Durante la Guerra de los Enanos y los Orcos (que se desarrolló entre 2793 y 2799 de la Tercera Edad) los Enanos se dedicaron a atacar los emplazamientos de los Orcos que encontraron desde el Monte Gundabad hasta los Campos Gladios, persiguiendo a uno de sus líderes, Azog, en venganza por haber deshonrado y dado muerte a Thrór. En el transcurrir de estos ataques, los Enanos sufrieron numerosas pérdidas en las distintas batallas, pero al ser más fuertes y al tener armas de mejor calidad, iban obteniendo lentamente la victoria sobre los Orcos.
Sucedió entonces que los Orcos que huían de los Enanos buscaron refugio en Moria, una de las mas antiguas e importantes moradas de los Reinos Enanos; y los Enanos, que les perseguían, llegaron por fin a Azanulbizar, los cuales, lanzando un grito que resonó como un trueno en el valle, se lanzaron al ataque decididos a aniquilar a los Orcos que habían invadido su antigua morada largo tiempo atrás.
Sin embargo, en las laderas superiores del valle se encontraba dispuesta una gran hueste de Orcos, y por detrás de las puertas de Moria se encontraban apostados una gran multitud de Orcos que Azog tenía reservados en caso de necesidad, por lo que el enfrentamiento entre ambos pueblos fue brutal; había comenzado la Batalla de Azanulbizar.
En un principio, la suerte estuvo del lado de los Orcos pues la Batalla tuvo lugar en un día de invierno sin sol y los Orcos, más numerosos, se encontraban en un terreno más elevado, lo que les proporcionaba una ventaja en el combate. El primer ataque de los Enanos, lanzado por Thráin, fue rechazado por los Orcos con grandes pérdidas, por lo que la gente de Thráin tuvo que retirarse y refugiarse en un bosque cercano a Kheled-Zâram. Y allí fueron muertos (junto a otros muchos Enanos) Frerin, hijo de Thráin, y Fundin, pariente suyo, mientras que Thráin y Thorin fueron heridos.
Mientras tanto, la batalla seguía su curso con grandes matanzas en ambos bandos, hasta que finalmente aparecieron los Enanos de las Colinas de Hierro, liderados por Náin, hijo de Grór. Estos Enanos, que al llegar en último lugar estaban menos cansados, al grito de “¡Azog, Azog!” se abrieron paso para llegar hasta los umbrales mismos de Moria, derribando con sus piquetas a todo aquel que osaba interponerse en su camino.
Por desgracia, Náin encontró la muerte a manos de Azog en combate singular, pues durante el transcurso del mismo, el Señor Enano resbaló y cayó hacia delante, momento en el cual Azog le lanzó un mandoble de hacha al cuello; la cota de malla resistió el filo del hacha, pero el golpe fue tan brutal que le quebró el cuello.
Cuando Azog levantó la cabeza para lanzar un grito de triunfo, pudo ver que su ejército se retiraba en desorden mientras que los Enanos los aniquilaban sin compasión. Entonces Azog intentó escapar por las Puertas, pero tras él saltó Dáin II Pie de Hierro, hijo de Náin, y le dio muerte, rebanándole la cabeza con su hacha.
Tras la sangrienta Batalla, los Enanos que quedaban con vida se reunieron en Azanulbizar y clavaron la cabeza de Azog en una pica. No hubo fiesta por la victoria en la batalla, porque los muertos fueron demasiados y se dice que apenas la mitad de ellos podían mantenerse en pie o tener esperanzas de cura. Antes de dispersarse y volver a sus reinos, los Enanos despojaron a sus muertos para que los Orcos no les quitaran sus armas y cotas de malla. Luego levantaron muchas piras y quemaron los cuerpos de sus parientes.
Como datos de interés, mencionar que el tener que quemar a sus muertos, fue algo ofensivo para los Enanos, pues según su costumbre, sepultan a los muertos en piedra (no bajo tierra), pero tantos eran los muertos, que construirles tumbas les hubiera llevado muchos años de trabajo, Por tanto, recurrieron al fuego antes que dejar a los suyos librados a las bestias, aves y orcos devoradores de carroña. Pero se honró a los que cayeron en Azanulbizar, y hasta el día de hoy suele decir un Enano de uno de sus mayores: "Fue un Enano incinerado", y eso basta.
También fue durante esta batalla cuando Thorin adquirió su apodo de Escudo de Roble, ya que, según se cuenta, al rompérsele el escudo, cortó una gruesa rama de un árbol, la cual usó como escudo para desviar golpes, además de blandirla como cachiporra.