Lugar de origen o emplazamiento habitual: Desconocido / Utumno, Angband, Mordor y el Reino de Moria...

Otros Nombres: Trasgos, Goblins, Orcs (inglés)

Lengua o dialecto: Lengua Negra

Orco

La palabra “Orco” podría derivarse del latín Orcus, uno de los nombres atribuidos al dios del Inframundo (Plutón o Hades), aunque también aparece en el inglés antiguo como orc, con el significado de “demonio”, tal y como se menciona en poemas épicos como Beowulf. J.R.R. Tolkien era consciente de estas asociaciones y utilizó el término deliberadamente, aunque con un significado particular dentro de su legendarium.

El origen de los Orcos fue una cuestión que preocupó a Tolkien durante toda su vida, y nunca llegó a establecer una versión definitiva. En un momento de su obra se sugiere que los Orcos podrían haber sido Elfos capturados, torturados y corrompidos por Melkor antes del despertar de los Hombres. Sin embargo, esta teoría plantea un problema teológico, ya que según el pensamiento del propio Tolkien, ningún ser creado —ni siquiera los Valar o los Maiar— podía “crear” vida o alterar de forma irreversible la esencia de las criaturas de Eru Ilúvatar.

Por ello, Tolkien exploró otras posibilidades, como que los Orcos fueran bestias preexistentes, animales de cierta inteligencia, o incluso Hombres degenerados, pervertidos por el mal de Melkor. En algunos escritos tardíos llegó a considerar que podrían ser una mezcla de varias razas: Hombres, Elfos corrompidos e incluso Maiar encarnados con forma orca (en los textos recopilados por Christopher Tolkien en la Transformación de los Mitos, El Anillo de Morgoth, Vol. VII de la Historia de la Tierra Media, Tolkien especula sobre si algunos pocos líderes Orcos —especialmente en la Primera Edad— pudieran haber sido Maiar disfrazados o corrompidos), lo que explicaría la diversidad de tamaños, formas y capacidades entre las distintas subespecies de Orcos que encontramos en la Tercera Edad.

Como sabemos, la mayoría de los Orcos eran mortales*, como los Hombres: podían morir por heridas, enfermedades o envejecimiento. Su esperanza de vida era probablemente más corta, aunque es difícil saber si esto se debía a factores biológicos o al entorno brutal en el que vivían. Tolkien también insinúa que algunos grandes capitanes orcos podrían haber sido en realidad Maiar encarnados, especialmente durante las guerras de la Primera Edad.

Se sabe que los Orcos se reproducían de forma sexual, “a la manera de los Hijos de Ilúvatar”, como se menciona en El Silmarillion. Esto implica la existencia de machos y hembras, aunque Tolkien nunca describe explícitamente a las mujeres orco. Podrían haber sido escasas o poco diferenciadas físicamente, como ocurre con las Enanas.

En una carta de 1963 dirigida a una tal señora Munby —descubierta en 2002 cuando salió a la venta—, Tolkien comentaba al respecto:

“Debían de existir mujeres orcas. Pero en los relatos, donde casi siempre se ve a los Orcos como soldados al servicio de los señores del mal, naturalmente no llegamos a saber mucho sobre sus vidas. No se sabía mucho”.

Esta afirmación confirma que Tolkien asumía su existencia, pero también explica su ausencia narrativa debido al enfoque épico y bélico de sus historias.

Los Orcos eran criaturas atrofiadas y deformes, generalmente más bajas que los hombres (alrededor de 1,40–1,60 m), aunque algunas variedades como los Uruk-hai podían superar el 1,80 m. Su piel era oscura, grisácea o verdosa, a menudo cubierta de heridas y cicatrices. Tenían extremidades desproporcionadas, manos fuertes con garras y un rostro grotesco y desfigurado.

Temían la luz del sol, que los debilitaba, salvo en el caso de algunas subespecies como los Uruk-hai, que podían marchar a plena luz del día. Su visión nocturna era excelente. Eran carnívoros y, en ocasiones, caníbales. Habitaban en túneles, cuevas y fortalezas subterráneas, en condiciones insalubres y húmedas.

Por lo que sabemos, los Orcos no eran creativos en sentido artístico, pero sí eficaces en construir herramientas y armas toscas pero funcionales. Sus asentamientos agotaban rápidamente los recursos naturales, debido a una gestión brutal del entorno.

Vivían organizados en clanes o tribus, con jerarquías impuestas mediante la fuerza. Su cohesión dependía casi por completo del dominio de un poder superior: Melkor, Sauron o capitanes tiránicos. En ausencia de una autoridad fuerte, tendían al caos, la autodestrucción y la guerra interna. Esta dependencia del mando absoluto explica su casi completa desaparición tras la caída de Sauron.

Los Orcos aparecen en la historia de Arda en la Edad de los Árboles. Ya habitaban en Utumno, la primera fortaleza de Melkor, y fueron empleados como soldados en sus guerras contra los Elfos desde los tiempos más remotos. Su presencia es constante durante la Primera, Segunda y Tercera Edad, participando en las grandes guerras contra los Eldar, los Edain y los Dúnedain. Su último apogeo tiene lugar bajo el mando de Sauron, hasta su derrota definitiva en la Guerra del Anillo.

A lo largo de los escritos de Tolkien, comprobamos que existen múltiples subespecies de Orcos, reflejo de su diversidad y del uso que hicieron de ellos los Señores Oscuros. Entre los más conocidos encontramos:
- Orcos de Moria
- Orcos de las Montañas Nubladas
- Orcos de Mordor
- Uruk-hai
- Semi-orcos (o Medio-orcos)
- Hobotrasgos (posiblemente una variedad de mayor tamaño)

Por último, llama la atención que Tolkien emplea diferentes términos para referirse a los Orcos: “Orcos”, “Trasgos” y “Goblins”. Aunque en muchos casos estos términos son sinónimos, algunos estudiosos sugieren que podrían referirse a distintos grupos o variedades según la región o el momento histórico. En la versión original en inglés, “Goblin” se usa con mayor frecuencia en El Hobbit, mientras que “Orc” predomina en El Señor de los Anillos y El Silmarillion.


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