Portadas de Leandro para Elfenomeno

Durante dos años, Leandro escribió una serie de relatos cortos para la portada de Elfenomeno.com, basados en El Señor de los Anillos, a modo de homenaje a J.R.R. Tolkien, para dar la bienvenida a quienes entraban en la página web. Estos relatos quedan ahora recogidos aquí en un único texto, ordenados cronológicamente tal y como fueron mostrados, incluyendo un último poema muy personal...

13 de Septiembre del año 3018 de la Tercera Edad

Gwaihir alzó su cabeza. Su finísimo oído captó el golpeteo de unos cascos de caballo, muchas leguas allá abajo. Lenta pero majestuosamente, alzó el vuelo. Mucho antes de empezar a descender, ya sabía quién iba a lomos de aquel caballo. Su pico y sus garras se relajaron mientras descendía en una amplia espiral.
Radagast se detuvo, sonriente al fin. Los últimos días los había pasado atravesando el Bosque Negro, advirtiendo a todas las criaturas que lo consideraban su amigo. Muchas de las Águilas llevaban varios días ya recorriendo la Tierra Media, donde habían comenzado a contemplar la acción de la oscura mano de Mordor. Lo que más había preocupado a Radagast habían sido los rumores de los Nueve, cada vez más cerca del norte.
Muchas cosas sabía ya, pero a Radagast le faltaba aún por saber algo muy importante: ¿Qué había pasado con Gandalf? Desde que se separaron, ni elfo, ni hombre, ni enano, ni ninguna otra criatura había sabido nada de él. Tal vez el Señor de las Águilas supiese algo...
Media hora después, Radagast ya no sonreía. Las noticias que Gwaihir le había transmitido no eran nada buenas: la concentración de lobos y el alistamiendo de orcos; los Nueve Jinetes que iban de acá para allá por las tierras; y los rumores de aquella pequeña criatura que había burlado la vigilancia de los Elfos de Lorien, al sur.
- ¿Y sabéis algo de Gandalf? - preguntó, cabizbajo.
- No, Radagast. Nadie sabe aún nada de él.
- El sabía algo, Gwaihir. Algo que podría ayudarnos. Pero partió hacia Isengard, y aún no ha regresado. Debes encontrarle, y cuando lo encuentres, le transmitirás todas estas noticias. Averigua cuanto puedas de los Nazgul. Mas no te entretengas mucho, y vuela raudo a Isengard. Si no lo encuentras allí, pregúntale a Saruman.
A modo de asentimiento, la mayor y más rápida de las Grandes Aguilas se irguió, y sin avanzar ni un solo paso, con un simple aleteo de sus poderosas alas, se elevó del suelo. Instantes más tarde se había perdido ya de vista, hacia el este. Radagast montó en su caballo, y partió en dirección contraria, pensativo.

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