Portadas de Leandro para Elfenomeno
27 de Julio del año 3019 de la Tercera Edad
La comitiva no podía ser más espléndida. Jamás un Rey de la Marca había marchado con un séquito como el que acompañó a Théoden hijo de Thengel a la tierra de los Antepasados.
Sin prisa y en paz atravesaron Anórien, y llegaron al Bosque Gris al pie del Amon Dîn; y allí Ghân-buri-ghân ordenó a sus Hombres Salvajes que tocaran los tambores. Aquellos tambores redoblaban con sonidos que expresaban más que las palabras. Por un lado, parecían una advertencia, por otro, un saludo. Aragorn reconoció sus múltiples significados, y entre ellos el del reconocimiento a la ayuda prestada por esta gente, los Hombres Salvajes, los woses, aunque ese no era el nombre que habían tenido en otro tiempo.
Hoscos, de aspecto achaparrado y mirada hundida y ceñuda, tan sólo Merry había reconocido el parecido entre las estatuas de los Hombres Púkel del Sagrario y el jefe Ghân-buri-ghân. Estos hombres fueron llamados los drúedain, y muchas fueron las historias que se contaron sobre ellos, aunque en esta época pocos las recordaban y nadie las asociaba con aquellos Salvajes.
Los drúedain habían sido un pueblo respetado en su tiempo. Grandes amistades se entablaron entre los Hombres Altos y los Drûg, pues grande era su magia, y la utilizaban con sabiduría y siempre para el bien. Se habló de un Drûg que dejó una piedra tallada, de aspecto semejante a sí mismo, similar a los hombres Púkel del Sagrario, al cuidado de una familia de Hombres Altos, pues él tenía que partir. Los Orcos atacaron aquella casa, y entonces la piedra cobró vida y expulsó a los orcos. Cuando el Drûg volvió, aquella familia pudo ver que éste había recibido las heridas que los Orcos y el fuego habían inflingido a la piedra.
Pero si bien fueron muy queridos en otro tiempo, en estos tiempos ya no se les tenía en gran estima. Fueron despreciados, desterrados y vilipendiados. Mas ahora habían vuelto a demostrar su lealtad y su valía, y así lo había comprendido Aragorn. Hizo sonar las trompetas; y los heraldos pregonaron:
- ¡Escuchad! ¡Ha venido el Rey Elessar! ¡A Ghân-buri-ghân y a los suyos les da para siempre la Floresta de Drúadan; y que en adelante ningún hombre entre ahí si ellos no lo autorizan!
Ghân-buri-ghân, pese a no hablar correctamente la lengua común, comprendió al momento todo el alcance de estas palabras. Al fin los drúedain tenían una tierra y un reconocimiento para sí. A modo de saludo y agradecimiento, el redoble de tambores creció un momento, y luego calló.