Portadas de Leandro para Elfenomeno

Durante dos años, Leandro escribió una serie de relatos cortos para la portada de Elfenomeno.com, basados en El Señor de los Anillos, a modo de homenaje a J.R.R. Tolkien, para dar la bienvenida a quienes entraban en la página web. Estos relatos quedan ahora recogidos aquí en un único texto, ordenados cronológicamente tal y como fueron mostrados, incluyendo un último poema muy personal...

22 de Septiembre del año 3018 de la Tercera Edad

Ruido de cascos.
Ahí empezó todo: Ruido de cascos. Nueve jinetes se lanzaron a toda velocidad hacia el río Brandivino. El terror se apoderó de los montaraces. Apenas en los límites de La Comarca, donde vivían pacíficamente aquellos hobbits que nada sabían de los montaraces, ni de los Nazgul, se entabló una batalla que terminó antes de empezar. Los Jinetes Negros llevaban días cabalgando, mas no mostraban signos de cansancio. Mientras, los dúnedain habían intensificado la guardia, pues su señor Trancos les había asegurado que pronto llegarían los problemas. Se prepararon para afrontar cualquier cosa.
Pero nada podía haberlos preparado para ésto. Raudos como un viento negro, los Nazgul se precipitaron hacia el Vado de Sarn. Apenas un suspiro después, los dos guardias cayeron, fríos y lánguidos. Un tercer montaraz al que llamaban Arco, vio la escena, y lanzó la alerta. Eso salvó al resto, pues lograron dispersarse con rapidez. Pese a todo, aquel Jinete que portaba la corona le dio alcance. Aquel hombre a quien todos conocían como Arco, pero del que tan sólo Aragorn conocía su verdadero nombre, cayó decapitado.
La persecución duró toda la noche, pero gracias a la alerta de Arco lograron huir gran parte de ellos. Los Jinetes Negros se habían dispersado en la persecución, y no fue hasta el amanecer que los montaraces dejaron de escuchar aquel...
Ruido de cascos.
Lejos, al Sur, Gandalf había empezado a desesperar. Sombragrís no permitía que el viejo mago se le acercase siquiera. Gandalf se sentó en el suelo, y agachó la cabeza. Pensó en la urgencia de su situación, en Frodo (hoy era su cumpleaños, pero ¿dónde lo estaría celebrando?), en el Anillo, en Aragorn, en los Nazgul. Su desesperación se hizo patente en su rostro, y Sombragrís se percató de ello. Como Meara, no podía permitir que nadie que no fuese Príncipe o Rey lo montase. Pero en aquel viejo había algo superior. Sombragrís detuvo su ligero trote. Gandalf levantó la vista, y sus ojos se encontraron.

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