18 de marzo de 3019 de la Tercera Edad: La marcha del Ejército del Oeste
Con las primeras luces del día, los heraldos dieron la señal y las trompetas resonaron en Minas Tirith. Fila tras fila, los soldados del Ejército del Oeste partieron por la gran carretera hacia el este, con la esperanza de distraer la mirada de Sauron y permitir que el Portador del Anillo completase su misión. "No es una marcha de conquista, sino un sacrificio", murmuró un soldado gondoriano al ver partir a sus compañeros.
El ejército, comandado por Aragorn, alcanzó Osgiliath antes del mediodía. Allí, los ingenieros trabajaban sin descanso para reparar los puentes destruidos por los orcos en su retirada, mientras se fortificaban las defensas en la orilla oriental. Más allá de la ciudad en ruinas, la vanguardia continuó su camino hasta la Encrucijada, donde Aragorn contempló la estatua profanada del antiguo rey de Gondor. En un acto simbólico, la restauró, reafirmando el dominio de los Dúnedain sobre esas tierras y enviando un mensaje claro: Gondor no ha caído.
Mientras los hombres del Oeste avanzaban, las tropas del Enemigo también se movilizaban. Desde la fortaleza de Durthang, en las Montañas de la Sombra, una columna de orcos marchó en dirección a Udûn, la gran llanura fortificada de Mordor. Se desconoce si su objetivo es reforzar la defensa del Morannon o si se preparan para lanzar un nuevo ataque.
En el interior de Mordor, Frodo y Samsagaz continúan su viaje. Tras días de penosa travesía, hoy han divisado los desfiladeros de la Boca del Isen, la única ruta hacia la llanura de Udûn. Pero el peligro es aún mayor de lo esperado: una gran hueste de orcos ha tomado la misma senda, obligándolos a ocultarse. Cada paso que dan los acerca al corazón del peligro, pero no pueden retroceder. La misión sigue adelante, aunque el precio a pagar aún es incierto.
La guerra avanza inexorablemente. El Ejército del Oeste camina hacia su destino, mientras el Portador del Anillo se adentra en las sombras. La gran prueba final se acerca.