Se prepararon en el prado sur cerca de la puerta principal de Bilbo unos pabellones, estacas para las tiendas, y todo estaba cubierto por cuerdas. Se abrió una entrada especial en el barranco que daba al camino, donde se construyeron escalones amplios y una gran puerta blanca. Se colgaron linternas en las ramas de los árboles y se levantó una cocina al aire libre en la esquina norte del campo. Llegaron muchos cocineros de los lugares colindantes para prepararlo todo junto con Bilbo y algunos enanos que vinieron expresamente para ayudarle.

El día esperado fue el 22 de septiembre, Bilbo había preparado gran cantidad de actividades y regalos para sus invitados, llegados incluso de más allá de La Comarca. Hubo canciones, danzas, juegos, música, y por supuesto mucha comida y bebida. Por la tarde dieron comienzo los fuegos artificiales, traidos por el mago Gandalf, los cuales tenían un gran éxito entre los Hobbits; el más espectacular fue un gran dragón rojo y dorado que escupía llamas y que consiguió asustar a los presentes volando hasta tres veces sobre sus cabezas, acabando en una gran explosión de fuegos, así se anunció la cena. En ella se encontraban la mayoría de los familiares y allegados de los Bolsón: Boffin, Tuk, Brandigamo, varios de los Cavada, parientes de la abuela de Bilbo, los Redondo y una selección de los Bolger, Ciñatiesa, Corneta, Madriguera, Tallabuena, Tejonera y Ganapié. Además fueron los Sacovilla-Bolsón Otho y Lobelia, que no le tenían gran aprecio al anfitrión.

La fiesta continuó con un gran discurso de Bilbo Bolsón a los presentes, subido a una silla bajo un gran árbol iluminado. Allí agradeció la presencia de sus familiares y felicitó a Frodo, ya que también era su cumpleaños y terminó anunciando su marcha de Hobbiton, se bajó de la silla y repentinamente desapareció (usando el anillo de poder). Una vez recuperados los presentes de lo que habían visto, y de comentar que posiblemente se trataba de otra de las bromas de Bilbo, la cena siguió ya sin Gandalf ni Bilbo.