miserable criatura notara lo que sucedía; otorgándole sólo el sufrimiento del dolor más profundo, y la angustia de casi palpar su alma abandonar el cuerpo. Ofrecía un macabro espectáculo: los ojos abiertos, la garganta en un grito mudo, el rostro contorsionado y los escuálidos dedos hacia arriba, intentando escapar. Si no fuera... (sigue)